lunes, 3 de febrero de 2020

Integrados

En un mundo pletórico de datos, frases e íconos. La percepción que los seres humanos tenemos de nosotros mismos ha cambiado, en vista de que se ha modificado la apreciación que tenemos de nuestro entorno. Nuestra circunstancia no es más la del barrio o la ciudad en donde vivimos, ni siquiera la del país en donde radicamos. Nuestros horizontes son, al menos en apariencia, de carácter planetario.
Eso no significa que estemos al tanto de todo lo que sucede en todo el mundo. Lo que ocurre es que entre los numerosos mensajes que recibimos todos los días, se encuentran muchos que provienen de latitudes tan diversas y tan lejanas que, a menudo, ni siquiera acertamos a identificar con claridad en dónde se encuentran los sitios de donde provienen tales informaciones.
Se habla mucho de la Sociedad de la Información. ¿Qué rasgos la definen? ¿En qué aspectos resulta novedosa? ¿En qué medida puede cambiar la vida de nuestros países? ¿Qué limitaciones tiene ese nuevo contexto? En estas páginas queremos dar respuestas iniciales a esas interrogantes.
Diez rasgos de la Sociedad de la Información
A ese nuevo contexto lo definen características como las siguientes.
Exuberancia.. Disponemos de una apabullante y diversa cantidad de datos. Se trata de un volumen de información tan profuso que es por sí mismo parte del escenario en donde nos desenvolvemos todos los días.
Omnipresencia. Los nuevos instrumentos de información, o al menos sus contenidos, los encontramos por doquier, forman parte del escenario público contemporáneo (son en buena medida dicho escenario) y también de nuestra vida privada. Nuestros abuelos (o bisabuelos, según el rango generacional en el que estemos ubicados) fueron contemporáneos del surgimiento de la radio, se asombraron con las primeras transmisiones de acontecimientos internacionales y tenían que esperar varios meses a que les llegara una carta del extranjero; para viajar de Barcelona a Nueva York lo más apropiado era tomar un buque en una travesía de varias semanas. La generación siguiente creció y conformó su imaginario cultural al lado de la televisión, que durante sus primeras décadas era sólo en blanco y negro, se enteró con pasmo y gusto de los primeros viajes espaciales, conformó sus preferencias cinematográficas en la asistencia a la sala de cine delante de una pantalla que reflejaba la proyección de 35mm y ha transitado no sin asombro de la telefonía alámbrica y convencional a la de carácter celular o móvil. Los jóvenes de hoy nacieron cuando la difusión de señales televisivas por satélite ya era una realidad, saben que se puede cruzar el Atlántico en un vuelo de unas cuantas horas, han visto más cine en televisión y en video que en las salas tradicionales y no se asombran con la Internet porque han crecido junto a ella durante la última década: frecuentan espacios de chat, emplean el correo electrónico y manejan programas de navegación en la red de redes con una habilidad literalmente innata. Esa es la Sociedad de la Información. Los medios de comunicación se han convertido en el espacio de interacción social por excelencia, lo cual implica mayores facilidades para el intercambio de preocupaciones e ideas pero, también, una riesgosa supeditación a los consorcios que tienen mayor influencia, particularmente en los medios de difusión abierta (o generalista, como les llaman en algunos sitios).
Irradiación. La Sociedad de la Información también se distingue por la distancia hoy prácticamente ilimitada que alcanza el intercambio de mensajes. Las barreras geográficas se difuminan; las distancias físicas se vuelven relativas al menos en comparación con el pasado reciente. Ya no tenemos que esperar varios meses para que una carta nuestra llegue de un país a otro. Ni siquiera debemos padecer las interrupciones de la telefonía convencional. Hoy en día basta con enviar un correo electrónico, o e-mail, para ponernos en contacto con alguien a quien incluso posiblemente no conocemos y en un país cuyas coordenadas tal vez tampoco identificamos del todo.
Velocidad. La comunicación, salvo fallas técnicas, se ha vuelto instantánea. Ya no es preciso aguardar varios días, o aún más, para recibir la respuesta del destinatario de un mensaje nuestro e incluso existen mecanismos para entablar comunicación simultánea a precios mucho más bajos que los de la telefonía tradicional.
Multilateralidad / Centralidad. Las capacidades técnicas de la comunicación contemporánea permiten que recibamos información de todas partes, aunque lo más frecuente es que la mayor parte de la información que circula por el mundo surja de unos cuantos sitios. En todos los países hay estaciones de televisión y radio y en muchos de ellos, producción cinematográfica.. Sin embargo el contenido de las series y los filmes más conocidos en todo el mundo suele ser elaborado en las metrópolis culturales. Esa tendencia se mantiene en la Internet, en donde las páginas más visitadas son de origen estadounidense y, todavía, el país con más usuarios de la red de redes sigue siendo Estados Unidos.
Interactividad / Unilateralidad. A diferencia de la comunicación convencional (como la que ofrecen la televisión y la radio tradicionales) los nuevos instrumentos para propagar información permiten que sus usuarios sean no sólo consumidores, sino además productores de sus propios mensajes. En la Internet podemos conocer contenidos de toda índole y, junto con ello, contribuir nosotros mismos a incrementar el caudal de datos disponible en la red de redes. Sin embargo esa capacidad de la Internet sigue siendo poco utilizada. La gran mayoría de sus usuarios son consumidores pasivos de los contenidos que ya existen en la Internet.
Desigualdad. La Sociedad de la Información ofrece tal abundancia de contenidos y tantas posibilidades para la educación y el intercambio entre la gente de todo el mundo, que casi siempre es vista como remedio a las muchas carencias que padece la humanidad. Numerosos autores, especialmente los más conocidos promotores de la Internet, suelen tener visiones fundamentalmente optimistas acerca de las capacidades igualitarias y liberadoras de la red de redes (por ejemplo Gates: 1995 y 1999 y Negroponte, 1995). Sin embargo la Internet, igual que cualquier otro instrumento para la propagación y el intercambio de información, no resuelve por sí sola los problemas del mundo. De hecho, ha sido casi inevitable que reproduzca algunas de las desigualdades más notables que hay en nuestros países. Mientras las naciones más industrializadas extienden el acceso a la red de redes entre porcentajes cada vez más altos de sus ciudadanos, la Internet sigue siendo ajena a casi la totalidad de la gente en los países más pobres o incluso en zonas o entre segmentos de la población marginados aún en los países más desarrollados.
Heterogeneidad. En los medios contemporáneos y particularmente en la Internet se duplican –y multiplican– actitudes, opiniones, pensamientos y circunstancias que están presentes en nuestras sociedades. Si en estas sociedades hay creatividad, inteligencia y arte, sin duda algo de eso se reflejará en los nuevos espacios de la Sociedad de la Información. Pero de la misma manera, puesto que en nuestras sociedades también tenemos prejuicios, abusos, insolencias y crímenes, también esas actitudes y posiciones estarán expresadas en estos medios. Particularmente, la Internet se ha convertido en foro para manifestaciones de toda índole aunque con frecuencia otros medios exageran la existencia de contenidos de carácter agresivo o incómodo, según el punto de vista de quien los aprecie.
Desorientación. La enorme y creciente cantidad de información a la que podemos tener acceso no sólo es oportunidad de desarrollo social y personal. También y antes que nada, se ha convertido en desafío cotidiano y en motivo de agobio para quienes recibimos o podemos encontrar millares de noticias, símbolos, declaraciones, imágenes e incitaciones de casi cualquier índole a través de los medios y especialmente en la red de redes. Esa plétora de datos no es necesariamente fuente de enriquecimiento cultural, sino a veces de aturdimiento personal y colectivo. El empleo de los nuevos medios requiere destrezas que van más allá de la habilidad para abrir un programa o poner en marcha un equipo de cómputo. Se necesitan aprendizajes específicos para elegir entre aquello que nos resulta útil, y lo mucho de lo que podemos prescindir.
Ciudadanía pasiva. La dispersión y abundancia de mensajes, la preponderancia de los contenidos de carácter comercial y particularmente propagados por grandes consorcios mediáticos y la ausencia de capacitación y reflexión suficientes sobre estos temas, suelen aunarse para que en la Sociedad de la Información el consumo prevalezca sobre la creatividad y el intercambio mercantil sea más frecuente que el intercambio de conocimientos. No pretendemos que no haya intereses comerciales en los nuevos medios –al contrario, ellos suelen ser el motor principal para la expansión de la tecnología y de los contenidos–. Pero sí es pertinente señalar esa tendencia, que se ha sobrepuesto a los proyectos más altruistas que han pretendido que la Sociedad de la Información sea un nuevo estadio en el desarrollo cultural y en la humanización misma de nuestras sociedades.

