sábado, 14 de julio de 2018

Falacias

Desde tiempos de Aristóteles se había estudiado el tema de las falacias, es decir, de los engaños en los que se propone un argumento que parece correcto pero que en realidad engaña a las personas y les lleva a ciertas conclusiones infundadas.

En ellas no necesariamente se parte de premisas falsas o se propone una conclusión falsa, pues su característica principal consiste en la forma incorrecta de razonar. En una falacia se quiere hacer pasar por verdadero algo sin realmente probarlo. En efecto, puede aparentemente demostrarse una cierta conclusión de forma incorrecta, independientemente de que la conclusión sea verdadera o falsa. 

Por ejemplo, se nos dice o hace creer que un determinado efecto es debido a cierta causa por el simple hecho de que primero se dio la presunta causa y luego el supuesto efecto: ya que fulano hizo el baile de la lluvia y después llovió, la causa de la lluvia es el baile.

En otro caso puede ser que la conclusión sea verdad, por ejemplo si alguien se come un antojito callejero y después se enferma del estómago; aquí puede ser que el antojito sea la causa, pero no es suficiente que se lo haya comido primero para saber si de veras es la causa del malestar.

Existen varios tipos de falacias y se suelen usar a menudo en el mundo y en la cultura en que vivimos. Diariamente se recurre a las falacias en la publicidad de los productos que nos ofrece el mercado y se nos bombardea con falacias para hacernos comprar lo que los comerciantes desean.

Al menos creo que existe una cierta conciencia entre la gente de que ciertos vendedores suelen "enredar" a los posibles clientes. Mucho más serio es el problema del uso de las falacias en el campo social y político. Esto se agudiza en los tiempos de las campañas, porque los candidatos y sus partidos tratan de ganar a como dé lugar el voto de los ciudadanos y cómo "en la guerra y el amor todo se vale" emplean todos los medios, incluso el de hacer pasar por correctos razonamientos erróneos que llevan a las conclusiones que les favorecen en orden a la adquisición del poder.

Lo anterior nos conduce, por una parte, a la necesidad de que los ciudadanos seamos capaces de evaluar con lógica los argumentos que se nos proponen y ello significa que mientras mejor educación tenga la población mejor serán las posibilidades de una adecuada valoración de tales argumentos. Por otro lado, puede verse también la grave responsabilidad ética de actores, quienes deben sentirse obligados a presentar en forma correcta y verdadera cuanto proponen a la ciudadanía.

En ellas no necesariamente se parte de premisas falsas o se propone una conclusión falsa, pues su característica principal consiste en la forma incorrecta de razonar. En una falacia se quiere hacer pasar por verdadero algo sin realmente probarlo.



El Ser Responsable


De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española de la lengua la responsabilidad es “la capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”.

El ejercicio de la responsabilidad individual depende de cada uno. En principio, en un contexto de libertad, y desde la perspectiva de una persona sana, es decir, libre de trastornos psicológicos graves,  todos podemos elegir libremente qué hacer con nuestra vida, hacia dónde dirigirnos, con quienes queremos estar, qué queremos ser. Podemos incluso decidir no tomar ninguna decisión acerca de nuestra vida.

La consecución de nuestros objetivos y de nuestras metas depende de muy diversos factores, pero el principal de todos ellos es ser conscientes de la responsabilidad que tenemos sobre nuestras propias vidas, sobre nuestro bienestar y sobre nuestra felicidad personal.

Ser responsable supone decidir acerca de cuáles son las acciones más adecuadas para conseguir nuestros objetivos, significa ser proactivos, tomar la iniciativa. La responsabilidad conlleva tomar conciencia acerca del nivel de atención que prestamos a nuestro trabajo, a nuestras actividades y tareas cotidianas, así como a las relaciones que mantenemos con las personas que se encuentran en nuestro entorno, ya sea personal o profesional.

Ser responsables significa asumir las consecuencias de las decisiones que tomamos, por tanto, significa excluir de toda culpa a las circunstancias o personas que nos rodean. Expresiones como “ella/él me está volviendo loca/o”, “esta persona me saca de quicio”, “todo lo que me pasa es por su culpa”, “esta situación es injusta”, son expresiones que ponen de manifiesto nuestra falta de responsabilidad.

Ser responsables supone también decidir cómo jerarquizamos nuestro tiempo, como disponemos de nuestra energía, a quiénes le dedicamos ese tiempo y esa energía. Asimismo, ser responsable afecta a la calidad de nuestra comunicación con los demás. En el ejercicio de nuestra responsabilidad somos nosotros los que nos cercioramos de que las personas han entendido el mensaje que transmitimos, y de que también hemos entendido lo que otros pretenden comunicarnos, por tanto, somos responsables de la forma y de la claridad con que expresamos nuestras ideas e interpretamos las de los demás.

