viernes, 19 de enero de 2018

Mentes Motivadas


La creatividad, en su definición más simple, es aquella capacidad que tenemos los humanos para inventar o crear cosas. Es una capacidad, además, que podemos cultivar a lo largo de nuestra vida. 

De hecho, ya hemos visto en alguna ocasión hábitos para potenciar nuestra creatividad y, por eso, hoy queremos explicarte algunas características que comparten las personas creativas.

Aunque es cierto que hay diferentes formas de mejorar nuestra creatividad, también es cierto que las personas creativas comparten unos rasgos comunes prácticamente inherentes a su persona. Nosotros te queremos destacar cinco características comunes a esas personas:

Son curiosas. Una persona creativa siente curiosidad por todo aquello que le rodea. Pregunta, lee, aprende, se cuestiona lo establecido, analiza las cosas desde varias perspectivas,… Siente curiosidad por aprender cosas nuevas o por profundizar en aquellas que ya sabe.


Son flexibles. Aquellas personas dispuestas a mirar las cosas desde todo los ángulos, cuestionándose sus propias creencias, son más proclives a desarrollar más su creatividad. Están dispuestas a cambiar si hace falta. No tienen problemas con ello.

Ciencia Y Conciencia: Universos Paralelos

Filosofía
Ciencia Y Conciencia: Universos Paralelos
La vida es una sucesión de experimentaciones sujetas a la interpretación. Nuestros órganos sensoriales se estimulan casi sin nuestro permiso por señales físico-químicas de los alrededores que confluyen en el sistema nervioso para dar lugar a la percepción de la realidad. 

Nuestras vidas no son más que una exposición constante a las imágenes que recogemos en el día a día y que, tras ser tratadas por nuestra mente, nos fuerzan a esgrimir una exégesis apoyada en información previa. Somos científicos de nuestra propia existencia: tomamos datos, los procesamos y, jugando con lo que ya conocemos, llegamos a conclusiones. No nos controlamos. Incluso cuando forzamos a nuestros sensores a reducir el flujo de señales a nuestra mente durante el sueño, esta sigue procesando información.

La ciencia es un universo paralelo de nuestra vida cotidiana. Si queremos entender un fenómeno, nos vemos obligados a medir, y medir es dejar hablar a la naturaleza mientras nosotros permanecemos callados, intentando no interferir en su dictamen. 

Pero medir es solo obtener una versión parcial de los hechos. Es el análisis posterior y la intuición anterior basada en nuestra memoria lo que nos permite colegir las visiones parciales para llegar a una perspectiva global del fenómeno, para interpretarlo. 

Además, al igual que en el quehacer científico, nuestra visión de la realidad está limitada por el tipo de señales que recogemos, por los rangos de valores a los que son sensibles nuestros órganos sensoriales y por la resolución que alcanzan para distinguir detalles en la información de dichas señales, sin olvidar que el proceso de recogida de datos puede alterar los hechos.

Dado que la vista es nuestro sensor principal, no es raro que usemos en nuestro lenguaje la palabra visión como sinónimo de percepción o espejismo de ilusión y que responsabilicemos casi totalmente a la retina del complejo proceso de contacto con el mundo que para los humanos desemboca en la consciencia. 

De hecho, los principales métodos de experimentación en la ciencia se basan en la microscopia, en la recolección de imágenes de aquello que estudiamos, en la transducción de la información recogida por una máquina sobre procesos naturales a retratos con los que nuestros ojos se puedan estimular.

En la Grecia clásica ya eran conocedores de lo engañoso de la percepción: con su alegoría de la caverna, Platón nos mostró que pretender esclarecer con una o varias imágenes la dinámica de la realidad es un presupuesto incompleto. Un fenómeno abarca un paradigma más amplio y contiene más detalles que los que podemos distinguir en la imagen a la que tenemos acceso desde nuestros microscópicos ojos. 

Y aquí no terminan nuestras dudas sobre cómo nos aproximamos a la realidad, pues esta sigue siendo intangible si no la podemos consensuar con los que nos rodean. Para ello, después de transformar nuestras vivencias o experimentos en ideas, las transcribimos al lenguaje para comunicarnos, y, al hacerlo contaminamos nuevamente nuestra percepción. 

La alteración de la realidad mientras hablamos, aunque no sea intencionada, forma parte de la desvirtuación que sufre su representación cuando, en vez de a través de vivencias, nos llega por mensajes. La información se devalúa cuando se canaliza a través de secuencias interlocutor-receptor.

