viernes, 11 de octubre de 2019

El Refugio De La Ignorancia



¿Hasta qué punto merece la pena ser inteligente en un mundo mediocre y cruel?

A mayor inteligencia, mayor consciencia de la calamidad de especie que somos, capaces de lo mejor pero casi siempre partícipes de lo peor. Si a una mayor inteligencia le acompaña una mayor sensibilidad, tenemos ante nosotros a un depresivo en potencia con tendencia variable al suicidio en función de su nivel de frustración (o de su capacidad de abstracción a través de narcóticos y otras drogas que lo hagan más imbécil al reducir su capacidad intelectual y sensorial).

Federico García Lorca decía que “el optimismo es propio de las almas que tienen una sola dimensión; de las que no ven el torrente de lágrimas que nos rodea, producido por cosas que tienen remedio”. De ahí se deduce que aquellos que dicen que ven el vaso medio lleno no son otra cosa que unos papanatas que quieren caer bien a quienes les rodean, porque es políticamente correcto –socialmente obligatorio- no hacer pública nuestra firme convicción (quienes la tengamos) de que casi todo lo que nos rodea está en permanente proceso de putrefacción. 

Afirmar todo esto es afirmar, pues, que todo el mundo miente, a no ser que se considere lo suficientemente valiente como para enfrentarse al duro ostracismo de la marginación social. 

Mark Twain también le dio un par de vueltas a este tema, y afirmó: “nadie podría vivir con alguien que dijera la verdad de forma habitual; por suerte, ninguno de nosotros ha tenido nunca que hacerlo”

Y quien lo hace está mal visto, con cara de pocos amigos, como si estuviera siempre de mal humor.

Pero volvamos al tema inicial. ¿Hasta qué punto merece la pena ser inteligente en un mundo mediocre y cruel? Muchas veces he escuchado que a mayor inteligencia, más difícil es ser feliz (lo que quiera que signifique esto y dando por supuesto que la felicidad es algo que existe).

Personalmente, tiendo a unir la idea de inteligencia y de libertad (en un sentido absoluto, libertad de ataduras materiales y morales), y ciertamente estoy de acuerdo con que, cuanto más libre –y por ende, inteligente- es una persona, que más difícil le es no rendirse a la desesperación de saber que no nacemos con un destino escrito en la sangre y que cuánto podamos lograr en esta vida sólo podrá alcanzarse través del esfuerzo y la voluntad que le impregnemos cada uno.

La incertidumbre es algo que, si bien ha atormentado siempre al ser humano, afecta más a personas con alta capacidad intelectual. Ello hace difícil avanzar en un camino empedrado hacia no se sabe dónde, sobre el cual cada uno lucha por crearse su propia “misión” vital, es decir, darse un sentido a su propia existencia.

La mente humana no está preparada para aceptar la incertidumbre que existe, consecuencia de su incapacidad para comprenderlo todo. Necesita un guión, un mapa que la oriente, y cuando no puede dárselo a sí misma, ruega, suplica que alguien se lo dé escrito de antemano. 

Nuestra mente no puede aceptar que somos iguales que el de al lado, que tenemos las mismas necesidades, que nos comportamos básicamente igual, que nacemos y morimos de manera igualmente traumática. 

La gente a nuestro alrededor está perdida; hay quienes consiguen aplacar el nervio de su desconsuelo en base a algo que le proporciona calma o le ordena la conciencia: dinero, amor, trabajo… Pero en algún momento de su vida, todo el mundo se siente desnudo, tembloroso por el frío de una existencia desamparada en la que nos negamos a admitir que nada tiene sentido más allá de aquél que nosotros mismos le damos en función de nuestras creencias o nuestras necesidades.

La irresponsabilidad ante la presente mediocridad es un fallo angular en el pensamiento de la sociedad actual. Pero también es cierto que resulta difícil sentirse responsable, es decir, sentirse concernido y dispuesto a luchar contra la mediocridad, cuando se carece de referentes.

Yo quiero luchar, y estoy seguro de que existe una gran masa crítica dispuesta a ello, aunque muchas veces resulta cansador porque en la confusión de los tiempos le cuesta creer firmemente en algo y a veces parece no creer en nada. 

Pero también considero que siempre es un primer paso el hecho de tener claro qué es lo que no queremos, y tener la voluntad de luchar contra ello. Porque como dice Eric Fromm, el acto de desobediencia como acto de libertad, es el comienzo de la razón. Ahí está la clave.


