La definición de la conciencia ha sido uno de los temas centrales de
discusión dentro de la Filosofía y de la Psicología Cognoscitiva pero no ha
sido tratado hasta hace muy poco tiempo por la Neurobiología.
Algunos filósofos como Chalmers han expresado una doble preocupación
dentro del estudio de la filosofía. Por un lado están los enigmas cuya
explicación será sin duda encontrada tarde o temprano por las ciencias
positivas como todas las relacionadas con el funcionamiento del cerebro, del
sistema nervioso, de las neuronas, de sus infinitas relaciones, etc.
Por otro lado se encuentran aquellos problemas que Chalmers denomina
como “difíciles”, es decir descubrir cómo todos los procesos físicos que se
producen en el cerebro dan lugar a experiencias individuales y subjetivas.
En efecto, descubrir cómo está relacionado el movimiento de cada una de
las partes de nuestro cuerpo con las ordenes emanadas por el cerebro puede
parecer un problema complejo pero en absoluto imposible de solucionar. Sin
embargo encontrar una explicación por la cual una obra musical puede despertar
en nosotros sentimientos tan dispares como la alegría o la tristeza, la
melancolía o la agresividad y además de manera totalmente individualizada, no
parece que por el momento estemos en el camino de entenderlo.
Uno de los problemas básicos para cualquier aproximación a este problema
estriba en delimitar claramente de qué estamos hablando, de la relación entre
lo físico (el cerebro) y lo intangible (la conciencia).
Para Searle la conciencia no es un tema propio para la investigación
científica mientras no esté bien definida. Los intentos por definir la
conciencia debidamente han sido en cualquier caso inapropiados hasta el
momento.
“El concepto de conciencia es en el mejor de los casos confuso y en el
peor, místico.”
Este autor prefiere no aventurarse demasiado y se conforma con
relacionar la conciencia con los estados en los que el individuo “está
despierto”.
Partiendo de esta base Searle estima que la existencia de la conciencia
en todos los seres humanos está íntimamente ligada a una cuestión evolutiva,
biológica , producida por procesos neuronales comunes y que sin embargo tienen
manifestaciones individuales e internas como tener conciencia de las
sensaciones externas o simplemente saberse despierto.
Para Crick es peligroso entrar a definir que es la conciencia, ya que
todo el mundo tiene su propia idea subjetiva, sin embargo Edelman se muestra
mucho más concreto y define la conciencia como “lo que usted tiene cuando está
despierto y pierde cuando está en sueño profundo o bajo anestesia y que
recupera cuando se despierta de nuevo”.
Blakemore también se muestra muy explícito cuando afirma que la función
de la conciencia no se trata de algo difuso para un ejercicio puramente
reflexivo o intelectual sino que es fruto de la evolución del sistema nervioso
del ser humano para “alcanzar sus metas biológicas, comer, beber y
reproducirse”.
Esta última afirmación no estaría en absoluto en consonancia con la
afirmación de algunos autores que piensan que puede encontrarse algún tipo de
conciencia similar a la humana en algunos otros mamíferos superiores.
De esto último puede extraerse la conclusión de que la conciencia no
necesariamente debe ir unida al lenguaje y que puede haber más de una forma de
conciencia.
El acto de la conciencia requiere que estemos atentos a ella. Somos
conscientes únicamente de aquello a lo que prestamos atención durante un tiempo
concreto.
Existe por tanto una relación entre la conciencia y el tiempo.
Necesitamos tiempo, aunque este sea mínimo, para procesar la información que
nos llega y tener conciencia de la misma.
La conciencia dinámica que poseemos depende de una serie de actos
singulares y diferenciados a lo largo del tiempo. Estos actos únicos e
individuales se suceden unos detrás de otros y nos hacen ser conscientes de
ellos.
Para retener estas informaciones el individuo requiere de “la memoria a
corto plazo” o memoria icónica que nos recuerde continuamente aquello de lo que
hemos sido conscientes.
Existen muchas y variadas patologías, ilustradas por la medicina, que
nos ilustran sobre la complejidad del proceso que nos lleva a ser conscientes
de aquello que vemos, oímos o tocamos.
Los pacientes del llamado “síndrome de la visión ciega” son conscientes
de que ven pero no son conscientes de lo que ven, no saben reconocer los
objetos que se les presentan.
Otra conocida patología es la llamada “agnosia para las caras”. Estos
pacientes, afectados por una lesión de las amígdalas, al ver una cara saben que
es una cara, pero no saben distinguirla de otra. No saben si se trata del
rostro de una persona amiga, de un familiar o de un desconocido, si está alegre
o triste… Sólo saben que es una cara.
Estas y otras dolencias nos ponen de manifiesto la complejidad de este
fenómeno y lo que todavía nos falta por investigar.
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