En el siglo XX, bajo la corriente de la Filosofía Analítica, surgió la del Lenguaje, que englobó no solo a filósofos y lingüistas, sino también a matemáticos y lógicos, desde Frege a Russell. Llegaron al extremo de desconsiderar tanto a sus antecesores metafísicos que partieron del presupuesto de que todos los problemas de la filosofía lo eran en realidad del lenguaje. 

Como consecuencia, filósofos como Wittgenstein, en su esfuerzo por aumentar el rigor en el lenguaje, se aproximó a una versión lógico-matemática que eliminara en lo posible las trampas de la comunicación verbal.

Además de que la ausencia de errores en el lenguaje es una idealización, hemos de plantearnos si el rigor absoluto es una ventaja. La redundancia e incluso la especulación probablemente no sean solo inevitables, sino también necesarios. 

La generación de información tras estímulos, su transferencia y transcripción existen en la naturaleza antes que los propios seres humanos. El ADN almacena información y su procesamiento por parte de la maquinaria nanoscópica en las células tiene una precisión tan alta que permite la pervivencia de la especie. De este mismo ejemplo, sin embargo, conocemos que los errores en estos pasos favorecen la variabilidad genética, lo cual es clave para la adaptabilidad de las especies.

El contacto con el mundo y la transmisión de  la información, aunque tramposos, no parecen, pues, ilusiones. En este sentido, el hecho de que la ciencia avance es indicativo de que nuestra comprensión de la naturaleza crece, de que no estamos fabricando argumentos vacíos que nos lleven a una especulación circular sobre la realidad a la que solo le cambiamos el disfraz. Que la realidad se deja tocar, y además representar de manera unívoca si somos capaces de integrar a lo largo de los tiempos las vivencias de nuestros antecesores y las de los coetáneos.

Es posible que algunos asuntos personales de nuestra vida en sociedad no tengan la duración y el impacto necesarios como para que merezcan el esfuerzo de la interpretación global. Pero nos resulta útil creer que las verdades absolutas existen aunque no estén a nuestro alcance, y que parece ser que nos aproximamos a ellas a través de la percepción al igual que el conocimiento científico crece a partir de la experiencia.


Anhelos De Independencia


Debe ser un placer vivir en la ignorancia más absoluta sin tener información de lo que nos rodea ni tener que decidir entre varias opciones, porque, entre otras muchas cosas, el pequeño mundo del que formamos parte nos proporciona todo lo que necesitamos para ser felices.

Las sensaciones contradictorias que tenemos los seres humanos, aunque decir eso de humano quizás sea mucho para algunos que se comportan más como bestias que como seres racionales, están llenos de dudas, dudas que se aparecen y se desvanecen, no porque no tengamos las ideas, objetivos y metas bien claros, sino porque no creemos del todo en los hombres y mujeres que deben llevar hacia adelante nuestros anhelos.

Somos diferentes y solo nos unen ciertos intereses, llámense como se quiera, para defender aquello que creemos nos hará mejores o nos mejorará socialmente, casi siempre lo segundo, pero algunos nos moriremos siendo unos idealistas, luchando siempre que tengamos ocasión del lado de lo justo, aunque este concepto de justicia y justo, y no me refiero a las acepciones jurídicas, puede que no sean iguales en todos los bandos. No lo sé, en este aspecto estoy hecho un lío.

La última lucha de los últimos cuarenta años, del postfranquismo, es por la independencia de Cataluña, su derecho a decidir y el derecho a la autodeterminación de los pueblos, aunque nos encontramos con detractores y enemigos por todas las partes, incluso dentro del bando del independentismo, pues no sé muy bien si en realidad esas personas quieren un mundo mejor o un mini mundo feliz para ellos y que los demás se fastidien, porque no conocen lo que significa el internacionalismo y tampoco les interesa, pues en su pensamiento está la supremacía, el creerse mejores que los demás, llenos de odio y prejuicios, habiéndose quedado anclados en el pasado, sin querer aceptar que la historia avanza y evoluciona y que los objetivos de la gente, de los ciudadanos no están en los sentimientos sino en la razón de los acontecimientos y lo que significa cambiar para cambiarlo todo, pero estos conceptos son duros de digerir.

Nadie se levanta una mañana y dice: “yo soy independentista y lucharé por la independencia de este país hasta la muerte”, entre otras cosas porque no es verdad y porque tampoco, como es mi caso, el sentimiento de patria, palabra de otros tiempos y malos recuerdos vuelven a emplearla líderes políticos para reafirmar, digan lo que digan, la unidad de España, pero no cualquier unidad sino la “España una” esculpida en piedra y el águila imperial bicéfala del escudo de Carlos I, porque el concepto o la idea de España como imperio sigue anidando en el pueblo español sin importar que seas de derechas, de centro o de izquierdas y es que esa fina línea que divide las opciones políticas se hace invisible.