La responsabilidad supone aceptar de forma incondicional que nuestra felicidad depende sólo y exclusivamente de nosotros. Esto exige un alto grado de madurez personal. Significa que no vamos a hacer depender nuestra felicidad del hecho de que otros nos quieran o no, cumplan nuestros deseos o no, actúen de la forma que creemos más oportuna o no, o nos presten o no la atención que consideramos nos merecemos.


La Evasión A Otros Mundos O A Otras Vidas

Metafísica

Cada uno de nosotros, de alguna manera, aparte de nuestras creencias, de lo que sepamos o de lo que creamos saber, nos enfrentamos a una forma de lucha interna, de encuentro entre entidades antagónicas.

Por un lado nos sentimos espirituales, nos parece que somos algo que está completamente fuera de este mundo, como de visita, que solamente tendríamos que vivir para la música, para la poesía… Hay en nosotros, sin embargo, una parte biológica, animal, terrestre, que nos impulsa a vivir en el aquí, en el ahora, a saciar nuestros apetitos de la manera más rápida posible, y a sentir una perpetua angustia ante el panorama de una muerte más o menos cercana.

Es evidente que esas tendencias dependen de la cultura, del estudio, de lo que hayamos meditado sobre el tema, de que estemos más o menos liberados de antagonismos; pero por lo general a todos nos afecta la presencia de la muerte en los seres queridos o la posibilidad de la propia. Aunque en teoría hayamos superado ese temor a la muerte, es obvio que este -lo que llaman algunos filósofos europeos el “estado agónico perpetuo del hombre”- es propio del ser humano, pues aparentemente ningún otro ser viviente tiene ese aspecto agónico en su psicología.

Los animales no temen demasiado a la muerte e incluso, en apariencia y hasta donde se ha llegado a estudiar, no registran su vejez; para ellos la vejez no es sinónimo de caída hacia la muerte, la vida es siempre igual. Vamos a establecer unas posiciones básicas, que a lo largo de todo su desarrollo ha sostenido la Humanidad sobre estos aspectos de la vida y de la muerte. 

La posición de la Reencarnación.
Todos los pueblos antiguos, clásicos, y todas las religiones en sus orígenes sostuvieron la teoría de la reencarnación. Incluso la religión cristiana hasta el siglo V -durante el cual se produjeron cismas a causa de ello- aceptaba esta teoría. Dentro de la religión hebrea ha habido siempre dos corrientes muy fuertes: una interior, que desarrolla la Cábala y una exterior, completamente exotérica, que llegaba hasta a negar la inmortalidad del alma de la mujer que no había tenido un hijo varón. Esas corrientes se van a mezclar hasta que, pasado el siglo III, se va a decretar, dentro del cristianismo oficial, la completa negación de la existencia de la Reencarnación.

"Aquí yace un libro viejo y gastado. Que promete volver en una edición renovada, corregida y aumentada". -Emerson-
Pero todos los pueblos antiguos, los sumerios, americanos, egipcios, hindúes, chinos o japoneses creyeron en la reencarnación, con diversas variantes. Grandes personalidades enseñaron directamente la Teoría de la Reencarnación: Pitágoras, Platón, Aristóteles, Confucio, Lao Tsé, Buda y muchos otros. Y entre los modernos encontramos a Nietzsche, Schopenhauer y otros filósofos que también reafirmaron esta vieja teoría.

Es obvio que las sociedades primitivas -o por los menos las que nosotros consideramos primitivas o primeras-, creyeron en la Teoría de la Transmigración de las Almas, es decir, que estas volvían a nacer. De ahí surgieron todas aquellas complejas teorías que hoy, en Occidente, simplificamos un poco: entre los hindúes, la teoría del Karma o de la acción y la reacción; la teoría del Dharma, ley que nos rige a todos, y la teoría del Sadhana o camino que tendríamos que recorrer inexorablemente. Para los antiguos, el ser humano era un ser inmortal, un dios encarnado, emparentado de alguna manera con los dioses.

Os puedo dar ejemplos simples al alcance de la mano, como las obras de Homero: “La Ilíada” y “La Odisea”. En el combate básico, en el tema de la Guerra de Troya, de la toma de la ciudad de Ilion, no solamente existe el combate humano, sino también de los dioses mezclados con los seres humanos. 

