martes, 12 de mayo de 2020

A pensar también se aprende


 Las formas estilísticas, es decir, el estilo de la expresión lingüística, modifican nuestra percepción de la vida. Pero no solo eso: hay que prestar atención a la gramática, como principio y fundamento de la forma lógica que adquiere el lenguaje; al vocabulario, como portador de contenido a través de las palabras; y a la metáfora consciente, pues parábolas y alegorías son herramientas para comprender.

También hoy, como en el mundo clásico, existen sofistas. Y los sofistas modernos, como era de esperar, ponen los recursos expresivos del lenguaje a su servicio, no al servicio de la verdad. Con ello se bloquea de forma fraudulenta pero muy eficaz el entendimiento de los receptores del mensaje.

¿Consecuencias?: se desarticulan las estructuras mentales que orientan la vida intelectual, volitiva y emocional del ser humano en su vida en sociedad.

Cuando los tecnócratas se refieren al «comportamiento» de los precios, desvían la idea del comportamiento hacia los precios; la mentira está en que el comportamiento es de las personas que los fijan. Todo el idioma está integrado por un cableado formidable del que apenas tenemos conciencia, y que, sin embargo, atenaza nuestro pensamiento.

Los mecanismos de defensa de una persona ante tales cargas de profundidad se relacionan directamente con su capacidad de reflexión sobre el lenguaje, con su propio dominio del idioma. Hay una relación directa entre el antídoto contra la manipulación y nuestro conocimiento del lenguaje. Es decir, nos conviene familiarizarnos con los entresijos del idioma.

Leer y escribir: una virtud
¿Por qué es importante leer? ¿Es importante aprender a utilizar el lenguaje escrito? La verdad es que estas preguntas equivalen a decir: ¿para qué sirve el entender? Julián Marías propone que hay que escribir para pensar.

La escritura solo es un conjunto de rasgos sobre el papel si falta un lector que ponga en marcha esa memoria colectiva que se aglutina en cada lengua. 

Cada texto es, en sí mismo, una propuesta de reconstrucción. La inteligencia del que lee es activada cuando resuena interiormente el lenguaje que nos habla desde lo escrito. Surgen los ecos, las ideas, las referencias, las alusiones, mediante los cuales el texto será recobrado y comprendido por el intérprete. Lo escrito es lo que permite convertir el pasado en presente.

Nada más importante en la formación humana –dice López Quintás– que acostumbrarse a pensar, hablar y escribir con propiedad y precisión. El lenguaje que utilizamos va creando un camino en el que se da el fluir del pensamiento. 

Este discurrir origina la reflexión y, con ella, el pensamiento abstracto.

Es importante aprender a escribir, pero no de cualquier manera, sino de forma reflexiva y rigurosa con el lenguaje, permitiendo aflorar esos otros resultados que aparecen después del primer acercamiento. Ante el esfuerzo que supone el cultivo del lenguaje y el respeto por las palabras, podemos conseguir llegar a otros niveles, y entonces obtenemos el regalo de entender.


Rectas intenciones, rectas palabras. Recomendaciones antiguas para un mundo moderno, donde el ser humano necesita, hoy como siempre, herramientas para caminar correctamente por la vida.


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