La Sociedad de la Información es expresión de las realidades y capacidades de los medios de comunicación más nuevos, o renovados merced a los desarrollos tecnológicos que se consolidaron en la última década del siglo: la televisión, el almacenamiento de información, la propagación de video, sonido y textos, han podido comprimirse en soportes de almacenamiento como los discos compactos o a través de señales que no podrían conducir todos esos datos si no hubieran sido traducidos a formatos digitales. La digitalización de la información es el sustento de la nueva revolución informática. Su expresión hasta ahora más compleja, aunque sin duda seguirá desarrollándose para quizá asumir nuevos formatos en el mediano plazo, es la Internet.



Apariencias


Casi siempre, tendemos a juzgar a las personas por su apariencia, y no esperamos a conocerlas. Y es que, la apreciación externa que hacemos sobre una persona, no siempre es la correcta.

La apariencia es como los demás nos ven y nos perciben: El vestuario, la forma de hablar, como actuamos… pero no podemos reflejar con ella lo que realmente queremos expresar.

Pero cuando conocemos de verdad a una persona, compartimos con ella nuestros pensamientos y descubrimos realmente, la personalidad de cada uno.

Cuando vemos a una persona por primera vez, observamos su aspecto externo. Nos fijamos en su ropa, en su rostro, en sus complementos…y deducimos como es esa persona. Y es que tendemos a juzgar sin conocer.

Cada uno es el responsable de remediarlo ya que, si entablamos una amistad con una persona, vemos como es ella de verdad.

Una película que nos invitó a reflexionar acerca del tema fue "La bella y la bestia". La película nos enseñó que no debíamos juzgar a la bestia por su apariencia sino que debíamos descubrir cómo era ella realmente.

