sábado, 16 de mayo de 2020

La Persona Humana


Una de las confusiones más comunes en nuestro entorno es la de entender el término "persona" como "ser humano". Solemos utilizar estas palabras indistintamente. Sin embargo, el término persona contiene una serie de cualidades que rebasan lo humano.

Las cualidades a las que me refiero son las de entendimiento y voluntad.

El entendimiento puede entenderse como logos, es decir, razón. Para que haya entendimiento ha de haber lenguaje (coherencia lógica). Esta cualidad le es atribuida a cualquier ser humano (salvo casos de minusvalía mental o estados vegetativos en los que el logos no rige correctamente); por lo que cuando hablamos de ser humano, se da por supuesto que tiene entendimiento.

Por otra parte, el entendimiento va ligado a la segunda cualidad, la de la voluntad; la voluntad de hacer algo a partir del razonamiento que se ha realizado previamente. Estudias los caminos A, B y C y decides tomar el camino A. Tienes la capacidad de elegir y, de hecho, lo haces.

Bien. Ambas cualidades se ajustan al ser humano. Pero no solo a él. El concepto persona se atribuye tanto a entidades materiales como inmateriales.

El ser humano es una entidad material, es decir, corpóreo. Pero también podemos asignar estas cualidades a entidades inmateriales. La más conocida de estas entidades es Dios; otras los ángeles, espíritus e incluso otros seres racionales cuya realidad no está demostrada.

Por eso, cuando decimos que Dios es tres personas, no significa que adopte tres formas humanas. Como sabes, solo su Segunda Persona, la del Hijo, adopta una forma humana, la de Jesús. En esta Segunda Persona tiene un cuerpo; pero en las Personas del Padre y Espíritu Santo tiene una realidad inmaterial.

Con esto se concluye que no es necesario tener cuerpo para ser persona; ni siquiera hace falta ser humano para ello.


Esta lógica del concepto persona puede extrapolarse a cualquier ser racional. 

En caso de que se demostrase la existencia de seres racionales diferentes a los seres humanos, también serían considerados personas.


No Separar El Sentimiento


Filosofía De Krishnamurti
La inteligencia no está separada del amor… La educación moderna, al desarrollar el intelecto, ofrece cada vez más teorías y hechos, sin llevar a la comprensión del proceso total de la existencia humana. Somos demasiado intelectuales, hemos desarrollado mentes astutas, y no alcanzamos las explicaciones. 

El intelecto se satisface con teorías y explicaciones, pero la inteligencia no, y para comprender el proceso total de la existencia, debe haber una integración de la mente y el corazón en acción. La inteligencia no está separada del amor.

Para la mayor parte de nosotros, alcanzar esta revolución interna es un proceso arduo. Sabemos cómo meditar, cómo tocar el piano, cómo escribir, pero no tenemos conocimiento del pensador, el jugador, el escritor. No somos creadores, porque hemos llenado nuestros corazones y mentes de conocimiento, información y arrogancia, y estamos repletos de citas que otros han dicho o pensado. Pero la experimentación viene primero, no la forma de experimentar. 

Debe haber amor antes de que haya una expresión del amor. (…)
La información, el conocimiento de los hechos, aunque siempre está en crecimiento, es limitado por su propia naturaleza. La sabiduría es infinita, incluye el conocimiento y la forma de acción, pero nosotros agarramos una rama y pensamos que tenemos el árbol completo. 

A través del conocimiento de la parte, nosotros nunca podemos darnos cuenta del pleno regocijo. El intelecto nunca puede llevar a la totalidad, porque sólo es un segmento, una parte.

Hemos separado el intelecto de los sentimientos, y hemos desarrollado el intelecto a expensas de los sentimientos. Somos como un objeto de tres patas con una de ellas mucho más larga que las otras y sin equilibrio alguno. 

Estamos entrenados para ser intelectuales. Nuestra educación cultiva un intelecto agudo, astuto, codicioso, desempeñando así el papel más importante en nuestra vida. La inteligencia es mucho más grande que el intelecto, porque es la integración de la razón y el amor, pero sólo puede haber inteligencia cuando existe el conocimiento de uno mismo, una comprensión profunda del proceso total dentro de uno mismo.

