Se cuenta que
una vez, hubo alguien, que se sintió muy mal, porque todas las personas con las
cuales se relacionaba, le llamaban Pato.
En todo
lugar, sin importar lo que estuviese haciendo, en cualquier circunstancia, al
dirigirse a él, todos le decían; Pato.
Era Pato para
aquí, Pato para allá, situación ésta, que se le fue tornando insoportable, al
punto de llevarle a pensar, seriamente, en la necesidad de consultar con un
profesional en la materia, a fin de dilucidar, el por qué, todos cuántos
trataban con él, le llamaban Pato.
Así las
cosas, un día, marcó una consulta con un prestigioso profesional, y allí marchó
dispuesto a develar los motivos que llevaban a todas las personas a llamarle,
en todas las ocasiones, Pato.
Luego de un
minucioso estudio del caso, el profesional consultado, le dice , veamos : por
lo que he podido escuchar y observar durante esta consulta ; Usted, amigo mío ,
tiene cabeza de pato, pico de pato, cuerpo de pato, tiene plumas de pato,
camina y se comporta como un pato, por lo tanto , usted ; ¡ ES UN PATO ! .
Conflictos de
identidad como el descrito nos dan una pauta de la forma tan peculiar que
tenemos los “homo sapiens” de disfrazar
o esconder, ciertos aspectos, de nuestro comportamiento social, que pudiesen
ser, sujetos de censura, por parte de aquellos que observan nuestra conducta.
Es como si
dijésemos todo el tiempo: Aunque les parezca que hago cosas de pato, soy un
miembro distinguido de la Sociedad de los Cisnes, y puedo mostrar mis credenciales
que avalan lo que digo, están equivocados conmigo, ¡Ignorantes!
Algo
semejante pasa con el concepto que tenemos de la aplicación de la justicia.
Se dice que
cuando Dios dicto la Ley, surgieron como hongos los abogados, para maniatarla
por medio del derecho.
El
inolvidable Alfredo Zitarroza nos canta en una estrofa de “La Ley es Tela de Araña”:
“Siempre había oído mentar, que ante la ley
era yo, igual a todo mortal... pero hay su dificultad en cuánto a su ejecución...
Si esto se llama igualdad, ¡la perra que los tiró!”.
Siempre
pensamos que existe una línea imaginaria que separa claramente lo correcto de
lo incorrecto, lo moralmente aceptable, de lo moralmente inaceptable, damos por
sentado que existen límites bien definidos entre lo que se considera bueno y lo
que rechazamos como malo.
Sin embargo,
cuando observamos con atención esa línea imaginaria que mencionamos, veremos
que en lugar de separar, esa línea une los opuestos, es una “línea de costura” que con un hilo muy sutil, “remienda el
comportamiento” conformando un entramado de acciones, las cuales no nos parecen
tan malas, sobre todo cuando vemos los puntos de costura que se afirman en su
lado bueno.
Por eso,
cuando alguien en su comportamiento malo, se va acercando en sus acciones, a
los límites de lo que es considerado bueno, la línea le atrapa y lo convierte
en bueno, si por el contrario, aquel que tiene un comportamiento considerado
bueno, se va acercando peligrosamente a los límites de lo considerado malo,
también a él la línea le atrapa y le convierte en malo.
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