El razonamiento apunta a nuestra intelectualidad, al cerebro
humano, pero la razón responde a “nuestro entorno social” a nuestras
experiencias de vida y no puede explicar nuestras emociones más profundas,
estas emociones no pueden analizarse con el cerebro por más evolucionado que
pensemos que pueda encontrarse, debemos escuchar los dictados del corazón, este
órgano, muchas veces ignorado y sometido por la soberbia, es el único capaz de
darnos a conocer el más noble de nuestros sentimientos, nuestra propia
capacidad de amar.
Nuestra resistencia al amor se debe a que es un sentimiento
que no puede ser sometido ni condicionado, nuestra propia vida depende del
amor, sin amor la existencia se marchita, se torna mustia, pierde su brillo y
pierde su capacidad de florecer.
Si pensamos que el amor no es más que una pérdida de tiempo,
démosle espacio en nuestro corazón, no le reprimamos, el amor es una fuente
inagotable de agua viva que fluye para siempre, el amor es nuestro vínculo
eterno con todo lo trascendente de la creatividad humana.
Hugo W Arostegui
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