Al final, cuando día tras día meditas, confrontas ideas, te haces un mapa mental de lo que sucede y porque sucede y te das cuenta que ha sido provocado sin tener ninguna razón para ello por los mismos que hoy abogan por la unidad de la patria y no como dicen algunos porque te han abducido, engañado y vendido un paraíso imposible de alcanzar, pero todo esto convence a unos, da argumentos a otros y produce mil dudas en los que viendo el futuro cercano se preguntan si se está ciego, porque no están confundidos, eso lo aseguro, pues un pueblo no puede movilizarse al unísono sin que nadie le indique el camino, porque son ellos solos los que se organizan, definen sus estrategias y fijan su rumbo hacia el objetivo, que durante años han ido confeccionando cuidadosamente, sin violencia, uniendo y no dividiendo, porque lo importante no es el origen, lo importante es el destino.

Nuestro Tesoro



Cuando decidimos pelear para alcanzar un objetivo, tenemos en nuestra mente una imagen muy definida de aquello que queremos lograr. Idealizamos y dedicamos mucho tiempo y energía en definir cada ínfimo detalle de nuestro deseo.

Recreamos mil y una situaciones en las que todo va tomando forma, experiencias que queremos vivir, dónde, cómo, con quién queremos compartirlas, celebraciones en las que sabemos hasta las canciones que queremos bailar, momentos difíciles en los que somos capaces de enfrentarnos a cualquier obstáculo,  encontrando a nuestro alcance todos los recursos y herramientas  para lograrlo.

Sí, en nuestra imaginación tenemos el poder de crear una realidad paralela en la que todo es tal y como a nosotros nos gustaría, y cuando no es como yo quiero puedo manejar las circunstancias para que al final todo salga bien (como a mi me da la gana), total solo tengo que pensarlo para que la película siga su curso y acabé con final feliz.

Pero a la hora de la verdad no es tan bonito, ni tan fácil.  Tienes todas las dudas habidas y por haber, no sabes si merece la pena luchar por algo que parece imposible o al menos, bastante improbable. Más siendo consciente de que por el camino tendrás que asumir ciertos daños colaterales, que te encantaría omitir, pero forman parte ineludible de esta búsqueda.

Hay algo dentro de ti (conciencia lo llaman) que se esfuerza en recordarte que tu deseo no es del todo ético, que estás pasando por alto ciertos detalles que tal vez no estén bien, incluso puede que estés haciendo daño a otras personas por tu tozudez, por negarte a renunciar a eso que tanto anhelas.

Y sí, es cierto, cuando nos decidimos a buscar nuestro propio tesoro, nos olvidamos un poco de que a nuestro alrededor hay muchas personas que nos han ayudado a llegar hasta este punto. Esas mismas personas que no paran de recordarte que te vas a equivocar, que no te dejes llevar porque te vas a dar una golpe  monumental. Te quieren mucho, demasiado para permitir que te hagas daño, pero sabes…la vida es muy loca y no conozco a nadie que haya sido capaz de volar sin caer de bruces al suelo al menos un puñado de veces.

Así que sí, siempre, atrévete a buscar el tesoro. Aunque el resto del mundo te diga que no está bien. Si tu sientes la necesidad, hazlo, no eres tonto sabes que puede salir mal, incluso que lo más seguro es que salga mal, pero da igual, tienes que hacerlo, porque te lo pide el cuerpo. Hazlo!


jueves, 18 de enero de 2018

Comprender La Mente


Tradicionalmente, la educación que transcurre entre las cuatro paredes de un aula se ha comprendido como un proceso de transmisión de conocimientos. Sin embargo, en las últimas décadas algo comenzó a cambiar y ahora más que nunca la educación se enfrenta a un dilema trascendental que puede determinar su derrotero: ¿seguir transmitiendo cada vez más conocimientos o enseñar a aprender y, sobre todo, enseñar a ser
?
En la sociedad moderna el conocimiento caduca cada vez con mayor rapidez por lo que las grandes empresas ya no solo se preocupan por contratar a un profesional que domine determinadas habilidades y posea ciertos conocimientos, les interesa más que ese profesional sea versátil, que se adapte a los cambios y que tenga la capacidad para desarrollar nuevas competencias. 

La empresa moderna mira cada vez más al futuro mientras que algunas escuelas se han quedado rezagadas en el pasado limitándose a transmitir una serie de conocimientos que quedan obsoletos en poco tiempo. Sin embargo, un buen sistema de enseñanza podría marcar la diferencia entre una “mente llena” y una “mente plena”.