A veces, no nos damos cuenta de lo encantadora que puede ser una persona si la conocemos. Porque solemos fijarnos en el aspecto externo. Las apariencias engañan, y eso, es una realidad.
Los espejismos de las apariencias
Los humanos somos seres complejos, polimorfos, con actitudes, emociones y comportamientos poco coherentes entre sí, --- si no abiertamente contradictorios --- en muchas ocasiones --- lo que hacemos para lograr la supervivencia en un modo hostil.

Llegamos a estar enamorados de dos personas a la vez, a odiar y apreciar al mismo tiempo a un mismo individuo, a prodigar auténticas ceremonias de hipocresía con nuestra pareja, amigos, compañeros de trabajo o familiares.
Cada día pensamos una cosa y hacemos otra bien distinta. Unas veces actuamos así por no hacer daño a los demás, otras por pura conveniencia, por comodidad...


Vamos modelando nuestra manera de ser en función de lo que los demás esperan de nosotros. Pero las cosas no suceden así por casualidad. Al cabo de los años, vivimos circunstancias en que es más sensato y conveniente "maquillar" nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o amordazar nuestra espontaneidad en aras de una supuesta convivencia armoniosa --- en otras palabras; nos volvemos manipuladores e hipócritas. 

Puede decirse, que porque lo hacemos sin prestarle la atención más mínima, que la mentira es tan ubicua, que es habitual e irrefrenablemente inconsciente.



Sociales


El ser humano es un ser social por naturaleza. Una sociedad humana es la agrupación sobre un territorio de seres humanos que participan de una misma cultura y de unas mismas instituciones sociales e interaccionan entre sí para el desarrollo de sus intereses comunes y la obtención de sus fines.

La sociedad es el ambiente más íntimo de la experiencia humana.

La existencia concreta de las personas se desarrolla en pequeños grupos: la familia, el barrio, la escuela, el trabajo, los amigos y conocidos. Grupos que contienen y vinculan con la sociedad en su conjunto. Borges decía que todos los humanos somos “singularmente parecidos”, y esto es visible si nos damos una vuelta por el interior de cada país y por el mundo. Los estilos son diferentes porque la especificidad de cada lugar es diferente, pero hay algo central o nuclear en la especie humana que es idéntico en todo el planeta. Mirando con otros ojos, es muy fácil advertir que pertenecemos a la misma especie.

Los grupos humanos constituyen siempre una sociedad en que encontramos una estructura y una dinámica. En la estructura hay distintos elementos que dan una organización peculiar a cada grupo-sociedad. Es común la jefatura y también variedades de roles tales como los de hombre y mujer. Las instituciones de justicia son también frecuentes en grupos que tienen algún grado de desarrollo.

Cada estructura da las bases para la dinámica social que es la interacción que se da entre individuos y subgrupos o parcialidades de la sociedad. En última instancia esta dinámica es simplemente una expresión de los requerimientos u objetivos de los individuos que componen esa sociedad. Los que se ven forzados para alcanzarlos a accionar conforme al orden social que se ha generado en la respectiva sociedad.

En TEORÍA DE LA ACCIÓN OPERACIONAL, se ha mostrado que la vida en grupo deriva de características hereditarias y experienciales de dependencia del ser humano. Es así como de una u otra forma buscamos a otros humanos para que nos den "seguridad por respaldo social". La que obtenemos en las relaciones interpersonales y en la pertenencia a grupos.

En los grupos este requerimiento básico del ser humano lleva prácticamente a todos los fenómenos sociales. Cada cual acepta el orden social por su necesidad de pertenecer e incluso participa en el control social buscando la integridad del grupo, presionando a los otros a adecuarse a él. 

Cuando el grupo da satisfacción a la mayoría de sus miembros a este requerimiento de respaldo social existe el espíritu de cuerpo. Por él todos no sólo tratan de mantener al grupo íntegro, evitando su desintegración, además se preocupan de la suerte de todos sus integrantes. Es así que el bien común rige la acción de todos los miembros del grupo. Lo que asegura un sólido orden social

Tolerancia


La tolerancia es uno de los valores humanos más respetados y  guarda relación con la aceptación de aquellas personas, situaciones o  cosas que se alejan de lo que cada persona posee o considera dentro de sus creencias. Se trata de un término que proviene de la palabra en latín “tolerare”, la que se traduce al español como “sostener”, o bien, “soportar”.

Podríamos definir la tolerancia como la aceptación de la diversidad de opinión, social, étnica, cultural y religiosa. Es la capacidad de saber escuchar y aceptar a los demás, valorando las distintas formas de entender y posicionarse en la vida, siempre que no atenten contra los derechos fundamentales de la persona...

La tolerancia si es entendida como respeto y consideración hacia la diferencia, como una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia, o como una actitud de aceptación del legítimo pluralismo, es a todas luces una virtud de enorme importancia.

Se considera generalmente la tolerancia como una virtud, pues tiende a evitar los conflictos, "El espíritu de tolerancia es el arte de ser feliz en compañía de otros.",

Saber respetar a las demás personas en su entorno, es decir en su forma de pensar, de ver las cosas, de sentir y es también saber discernir en forma cordial en lo que uno no está de acuerdo.