Autodeterminados

La autodeterminación individual significa apoyar el que cada persona sea el gestor esencial de su propio destino, con capacidad de decisión sobre aspectos cruciales de la vida, con la posibilidad y oportunidad para el establecimiento de metas y planes que sean sentidos importantes por la persona.

“Del modo más simple: autodeterminación significa que la persona controla su vida y su destino. Algo tan simple y tan complejo como eso”. Así se expresa Michael Wehmeyer, uno de los autores que más relevancia tiene en este ámbito de la discapacidad.

Evidentemente ninguno de nosotros controla al cien por cien nuestras vidas y nuestros destinos, estamos también determinados por los otros, por las normas y reglas de nuestro contexto sociocultural; pero sentimos que ejercemos control, que tenemos cierto poder sobre aspectos que nos afectan directamente, y ejercemos presión, luchamos y somos asertivos, para disfrutar nuestro derecho a la libertad sin menoscabo de nuestra obligación con la dependencia social y cultural necesaria.

Las personas con discapacidad intelectual en nuestra cultura han tenido mermadas sensiblemente, en comparación con el resto de sus conciudadanos, sus facultades de decisión, de control, bajo consideraciones tales como que no saben, no pueden, o si lo hacen lo harán mal y de manera dañina para ellas… Y la autodeterminación viene a intentar poner en su lugar el juego de poder que a cada cual corresponde por el mero hecho de ser persona.

Los seres humanos pueden ser proactivos y comprometidos o, alternativamente, pasivos y alienados, 
en gran medida como una función de las condiciones sociales en las cuales ellos se desarrollan y funcionan. 

Acordemente, la investigación guiada por la teoría de la autodeterminación se ha focalizado sobre las condiciones del contexto social que facilitan versus las que previenen los procesos naturales de la auto-motivación y el desarrollo psicológico saludable. 

Específicamente, se han examinado factores que amplían versus que reducen la motivación intrínseca, la autorregulación, y el bienestar. Los hallazgos han llevado a postular tres necesidades psicológicas innatas – competencia, autonomía, y relacionarse – las cuales cuando son satisfechas producen la ampliación de la auto-motivación y la salud mental y cuando son frustradas llevan a la reducción de la motivación y el bienestar. 

También se considera el significado de estas necesidades psicológicas y los procesos dentro de dominios como el cuidado de la salud, la educación, el trabajo, el deporte, la religión, y la psicoterapia.

Las representaciones plenas de la humanidad muestran a las personas como curiosas, vitales, y auto-motivadas. En el mejor caso ellas son agentes, inspiradas, impulsadas a aprender; que se extienden a sí mismas; dominan nuevas habilidades; y aplican sus talentos responsablemente. 

La mayoría de las personas muestran considerable esfuerzo, agencia, y compromiso en sus vidas, lo que en efecto parece más normativo que excepcional, sugiriendo algunos rasgos muy positivos y persistentes de la naturaleza humana. Pero también está claro que el espíritu humano puede ser reducido y aplastado y que los individuos a veces rechazan el crecimiento y la responsabilidad. Con independencia del estrato social o cultural de origen, hay abundantes ejemplos de niños y de adultos que son apáticos, alienados, e irresponsables. 


Tal funcionamiento humano no-optimo puede observarse no sólo en nuestras clínicas psicológicas sino también entre los millones que, por horas o por días se sientan pasivamente ante sus televisores, miran fija e inexpresivamente las paredes de sus aulas, o esperan indiferentemente por el fin de semana cuando marchan hacia sus trabajos. La persistencia, la proactividad y las tendencias positivas de la naturaleza humana claramente no están invariablemente presentes.

La Modestia


Como modestia se denomina la cualidad que modera nuestros actos y pensamientos, impidiéndonos creernos más de lo que somos. La palabra, como tal, proviene del latín modestĭa.

Quien tiene modestia, no presumirá de sus virtudes o sus logros ante los demás, sino que se contendrá dentro de los límites de su estado o condición, y se comportará de acuerdo a ciertas conveniencias sociales y personales.

La modestia regula sentimientos como la presunción, la vanidad o la altanería, que son sus antónimos. En este sentido, se asemeja, más bien, a la humildad.

El modesto no tiene o no manifiesta una alta opinión de sí mismo, sino que le resta importancia a sus virtudes y sus logros, y tiene, a la vez, la capacidad para reconocer sus defectos y errores. De allí que el principio fundamental de la modestia sea evitar atraer la atención hacia uno mismo, y evitar los comportamientos excesivamente egoístas o individualistas.