Lo que es esencial para el hombre, ya sea joven o viejo, es vivir plenamente, en forma integral, y por eso nuestro mayor problema es el cultivo de esa inteligencia que trae la integración. El énfasis indebido en cualquier parte de nuestra composición total es, por lo tanto, una visión torcida de la vida, y esta deformación es la causante de la mayor parte de nuestras dificultades. 

Cualquier desarrollo parcial de nuestro temperamento en su totalidad tiene que resultar desastroso para nosotros mismos y para la sociedad, y por consiguiente es muy importante que nos acerquemos a nuestros problemas humanos con un punto de vista integral.

Ser humano de forma integral es entender el proceso completo dentro de la propia conciencia, tanto en su parte oculta como en la manifiesta. Esto no es posible si hacemos demasiado énfasis en el intelecto. Le concedemos una gran importancia a cultivar la mente, pero interiormente somos insuficientes, pobres y confusos. Este vivir en el intelecto es el camino de la desintegración, porque las ideas, como las creencias, nunca pueden unir a las personas salvo en bandos opuestos.

Mientras dependamos del pensamiento como medio de integración, habrá desintegración, y entender la acción desintegradora del pensamiento es estar conscientes de las formas del ser, de las maneras que adquieren nuestros propios deseos. Debemos estar conscientes de nuestro condicionamiento y sus respuestas, tanto colectivas como personales. 

Sólo cuando uno está completamente consciente de las actividades del ser con su búsqueda y sus deseos contradictorios, sus esperanzas y temores, existe la posibilidad de ir más allá del ser.

Solamente el amor y los pensamientos correctos pueden llevar a la verdadera revolución, a la revolución dentro de nosotros mismos. ¿Pero cómo podemos alcanzar el amor? No a través de buscar el ideal amoroso, sino sólo cuando no haya odio, cuando no haya avaricia, cuando el sentido del yo, que es la causa del antagonismo, se acabe. Un hombre que siempre está buscando la explotación, la avaricia, la envidia, nunca podrá amar.

Sin amor y sin pensar correctamente, la opresión y la crueldad siempre irán en aumento. El problema del antagonismo del hombre contra el hombre puede resolverse, no siguiendo el ideal de la paz, sino entendiendo las causas de la guerra que yacen en nuestra actitud hacia la vida, hacia el prójimo, y esta comprensión sólo puede alcanzarse por medio de una educación adecuada. Sin un cambio en la forma de sentir, sin buena voluntad, sin una transformación interna que nazca de estar conscientes, los seres humanos no pueden alcanzar paz ni felicidad.


Extraído del libro de J. Krishnamurti Education and the Significance of Life, publicado por la Editorial Harper and Row, de San Francisco, Estados Unidos, en 1953.


Utilidad De Lo Inútil


No es fácil proporcionar soluciones a estos, a veces, temidos y laberínticos interrogantes; acudimos a diferentes escuelas, teorías, doctrinas y tratamos también, en meternos dentro de filosofías profundas ambicionando lograr explicaciones que puedan satisfacer o no la curiosidad sobre el perenne interrogante existencial. 

A su vez, acudimos a los temas científicos, a los místicos y a muchas otras lecturas con múltiples doctrinas que nos ubiquen en el marco de la conciencia, para contactarnos con una realidad que pretendería explicarnos el conocimiento del devenir humano.

Propondríamos revisar el tema con el propósito de entendernos como personas que somos, con nuestro fiel y entrelazado universo particular, respetables ante nosotros mismos y ante los demás; somos seres únicos e individualmente sujetos a lo que pensamos de nosotros mismos sin la impaciencia de imponernos propiedades que busquen el ajustar y el mejoramiento de nuestra autoimagen con el fin de ser aceptados por los demás; no es el de forzar cambios en los otros para obtener una satisfactoria reacción y aprobación de nuestro rol en esta vida y así adaptarnos "más sanamente", frente a la buena y generosa voluntad de nuestros hermanos y vecinos. 