La tolerancia es el respeto con igualdad sin distinciones de ningún tipo.

la tolerancia es aceptarse unos a otros debemos aceptarnos a nosotros mismos y luego aceptar y respetar a todos los demás.

Aceptar a los demás como son, sin peros y sin reparos.

El mundo sueña con la tolerancia desde que es mundo, quizá porque se trata de una conquista que brilla a la vez por su presencia y por su ausencia. Se ha dicho que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar, y muy difícil de explicar.

"Tolerancia es soportar al otro con la intención de entenderlo mejor. Sólo a partir de esa mejor comprensión se ordenan los conflictos de intereses y los derechos de los contrincantes. La tolerancia exige coraje".

Nuestro Sentido


“El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete al cumplimiento del sentido de su vida.”

Me despierto abriendo suavemente los ojos. Hago una respiración profunda, inhalo y exhalo sintiendo cada parte de mi cuerpo recobrar su actividad después del sueño.

Estiro mis brazos y mis piernas en la cama mientras tomo conciencia de lo que me rodea,  del espacio y el tiempo en el que estoy.

Descubro unos juguetones rayos de sol colándose entre las rendijas de las persianas de mi habitación. Sonrío desde el corazón a la luz de un nuevo amanecer
.
Doy gracias mentalmente por un nuevo día, y comienzo la mañana con ilusión porque recuerdo que mi vida tiene un sentido y un propósito.

¿Sabes tú cuál es el sentido y propósito de tu vida?

Llegamos a este mundo “sin pedirlo” y sin entender muy bien las razones por las que estamos aquí, si tenemos algún propósito o misión que cumplir. Al nacer nuestros padres no tienen un manual de instrucciones para educarnos, ni nadie nos regala un mapa de la ruta a seguir. Vamos creciendo, construyendo nuestro camino en cada despertar.

No hay uno de nosotros que no se haya equivocado, muchos nos hemos sentido perdidos, sin saber cuál ruta de las muchas disponibles tomar. Esa sensación de vacío, esa aflicción que te causa el no saber cuál es tu lugar, qué se espera de ti, qué es lo mejor que puedes realizar con tu vida, quizás te resulten sensaciones familiares.

Vivimos en una sociedad saturada de estímulos externos (las modas, los estereotipos, las tecnologías, las ideologías y un largo etc.) a los que respondemos automáticamente, sin embargo pienso que debemos detenernos, buscar un poco de silencio para permitir escuchar nuestra propia voz interior, en lugar de estar respondiendo constantemente a las expectativas y llamados del exterior.

¿Sabes tú cuál es el sentido y propósito de tu vida?
Llegamos a este mundo “sin pedirlo” y sin entender muy bien las razones por las que estamos aquí, si tenemos algún propósito o misión que cumplir. Al nacer nuestros padres no tienen un manual de instrucciones para educarnos, ni nadie nos regala un mapa de la ruta a seguir. Vamos creciendo, construyendo nuestro camino en cada despertar.

No hay uno de nosotros que no se haya equivocado, muchos nos hemos sentido perdidos, sin saber cuál ruta de las muchas disponibles tomar. Esa sensación de vacío, esa aflicción que te causa el no saber cuál es tu lugar, qué se espera de ti, qué es lo mejor que puedes realizar con tu vida, quizás te resulten sensaciones familiares.

Vivimos en una sociedad saturada de estímulos externos (las modas, los estereotipos, las tecnologías, las ideologías y un largo etc.) a los que respondemos automáticamente, sin embargo pienso que debemos detenernos, buscar un poco de silencio para permitir escuchar nuestra propia voz interior, en lugar de estar respondiendo constantemente a las expectativas y llamados del exterior.

¿Te has planteado alguna vez qué le da sentido a tu vida, cuál es tu propósito fundamental?
Si no es así, tranquilo, aún estás a tiempo de hacerlo. No es de extrañar que muchas personas no se cuestionen el sentido de sus vidas. Convivimos en un mundo en el que a menudo nos centramos más en lo que hacemos y tenemos que en lo que somos.

Reflexiona sobre esto: Cuando conocemos a alguien no le preguntamos: ¿Quién eres? sino ¿Qué haces?

Probablemente esta sea una de las raíces de la confusión de muchos individuos, que identifican  su valor y el de los demás, con lo que hacen y lo que tienen, pero el sentido de la vida no mora en lo que hacemos ni en lo que tenemos, sino más bien en quiénes somos.

Si me preguntas, te diría que el sentido de nuestras vidas está en encontrar el equilibrio interno, esa paz interior que se traduce en bienestar y armonía, que no significa que siempre nos sintamos felices, pero sí siempre involucra la coherencia entre lo que queremos que sea nuestra vida y lo que hacemos cada día para que así sea.  Cuando encuentres aquello que te permita estar en concordia con tu realidad, sentimientos y acciones, entonces habrás encontrado lo que da  propósito a tu existencia.


Saber Hacer


En un mundo en que el “saber hacer” es el objetivo principal de la educación para garantizar un mínimo de empleabilidad y desempeño laboral, cualquier actividad o idea que se plantee es considerada superflua y estorbosa.

