“La
opinión en los seres humanos, dijo alguien, es como ciertos órganos de nuestra
humanidad: cada uno tiene el suyo y lo utiliza como a bien tenga.
Que la utilización que le dé coincida con la que le den otros,
pues enhorabuena; y si no, mejor todavía, pues opinar es un oficio, es un arte
y casi siempre las artes son dominio de minorías.”
En
este maravilloso “mundo latino”, donde estamos insertos, es muy de nosotros la
costumbre, diría, ancestralmente arraigada, de opinar, de dar nuestro parecer
sobre los acontecimientos que diariamente por la divulgación de “las redes
sociales” se nos “estrellan en nuestro muro” que si bien no podemos decir que
sea “nuestro muro particular de las lamentaciones” suele tener el espacio
suficiente como para que en el quepan “todos los sentires y pesares”
En nuestro
acervo campero, figuran innúmeros registros de los dichos u opiniones del
gaucho payador, que acompañado por el sonido característico de su guitarra se
arrimaba a los fogones criollos para divulgar “sus sentires” a toda una
audiencia deseosa de escucharle.
Algunas
de estas estrofas, inmortalizadas por poetas de la talla de un Atahualpa
Yupanqui, nos decían lo siguiente: (traducción libre adaptada a la comprensión y
costumbres de todos los hispanohablantes)
“Con
su permiso, voy a entrar aunque no me hayan invitado, pero en mi tierra un
asado no es de nadie y es de todos.
Yo
voy a expresarme a mi modo, después que haya “churrasqueado” (comer la carne
asada)…
…
Cuando uno como Fierro (Martín) por ahí se larga a opinar, el pobre se va
acercando con sus orejas alertas y el rico busca la puerta y se aleja
reculando.”
De
manera que esa manía que algunos tenemos de divulgar “a los cuatro vientos” nuestra opinión acerca
de lo que percibimos que está sucediendo a nuestro alrededor, que como vimos se
dice que es un arte, quizás nos haga parecer cual si fuésemos “agoreros” de
alguna calamidad pero en realidad nos asemeja a esas aves que desde lo alto de
alguna rama emite sus sonidos de alerta para mantenernos pendientes de las
posibles acechanzas en nuestro entorno.
Tal
es nuestra naturaleza.
Hugo
W. Arostegui
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