Tenemos la mala costumbre de no
valorar el tiempo que los demás nos dedican. Una conversación, un abrazo,
una sonrisa, un cómo te encuentras, un “lo hago porque sé que te gustaría” o
simplemente un gesto de acompañamiento.
Hay miles de actos diarios de las personas que nos rodean que no
valoramos.
No hace falta que los segundos, horas o minutos procedan de nuestros
familiares, amigos o pareja. El tiempo de los desconocidos también se vuelve
importante cuando por ejemplo, gracias a ellos el día puede comenzar con una
sonrisa porque sus buenos días estaban cargados de alegría o nos dan ese
empujón que necesitábamos. La grandeza de las personas está en esos
detalles de pequeño tamaño, pero de grandes efectos y afectos.
Valoro los segundos de escucha, apoyo y aprecio que los demás me dedican
porque me ofrecen parte de su vida. Ellos saben que compartir el tiempo es
regalar vida.
“Cuentan que un viajero cruzando el desierto vio a un árabe
pensativo sentado al pie de una palmera, junto a sus camellos cargados. El
viajero supuso que era un mercader de objetos de valor y que se dirigía a
vender sus joyas, perfumes y tapices a alguna ciudad vecina.
Como llevaba demasiado tiempo sin hablar con alguien, se acercó al
mercader pensativo y le dijo:
-Buen amigo, ¡salud! pareces muy preocupado. ¿Puedo ayudarte en
algo?
-¡Ay! -respondió el mercader– Me encuentro muy afligido porque acabo de
perder la joya más valiosa de todas…
-Bueno, la perdida de una joya seguro que no es gran cosa para ti.
Llevas gran cantidad de ellas en tus camellos y seguro que no te costará
reponerla.
-¿Reponerla? -exclamó el mercader- ¡Si fuera tan sencillo! No conoces el
valor de mi pérdida…-¿Cuál es la joya que has perdido? – preguntó el viajero.
-Una joya como ninguna otra, que no volverá hacerse jamás. Se
encontraba tallada en un pedazo de piedra de la vida y realizada en el taller
del tiempo. Sus adornos eran veinticuatro piezas brillantes, agrupados a su
alrededor sesenta más pequeños… Es imposible que se llegue a reproducir otra
joya con similares características.
-Debía ser preciosa, sí – expresó el viajero – Pero, con mucho dinero
¿no podrías hacerte otra igual?
–La joya perdida era un día… Y un día que se pierde, no vuelve a
encontrarse...”
Tras este cuento, ¿qué es un día para ti? ¿qué significa tu
tiempo? Un minuto es suficiente para dejar una huella imborrable en el
corazón de otra persona, elegir lo que quieres hacer o disfrutar de
lo que acontece.
Lo importante es ser consciente del momento presente y aprovecharlo con
las personas que deseas y de la manera que gustes, sabiendo valorar también la
dedicación hacia ti de los otros.
Mientras que el dinero aunque se pierda puede recuperarse, el tiempo perdido
no vuelve. No desperdicies ni gastes el tiempo en lamentarte por no
haberlo sabido aprovechar en su momento. A partir de ahora,
aprovéchalo y valóralo como unos de bienes más preciados que existen.
El tiempo no se exige, se elige
Hay quien no es capaz de percibir el esfuerzo de otras
personas por hacerle su rutina más llevadera, dar color a sus días grises o
querer disfrutar de su compañía. Hay personas que ven como obligación lo que en
realidad es una elección por parte de los otros. Hay para quien el tiempo
de los demás pasa desapercibido, quien lo valora como si fuera un tesoro y
quien lo exige al otro, como si fuera suyo.
Cada uno de nosotros es libre de a quién y cómo dedicar su tiempo. No
olvidemos que los minutos, horas y segundos son fragmentos de nuestra vida y
nadie tiene potestad para decidir libremente sobre ellos.
Dedicar tiempo se traduce en me importas, te quiero, te apoyo,
adoro tu compañía y eso no tiene precio ni un equivalente material. Porque
definitivamente, dedicar tiempo es dedicar vida.
Por eso, ni debemos exigir a los demás parte de su tiempo, ni tenemos
que mendigarlo a quien solo piensa en sí mismo. El tiempo no se compra, no se
intercambia ni se vende.
Pasar tiempo con el otro es una elección que brota desde el interior y
permite conectarnos emocionalmente con los otros.
Valora a quien te escribe, a quien te habla, te escucha, te hace un
favor, te acompaña o se acuerda de ti porque lo quiere, porque le gusta, porque
lo siente.
Las personas que te regalan su tiempo comprenden que es lo más grande
que pueden darte ya que saber ofrecerlo es hablar el lenguaje del
corazón.
Agradéceselo porque además el tiempo ofrece la posibilidad de
forjar recuerdos que despertarán más adelante sentimientos de alegría, nostalgia
y aprecio.
El mejor obsequio que podemos hacer a las personas que nos dedican su
tiempo es valorarlo y regalarles parte del nuestro.
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