Pero tampoco es apremiar, inexcusablemente, cambios en nosotros mismos, como de pronto nos lo han mostrado y enseñado durante casi toda la vida, para lograr una apropiada acomodación para la aquiescencia de los otros.

Consideramos como el eje fundamental de nuestro distintivo personal, aquel del que proviene de la aceptación. La aceptación a nosotros mismos. Es aceptar lo que somos, libres de imposiciones y de resistencias.

Aprender a aceptarnos a nosotros mismos, es ver nuestra vida con serena indulgencia, transformando las tensiones en la sobrada confianza de nuestro espíritu interior.

La aceptación se nutre del amor a lo que somos y a lo que hacemos; es experimentar con toda luminosidad y reconocer con fidelidad nuestra laboriosidad; nadie tiene que hacerlo por nosotros; solamente nosotros podemos ejercer ese don natural.

Aceptación no es resignación. La aceptación es dinámica y funcional; la resignación es abandono. La aceptación viene de adentro, no de afuera; para la aceptación no hay que buscar fórmulas, reglas, normas o manuales con instrucciones y además, como valor agregado, está exenta de ordenamientos; aceptar es como es, en sí misma; porque las cosas son como deben ser.


Es ver la naturaleza con su maleabilidad solemne y su marcha inmortal.


El oxímoron (Figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto) evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración.

La paradójica utilidad a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios.

En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista.

Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida.

 Y en ese momento, cuando la desertificación del espíritu nos haya ya agotado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad.


Preguntas Que Permanecen


¿Quiénes somos?, ¿por qué somos lo que somos?, ¿cuál es el significado de nuestras vidas?; son preguntas que nos hacemos con frecuencia cuando intentamos explicarnos un principio que rige el sentido del camino, que vamos recorriendo en el transcurrir de nuestras biografías.

No es fácil proporcionar soluciones a estos, a veces, temidos y laberínticos interrogantes; acudimos a diferentes escuelas, teorías, doctrinas y tratamos también, en meternos dentro de filosofías profundas ambicionando lograr explicaciones que puedan satisfacer o no la curiosidad sobre el perenne interrogante existencial. 

A su vez, acudimos a los temas científicos, a los místicos y a muchas otras lecturas con múltiples doctrinas que nos ubiquen en el marco de la conciencia, para contactarnos con una realidad que pretendería explicarnos el conocimiento del devenir humano.

Propondríamos revisar el tema con el propósito de entendernos como personas que somos, con nuestro fiel y entrelazado universo particular, respetables ante nosotros mismos y ante los demás; somos seres únicos e individualmente sujetos a lo que pensamos de nosotros mismos sin la impaciencia de imponernos propiedades que busquen el ajustar y el mejoramiento de nuestra autoimagen con el fin de ser aceptados por los demás; no es el de forzar cambios en los otros para obtener una satisfactoria reacción y aprobación de nuestro rol en esta vida y así adaptarnos "más sanamente", frente a la buena y generosa voluntad de nuestros hermanos y vecinos. 

Pero tampoco es apremiar, inexcusablemente, cambios en nosotros mismos, como de pronto nos lo han mostrado y enseñado durante casi toda la vida, para lograr una apropiada acomodación para la aquiescencia de los otros.

Consideramos como el eje fundamental de nuestro distintivo personal, aquel del que proviene de la aceptación. La aceptación a nosotros mismos. Es aceptar lo que somos, libres de imposiciones y de resistencias.

Aprender a aceptarnos a nosotros mismos, es ver nuestra vida con serena indulgencia, transformando las tensiones en la sobrada confianza de nuestro espíritu interior.

La aceptación se nutre del amor a lo que somos y a lo que hacemos; es experimentar con toda luminosidad y reconocer con fidelidad nuestra laboriosidad; nadie tiene que hacerlo por nosotros; solamente nosotros podemos ejercer ese don natural.