Por otro lado, la práctica de la modestia varía entre culturas, épocas y grupos de personas. De modo que hay países donde la modestia es un valor importantísimo, y otros donde es considerada como demostración de debilidad, pues se le da mucho valor al yo, la autoestima y a la autoafirmación.
Finalmente, modestia también puede significar pobreza o escasez de medios o recursos.

La palabra modestia significa falta de engreimiento y actitud de no dar importancia a las cualidades o méritos personales, ni presumir de ellos. Según una obra de consulta, modestia también quiere decir “mantenerse dentro de los límites”. La persona modesta se mantiene dentro de los límites del buen comportamiento. También reconoce que hay límites en lo que respecta a lo que puede hacer y lo que no. Sabe que hay cosas que no le competen. No cabe duda de que la modestia es atractiva. 

“No hay nada más agradable que la verdadera modestia”, escribió el poeta inglés Joseph Addison.

La persona modesta no demanda atención extra para sí misma. No le interesan los halagos y le gusta permanecer en un segundo plano. Refleja paz en su interior y no necesita exponer todo sobre su persona. Disfruta los éxitos de los demás y promueve la participación y el liderazgo de los demás. No hace ningún esfuerzo por figurar, dirigir o recibir aplausos. Todo lo hace porque está convencido que es lo que más conviene a los demás y por lo tanto nunca piensa en su persona o en retribución personal.


Actuar con modestia en la mejor forma de ser atractivos a los demás. El prójimo se siente apoyado, te brinda confianza, comparte en camaradería con una persona modesta, más se siente presionado y molesto con las personas egoístas, prepotentes y pedantes. 

Los modestos no hacen bultos. No le gusta tomarse el escenario para ellos. Ceden el  paso a los demás. Favorecen que otros se destaquen. No buscan triunfos pomposos. Prefieren el anonimato, el segundo plano, para que otros sobresalgan y triunfen, se sientan bien, pues ellos tienen todo lo que desean, no necesitan nada de otros.


El Buen Proceder



“buen proceder consiste en ser sinceros, claros, honestos en todo, unir nuestra alma con la voluntad Universal, esto es, conducirnos rectamente, hacer a los otros aquello que deseamos que nos hagan”
Confucio

El hombre que moldeó el pensamiento y las costumbres de la China medieval, sin pretender ser santo ni  profeta y mucho menos poseer la clave de los secretos del Universo. Me refiero a Confucio. Ese, que en medio de la China feudal y corrupta, propuso una nueva ética personal basada en la idea de justicia y le confirió al termino “nobleza” un sentido de perfección moral.

Pero el ser humano siempre ha sido el mismo. La historia no es más que la repetición cada cierto tiempo de los mismos hechos. Y tanto es así, que lo sucedido a Confucio, el cual luchó y luchó con los jefes de la época, para que le confiasen cargos importantes en la administración pública y le diesen ocasión de llevar a cabo las reformas que requerían y después de haber obtenido ser gobernador y convertir la ciudad en algo modélica, de la noche a la mañana, fue despedido.

Y la razón fue simple. Había cambiado el desorden por el orden, combatió las supersticiones y la subordinación del pensamiento al deseo, organizó una sociedad bien avenida en la que la relación entre el soberano y súbdito fuese la misma que entre padre e hijo, sin creer en la aristocracia de sangre y todo esto, al igual que ahora, era y es inaceptable, porque eso significa proceder con más franqueza de lo que conviene a un político.

Todo esto es así de simple, antes, ahora y después, porque para la clase política, y más para los enganchados a la política, este proceder es como obligarlo a tomar cicuta.

Esto que bien podríamos titular como “introducción a un buen proceder” en el cual mencionamos nada menos que a Confucio «Maestro Kong»  551- 479 AC,  podría interpretarse en un primer análisis del tema, un tanto apresurado por cierto, como si admitiésemos que el procedimiento correcto no fuese muy aconsejable para aplicarlo como “una norma de vida” pues aparentemente quién optase por esta forma de hacer las cosas correría el serio riesgo de “remar contra la corriente” en cada una de las acciones que en este aspecto realice.

Pues bien, lo que intentamos transmitir es precisamente lo contrario, lo que estamos diciendo es que nada podrá sustituir a la integridad que nos recubre cuando alcanzamos “el punto de equilibrio” entre todo aquello que pensamos que se debería realizar y lo que efectivamente llevamos a la práctica en nuestras acciones diarias, cuando todo aquello que nos define como individuos nos ubica dentro de la ecuación que sentencia: “entre el dicho y el hecho hay un trecho”.