Gran parte del éxito del libro La utilidad de lo inútil del filósofo italiano Nuccio Ordine, radica no sólo en demostrar que la mayoría de ideas, actividades y obras científicas y artísticas se elaboraron sin pensar en una utilidad inmediata y práctica, sino que, al ser producto de la curiosidad y las inquietudes individuales, no necesitaron ninguna otra justificación que la satisfacción de encontrar o descubrir explicaciones o expresiones estéticas de la naturaleza o de la humanidad que antes no existían o sólo se vislumbraban como atisbos.

Y es que una de las razones principales del fracaso de la educación actual en todos sus niveles lo constituye, sin lugar a dudas, su afán utilitarista y pragmatista. Y hablo no sólo de los responsables de dicha educación sino de toda la comunidad educativa en la que los padres de familia ocupan el lugar más destacado. ¿En qué va a trabajar mi hijo si estudia alguna de esas carreras que no sirven para nada?, es la pregunta que la inmensa mayoría de padres se formula cuando las o los jóvenes están pensando estudiar algo relacionado con las humanidades, las ciencias sociales o las artes.

Cuando se reduce la educación a la adquisición de competencias puramente laborales e instrumentales, no sólo se la despoja de su principal objetivo, esto es, la formación para alcanzar la plena humanidad y la constitución como sujeto ético y político, sino que convierte al educando en una máquina de producción material y económica cuya visión del mundo se reduce a verlo como un inmenso supermercado, y las relaciones consigo mismo a una ávida contabilidad de ingresos y egresos.

El libro de Ordine abunda en citas y situaciones en las que se da cuenta con argumentos y, pese a lo paradójico que pueda sonar, con hechos y resultados concretos, las ventajas de los conocimientos, ideas y obsesiones que en principio pudieron ser inútiles pero que terminaron siendo fundacionales y determinantes para el desarrollo de las ciencias, la filosofía y las artes. Veamos tres ejemplos.
En Cien años de soledad, el coronel Aureliano Buendía, cansado de dirigir guerras que nunca terminaban porque sin ellas el país perdería su identidad nacional, decidió dedicarse a fabricar pescaditos de oro:

“Con su terrible sentido práctico, ella (Úrsula) no podía entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos, y así sucesivamente, de modo que tenía que trabajar cada vez más a medida que más vendía, para satisfacer un círculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo”

En el Libro del té, dedicado a describir las implicaciones para la cultura japonesa de la ceremonia del té, en la que la preparación de los arreglos florales, el kimono, la caligrafía, etc., le exige a quien la realice años de preparación e incluso toda la vida,  el escritor Kakuzo Okakura señala cómo algo tan inútil como es el gusto por las flores, nos pudo llevar no sólo a elevarnos en la escala evolutiva, sino a crear la más inútil de las artes pero sin la cual no podríamos vivir: la poesía.

“Al ofrecer a su amada la primera guirnalda, el hombre primitivo se eleva sobre la bestia; saltando sobre las necesidades burdas de la naturaleza, se hace humano; percibiendo la sutil utilidad de lo inútil, entra en el reino del arte”

Un agudo intérprete de las relaciones entre literatura y ciencia, Ítalo Calvino, considera que nada es más importante que las “actividades que parecen absolutamente gratuitas”:

“Muchas veces el empeño que los hombres ponen en actividades que parecen absolutamente gratuitas, sin otro fin que el entretenimiento o la satisfacción de resolver un problema difícil, resulta ser esencial en un ámbito que nadie había previsto, con consecuencias de largo alcance. Esto es tan cierto para la poesía y el arte como lo es para la ciencia y la tecnología”

En un mundo en que el “saber hacer” es el objetivo principal de la educación para que se pueda garantizar un mínimo de empleabilidad y desempeño laboral, cualquier actividad o idea que se plantee sólo por el placer de la imaginación o de la utopía, es considerada superflua y estorbosa.

Sin embargo, una educación que no tiene en cuenta o prescinde del vagabundeo intelectual y del extravío creativo, no sólo formará empleados uniformizados y homogéneos, sino tal vez, y quizás esto es lo más importante, seres tristes, frustrados y abúlicos.

Conviene, entonces, una escuela y una universidad en las que no se tengan obligaciones sino sólo oportunidades; en las que cada estudiante disponga de su tiempo y de su energía como le plazca: enfrascado en sus propios intereses y asuntos; en las que los docentes puedan trabajar con uno u otro profesor según acuerden de forma individual; o puedan trabajar solos, consultando de vez en cuando a cualquiera que consideren que les puede ayudar, de tal forma que las personas con ideas (estudiantes y profesores), disfruten de condiciones favorables para la reflexión y el diálogo. Estoy seguro de que, pese a algunas limitaciones materiales o sociales de las instituciones educativas, sus miembros estarían demasiado ocupados y demasiado contentos para darse cuenta.

En el fondo no estoy diciendo nada nuevo. Las grandes experiencias y propuestas pedagógicas, desde Sócrates y Makarenko, pasando por Summerhill y el sistema educativo finlandés, hasta John Dewey y Paulo Freire, no han dejado de considerar la imaginación, el arte y la especulación filosófica como los núcleos básicos de cualquier proceso de formación. 