Aceptación no es resignación. La aceptación es dinámica y funcional; la resignación es abandono. La aceptación viene de adentro, no de afuera; para la aceptación no hay que buscar fórmulas, reglas, normas o manuales con instrucciones y además, como valor agregado, está exenta de ordenamientos; aceptar es como es, en sí misma; porque las cosas son como deben ser.


Es ver la naturaleza con su maleabilidad solemne y su marcha inmortal.
¿Quiénes somos?, ¿por qué somos lo que somos?, ¿cuál es el significado de nuestras vidas?; son preguntas que nos hacemos con frecuencia cuando intentamos explicarnos un principio que rige el sentido del camino, que vamos recorriendo en el transcurrir de nuestras biografías.

No es fácil proporcionar soluciones a estos, a veces, temidos y laberínticos interrogantes; acudimos a diferentes escuelas, teorías, doctrinas y tratamos también, en meternos dentro de filosofías profundas ambicionando lograr explicaciones que puedan satisfacer o no la curiosidad sobre el perenne interrogante existencial. 

A su vez, acudimos a los temas científicos, a los místicos y a muchas otras lecturas con múltiples doctrinas que nos ubiquen en el marco de la conciencia, para contactarnos con una realidad que pretendería explicarnos el conocimiento del devenir humano.

Propondríamos revisar el tema con el propósito de entendernos como personas que somos, con nuestro fiel y entrelazado universo particular, respetables ante nosotros mismos y ante los demás; somos seres únicos e individualmente sujetos a lo que pensamos de nosotros mismos sin la impaciencia de imponernos propiedades que busquen el ajustar y el mejoramiento de nuestra autoimagen con el fin de ser aceptados por los demás; no es el de forzar cambios en los otros para obtener una satisfactoria reacción y aprobación de nuestro rol en esta vida y así adaptarnos "más sanamente", frente a la buena y generosa voluntad de nuestros hermanos y vecinos. 

Pero tampoco es apremiar, inexcusablemente, cambios en nosotros mismos, como de pronto nos lo han mostrado y enseñado durante casi toda la vida, para lograr una apropiada acomodación para la aquiescencia de los otros.

Consideramos como el eje fundamental de nuestro distintivo personal, aquel del que proviene de la aceptación. La aceptación a nosotros mismos. Es aceptar lo que somos, libres de imposiciones y de resistencias.

Aprender a aceptarnos a nosotros mismos, es ver nuestra vida con serena indulgencia, transformando las tensiones en la sobrada confianza de nuestro espíritu interior.

La aceptación se nutre del amor a lo que somos y a lo que hacemos; es experimentar con toda luminosidad y reconocer con fidelidad nuestra laboriosidad; nadie tiene que hacerlo por nosotros; solamente nosotros podemos ejercer ese don natural.

Aceptación no es resignación. La aceptación es dinámica y funcional; la resignación es abandono. La aceptación viene de adentro, no de afuera; para la aceptación no hay que buscar fórmulas, reglas, normas o manuales con instrucciones y además, como valor agregado, está exenta de ordenamientos; aceptar es como es, en sí misma; porque las cosas son como deben ser.


Es ver la naturaleza con su maleabilidad solemne y su marcha inmortal.


viernes, 15 de mayo de 2020

Se Pierde Sin Cultivo


El individuo que por temor u ocio no busca percibir y entender, incumpliendo su obligación de tener un conocimiento propio, se someterá inevitablemente al conocimiento de otro individuo convirtiéndose en su esclavo o en su borrego y es también un delincuente que lesiona de gravedad a la humanidad.

El sentimiento de ser propietario de un conocimiento únicamente oscurece el camino hacia las tinieblas; al contrario, la constante búsqueda del conocimiento es la generadora de la luz que ilumina un poco más el camino del hombre: es menester que el hombre reconozca la pobreza de su intelecto y así estar en condiciones de enriquecerlo.

El proceso para enriquecer el intelecto humano está en ejercitar las facultades de percepción, entendimiento, pensamiento, razonamiento y en otras más con los que la naturaleza dotó al hombre y no en la dogmática creencia en factores ajenos y extraños a su esencia; complementando este proceso enriquecedor con la actitud individual de compartir esa experiencia personal en la búsqueda del conocimiento con otros individuos que a su vez compartían esta misma experiencia.