Sin duda todo aquel que opta por hacer el bien sin mirar ni tener en cuenta cual sea el destinatario de su proceder, se constituye en ese tramo imprescindible que hace posible pasar de la mera intención a la concreción de todo cuánto aspiramos realizar.


Los Inflexibles



Una personalidad inflexible es aquella que es resistente al cambio, incluso si ese cambio es beneficioso. La falta de flexibilidad es una característica de varios trastornos de la personalidad, como el trastorno obsesivo-compulsivo y el trastorno de personalidad narcisista. A  menudo  se encuentra en el centro de un sentido de sí mismo y puede ser difícil de remediar. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que los rasgos inflexibles pueden cambiar y cambian con el tiempo.

Ser inflexible no tiene nada que ver con lo agradable que es alguien en la  vida  cotidiana. En vez de eso, la inflexibilidad se refiere a la imposibilidad de cambiar los rasgos de personalidad o estilos de afrontamiento para adaptarse a situaciones cambiantes, lo que hace difícil, si no imposible, desenvolverse socialmente.

Los rasgos de carácter inflexibles son rasgos resistentes al cambio. Este cambio puede ocurrir a través de auto-examen o la  resolución  de problemas a través de otros métodos, pero los rasgos inflexibles están a salvo de estos agentes de cambio. Parte de este escudo es creado por la incapacidad de una persona inflexible o falta de voluntad para examinar estos rasgos.

Esto evita cualquier descubrimiento del error rasgo o limitación. En términos psicológicos,  uno  de los aspectos clave de la inflexibilidad es su centralidad, que se encuentra en el corazón de una persona inflexible en el sentido de sí misma y todos los demás procesos y rasgos están subordinados a esto.

Albert Einstein dijo que “la mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a tu tamaño original”. Sin embargo, abrir la mente es un ejercicio complicado, mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir. 

De hecho, la rigidez mental se comienza a construir desde que nacemos. Cada aprendizaje nos abre nuevas puertas pero también nos cierra otras. A medida que crecemos y nos vamos formando nuestra propia imagen del mundo, nos llenamos de estereotipos, creencias y prejuicios que son muy difíciles de eliminar. Sin embargo, la rigidez mental no se refiere únicamente a las ideas, sino y sobre todo, al modo de pensar.

La rigidez mental nos hace prisioneros, merma nuestra capacidad de adaptación, creatividad, espontaneidad y positividad. Nos ata a viejos modelos que nos impiden crecer en el plano intelectual y emocional

Para Tener En Cuenta



Todos somos ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas. Albert Einstein

Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar. 

El joven conoce las reglas pero el viejo las excepciones.

Está todo dicho, pero no hay nada hecho.

El éxito es la realización progresiva de un sueño.

Lucha ahora o muere mañana.

Cuando el filósofo señala la Luna, el tonto se fija en el dedo.

El cine ayuda a soñar. La televisión a dormir.

Cuanto más grande es el caos, más cerca está la solución.

Si quieres ser el más tonto, aparenta ser el más tonto.

¿Qué es un pesimista?. Un optimista con experiencia. 


Somos Instantes

“Solo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente”

-Mae West-

Somos instantes, momentos pasajeros y una sucesión de recuerdos. Somos viajeros en el tiempo, en una fracción del mundo en la que instalamos nuestra vida como si fuera durar para siempre. Pero lo cierto es que somos fugaces, somos como huellas en la arena que las olas borran al momento. Sin embargo, a pesar de ello, creemos que somos cemento.

Nos empeñamos en vivir instalados en el cuento de aquello que nos hiere y en el lamento de no tener lo que nos falta y nos olvidamos de vivir lo que tenemos. Dejamos que el tiempo se escape sin pensar que nada es eterno, ni lo que amas ni lo que te hiere, porque en realidad somos una sucesión de momentos, somos instantes pasajeros.

Lo queremos todo al momento, no tenemos lugar para el respiro, todo es rápido, todo pasa y nada se disfruta. En el mundo de la comida rápida, las citas exprés y los horarios repletos de citas de trabajo, hemos perdido la perspectiva del valor del tiempo, preocupándonos más por el sufrimiento que por el placer de las cosas simples de la vida.

Somos instantes que vivimos como si fuéramos eternos. Somos instantes que no disfrutamos de lo que tenemos a nuestro alrededor en todo momento.

