En la dieta de intercambio de información, que
diariamente consumimos con nuestros amigos virtuales, resulta un elemento vital
e imprescindible la calidad de los ingredientes que compartimos, cuando notamos
“cierto desequilibrio” entre lo que difundimos y las consabidas respuestas que
éstas reciben, cuando la calidad de este intercambio va en detrimento de nuestras
aspiraciones, entonces decimos que se ha faltado a la reciprocidad.
Este es un elemento nuevo que comienza a notarse en
los contactos que mantenemos con aquellos que acceden a nuestras redes y que no
logran colmar nuestras expectativas de alcanzar un intercambio acorde con “el
grado de civilidad y madurez intelectual” al cual aspiramos y pretendemos
merecer en contrapartida, esta es una de las circunstancias más reiterativas que
nos explican el alto grado de rotación de nuestra plantilla de “nuevos amigos”.
He aquí algunos detalles que pueden resultar de
gran utilidad en nuestra consideración:
“Dentro del campo de la Psicología, también se
estudia a fondo la reciprocidad y es que en base a ella se establecen una serie
de relaciones e interacciones sociales y personales. Así, por ejemplo, aquella
ciencia coincide en subrayar que cualquier persona es más afectuosa y le tiene
más cariño a aquella otra que le ha demostrado su amor y simpatía.
Esa misma regla lleva a que tengamos tendencia a
contarle aspectos de nuestra vida más íntima a quienes también nos han hecho
alguna confesión personal que a los que no.
Y eso también supone que en cualquier negociación comercial, se tienda a ceder ante quienes previamente también lo han hecho.
Y eso también supone que en cualquier negociación comercial, se tienda a ceder ante quienes previamente también lo han hecho.
El concepto también se usa para hacer mención a lo
que va y viene o que tiene ida y vuelta. En ese sentido,
puede hablarse de la reciprocidad de voces (en
el caso de un debate).
Dentro del ámbito de la ética, existe un elemento
fundamental que hace uso del término que ahora nos ocupa. Nos estamos
refiriendo a la llamada Ética de la Reciprocidad, que tiene ya su origen en la
Antigua Grecia y concretamente en figuras tales como el filósofo Epicuro.
Esta teoría lo que viene a establecer es que,
para poder conseguir la felicidad de la generalidad, se hace necesario el tener
que minimizar los daños que se puedan causar.
De la misma manera, también viene
a significar que “no hagas a los demás, lo que no deseas que te hagan a ti”.
Así, esta citada Ética de la Reciprocidad se
convirtió en base fundamental de determinadas etapas y movimientos a lo largo
de la Historia. Un claro ejemplo de ello fue la Revolución Francesa y las
reformas que surgieron a partir de la misma en el país.
Hugo W Arostegui
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