jueves, 21 de mayo de 2020

Algún Lugar En El El Cosmos

Toda la materia ordinaria con la que interactuamos en nuestra vida diaria está formada fundamentalmente por átomos, por quarks y electrones: el sistema solar, las formas de vida sobre la tierra, la superficie sobre la que se escribe este artículo y hasta nosotros mismos somos distintas formas en que estas partículas se agrupan e interactúan. 


Los seres humanos somos, en esencia, un conjunto de quarks y electrones que comenzaron a existir en los primeros instantes del universo y que, debido únicamente a las fuerzas de la naturaleza, por un corto periodo de tiempo convergieron en esta región del espacio-tiempo para dar origen a nuestro cuerpo físico e incluso a nuestra conciencia.

Se cree que la ciencia moderna, al reducir al hombre a un sistema de partículas materiales inertes, lo transforma en un ser autómata, frío, privado de toda espiritualidad. Pero la base fundamental de la perspectiva científica es que los seres humanos no tenemos ningún privilegio con respecto al resto del universo. 

Aferrarse a la idea de que el hombre se encuentra por encima de las leyes de la naturaleza, si bien es cierto lo hace sentir elevado, al mismo tiempo lo arranca de la realidad y lo aísla del resto del mundo, dando lugar a preguntas innecesarias acerca del origen y significado de su existencia que casi siempre son respondidas recurriendo a algún evento sobrenatural.


Para la ciencia moderna, nosotros no fuimos colocados en este universo, nosotros somos una consecuencia natural de la existencia del universo. Somos el universo en sí. 

Las partículas de las que estamos hechos son las mismas que hacen brillar al sol. 

Las leyes físicas a las que estamos sujetos son las mismas que permiten volar a las gaviotas. Los procesos biológicos que dieron origen a nuestra especie son los mismos que dieron origen a las orquídeas. Incluso la historia misma del universo está impresa en cada uno de nosotros: como seres vivos probablemente existamos desde hace solo unas cuantas décadas, pero la sustancia fundamental de la que está compuesto todo nuestro cuerpo ha sido parte del universo por miles de millones de años y aún después de nuestra muerte seguirá siéndolo, tal vez, por toda la eternidad.

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