Recordemos que Julio César se decía descendiente de Venus-Afrodita.
Ellos creían que, de alguna manera, los dioses se ponían en contacto con los hombres materializándose. 

Es obvio que han existido seres extraordinarios que motivaron un reverdecer de las viejas teorías sobre la reencarnación. En varios libros sagrados, desde el “Bhagavad Gîtâ” hasta los libros antiguos de los griegos, aparecen seres sometidos a pruebas para constatar si son la reencarnación de otros antiguos… 

Otra teoría podríamos llamarla “Teoría Religiosa”; digo religiosa en cuanto a religión externa, exotérica, tal y como las encontramos hoy nosotros en Occidente: la cristiana, la musulmana, la hebrea, etc.

Estas Religiones, en la actualidad, niegan la reencarnación; afirman que el alma es inmortal y nace con el cuerpo: una vez que deja el cuerpo, sigue y se proyecta hacia Dios o se dirige al Paraíso de Adán, o al de las huríes que la esperan, o se encamina a algún otro lugar, pero ha sido creada con el cuerpo. Afirman que habría una creación infinita de almas y todas ellas, según algunas posturas, se volverían a encontrar, incluso corpóreas, en el Juicio Final.

Y por último, la postura muy en boga en los últimos cien años aproximadamente, es la materialista, que tiene varias sub-versiones. No todos piensan exactamente igual, pero más o menos coinciden en afirmar que si existe un alma -o si es que hay algo a lo que podemos llamar alma- nacería con el cuerpo mismo. En verdad, hay más gente que cree en la Reencarnación que gente que no cree en ella. 

Lo que pasa es que, con nuestro “chauvinismo”, los occidentales pensamos que los "reencarnacioncistas" son muy pocos, pero la verdad es que son muchos millones.

De una manera u otra, toda esa gente trae a Occidente esta vieja, antiquísima y ancestral teoría, y Occidente se va impregnando de ella, del "volvemos a vivir". 

Sin embargo, en Occidente, ya desde el siglo XIX, aparecen varios movimientos y sociedades que tratan el tema de la reencarnación. Si uno ve que todas las cosas son cíclicas, que después del día viene la noche; que la Primavera, el Verano, el Otoño y el Invierno se suceden, puede llegar a la conclusión filosófica de que la vida también es de naturaleza cíclica, que después de la vida viene la muerte, y después de esta, nuevamente la vida, y así infinidad de veces.

Esto, que para mí es una realidad, para otra persona es pura subjetividad. Así, lo que es una realidad para el religioso, para el que no participa de su religión, de su fe, es una subjetividad. Y es imposible tratar de transformar una cosa en otra. Fuente: Extraído de la conferencia
“La Vida después de la Muerte”, por Delia Steinberg Guzmán.

KHALIL GIBRAN "Vine a decir una palabra y la he de decir ahora. Y si la muerte se opone, será pronunciada por el Mañana, porque el Mañana nunca deja un secreto en el libro de la Eternidad. Vine a vivir en la gloria del Amor y a la luz de la Belleza, reflejos de Dios. Aquí estoy, vivo, y no he de ser destronado del dominio de la vida, porque a través de mi palabra viviente viviré en la muerte..."
CREDO. León Felipe "Aquí estoy... en este mundo todavía... Viejo y cansado, esperando a que me llamen... Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita y condenada, y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro y me ha dicho severo: 'No, no es la hora todavía... hay que esperar...' Y aquí estoy esperando... Con el mismo traje viejo de ayer, haciendo recuentos y memoria, haciendo examen de conciencia, escudriñando agudamente mi vida...
¡Qué desastre!... ¡Ni un talento!... Todo lo perdí. Sólo mis ojos saben aún llorar. 

Esto es lo que me queda... Y mi esperanza se levanta para decir acongojada: Otra vez lo haré mejor, Señor, Porque... ¿no es cierto que volvemos a nacer? ¿No es cierto que de alguna manera volvamos a nacer? Creo que Dios nos da siempre otra vida, otras vidas nuevas, otros cuerpos con otras herramientas, con otros instrumentos... Otras cajas sonoras donde el alma inmortal y viajera se mueva mejor para ir corrigiendo lentamente, muy lentamente, a través de los siglos, nuestros viejos pecados, nuestros tercos pecados... Para ir eliminando poco a poco el veneno original de nuestra sangre que viene de muy lejos. 

Corre el tiempo y lo derrumba todo, lo transforma todo. Sin embargo pasan los siglos y el alma está, en otro sitio... ¡Pero está! Creo que tenemos muchas vidas..."

