miércoles, 23 de mayo de 2018

La Vida


Deberíamos entender, que estamos en una situación de vida, más que de muerte.
Y lo deberías comprender, para que de una vez,
se te borre esa mala sensación de presentir la muerte.

La vida transcurre y la muerte ocurre,
por eso es que deberíamos otorgarle más ventaja a lo que nuestra propuesta es: vivir.

Acabar por entender que si de alguna forma nos procuramos vivir dentro de esta existencia, hay que hacerlo, hay que saber hacerlo, hay que querer hacerlo, querer vivir.

Y que por supuesto eso conlleva, a su vez, una forma de muerte.

¿Pasarías entonces toda tu vida proyectándote el temor de lo que la muerte es?
¡Y hay quien lo hace!

Todo lo que planea, lo que hace, lo que piensa, lo que quiere, es porque sabe, mal-sabe, que algún día debe morir.

¿No sería más sencillo establecer una forma de vida menos penosa, más optimista, más consciente?

Y te hablo porque sé que por sobre todas las cosas, le temes a morir.

Y eso estaría bien si también le temes a tu forma de vivir.

Y si le temes a tu forma de vivir, es que te temes a ti. Temes.
Pregúntate ahora, donde estás, siendo quién eres,

si te sientes bien viviendo, o por el contrario, estás temiendo que puedas morir.
Y no es lo que prefieras, es lo que es.

Las preguntas que seguirían serían tan superficiales o tan profundas como te las plantees: ¿Cómo estoy viviendo? ¿Qué estoy haciendo mientras vivo?
¿Qué estoy entendiendo que la vida es? ¿Soy acaso la resultante de mis formas de vida? ¿Estaré viviendo? ¿Sé vivir?

Y hay quien cree que vivir es esta pretendida vitalidad, que te permite hacer cualquier cosa. El punto es, ¿qué son esas cosas?
Y podríamos agregarle: ¿Con quién estoy haciendo qué? ¿Quién está ahí, junto a mí, allí, allá?

A los que distingues, a los que crees conocer, a los que has integrado a tu forma de vida, a los que has dejado estar en tu vida, a los que les has pedido estar en sus vidas.
Y a lo mejor son muchos o pocos, pero son, están.
Y tal vez estarán incluso cuando ya no estés.

Tienes que considerar de forma definitiva, muy consciente, lo que te estás permitiendo hacer en esta vida, hasta que mueras,
hasta que sientas que mueres.

Y si algo sabes, sabrás que no,que todo sigue ahí,
quizá no tan igual.
¿Sabes por qué te cuento todo esto?

Porque si no guardas un principio de amor, nada de esto sirve.
Ningún acto, ninguna acción, ningún gesto.

Servirá para otras cosas, porque otras cosas también hay, muchas.

Y porque estás aquí, porque estás en mí, porque estamos trabajando,
porque queremos Ser, es mi deber.


Om Namaha Shivaya

Encontrando

Siempre vas rodando en la vida
y te ves tan decidida
a buscar la luz que hay en todo
a cambiar el mundo a tu modo

sé muy bien que eres valiente
y luchas por lo que sientes
una canción siempre va contigo
para abrir nuevos caminos

vas a crecer, vas a despertar
a descubrir para deslumbrar
en busca de tus sueños
tienes el valor y vas a volar

vas a sentir, vas a encontrar
vas a vivir para demostrar
que eres tan valiente
todo lo que quieras lo podrás alcanzar

Oh, oh, oh
Oh, oh, oh
Oh, oh, oh

todo lo que quieras lo podrás alcanzar

porque estas siempre en tu mundo
eres quien decide su rumbo
solo es ver las cosas más simples
para ti no hay nada imposible

se muy bien que es este el momento
ser feliz sin formas ni tiempos
lograras solo que intentes
porque en ti esta ser valiente

vas a crecer, vas a despertar
a descubrir para deslumbrar
en busca de tus sueños
tienes el valor y vas a volar


vas a sentir, vas a encontrar
vas a vivir para demostrar
que eres tan valiente
todo lo que quieras lo podrás alcanzar

Oh, oh, oh
Oh, oh, oh
Oh, oh, oh

conozco bien el valor que hay en ti
y lo que intentes podrás
lograrlo, siempre

Esta canción va siempre contigo
Va va va abriendo caminos
Este es el momento de ser lo que siente
De formas y tiempos porque eres valiente

conozco bien el valor que hay en ti
y lo que intentes podrás
lograrlo, siempre
vas a crecer, vas a despertar

A descubrir para deslumbrar
en busca de tus sueños
tienes el valor y vas a volar
vas a sentir, vas a encontrar
vas a vivir para demostrar
que eres tan valiente
todo lo que quieras lo podrás alcanzar

Letra enviada por Ana Luísa


La Vida Consciente


El desarrollo personal está de moda y la palabra conciencia es una de esas que se utilizan sin parar. Escuchamos cosas como: “Tienes que elevar tu conciencia“, “aprende a vivir más conscientemente“, “una conciencia clara es necesaria para avanzar en la vida“.

Estas frases quedan muy bonitas pero son poco precisas. ¿Qué significa, de forma práctica, elevar la conciencia o vivir más conscientemente? ¿Por qué es necesario? ¿Cuál es el camino para llegar a eso?