Este intercambio de conocimientos debe estar dominado por una actitud de duda y de crítica para aproximarse a la certeza momentánea; alejado este intercambio, del dogmatismo que genera una conducta totalitaria por la falsa creencia de ser poseedor de la verdad absoluta e intentar imponerla a los demás individuos y, lejana también, a la permanente tentación del individuo de someterse por la ociosidad y cobardía convirtiéndose en el más ruin de los estados del hombre: el ser esclavo.


El Individualismo

Se dice que una persona es individualista cuando es propensa al individualismo o partidaria de esta tendencia. Así mismo, el individualismo consiste en el pensamiento y la acción independientes, sin depender ni pensar en otros sujetos y manteniéndose ajeno a las normas generales.


Como tendencia filosófica, el individualismo defiende la supremacía de los derechos individuales frente a los derechos de la sociedad y a la autoridad del Estado.

El individualismo, por lo tanto, puede considerarse como una posición filosófica, moral o política. Y aquellas personas que se encuentren dentro de esta forma de entender la vida buscarán satisfacer sus propios objetivos con autosuficiencia e independencia, oponiéndose a las intervenciones externas acerca de sus opciones personales. Por eso están en contra de la autoridad de las instituciones sobre su libertad individual.

Como bien podemos discernirlo por su nombre, el individuo es el centro del individualismo, al igual que ocurre en otras doctrinas como el liberalismo o el anarquismo. Esto significa que el individuo es la unidad elemental de un sistema. Cada individuo (unidad) es diferente y posee sus propias particularidades y capacidades.

Existe otro concepto que se conoce como individualismo metodológico y que es una corriente filosófica que se encarga de estudiar este tipo de vida de una forma profunda. Para quienes se inclinan por este pensamiento, todos los fenómenos sociales pueden explicarse a partir de elementos individuales. En otras palabras: las acciones y creencias de los individuos explican la evolución de la sociedad
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Individualismo y Egoísmo 
Aunque a simple vista esta forma de vivir puede ser llamativa y auténtica, en general los sistemas intentan doblegar a las personas para que entiendan que pensar por ellas mismas y buscar su propio beneficio es un acto deleznable.

Todo aquello que se acerque al egoísmo se entiende como una falta de solidaridad y compañerismo. No obstante, es necesario decir a favor de esta forma de vivir que las personas individualistas no necesariamente actúan con despotismo: muchas solamente entienden que no pueden relacionarse con el mundo del mismo modo que ve que los demás sí lo hacen y optan por una vida alejada de las conglomeraciones, persiguiendo sus propios sueños sin desear sentirse parte de un grupo.


En este punto podemos decir que el individualismo puede reflejar una ética de la liberación y la autorrealización (si se entiende de forma positiva), o un acto arbitrario de falta de solidaridad (si se realiza de forma despótica y desconsiderada para con el resto de las personas


Lo Emocional


La inteligencia emocional es un término acuñado por los  psicólogos Peter Salovey y John Mayer pertenecientes a la Universidad Yale en 1990 y difundida a todo el mundo por el psicólogo, periodista y filósofo Daniel Goleman en 1996 a través de su libro con el mismo nombre y en inglés “Emotional Intelligence”.

Pero, ¿qué es realmente este tipo de inteligencia? es la capacidad del individuo para identificar su propio estado emocional y gestionarlo de forma adecuado. 

En palabras del mismo Goleman “es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social”.

Existen personas que parece que tengan un don especial aunque no destaquen por su inteligencia académica saben enfrentarse a los cambios en su vida a superar obstáculos y ver las dificultades de la vida como un reto. Estas personas viven bien con los demás y consigo mismas teniendo bien desarrolladas sus habilidades relacionadas con la inteligencia emocional.

Tradicionalmente la medición de la inteligencia y el teórico éxito futuro de las personas se ha basado en el llamado coeficiente intelectual (IQ) que mide el raciocinio lógico, habilidades matemáticas, especiales, la capacidad analítica, etc. Pero desde el estudio del concepto de la inteligencia emocional (IE) el éxito se ha demostrado que también depende en gran medida de la emocional.