Nos comportamos como si ya hubiera tiempo para disfrutar de lo bueno cuando, en realidad, nos lo estamos perdiendo.

Y en cambio, cuando algo nos hiere, somos “masocas” instalados en el sufrimiento. 

Nos sumergimos en el dolor y nos abrazamos a la queja como si no hubiera nada más en el mundo que nuestros problemas. Nos cegamos ante ese dolor y dejamos de ver que más hay ahí fuera.

Hurgamos en nuestras heridas despacio y sin buscar soluciones. Nuestras conversaciones se vuelven monótonas día a día porque paramos nuestros relojes en aquello que nos lastima. Somos instantes menos cuando sufrimos, entonces somos eternos y dañinos.

“Solo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente”
-Mae West-

Somos instantes, momentos pasajeros y una sucesión de recuerdos. Somos viajeros en el tiempo, en una fracción del mundo en la que instalamos nuestra vida como si fuera durar para siempre. Pero lo cierto es que somos fugaces, somos como huellas en la arena que las olas borran al momento. Sin embargo, a pesar de ello, creemos que somos cemento.

Nos empeñamos en vivir instalados en el cuento de aquello que nos hiere y en el lamento de no tener lo que nos falta y nos olvidamos de vivir lo que tenemos. Dejamos que el tiempo se escape sin pensar que nada es eterno, ni lo que amas ni lo que te hiere, porque en realidad somos una sucesión de momentos, somos instantes pasajeros.

Lo queremos todo al momento, no tenemos lugar para el respiro, todo es rápido, todo pasa y nada se disfruta. En el mundo de la comida rápida, las citas exprés y los horarios repletos de citas de trabajo, hemos perdido la perspectiva del valor del tiempo, preocupándonos más por el sufrimiento que por el placer de las cosas simples de la vida.

Somos instantes que vivimos como si fuéramos eternos. Somos instantes que no disfrutamos de lo que tenemos a nuestro alrededor en todo momento.

Nos comportamos como si ya hubiera tiempo para disfrutar de lo bueno cuando, en realidad, nos lo estamos perdiendo.

Y en cambio, cuando algo nos hiere, somos “masocas” instalados en el sufrimiento. 

Nos sumergimos en el dolor y nos abrazamos a la queja como si no hubiera nada más en el mundo que nuestros problemas. Nos cegamos ante ese dolor y dejamos de ver que más hay ahí fuera.

Hurgamos en nuestras heridas despacio y sin buscar soluciones. Nuestras conversaciones se vuelven monótonas día a día porque paramos nuestros relojes en aquello que nos lastima. Somos instantes menos cuando sufrimos, entonces somos eternos y dañinos.



jueves, 10 de octubre de 2019

Inquietudes

Puede entenderse a la inquietud como un estado de nerviosismo que se produce ante una determinada situación.

La persona que está inquieta no tiene paz interior ni puede relajarse, ya que hay algo que le genera preocupación. De esta manera, cuando a un trabajador le informan que tiene que ir a hablar con su jefe, puede sentir inquietud por la situación ya que su superior tal vez le informe que será sancionado o despedido. Hasta no hablar con su jefe, pues, el empleado se sentirá inquieto.
La inquietud también puede analizarse como un síntoma de la ansiedad.

Al estar inquieta, la persona no puede concentrarse en lo que está haciendo debido a que su atención y sus pensamientos están focalizados en otra cuestión. Esto hace que la inquietud pueda causar problemas cotidianos.
Además, desde el punto de vista de la salud anímica, la inquietud también es una de las principales causas de estrés y ansiedad ya que la preocupación remite al futuro, a un hecho que se observa como una amenaza pero que todavía no se ha dado.

Desde este punto de vista, la inquietud es un claro ejemplo de cómo una idea irracional del futuro puede robar calidad de vida en el presente por imaginar posibles situaciones que desde el punto de vista del ahora no son más que una hipótesis, es decir, una posibilidad que puede darse o no darse.
Desde el punto de vista de la inteligencia emocional es importante poner en práctica algunos consejos de ayuda para reducir estas preocupaciones.

1. En primer lugar, es decisivo establecer metas a corto plazo que ayuden a poner la atención en lo inmediato.

2. Para vaciar la mente de las preocupaciones también es muy gratificante escribir en un diario esas ideas negativas o pesimistas para poner orden en el mundo interior.

3. Por supuesto, también es muy saludable charlar con un amigo de una forma distendida sobre estos miedos y dudas.

4. Caminar todos los días es una práctica de bienestar necesaria para poner cuerpo y mente en forma. Caminar eleva los niveles de optimismo y permite potenciar el nivel de concentración en el presente.

