Nada preocupa más a los seres humanos que la búsqueda de la
felicidad. Para ello, la principal receta es ser un hombre de virtudes
intelectuales y morales, llenar nuestros actos con inteligencia y hacer el bien
a los demás. ¿Cómo empezar? Integrando hábitos de ayuda a los demás, de amor
hacia uno mismo, de fortaleza para resistir a las tentaciones.
El mundo actual requiere de nuevas virtudes como la prudencia y la
paciencia humana; con ellas el mundo se tornará más humano, menos violento y,
por lo tanto, más feliz. Se busca la felicidad y no se encuentra porque no se
ha alimentado el espíritu de la humanidad; para ello es necesario integrar
virtudes como la fe, la esperanza y la caridad. El hombre actual, sobre todo a
causa de la ira, la envidia y la pereza, no confía en las virtudes. El miedo al
futuro y la incertidumbre del existir han robado la paz y la tranquilidad para
ser felices. Cuando se integran las virtudes de la felicidad se deja a un lado
la existencia de uno mismo para poner atención al prójimo, justo donde se
encuentra el secreto para ser plenos.
Las virtudes humanas han existido durante la
historia de la humanidad. En el mundo de hoy no pueden dejar de existir porque
entonces se produciría un vacío en el hombre. Lo material y la superficialidad
no tienen nada que ver con la felicidad. Se requiere de justicia Se buscan
respuestas en el mundo exterior. Se sufre de males que parecen irremediables.
Pareciera que la vida es una batalla donde el hombre no ha encontrado su sitio.
Es urgente que nos demos cuenta que somos personas únicas y completas. No obstante,
para ello es necesario integrar los nuevos dones de la modernidad, virtudes
humanas que se requieren para reencontrarnos como seres humanos hechos a la
imagen de Dios. ¿Cuáles son esas virtudes modernas?
La empatía, la resiliencia, el sacrificio, la conciencia humana,
que buscan sacarnos de nosotros mismos y escuchar a los demás. Es muy común que
el hombre actual muera espiritualmente a causa de la decepción o los problemas.
Muere porque no ha encontrado las fortalezas necesarias para entender las maravillas
de la vida, el buen humor, la paz social, la confianza y el perdón. La realidad
está llena de excesos y pasiones que enredan a los seres humanos. La lucha está
en encontrar que, ante los embates del mundo, se puede uno recuperar con fuerza
y dignidad. Para ser pleno, único y completo se tiene que ver el futuro como
una oportunidad. El tiempo enseña a cada uno a sacudirse el estrés, la
desesperación y el olvido.
Nada preocupa más a los seres humanos que la búsqueda de la
felicidad. Para ello, la principal receta es ser un hombre de virtudes
intelectuales y morales, llenar nuestros actos con inteligencia y hacer el bien
a los demás. ¿Cómo empezar? Integrando hábitos de ayuda a los demás, de amor
hacia uno mismo, de fortaleza para resistir a las tentaciones.
El mundo actual requiere de nuevas virtudes como la prudencia y la
paciencia humana; con ellas el mundo se tornará más humano, menos violento y,
por lo tanto, más feliz. Se busca la felicidad y no se encuentra porque no se
ha alimentado el espíritu de la humanidad; para ello es necesario integrar
virtudes como la fe, la esperanza y la caridad. El hombre actual, sobre todo a
causa de la ira, la envidia y la pereza, no confía en las virtudes. El miedo al
futuro y la incertidumbre del existir han robado la paz y la tranquilidad para
ser felices. Cuando se integran las virtudes de la felicidad se deja a un lado
la existencia de uno mismo para poner atención al prójimo, justo donde se
encuentra el secreto para ser plenos.
Las virtudes humanas han existido durante la historia de la
humanidad. En el mundo de hoy no pueden dejar de existir porque entonces se
produciría un vacío en el hombre. Lo material y la superficialidad no tienen
nada que ver con la felicidad. Se requiere de justicia y equidad para combatir
la negatividad y el desánimo. No se requiere ser perfecto para alcanzar a ser
un hombre virtuoso.
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