Las personas que tienen una autoestima elevada son
responsables de su propia vida y toman un rol activo y no pasivo ante las
dificultades. Buscan las maneras de solucionarlas en lugar de culparse o buscar
a alguien que arregle sus problemas. Además, luchan por conseguir sus
metas por sí mismos, sin esperar que otra persona o el destino les ayude a
cumplirlas.
Estas personas, que han asumido la responsabilidad de su propia
existencia, tienen más confianza en sí mismas y están más preparadas para la
vida, por lo cual, su autoestima continuará aumentando.
Por el contrario, la gente que no asume la responsabilidad de sus
propias acciones se siente víctima de los demás y se lamenta por su mala
suerte. No tiene el control de su propia vida, ya que ha sido él mismo quien se
lo ha dado a los demás. Así, cuando fracasa, siempre puede culpar a alguien
pero jamás podrá sentir que tiene el poder de cambiar o mejorar su existencia.
Para empezar a vivir de manera responsable, es necesario admitir que
nadie va a venir a ayudarnos cada vez que necesitemos algo. Una vez que hemos
aceptado que la responsabilidad de nuestra vida está en nosotros mismos, nos
volveremos más activos y capaces y, por este simple hecho, nuestra autoestima
aumentará.
Asumir la responsabilidad de nuestra vida
implica ser responsable de nuestras elecciones y acciones, de nuestro
tiempo, de nuestro trabajo, del cuidado de nuestro cuerpo, de nuestras
relaciones personales y cómo las tratamos, del significado de nuestra
existencia, de nuestras emociones y pensamientos…
Por último hay que tener en cuenta que no todo se puede
controlar en la vida.
Puede haber hechos accidentales de los que no podemos
responsabilizarnos.
Tanto culparnos por hechos que escapan a nuestro control como
no aceptar nuestra responsabilidad de los hechos que sí podemos controlar,
conducirán a que nuestra autoestima se reduzca.
Hay que saber qué cosas dependen de mí y cuáles no para poder
mantener una autoestima equilibrada.
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