La mente llena
Un hombre que había dedicado toda su vida a leer sobre la filosofía budista, se enteró de que en la ciudad había un Gran Maestro y fue a conocerlo para recibir la iluminación. El gurú lo invitó a entrar y sentarse a su lado. El hombre le contó todo lo que había aprendido en los libros, exponiendo sus opiniones.

Al cabo de un rato, el Maestro le brindó un poco de té y comenzó a verter el líquido en la taza. Sin embargo, una vez que estuvo llena, el Maestro no se detuvo, siguió vertiendo el té hasta derramarlo por la mesa y el suelo. 

En cierto punto, el hombre, que no podía creer que un gran gurú fuese tan descuidado, le espetó: “¡Basta! ¿Acaso no te das cuenta de que estás derramando el té? La taza está llena.”

En ese momento el maestro se detuvo y le dijo tranquilamente: “Al igual que esta taza, tu mente está llena de ideas preconcebidas y de opiniones. ¿Cómo es posible que aprendas algo si no vacías tu taza?"

Tener la “mente llena” puede ser un fardo muy pesado que nos impide descubrir nuevos problemas y apreciar aristas más enriquecedoras. Cuando asumimos como verdaderas muchas de las teorías que nos han transmitido en la escuela, le cerramos el paso a la duda y, por ende, a la creación. 

De hecho, los mayores descubrimientos del mundo se han llevado a cabo porque alguien no se dio por satisfecho con las respuestas de la ciencia y decidió explorar más allá del punto al que había llegado la comunidad científica.

La persona con una “mente llena” es aquella que maneja muchos datos pero no es capaz de darles un sentido, es la que lee mucho pero la lectura no le cambia la vida, la que se mantiene informada leyendo todos los diarios a su alcance pero no reflexiona sobre las noticias… Es una persona que se convierte en espectadora de su propia vida, que sabe pero no conoce.

La mente plena
La creación implica vaciar la mente de estereotipos e ideas preconcebidas, implica mirar la realidad desde otra perspectiva y encontrar conexiones inéditas que a los demás se les habían escapado. Una mente plena no está vacía, al contrario, atesora mucho conocimiento pero se trata de un conocimiento significativo y siempre está dispuesta a cambiar sus teorías. 

La mente plena es aquella que sabe discernir entre lo verdaderamente importante y las nimiedades, la que le da un sentido a lo que aprende y la que cambia con cada aprendizaje.


Obviamente, las diferencias entre la “mente llena” y la “mente plena” van mucho más allá de una simple variación en el adjetivo. Se trata de un cambio radical porque implica una actitud diferente ante el aprendizaje, ante la vida y, por supuesto, ante la manera de impartir la enseñanza.

Inquietudes Humanas

Filosofía
Inquietudes Humanas
Ha de entenderse que la filosofía no es un cuerpo de doctrina de estándares ciertos e infalibles. Y ¿qué viene a ser la filosofía si no ofrece ningún tipo de conocimiento, ni contiene verdad alguna sobre el mundo o la realidad?
¿Cuál es la naturaleza de sus elucubraciones y de cómo le sirve al hombre en los asuntos de orden práctico?

Llama la atención en la actualidad el uso que se hace de la filosofía. A veces se tiñe del color de las necesidades e inquietudes humanas en el sentido de que sirve para paliar en algo el sufrimiento por la pérdida de un ser querido o por la angustia del desenlace que trae consigo una enfermedad terminal (un grupo de profesionales hace terapia emocional a un grupo de pacientes, con enseñanzas filosóficas, por ej.).  Nadie discute la utilización de la filosofía con fines positivos. Se corre el riesgo de un uso espurio y agresivo con intenciones de manipulación y engaño, como sucede en ocasiones.

No se sabe hasta dónde la proliferación de filosofías contribuye a la solución de problemas de vida. Sin embargo, se piensa que en la medida en que sugieran indicaciones útiles y se ajusten, en cada caso, a situaciones particulares pueden contribuir a la mejor comprensión de los procesos. No existe proyecto educativo, institucional, empresarial o político que no lleve por justificación una filosofía que traza el perfil de lo se quiere y de cómo conseguirlo. Una filosofía que señala los límites de lo que se puede y las restricciones a tener en cuenta para no incurrir en arbitrariedades o en acciones que desdigan de los propósitos. 

En estos casos la filosofía interviene para señalar los grandes y perentorios asuntos que atañen con el desarrollo libre y sin condicionamientos del individuo.
Lo clave está en observar que todo enunciado que se haga en términos filosóficos de por sí es problemático. 

