Cuando era apenas un muchacho debido
al tono grave de mi voz solía cantar esta canción acompañado con mi guitarra,
queda claro que mis únicos oyentes, los que no tenían otra opción que
constituirse en mi audiencia, no eran otros que mi otro yo y mi entrañable
amiga soledad.
Lo cierto es que esta canción siempre
me ha acompañado y para consuelo y merecido descanso auditivo de quienes
pudiesen estar situados en el radio de acción de mis preferencias sonoras
siempre tuve el buen sentido de recurrir a muy buenos intérpretes del folclore nativo para que pudiésemos deleitarnos con el grabado de sus canciones.
Uno de estos inolvidables autores,
Alfredo Zitarrosa, acompañado de sus guitarristas de reconocido nivel
interpretativo nos expresaban en su particular prosa, lo siguiente:
Doña Soledad
Mire doña soledad, póngase un poco a
pensar
Doña soledad, cuántas personas habrá
que la conozcan de verdad
Yo la vi en el almacén, peleando por
un vintén
Doña soledad, y otros dicen haga el bien,
háganlo sin mirar a quién.
Cuantos vintenes tendrá sin la
generosidad
Doña soledad, con los que pueda
comprar el pan y el vino nada más.
La carne y la sangre son de propiedad
del patrón
Doña soledad, cuando Cristo dijo no
usted sabe bien lo que pasó.
Mire doña soledad, yo le converso de
más
Doña soledad, y usted para conversar
hubiera querido estudiar.
Cierto que quiso querer, pero no pudo
poder
Doña soledad, porque antes de ser
mujer ya tuvo que ir a trabajar.
Mire doña soledad, póngase un poco a
pensar
Doña soledad, que es lo que quieren
decir con eso de la libertad.
Usted se puede morir, eso es cuestión
de salud
Pero no quiera saber lo que cuesta un
ataúd.
Doña soledad hay que trabajar, pero
hay que pensar
No se vaya a morir, la van a enterrar
doña soledad
Hay que trabajar, pero hay que
pensar, doña soledad.
Esta canción dicha en la forma en que
este gran autor la expresaba nos llegaba a nuestros oídos con la solemnidad de
un himno nacional como una clarinada dirigida a nuestras conciencias, hay que
pensar, Doña Soledad, hay que pensar.
Hugo W. Arostegui
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