5. Es fundamental evitar la postergación en la toma de decisiones ante un conflicto.

6. Aprende a diferenciar entre aquello que depende de ti y aquello que no está en tus manos resolver. Existen personas que sufren por una realidad que no pueden modificar.

7. Evita cargar con el peso del pasado. Es muy importante caminar al ritmo de la realidad: en presente.


El Valor De La Gratuidad


Gratuidad porque una sonrisa no cuesta dinero. Gratuidad porque el tiempo que dedicamos a los amigos es gratis…hay tantas cosas que hacemos y recibimos gratis, que a veces no las valoramos.
Dicen que lo que es gratis no se valora, y es cierto, si hay coste económico uno lo da más importancia, sin saber que lo más importante de la vida es gratis.

En unos tiempos en los que el capitalismo nos inunda, en los que todo tiene que tener una rentabilidad. En los que parece que no hacemos más si no nos lo pagan, en los que somos números que se traducen en cifras. Hay tantos ámbitos de la vida en las que una persona es un coste económico, como la sanidad, la educación, la justicia, el trabajo…tantas y tantas cosas que suponen cálculos en términos económicos. 

Pero hay otros en los que es imposible calcular con dinero, como los sentimientos y las emociones. Eso es imposible, ¿cuánto cuesta estar alegre? ¿cuánto me cuesta ser generoso? ¿cuánto me cuesta ser agradable? ¿O estar triste? ¿decepcionado? O el amor, que es gratis…La ternura…
O los paisajes, el cielo es gratis, el aire es gratis, la naturaleza, el mar…

Y en nuestro día a día ¿O cuando estamos en familia calculamos cuánto nos cuesta ayudar en casa? ¿O preparar la comida para la familia? ¿O pasar la tarde con tus padres? O con los amigos, ¿alguien calcula cuánto dinero pierde o gana tomando un café con los amigos? ¿o acompañándole en un acontecimiento de su vida? ¿O disfrutando de un rato?

O cuando disfrutamos de un viaje, calculamos el coste del mismo por el alojamiento, el traslado, etc…, pero seguro que no valoramos en términos económicos, el paisaje que hemos disfrutado, el monumento que hemos podido ver, las risas que hemos compartido, las anécdotas que hemos vivido…O simplemente el paseo matutino o diario, o esa acción solidaria que hacemos a menudo, o esa ayuda que prestamos al que nos necesita, o esa conversación que tanto nos ha aportado, o esa lectura que nos ha hecho pensar y aprender…

O esas personas que llegan a nuestra vida y nos hacen felices; o ese piropo que tanta falta nos hace; o ese consejo que recibimos o damos; o esas sorpresas que llegan de repente; o esos encuentros que no teníamos previsto; o esa llamada o mensaje de quién hace tiempo que no tenemos noticias; ese regalo que recibimos…. tantas y tantas cosas que no cuestan…

También las cosas negativas son gratis…


Deberíamos pensar más en lo que recibimos gratis para poder dar más gratis, porque se multiplica…Y también ser agradecidos con lo que tenemos y recibimos, y la gratitud comienza con una sola palabra: Gracias


Los Incrédulos

La palabra incrédulo es un término que podremos emplear en nuestro idioma cuando sea necesario expresar que tal o cual persona no creen sencilla y fácilmente aquello que le dicen y muestran.

Generalmente, la persona calificada como incrédulo presenta esta característica de manera permanente en su manera de actuar, pensar, es decir, es una actitud en la vida la de mostrar una reticencia a la creencia de las cosas y no tanto una cuestión del momento relacionada a un tema en cuestión, costándole, por tanto, creer en todo y en todos.

Asimismo, cabe destacarse, que aquella persona que se ha visto sometida a experiencias negativas en materia de confianza, suele presentar más incredulidad que otros a la hora de creer en algo o alguien.

Y también se puede emplear la palabra como sinónimo de otros términos entre los que destacan el de ateo y agnóstico. El de ateo es un concepto que reviste especial presencia e importancia dentro del ámbito de la religión dado que de ese modo se denomina a aquel individuo que niega la existencia de dios.

Y por su parte llamamos agnóstico a aquel individuo que defiende y es seguidor del agnosticismo, que consiste en la adopción de una postura de considerar inaccesible para los seres humanos todo lo que presente características divinas, o en su defecto que esté vinculado con cuestiones que aún no han sido experimentadas.
Entonces, a todas aquellas corrientes filosóficas que sostienen el mencionado pensamiento es posible endilgarles una actitud agnóstica.