La expresión “desarrollo libre y sin condicionamientos” plantea cuestiones de fondo sólo abordables desde la filosofía y respecto a las cuales debe hacer claridad sobre la naturaleza, el uso de esos conceptos y el significado que les damos. ¿En qué consiste el desarrollo libre del individuo? O de forma tradicional ¿está dotado el hombre de libre albedrío? Así, en cuanto a niveles de reflexión, se comprende mejor el papel de la filosofía. No basta con atribuirle a alguien un valor determinado —por ejemplo, la libertad— o hacer una declaración de intenciones en relación con ese valor.

Se trata de apuntalar mejor la cuestión y de dilucidar de qué se trata. Por ser un ejercicio racional y de compresión conceptual, que conlleva una crítica de las formas en que se puede incurrir en error, esta actividad de dilucidación no es cualquier cosa. 

Y porque en el caso de la libertad, que no se queda meramente en lo abstracto de una definición sino que tiene consideraciones prácticas, es de observar el llamado de Espinoza, que resume la calidad del problema, al decir: “Los hombres luchan por la servidumbre como si se tratara de la libertad”.


Una advertencia de ese tipo ha de estar asistida de una reflexión muy profunda del ser del hombre y de todas aquellas pasiones que afectan su condición, por lo que la filosofía además de dar claridad sobre las cuestiones, ayuda también a elegir el camino.

Revaluemos Nuestros “Valores”


Nos han vendido la sociedad del éxito, de la competencia, de la idealización del liderazgo con sus objetivos, resultados y rendimiento, pero lo que estamos sufriendo es la sociedad del cansancio. Nadie explica la real dimensión de la gestión del poder, ni las “cualidades” indiscutibles que se necesitan para alcanzarlo. 

Desde la escuela se nos enseña que tenemos que estudiar para “aprobar”, prepararnos para moldear nuestro carácter y personalidad a fin de asumir e interiorizar nuestra esclavitud al servicio del actual sistema. 

El mismo cuento de siempre; la sociedad necesita líderes “competitivos” y “mesiánicos” que dirijan nuestros pensamientos y a poder ser nuestros actos. Por el contrario saben, que enseñar la conciencia y la práctica de la libertad puede ser un ejercicio peligroso y poco dado a la subordinación.

El filósofo coreano Byung-Chul Han, afincado en Berlín describe la situación actual de la siguiente forma: “El hombre contemporáneo ya no sufre de ataques virales procedentes del exterior; se corroe a sí mismo entregado a la búsqueda del éxito. Un recorrido narcisista hacia la nada que lo agota y lo aboca a la depresión". 

Desde el primer momento se nos condena a una carrera sin fin y en solitario, donde la única recompensa (con suerte) es pagar las facturas. El hombre y la mujer de hoy se han visto finalmente abocados al sometimiento. 

En realidad ya no existen alternativas. Si quieres formar parte del circo, debes pagar el peaje.

¿Qué hace que la impostura de la sumisión sea tan bien considerada? ¿Por qué no analizamos el éxito y lo que representa? ¿Vale la pena todo ese esfuerzo sólo por conseguir una buena imagen y ver tu nombre en unos titulares? ¿Son en algún momento conscientes de su propia ficción?

El error no es conocer gente. Hoy no somos nadie sin contactos. El error es forzarlos de una forma poco espontánea y buscarlos sólo con la intención de que nos sirvan para medrar.  Pues a esta clase de personas, - que aparecen en cualquier entorno social- el poder acaba por hacerles perder el criterio. 

Sin duda, son el paradigma de la expresión: “El soldado menos inteligente obedece mejor.”

El escritor Byung-Chul Han subraya: “El narcisismo te hace perder la distancia hacia el otro. Dejamos de percibir su mirada. Frente al enemigo exterior se pueden buscar anticuerpos, pero no cabe el uso de anticuerpos contra nosotros mismos. 

Y es que este modelo de poder controlador, patriarcal, autoritario, competitivo, ciego de envidia y miedo de perder visibilidad y reconocimiento, no sólo se alimenta de quienes lo ponen en práctica, sino de quienes con su silencio y complicidad, en su posición de esclavitud, avalan su existencia."


Formamos parte de un sistema político, económico y social, enemigo de la equidad y la justicia. El neocapitalismo ha ganado la batalla enmascarado de democracia formal, pero torticera, desmemoriada y quebradiza. 

Ocurra lo que ocurra, debemos tomar conciencia de qué queremos ser. Y que nos está pasando.  ¿Existimos con el único fin de producir al servicio del sistema? ¿A qué precio?