El individuo que por temor u ocio no busca percibir y entender,
incumpliendo su obligación de tener un conocimiento propio, se someterá
inevitablemente al conocimiento de otro individuo convirtiéndose en su esclavo
o en su borrego y es también un delincuente que lesiona de gravedad a la humanidad.
El sentimiento de ser propietario de un conocimiento únicamente
oscurece el camino hacia las tinieblas; al contrario, la constante búsqueda del
conocimiento es la generadora de la luz que ilumina un poco más el camino del
hombre: es menester que el hombre reconozca la pobreza de su intelecto y así
estar en condiciones de enriquecerlo.
El proceso para enriquecer el intelecto humano está en ejercitar
las facultades de percepción, entendimiento, pensamiento, razonamiento y en
otras más con los que la naturaleza dotó al hombre y no en la dogmática
creencia en factores ajenos y extraños a su esencia; complementando este
proceso enriquecedor con la actitud individual de compartir esa experiencia
personal en la búsqueda del conocimiento con otros individuos que a su vez
compartían esta misma experiencia.
Este intercambio de conocimientos debe estar dominado por una
actitud de duda y de crítica para aproximarse a la certeza momentánea; alejado
este intercambio, del dogmatismo que genera una conducta totalitaria por la
falsa creencia de ser poseedor de la verdad absoluta e intentar imponerla a los
demás individuos y, lejana también, a la permanente tentación del individuo de
someterse por la ociosidad y cobardía convirtiéndose en el más ruin de los
estados del hombre: el ser esclavo.
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