sábado, 11 de junio de 2016

Conferencia de Madián, hijo de Abraham Parte III

Ventilando la historia, una brisa de aire fresco.
  
De esta tierra salió para Asiria, y edificó Nínive, Rehoboth, Cala y Resén entre Nínive y Cala, la cual es ciudad grande.

Mizraim engendró a Ludim, a Anamin, a Lehabim, a Naftuhim, a Patrusim,a Casluhim, de donde salieron los filisteos, y a Caftorim.

Y Canaán engendró a Sidón su primogénito, a Het, al jebuseo, al amorreo, al gergeseo, al heveo, al araceo, al sineo, al arvadeo, al zemareo y al hamateo; y después se dispersaron las familias de los cananeos.

Y fue el territorio de los cananeos desde Sidón, en dirección de Gerar, hasta Gaza; y en dirección a Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim, hasta Lasa.

Estos son los hijos de Cam por sus familias, por sus lenguas, en sus tierras, en sus naciones.”
                                                                                                        Génesis 10: 6 – 20

He hecho mención a estas escrituras, para demostrarles, que la posteridad de Cam fue altamente bendecida, y que de su linaje, surgió Nimrod, el primer poderoso de la tierra, el cual contó con la aprobación de Jehová, y fue el constructor de grandes ciudades que han llegado a ser de gran relevancia, como es el caso de Babel o Nínive.

Otro dato importante a tener en cuenta, para comprender mejor los acontecimientos posteriores a la salida de Israel de su esclavitud en Egipto, es que gran parte de lo que ha sido llamada como “la tierra prometida” pertenecía por derecho de conquista, a la posteridad de Canaán.

Este importante grupo humano, esta civilización, guardó una estrecha relación con su Creador, y en mis días, muchos profetas que instruían y ministraban a su pueblo, gozaban del reconocimiento y estima en todo el orbe por el  cual se desplazaban.

Volveré, entonces, a comentarles sobre la deuda de gratitud, que mi padre Abraham, contrajo con la descendencia de Canaán.

En la lectura de este relato, podremos aprender muchas cosas, relacionadas con la nobleza de corazón de los cananeos, leamos:

“Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara.

Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.

Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló con los hijos de Het, diciendo:

 Extranjero y forastero soy entre vosotros, dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y sepultaré mi muerta delante de mí.

Y respondieron los hijos de Het a Abraham, y le dijeron:

Oyenos, señor nuestro; eres un príncipe de Dios entre nosotros; en lo mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta; ninguno de nosotros te negará su sepulcro, ni te impedirá que entierres tu muerta.

Y Abraham se levantó, y se inclinó al pueblo de aquella tierra, a los hijos de Het, y habló con ellos diciendo: Si tenéis voluntad de que yo sepulte mi muerta de delante de mí, oídme, e interceded por mí con Efrón hijo de Zohar, para que me dé la cueva de Macpela, que tiene al extremo de su heredad; que por su justo precio me la dé, para posesión de sepultura en medio de vosotros.

Este Efrón estaba entre los hijos de Het; y respondió Efrón heteo a Abraham, en presencia de los hijos de Het, de todos los que entraban por la puerta de su ciudad diciendo:

No, señor mío, óyeme: te doy la heredad, y te doy también la cueva que está en ella; en presencia de los hijos de mi pueblo te la doy; sepulta tu muerta.

Entonces Abraham se inclinó delante del pueblo de la tierra, y respondió a Efrón en presencia del pueblo de la tierra, diciendo:

Antes, si te place, te ruego que me oigas. Yo daré el precio de la heredad; tómalo de mí, y sepultaré en ella mi  muerta.

Respondió Efrón a Abraham, diciéndole:

Señor mío, escúchame: la tierra vale cuatrocientos ciclos de plata; ¿ qué es esto entre tú y yo ? Entierra, pues, tu muerta.

Entonces Abraham se convino con Efrón, y pesó Abraham a Efrón el dinero que dijo, en presencia de los hijos de Het, cuatrocientos ciclos de plata de buena ley entre mercaderes.

Y quedó la heredad de Efrón que estaba en Macpela al oriente de Mamre, la heredad con la cueva que estaba en ella, y todos los árboles que había en la heredad, y en todos sus contornos, como propiedad de Abraham, en presencia de los hijos de Het y de todos los que entraban por la puerta de la ciudad.”
                                                                                                                      Génesis 23: 1 – 18

 De esta lectura, podemos extraer una valiosa lección de solidaridad y convivencia pacífica entre los pueblos, Abraham, en su dolor, encontró la comprensión y el apoyo de los cananeos, que veían en él, un fiel representante de Jehová su Dios.

Como seguramente sabéis, somos descendientes de Sem, lo que posiblemente ignoran, es que Sem, mi abuelo  materno, era el mismo rey de Salem, es decir Melquisedec, a quién mi padre, Abraham, pagó sus diezmos.

Esto lo menciono simplemente para que entendáis, de que nuestro Dios, no hace acepción de personas, que para él, todos sus hijos son iguales, y si en algo se puede señalar alguna diferencia, ella, la diferencia, se sustenta en el grado de compromiso que individualmente asumamos en cuánto al cumplimiento de sus mandamientos.

De manera que la mayor mentira que heredamos de las escrituras, es la de que existen pueblos escogidos, a los cuales todo les es permitido, y otras naciones consideradas de segunda clase, las cuales son puestas para el servicio, para ser utilizadas al antojo arbitrario de aquellos que se auto proclaman “pueblo escogido por Dios.”

Jesús, en el meridiano de los tiempos, al igual que el profeta Enoc, en la antigüedad, nos lo enseñó claramente, leamos:

“Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:

El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir.

Volvió a enviar otros siervos, diciendo; Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas.

Más ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los enfrentaron y los mataron.

Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad.

Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad  están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos.

Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.

Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.


Continúa

Hugo W Arostegui

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