Los dos tipos de inteligencia no son opuestos si no que son complementarios. Una persona con un alto coeficiente intelectual alto es analítica y lógica, es frío en la toma de decisiones y utiliza más el hemisferio izquierdo. Por otro lado una  persona con la inteligencia emocional alta se relaciona con facilidad con la gente, le gustan las ideas nuevas, es rápida, espontánea, cree en sus sensaciones, es cálida y utiliza más la parte derecha del cerebro.

La capacidad de cada persona para identificar y gestionar de manera adecuada su propio estado emocional es la clave para optimizar la inteligencia emocional. El desarrollo de esta habilidad afecta de una manera muy positiva a las personas que lo poseen ya que controlan y entienden sus impulsos y facilitan las relaciones con los demás.

Según el propio autor de libro la inteligencia emocional se puede organizar en cuanto a cinco competencias o capacidades fundamentales:
-Conocimiento de las emociones propias: Capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece. El conocimiento de las emociones por parte de estar personas les lleva a dirigir mejor sus vidas.

-Capacidad de controlar las emociones: Habilidad para controlar nuestros sentimientos y utilizarlos en el momento preciso. Ya que no podemos ni evitarlas ni elegirlas.
-Capacidad de motivarse: Saber utilizar el potencial existente en una mismo para conseguir resultados óptimo y no conformarse con la situación actual. Aumenta la productividad y eficacia de las personas.
-Reconocimiento de las emociones ajenas: saber ponerse en el lugar de los demás que se denomina empatía cuya capacidad principal reside en la detección de los sentimientos y pensamientos ajenos que no se hayan expresado verbalmente.
-Aprender a gestionar las relaciones: tener un trato adecuado con los demás, reconocer conflictos y saber solucionarlos.

 Toda la inteligencia emocional va encaminada al control de las emociones que no son otra cosa que impulsos a la acción. Las emociones se pueden conducir hacia el bien o el mal, ser consciente de las emociones es el primer paso para no dejarse arrastrar.

Equidad Social






Equidad, igualdad social y democracia
La agenda económica social está, como siempre, sobrecargada. La necesidad de someterla a una tensión intelectual y política para llegar a un sistema de prioridades ordenadas por la creciente vulnerabilidad social y el desencanto político, debería ser entendida como una condición urgente para la estabilidad constitucional, el entendimiento social y la consolidación democrática; un instrumento por excelencia para darle consistencia a esta tarea es, sin duda, la planeación, que al adoptarse como mecanismo de concertación social le impondría al Estado mutaciones significativas en su estructura administrativa y en su conformación territorial.

Superar nuestro "estancamiento estabilizador", que se ha vuelto en realidad desestabilizador; acompasar la economía al ritmo de los cambios políticos y el reclamo social, supone adoptar nuevas visiones que determinen, productivamente, el contenido y el destino de nuestro desarrollo nacional. 

Tarea que exige un gran despliegue de imaginación política que deje maniqueísmos y retóricas desgastadas, que evite tentaciones regresivas y autoritarias y busque fórmulas político-culturales basadas en propuestas plurales e incluyentes. 

Ello depende en buena medida de que la noción de solidaridad se reconozca como uno de los valores modernos, así como el hecho de que tanto las garantías como el cumplimiento progresivo de los derechos fundamentales sean criterios maestros para evaluar nuestro desempeño como sociedad y Estado nacionales. La hora de la igualdad que la CEPAL proclama, nos obliga a ser capaces de combinar una recuperación valorativa que ponga en el centro objetivos de igualdad, equidad social y democracia con las restricciones y acosos que son propios del proceso de globalización. Éste es el reto de fondo, para la sociedad y para el Estado.

A Sartre se le ha atribuido el dicho de que para que haya lucha de clases se requieren dos cosas: que haya clases y que luchen. 

Parafraseándolo, podríamos decir que para que haya políticas de Estado se requiere que haya Estado... y que haga política.