Y si no es así, pues que vengan de una vez las máquinas y los robots y nos reemplacen, al fin y al cabo, ellas son infinitamente más eficientes y objetivas que nosotros.

Viajemos


La vida es un viaje maravilloso, pero no estático, estamos en constante cambio. Todo tiene un principio y un final y las cosas que ayer estaban, mañana puede que se esfumen de nuestro presente. Aceptar esta realidad nos permite vivir el aquí y ahora más tranquilamente, disfrutar de lo que tenemos entre manos, sin preocuparnos de si lo perderemos o no.

Es importantísimo aprender a cerrar etapas, capítulos o historias de nuestra vida porque precisamente eso es vivir: cambiar, renovarse y no permanecer en la dichosa -y ya famosa- zona de confort más  tiempo del necesario.

La vida es un viaje maravilloso, pero no estático, estamos en constante cambio. Todo tiene un principio y un final y las cosas que ayer estaban, mañana puede que se esfumen de nuestro presente. Aceptar esta realidad nos permite vivir el aquí y ahora más tranquilamente, disfrutar de lo que tenemos entre manos, sin preocuparnos de si lo perderemos o no.

Es importantísimo aprender a cerrar etapas, capítulos o historias de nuestra vida porque precisamente eso es vivir: cambiar, renovarse y no permanecer en la dichosa -y ya famosa- zona de confort más  tiempo del necesario.
“Cuando uno se queda anclado en una vida que no le está aportando nada por miedo al cambio, en realidad ya está dejando de vivir con plenitud”

El cambio genera incertidumbre y esa incertidumbre nos da miedo. El ser humano tiene mucho deseo de control, pero como seres racionales que somos, es preciso aprender que la seguridad no existe, 
excepto en el caso de la muerte. Por mucho que intentemos controlar nuestro mundo, habrá ciertas situaciones o circunstancias que sucederán sin que lo esperemos y sin que tengamos ningún poder para modificarlas.

Por lo tanto, deja de intentar controlar, no puedes y te creará mucho malestar. Interioriza la idea, real y verdadera, de que las cosas pueden terminarse y eso estará bien porque es lo normal, forma parte de la vida.

No quieras permanecer donde ya no hay que estar por miedo a la incertidumbre. Quizás hoy sufras por haber cerrado un capítulo, pero mañana te alegrarás y volverás a abrir otro y lo más seguro es que sea mucho mejor. Será mejor porque tú lo harás mejor, habrás aprendido de las anteriores etapas, habrás sacado conclusiones y habrás madurado como persona.

Tómate los recuerdos como lo que son e intenta no mezclarlos con sentimientos demasiado exagerados. Lo que se fue ya no volverá y no merece la pena darle vueltas. Ahora tienes ante ti una nueva etapa, para descubrir, para explorar, para conocerte mejor y sobre todo para apreciar y disfrutar.

“Toda etapa encierra un placer, algo positivo, algo nuevo, nunca nada es totalmente malo, aunque ahora mismo no tengas la capacidad para darte cuenta de ello


Todo cambia, todo pasa, todo se reinventa. Nosotros mismos también, evolucionamos como personas, no nos mantenemos estáticos. La persona que eramos ayer, no es la misma de ahora. Crecemos, maduramos, envejecemos y morimos; ese es el orden natural de las cosas y no tenemos que ir contra corriente ni intentar modificarlo, sino aceptarlo con serenidad.


El Esfuerzo Ajeno


Es muy común escuchar a la gente que pretende colaborar sin hacer mucho esfuerzo, ufanarse de la tarea ejecutada y resaltar que sin “su” ayuda no se hubiese podido hacer la tarea en cuestión, quizás sin tener en cuenta que su acción no colaboró en nada a las tareas realizadas por otros.

Así, la frase del título remonta a una vieja y anónima fábula, presumiblemente de origen español, en la que se relata la historia de un buey que durante toda jornada arrastró con mucho esfuerzo el arado enganchado en su lomo, mientras un mosquito apoyado en su oreja lo alentaba a seguir.

En su estrofa final se define la acción del insecto así:

Y cuando el buey agotado, 
todo el trabajo hubo hecho, 
“aramos”, dijo el mosquito,
muy orondo y satisfecho”

En esta estrofa final y en la palabra “aramos” en plural se sintetiza el espíritu
que tiene la frase en sí mismo. El de la gente que con algún gesto cree haber sido muy útil y haber cumplido con su responsabilidad escondida en falsos méritos que nunca fueron reales.


El vicio de atribuirse falsos méritos por el trabajo de otros ha sido siempre una condición que muchas personas tienen, sobre todo a la hora de alardear que hicieron algo con el esfuerzo ajeno.


El Saber Por Viejos

Cuando ya somos adultos tenemos la capacidad de reconocer de que somos capaces y de que no, o por lo menos eso nos lo creemos así, y digo esto porque solemos ventilar muy a menudo un dicho popular que reza “Loro viejo no aprende hablar” pero la realidad es que no siempre nos atrevemos a cambiar de hábitos o de reconocer que algunas costumbres hasta nos han alejado de nuestras metas y sueños y más aún de aquellas personas que amamos o simplemente nos limitan en el logro de cosas más allá de nuestra rutina.

