Atravesamos la vida tratando de hacer equilibrio entre la paranoia y la
ingenuidad. En algunos casos, tendemos a ver amenazas donde no las hay o no
tienen la dimensión que les otorgamos, y en otros, adoptamos una postura
cándida que se inclina por ver las cosas mejor de lo que realmente son.
Una revisión constante de la experiencia y de las reflexiones que la
sustentan nos sirve para ir calibrando nuestros juicios, que con el tiempo se
van haciendo más certeros, aunque nunca exactos.
Si te ilusionas e idealizas “todo el tiempo” es probable que no estés
evaluando tu experiencia de manera adecuada. En general, esto sucede cuando los
datos de la realidad desafían creencias muy arraigadas y que nos negamos a
modificar.
Entonces, para conservar esas creencias, evitamos confrontarlas con la
información que las contradice.
A menudo, este apego a determinadas creencias toma la siguiente forma:
las cosas “deben” ser de una cierta manera. Como consecuencia de esta postura,
aunque comprobemos una y otra vez que la realidad nos desmiente, hacemos caso
omiso de esto y continuamos en nuestra búsqueda para ver si la próxima vez las
cosas son finalmente como nosotros creemos que deben ser.
Para no hacerse falsas ilusiones es importante que
evites pensar tanto en el futuro y que te centres en el presente. Muchas veces,
por anticiparnos demasiado a los hechos, evitamos disfrutar de lo que es
realmente importante y, lo importante, es la vida que tienes hoy.
Así que disfruta del momento sin pensar en el
mañana. Este es el mejor consejo para que tu vida sea satisfactoria.
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