En tanto, el término que directamente se opone al que nos ocupa es el de creyente, que refiere precisamente lo opuesto, a aquel individuo que cree en algo o a aquel que profesa y se encuentra comprometido con una religión.

El creyente se caracteriza por acompañar con actos, comentarios y el pensamiento todo cuanto propone la religión de la que forma parte integrante. Por esto es que jamás escucharemos al creyente opinando de modo contrario sobre alguna propuesta o dogma, ya que su compromiso es tal y va más allá de cualquier tipo de cuestionamiento mental, porque cree con el corazón y con eso le basta.

La tesis de Kanazawa es que lo que llamamos inteligencia es una habilidad que se desarrolló recientemente en un Homo Sapiens al que no le bastaron ya las habilidades cognitivas adaptadas a un mundo estable en el que genes y entorno ecológico iban a la par. 

Según su atrevida (pero documentada) teoría, las personas inteligentes suelen ser las que adoptan los modos de pensar más alejados de su naturaleza ancestral. Así aparecen criaturas extravagantes como los “progres” (liberales), los ateos o los monógamos, que van tan sobrados en la vida que se permiten “razonar la razón” Lo cual no quiere decir que sean quienes más éxito o felicidad obtienen de ella. Ahí tienen ventaja los “listos”, que no están tan dotados pero que no suelen ser tan desastrosos en cuestiones de “sentido común”, dispositivo que viene de serie pero que es obviado demasiado a menudo por los más inteligentes.

La poesía incrédula:


No puedo ver 
Descifrar 
Lo que tratas de esconder 
De la verdad 
La que no pueda creer 

¿Por qué eres así? 
¿Por qué no te abres más? 
¿Por qué parece tan difícil dejarme entrar? 
Atrévete a confiar 
Tú puedes mejorar 
No digas nada que yo deba interpretar 

Si puedes expresar toda la verdad 
Ya no importa que me digas nada más 
Si aprendes a entender 
Lo que no puedes ver 
Es más fácil y sencillo de creer 

No crees en nada 
Que no puedas comprobar 
Me haces incrédulo 
Ya no ignores la verdad

La palabra incrédulo es un término que podremos emplear en nuestro idioma cuando sea necesario expresar que tal o cual persona no creen sencilla y fácilmente aquello que le dicen y muestran.


Insolentes


Lo Que No Suele Faltar
La Insolencia

La palabra insolencia es un término de uso habitual en nuestro idioma y que empleamos cuando queremos dar cuenta del atrevimiento, la falta de respeto o el descaro que ostenta una persona per se, es decir, las mencionadas características forman parte regular de su personalidad o bien una persona se comporta de este modo ante determinada situación que le provoca justamente este tipo de reacciones.

Si bien es frecuente que este tipo de comportamientos se presenten entre individuos jóvenes y en niños, también es posible, aunque con menos frecuencia, apreciarlo entre adultos.

Una explicación para tal situación podría ser que los jóvenes y los niños suelen actuar en muchas ocasiones con desparpajo y algo de inconsciencia, condiciones propias de la edad que transitan.

Pero ojo, es importante guiar y aconsejar al niño o adolescente que se comporta de este modo porque con el correr del tiempo tal comportamiento puede resultar una importante molestia a nivel social.

También, usamos la palabra insolencia para expresar a aquel dicho o acción que resulta para alguien sumamente insultante y ofensiva.

Son varios los sinónimos que suelen emplearse en relación a este concepto, en tanto, destacaremos dos de los más usados como ser: irreverencia y osadía.

Una irreverencia implica básicamente la ausencia de respeto para con alguien o con algo a partir de alguna acción que molesta ampliamente o de un dicho que ciertamente incomoda.

Y por su lado, la osadía supone el atrevimiento, la imprudencia y la audacia que presenta alguien en su actuar.

La osadía es una característica más bien recurrente y presente en aquellas personas que tienen una tendencia a la extroversión y entonces, como tales, no presentan demasiado apego a los cánones sociales establecidos y se manifiestan habitualmente con mucho arrojo y sin pensar demasiado en las consecuencias que pueden tener sus actos.


Mientras tanto, el concepto que se opone de plano al que nos ocupa es el de cortesía que consiste en lo contrario a lo que propone la insolencia y que es una demostración o actuación que se destaca por presentar atención, afecto y mucho respeto por el otro.