Esta actitud nos mantienen inertes e inmóviles ante la facultad inagotable de superamos a nosotros mismos.

Para cambiar o transformar algo primero debemos reconocerlo ¿Qué observo allí que me molesta, que me incomoda, que no me gusta que ya no quiero? Y luego de observarlo debo sentir el ineludible compromiso que sean cambiados, disueltos o transformados, entonces es aquí donde entra la voluntad combinada con el esfuerzo y la constancia.

El detalle esta en como tu te haces responsable, bloqueando el miedo, la apatía, los obstáculos. Piensa en el inmenso poder que tienen tus emociones, cada acontecimiento y cada recuerdo, influencian nuestros pensamientos y nuestro comportamiento, debemos considerar que tenemos el control de la situación y que más que una amenaza es un desafío que la vida nos pone allí para crecer y evolucionar.

Observemos un momento nuestra conducta, nuestras actitudes y acciones, nuestras relaciones personales y que tipo de emociones nos generan ¿Somos agresivos, conflictivos y dominantes?

Esto como nos hace actuar ¿Nos hace ser personas impacientes, hiperactivas, competitivas, hostiles, ansiosas y muy irritables? O ¿Somos sumisos y tratamos de controlar la hostilidad y deseamos agradar a todos? y esto ¿Cómo nos hace actuar, pasivos, cooperadores, conformistas, poco asertivos?

Bueno aquí estamos en los dos extremos, no debemos mantenernos ni en una lucha eterna pero tampoco debemos obstaculizarnos nuestro actuar. Debemos adaptarnos de manera abierta a expresar nuestras emociones incluso las hostiles, atentos a nuestras necesidades de desarrollo personal, siendo relajados, confiados, con fe, mientras seamos asertivos y compasivos a la hora de defender nuestras posición.

Entonces loro viejo si aprende a hablar, y todo esto se trata de actitud, las ganas de adquirir nuevos conocimientos y herramientas, pudiendo ser este un aprendizaje dirigido y programado.

Basta de excusas, los limites solo los pones tú, pero la clave es la motivación, dedica tiempo a pensar cómo puedes llevar acabo eso cambios, no hay problemas con el tiempo, no hay apuro, todo a tu ritmo, maneja tus emociones, cuando te sientas flaquear serénate y permítete vivir emociones de todo tipo y aprende de ellas, ya pasaran.


No pierdas tu fe y tu confianza, no desistas. La vida es una aventura y tenemos la facultad de superarnos a nosotros mismos.

Eduquemos

Ética de la educación
El objetivo último de la educación, como de toda actividad humana éticamente válida, es la búsqueda de la realización del ser humano, debido a que lo contrario implicaría un absurdo intrínseco. Cada actividad humana estructurada, como lo es una ciencia y su aplicación técnica, persigue ese objetivo fundamental a partir de un instrumental propio, el que es desarrollado en función del ángulo específico de aporte que se busca realizar al objetivo global.

En concreto, las ciencias educativas tienen como objetivo último la realización plena del ser humano, para lo que desarrollan el instrumental pedagógico y didáctico como medio específico y propio. De este modo, los objetivos con respecto al desarrollo de habilidades, transmisión y generación de conocimientos, y otros que son específicos de las ciencias educativas, son instrumentales al objetivo fundamental y, por tanto, válidos únicamente en su correspondencia con aquél.

En este contexto, y desde que se asume el hecho de que la educación no es el mero aprendizaje de contenidos intelectuales sino que implica el desarrollo de toda la persona, entonces es claro que un objetivo intrínseco al proceso educativo debe ser la conformación de una «persona ética». El ser humano es un todo, con diferentes dimensiones que necesita desarrollar para alcanzar su realización. La dimensión ética de los pueblos y las personas individuales es una de ellas, por lo que no puede haber desarrollo integral de la persona sin un desarrollo serio de su dimensión ética.

Podemos definir la ética como "la praxis de hacernos mutuamente personas en la historia"Entendemos aquí la “praxis” como el aprender haciendo, el desarrollar las certezas a partir fundamentalmente de la experiencia críticamente analizada, en un proceso personal y social que abarca a cada individuo y a la humanidad entera en forma simultánea e interactiva.

Es también un “hacernos mutuamente personas”, ya que no se trata de mecanismos automáticos sino del ejercicio de la libertad de un ser abierto e incompleto que necesita autodefinirse y autoconstruirse en interacción, para poder realizarse en la vida. Desarrollo de ideales, escalas de valor, pautas de validación de conductas, etc., son parte imprescindible de este proceso.

Finalmente, esta praxis se desarrolla “en la historia”, es decir, en un contexto concreto, en situaciones definidas, con condicionamientos y posibilidades delimitadas, y sin las cuales no solamente no es posible realizar juicios sobre el proceso, sino que ni siquiera es posible el que se dé proceso como tal.
En este sentido es válido que un ser humano -desde su dimensión ética- asuma como el objetivo fundamental de su vida la búsqueda consciente y perseverante de la propia realización, en una interacción verdaderamente humanizante con los demás.



El Dogmático


Dogmático es algo indiscutible, fidedigno, innegable, que no admite réplica o cuestionamiento. Como dogmático definimos todo lo perteneciente o relativo a los dogmas, es decir, el conjunto de fundamentos o principios por los que se rige una religión, doctrina, ciencia o sistema determinado.

