Lo malo es que la mayoría de nosotros no decidimos conscientemente en
qué vamos a creer y, además, nuestras creencias se basan a menudo en una mala
interpretación de experiencias pasadas. Solemos desarrollar con frecuencia
creencias limitantes acerca de quiénes somos y de lo que somos capaces. Como no
hemos alcanzado el éxito en el pasado creemos que ya no lo podremos alcanzar en
el futuro.
La mayoría de quienes dicen ser realistas están viviendo en el temor,
asustados ante la posibilidad de verse defraudados de nuevo. A partir de ese
temor desarrollan creencias que les hacen vacilar y esconderse. No están
dispuestos a arriesgarse. Son los pesimistas. Manejan expresiones como “es
lo que hay” “las cosas son así” o “no hay nada que hacer”. Estas
creencias destruyen su capacidad para actuar y enfrentarse a los retos que se
les presentan.
En psicología este estado mental destructivo se
denomina incapacidad adquirida. Se presenta en las personas que
suponen que tienen información completa de una situación por sus experiencias.
Esto es debido a una aceptación rígida de algo que funcionó en el pasado y
una negativa a considerar otras alternativas y perspectivas. Estas
experiencias pueden ser tanto personales como provenientes de situaciones que
han observado en otros. También por aprendizajes familiares
.
Los optimistas son aquellos que, a pesar de no disponer de
referencias para el éxito, o incluso de tener referencias de fracaso, se las
arreglan para ignorarlas. Se imaginan a sí mismos haciendo algo diferente cada
vez y teniendo éxito con creencias como “el pasado nunca equivale al futuro” o
“si persisto lo conseguiré”.
Su confianza les hace tenaces y perseverantes y esto les aporta
certidumbre lo que contribuye a que desarrollen convicciones poderosas que les
ayudan a alcanzar sus objetivos.
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