Lo Que Aspiramos


Una persona tiene aspiraciones en su vida, es decir, tiene objetivos que cumplir, metas que se marca de acuerdo a sus inquietudes personales y su modo de ser. Las aspiraciones son totalmente subjetivas, cada ser humano es único e irrepetible. De ahí que personas de la misma edad puedan diferenciarse porque cada uno se encuentra en una etapa vital diferente.

Las aspiraciones conectan con el deseo de realización personal de aquel que quiere aportar un valor añadido a su vida a través del sentido concreto que aporta el cumplimiento de una misión. Una aspiración es una motivación importante. En este este sentido, a modo de coaching, una persona puede tener aspiraciones distintas en el ámbito profesional y en el ámbito personal. Las aspiraciones personales conectan también con las cualidades personales de cada uno.

La vida, como un proceso de evolución constante, también tiene matices distintos en función de cada etapa. Una persona también varía en sus aspiraciones en función del momento de la vida en el que se encuentre. Una persona adolescente tiene unas aspiraciones distintas a la de una persona de sesenta años, simplemente, porque su grado de experiencia, el conocimiento que tiene de sí misma y la fase de la vida en la que está también es diferente.

Una aspiración puede ser tan importante que en el caso de no realizarse, una persona puede experimentar una enorme frustración en su interior al sentir que tiene una asignatura pendiente de llevar a cabo. Por suerte, la vida es un aprendizaje constante, siempre existen momentos de luchar por los verdaderos sueños del corazón. Lo importante es que tú te des la oportunidad a ti mismo de ser feliz.

En la medida en que una persona realiza sus aspiraciones también crece como persona, es más madura y tiene más experiencia. Pero además, también aumenta su autoestima personal y el concepto que tiene de sí misma. Para llevar a cabo las aspiraciones personales es fundamental ser constante, definir de forma asertiva los objetivos, buscar un plan de acción para alcanzar una meta y tener confianza en uno mismo.

Pero lo más importante es que después de un fracaso, una persona no se dé por vencida y sea constante porque la verdadera clave del éxito existencial es la perseverancia.

Practica tus aficiones, cultiva tus inquietudes personales para el correcto cumplimiento de tus aspiraciones. De este modo, tu nivel de felicidad aumenta. Una persona tiene aspiraciones en su vida, es decir, tiene objetivos que cumplir, metas que se marca de acuerdo a sus inquietudes personales y su modo de ser. Las aspiraciones son totalmente subjetivas, cada ser humano es único e irrepetible. De ahí que personas de la misma edad puedan diferenciarse porque cada uno se encuentra en una etapa vital diferente.


Las aspiraciones conectan con el deseo de realización personal de aquel que quiere aportar un valor añadido a su vida a través del sentido concreto que aporta el cumplimiento de una misión. Una aspiración es una motivación importante. En este este sentido, a modo de coaching, una persona puede tener aspiraciones distintas en el ámbito profesional y en el ámbito personal. Las aspiraciones personales conectan también con las cualidades personales de cada uno.

La vida, como un proceso de evolución constante, también tiene matices distintos en función de cada etapa. Una persona también varía en sus aspiraciones en función del momento de la vida en el que se encuentre. Una persona adolescente tiene unas aspiraciones distintas a la de una persona de sesenta años, simplemente, porque su grado de experiencia, el conocimiento que tiene de sí misma y la fase de la vida en la que está también es diferente.

Una aspiración puede ser tan importante que en el caso de no realizarse, una persona puede experimentar una enorme frustración en su interior al sentir que tiene una asignatura pendiente de llevar a cabo. Por suerte, la vida es un aprendizaje constante, siempre existen momentos de luchar por los verdaderos sueños del corazón. Lo importante es que tú te des la oportunidad a ti mismo de ser feliz.

En la medida en que una persona realiza sus aspiraciones también crece como persona, es más madura y tiene más experiencia. Pero además, también aumenta su autoestima personal y el concepto que tiene de sí misma. Para llevar a cabo las aspiraciones personales es fundamental ser constante, definir de forma asertiva los objetivos, buscar un plan de acción para alcanzar una meta y tener confianza en uno mismo.

Pero lo más importante es que después de un fracaso, una persona no se dé por vencida y sea constante porque la verdadera clave del éxito existencial es la perseverancia.

Practica tus aficiones, cultiva tus inquietudes personales para el correcto cumplimiento de tus aspiraciones. De este modo, tu nivel de felicidad aumenta.