Dogma, dogmático, dogmatismo, son palabras que se asocian inequívocamente al ámbito religioso. Esta relación es muy adecuada, porque en este sentido, los dogmas son considerados dentro de muchos credos, como declaraciones de la palabra divina, sagrada y certificada por el cuerpo doctrinario oficial. Los fieles aceptan los dogmas doctrinarios como un claro acto de fe, excluyendo así lo dogmático del terreno de toda ciencia y filosofía. Sin embargo, el sentido filosófico de estos términos, posee un matiz sutilmente diferente.

Existe una explicación para esta asociación entre dogma y religión. En sus orígenes, el término dogma significó “oposición”, se trataba pues de una opinión filosófica referida a los primeros principios. De allí que luego el término se asociara como una referencia a “principios doctrinarios”.
Así, los filósofos que insistían enfáticamente en los “principios” terminaban por no prestar atención a los hechos o a los argumentos que pudieran poner en duda tales fundamentos. Esos filósofos solían dedicar su actividad a la afirmación, esto es, no desarrollaban el análisis crítico. Recibieron pues, el nombre de “dogmáticos” a los que se contrapuso a los “escépticos”.

Actualmente, el dogmatismo puede comprenderse en tres sentidos:
Realismo ingenuo: en este caso, se admite únicamente la posibilidad de conocer las cosas en su ser en sí, sino también la efectividad de este conocimiento en el trato diario y directo de las cosas. En rigor, este tipo de realismo no existe dentro de la filosofía, sino que refiere específicamente al conocimiento vulgar.

Confianza doctrinaria: se entiende como la confianza absoluta en una doctrina en especial.
Ausencia de reflexión crítica: se refiere a la aceptación incondicional, sin examen alguno de los principios a los que se adhiere. Se trata en este caso de una mera sumisión a la autoridad.

Desde una perspectiva positivista, vemos como Comte postula una oposición entre dogmáticos y escépticos. Dogmatismo y escepticismo se definen estas como actitudes más que como posiciones. Así, la vida humana puede existir en estado dogmático o en estado escéptico.

Pero la carencia de revisión y análisis de una determinada teoría aparece paradójicamente, en ciertas formas de escepticismo, de manera que es posible afirmar que algunos escépticos, en efecto, acaban siendo representantes del pensamiento dogmático.


En realidad, desde una perspectiva gnoselógica, el el dogmatismo se opone más al criticismo que al escepticismo. Fue Kant quien más claramente opuso la crítica a la razón frente al dogmatismo metafísico. Podría decirse, en este sentido que el dogmatismo sería una suerte de fundamentalismo intelectual. Porque los dogmas expresan verdades ciertas, indudables que por definición, no son sujetas a ningún tipo de revisión o crítica.


Ante El Escepticismo


El escepticismo antiguo no es simplemente un discurso teórico, ni tampoco un sistema, es sobre todo una forma de vida que el filósofo elige, es también una práctica de liberación personal, cuya finalidad es lograr alcanzar la felicidad. Para este propósito se utilizan una serie de técnicas escépticas como son la suspensión del juicio (epoje) y la ataraxía. Una vez alcanzado se produce una transformación en la forma de ver del mundo y en su relación con él, que podría definirse como indiferencia.

El prototipo de sabio escéptico es su fundador Pirrón de Elide, cuya renuncia a las cosas mundanas, su indiferencia y su forma de vivir causaron tal admiración entre sus conciudadanos que según cuenta Diógenes Laercio, "por su respeto se dio decreto de inmunidad a los filósofos".

"Nada es más", este es el lema del movimiento escéptico: ninguna cosa es más, ni más cierta, ni más falsa, ni mejor, ni peor. Después tratar de hacer todo lo posible por conseguir un criterio para saber la verdad, el resultado es que ningún argumento resulta claramente definitivo para desvelar las apariencias, por tanto lo más acertado es suspender el juicio, a partir de esta decisión uno consigue liberarse de la inquietud. Esto da paso a una nueva forma de ver el mundo, de relacionarse con la realidad y romper así las ataduras dogmáticas.

El escepticismo comparte una característica importante con otros movimientos de la época, y es que la actitud vital de sus miembros es tan importante como su doctrina teórica. A grandes rasgos el escéptico después de examinar cuidadosamente todas las proposiciones concluye que no hay ninguna verdad que se pueda considerar definitiva, por lo que recomienda la suspensión de todo juicio (epojé). Una vez suspendido el juicio, el siguiente paso es conseguir la ataraxía, es decir, la serenidad de ánimo, la imperturbabilidad necesaria para poder llegar a la felicidad. 

Pero la suspensión del juicio no quiere decir que haya que abandonar toda investigación, ni toda crítica.

“Sképsis”, es la palabra griega que da origen al movimiento y significa hacer una reflexión cuidadosa de lo que se observa, “skeptikós” son los que miran o examinan cuidadosamente. El escepticismo tiene dos partes: una teórica, que es una teoría del conocimiento, o epistemología, según la cual no hay ningún saber firme, y otra práctica, que es una actitud que consiste en no apegarse a ninguna opinión y suspender el juicio.