   

El Eterno Querer Ser

Filosofía
El Eterno Querer Ser
La primera fuerza o necesidad que el hombre experimenta ya desde su adolescencia, es la de encontrar un sentido a su propia vida. 

La voluntad de placer, de gozar de la vida, no es la fuerza fundamental del hombre, no es la que puede explicar toda la historia de la humanidad y de cada hombre en particular. Tampoco la voluntad de afirmarse y de ser alguien en la sociedad es la última y más importante tendencia del hombre.

Lo que en realidad el hombre más necesita es encontrar un sentido a su existencia, ubicarse en el mundo del porque y saber si todo tiene un sentido, o en cambio es solo una promesa que nunca se realizara.

El hombre es capaz de vivir e incluso morir por sus ideales y principios, pero no puede inventar el mismo estos ideales. No podemos como nos propones Sartre, inventar nosotros el sentido de nuestra vida. Podemos descubrirlo, no inventarlo.

La vida del hombre no es, pues, un estado de satisfacción, sino una tensión, un conflicto, una lucha para descubrir una solución al problema fundamental.

El hombre es esencialmente esta tensión entre el tedio y el deseo. Experimentar el vacío la pérdida del sentido de la vida es lo que constituye la angustia existencial del hombre.

A veces, el hombre quiere huir de esta realidad y compensarla con el dinero, con el sexo, la droga, el poder, la actividad frenética.

Pero la pregunta existencial: "Vale la pena todo esto ? ", vuelve a inquietar siempre al hombre. Vale la pena encarar este tema y buscar las pistas de solución.

El hombre quiere realizarse según su proyecto, pero muchas veces esto no es posible. Cuantos seres humanos no alcanzaron siquiera un minuto de realización.

Cuáles son las condiciones que se precisan para llevar a cabo nuestros proyectos.
Siempre, hasta el hombre más afortunado, queda insatisfecho de lo que es y de lo que hace. Dos soluciones parecen abrirse al hombre insatisfecho: o apagar sus deseos y quedarse tranquilo con lo que tiene, cortar su deseo de plenitud y de infinito y vegetar, vivir o morir, o buscar más allá del tiempo la realización de su ser.

La primera tentativa no tiene posibilidad de éxito. El hombre siempre espera algo más de lo que tiene, tiende hacia le felicidad que nunca puede encontrar mientras viva. La muerte inexorable acabaría con toda felicidad.

La segunda tentativa es la que abre al hombre al hombre al ser absoluto, a un sentido último de la existencia.

Que podemos esperar
La esperanza podría ser una ilusión, un engaño, una incapacidad para aceptar la realidad de la vida, así como es, una inconsciente cobardía a aceptar la muerte.

El hombre es un ser finito, contingente, limitado y si se crea ilusiones de plenitud y de felicidad imposibles, él y solo él es el responsable de las inevitables desilusiones.

Queremos en cambio, demostrar, partiendo de la estructura del hombre mismo, que la esperanza que la inquieta nos es un residuo de la infancia, ni de ninguna manera de signo de madurez o cobardía, sino que se revela la misma naturaleza del hombre. 

Las cosas materiales y las personas que el hombre experimenta a lo largo de toda su vida no cubren la inmensidad del ser. Siempre podemos pensar en nuevos mundos, en realidades más grandes de las que conocemos.

Detrás del intelecto que tiene un horizonte infinito esta la voluntad como tendencia hacia el bien conocido, hacia el ser manifestado por el intelecto. 
Si el intelecto tiene una apertura infinita, también la voluntad tiene un deseo infinito.

Querer que el hombre se conforme con lo temporal y presente, limitado, es como matar al hombre, cortarle la tensión natural hacia el bien infinito.



Decisiones


Todos nos sentimos atormentados en algún momento por alguna decisión a tomar: seguir en una relación o no, renunciar al trabajo, casarse, tener un hijo, etc.

En otras ocasiones, sabemos lo que tenemos que hacer (dejar de tomar, salir más a menudo y conocer gente, comer más saludable, establecer relaciones más íntimas) pero no nos decidimos, es decir, no nos comprometemos a nosotros mismos a hacerlo. 

A veces nos damos cuenta que nuestra forma de ser nos está perjudicando (dejamos las cosas para después o trabajamos demasiado, somos poco cariñosos o demasiado exigentes) pero no sabemos cómo hacer el cambio.

Esta lucha interna e indecisión es dolorosa y extenuante. Lo peor es que retrasa nuestro crecimiento y nos paraliza. La decisión que dejamos para después, siempre regresa a mordernos, de una forma u otra.

