Hemos aprendido que el ser humano es un ser esencialmente social, lo
que significa que su sobrevivencia, el simple hecho de estar vivo, es
consecuencia ineludible de la acción y voluntad de otros congéneres, quizás
otros seres vivos puedan nacer y
desarrollarse en soledad, pero en nuestro caso, si estamos en condiciones
de actuar como humanos, será indefectiblemente por causa de que otros humanos
de alguna forma lo han hecho posible, no obstante lo evidente de este
enunciado,
vivimos en un mundo donde no hemos alcanzado la dimensión del
agradecimiento y la gratitud hacia los
que han hecho posible que tengamos
alguna noción del verdadero significado de “Ser”
Desde el principio de los tiempos, se nos han
inculcado algunas enseñanzas que aún, no obstante el tiempo transcurrido, no
hemos logrado comprender en toda su dimensión, nos referimos al conocimientos
de nuestros orígenes y nuestra razón de ser en este planeta que nos acoge como
residentes eventuales, como pasajeros en tránsito hacia otras latitudes, cuyo
pasaje marca claramente la fecha de llegada pero que nada específica sobre el
día, la hora de la partida y hacia dónde nos dirigimos.
Hugo W Arostegui
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