Tomar decisiones puede ser doloroso porque estamos renunciando a todo lo demás, y a veces esto ya no regresa. Aunque parezca precipitado decirlo, mientras más limitadas tenemos las opciones, más nos acercamos al final de nuestra vida. 

Nadie quiere acercarse al final de la existencia, por eso, a veces inconscientemente evitamos decidirnos. Cuando tenemos 18 años tenemos un mundo de posibilidades y opciones, al llegar a los 60 años tenemos menos decisiones cruciales que tomar. Hay quienes evitan tomar decisiones para aferrarse a la ilusión que las posibilidades siguen siendo ilimitadas. No queremos renunciar a ese mundo de opciones. Tomar una decisión siempre implica un coste de oportunidad.

Aristóteles daba el ejemplo de un perro hambriento al que se le presentaban dos platos de comida igualmente exquisitos, sin poder decidirse, sigue hambriento y “muriéndose de hambre”.


Se nos hace tan difícil decidir porque a nivel inconsciente nos negamos a aceptar las implicaciones de renunciar. Si lo vemos de esa forma, en nuestra vida vamos de una renuncia a otra, renunciamos a todas las demás parejas, renunciamos a todos los otros trabajos, renunciamos a todos los otros lugares de vacaciones cada vez que decidimos.

viernes, 13 de julio de 2018

Descripción De Vanidad


A continuación, te mencionamos cuáles son los principales rasgos de las personas vanidosas y soberbias:

Las personas vanidosas, puesto que vienen marcadas por cierto narcisismo (y el narcisismo no es más que la creencia de estar en lo cierto por el simple hecho de ser quien se es), suelen creer que tienen razón en todas las discusiones que tienen.

Es por ello que, con frecuencia, las personas soberbias y vanidosas tratan de argumentar y defender sus puntos de vista mediante falacias de autoridad… 

¡Poniéndose a sí mismos como autoridad!

La vanidad y la soberbia están directamente relacionadas con la opinión que los demás tienen, por lo que el feedback que un vanidoso recibe de las demás personas es algo fundamental para su autoestima.

Sin embargo, al mismo tiempo, tratan de aparentar indiferencia ante lo que opinan los demás, y esto lo hacen por dos razones: La primera, que sabe que la naturalidad se valora positivamente; la segunda, que interés por lo que opinan los demás implicaría debilidad.

Puesto que tratan de fingir una versión idealizada de ellos mismos, es difícil comunicarse con ellos sin que surjan fricciones. Cualquier pequeño detalle puede provocar un enfado monumental, por discutir algo que, para ellos, es fundamental en su disfraz.

Por ejemplo, si no se les presta la suficiente atención en un grupo, inconscientemente, el vanidoso buscará alguna razón para enfrentarse con alguna persona del grupo y, de esta forma, conseguir atención.

La mayoría de personas soberbias y vanidosas se expresan de una forma completamente teatral. Es decir, cuando hablan, gesticulan de una forma que casi parece sacada del mundo de las artes escénicas.

Esto lo hacen para captar la atención del otro, porque una persona vanidosa y soberbia, como ya has podido ver hasta ahora, es una persona que necesita constantemente de la atención y de la validación de los demás.

La vanidad tiene cierta relación con el narcisismo, y el narcisismo tiene cierta relación con la psicopatía (puesto que se considera que el único importante es uno mismo y los demás están cosificados, como si fueran objetos para satisfacción propia).

Esto, evidentemente, no tiene por qué significar que tu amigo el vanidoso sea un asesino en serie. Tranquilo. Sin embargo, sí es posible que tenga algún rasgo psicopático y tienda a tratar a los demás para su propio beneficio, sin interesarse por ellos como personas.



Mediocridad



Los mediocres son solo seres que insultan a la inteligencia, no valoran ni su misma existencia, peor aún el perfume de una rosa,

Creen que su ignorancia es digna de exhibirla, pobres tontos no saben que es una afrenta para quienes no son igual a ellos;
Todo el encanto que hacen durante horas, lo rompen en un solo segundo, y a pesar d ofender a quienes los rodean, se sienten grandes,
La vergüenza no se hizo para ellos, Son personas sin ideales, el arte lo convierten en su oficio, la ciencia en su comercio, de la virtud una empresa.
No saben ni valoran lo grandes y ricos que son, se conforman con el mero hecho de tenerlo, más no de aprovecharlo, claro, su herencia es eso,
Ser conformistas, más no progresistas e idealistas, pobres mediocres.