El primer autor a quien he leído expresar con palabras sencillas qué es esto de “vivir conscientemente” ha sido Nathaniel Branden en su libro “Cómo mejorar su autoestima”. En dicho libro, el Sr. Branden pone abundantes ejemplos de cómo la conciencia facilita o dificulta la vida de las personas, y por eso su idea resulta fácil de entender.

En este artículo he querido hacer lo mismo, por eso voy a tratar este tema fascinante de vivir con más conciencia a través de experiencias cotidianas en las que la mayoría nos podremos reconocer.

Mi intención final es que tomes conciencia (nunca mejor dicho) de que vivir con los ojos bien abiertos es la mejor opción posible.

¿Empezamos el recorrido?
 Una definición rápida de conciencia
Para mí, una persona vive de forma consciente cuando ve y se da perfecta cuenta de lo que ocurre en su vida. Es decir, no niega ni maquilla la realidad, ni tampoco se escapa de ella a través de los viajes o la literatura. Simplemente ve las cosas como son… con su lado bueno, su lado malo y su lado regular.

Vivir conscientemente es tomar nota tanto las oportunidades como las amenazas que nos rodean, de nuestros aciertos y nuestros errores.

Y sobre todo: vivir con conciencia es escapar de la tiranía de las acciones y los pensamientos automáticos, esos que “nos salen sin querer y sin que podamos evitarlo”.


Desde Lo Profundo


Toda la vida humana es posible entenderla como un camino de búsqueda. Una búsqueda de la que con frecuencia no somos conscientes.

Una inquietud nos asalta que nos enfrenta a las venturas y desventuras del amor, a las incertidumbres del viaje por tierras y mares lejanos, al entusiasmo por el conocimiento formal, por la literatura y por el arte. A la naturaleza, que nos sorprende con una belleza y un orden que parecen querer revelarnos un secreto.

Inmersos inclusos en nuestros deseos más primitivos y groseros, intuimos de pronto que lo que en verdad buscamos está más allá.

Tarde solemos apercibirnos de la insuficiencia de nuestros recorridos por el mundo exterior; de que el éxito, a lo menos relativo, en nuestra búsqueda incierta, no podrá tener lugar mientras no nos decidamos a incursionar en nuestro paisaje interior para recorrer pausadamente nuestras propias e insondables profundidades. Profundidades que son también alturas. 

Esa vía es la única capaz de dar sentido a nuestra búsqueda, de decirnos qué es lo buscamos, en el fondo, más allá de todo lo aparente. De mostrarnos, de alguna manera, aquello que nos hace falta, más que ninguna otra cosa.

Es muy posible que nos extraviemos si sólo recorremos las vías que están fuera de nosotros, por mucho que sea el interés con que observemos e investiguemos sus alrededores. Es posible que ni siquiera lleguemos a saber qué es lo que de verdad perseguimos. Es posible que nos perdamos en los accidentes, en los acontecimientos, en las cosas y en los sentimientos, sin obtener jamás satisfacción, parcial a lo menos, a nuestra más importante inquietud.
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Allí, en la morada del Espíritu, que hace que se activen otros sentidos, los ojos y los oídos del alma, es posible percibir aromas y gustos y contactos más sutiles y también más verdaderos.

Allí es donde se encuentra el hombre con lo Absoluto, la Suprema Causa, el Espíritu Inefable, el No-ser divino.

En forma semejante, puede entender el hombre la travesía de la vida, siguiendo el camino que se inicia en la indiferenciación, en lo que es el niño antes de convertirse en persona, que sigue en la difícil lucha por la madurez, por la individuación, y luego en la superación de las tendencias  egocéntricas y egolátricas, de todos los apegos y temores, que le permite incursionar en lo transpersonal que lo vuelve a su origen y le indica lo que es en su esencia, en sí mismo. 

En su divinidad.



Enseñar A Pensar


Entrevista de Magisterio a Robert Swartz, ponente en plenaria del Icot 2015.

Hay que enseñar a pensar para transcender la estrechez mental que predomina hoy en día
Filósofo de formación, Robert Swartz opina que la enseñanza de esta asignatura debería obviar interminables debates metafísicos en favor de una discusión abierta sobre los grandes dilemas morales. El estadounidense lleva más de tres décadas abogando por la formación cognitiva en el aula mediante su propuesta Aprendizaje Basado en el Pensamiento (TBL en sus siglas en inglés). Algunos hitos en la expansión global de una actitud favorable hacia la enseñanza explícita de habilidades mentales, remarca, han coincidido con la celebración bienal de la International Conference on Thinking (ICOT), cuya próxima edición tendrá lugar el próximo verano en Bilbao.
Pregunta. Usted fue uno de los pioneros, a finales de los 70, en la promoción de la enseñanza de habilidades de pensamiento en el aula. ¿Ha cambiado mucho la situación desde entonces?
Respuesta. A principios de los 80, varios estados de EEUU empezaron a mostrar un interés creciente por enseñar a pensar utilizando diferentes enfoques más o menos sistemáticos. Mi propuesta es una de muchas. En algunos casos, por ejemplo Carolina del Sur, ese interés se tradujo en leyes que obligan a enseñar pensamiento crítico y creativo en todos los centros. La expansión global surge a finales de los 90, apoyada en buena medida en el éxito del ICOT que tuvo lugar en Singapur en el 97. Desde entonces, muchos países asiáticos han diseñado estrategias nacionales que buscan enseñar a pensar en el aula. La gran decepción, desde mi punto de vista, es la Unión Europea, donde las habilidades de pensamiento siguen al margen entre sus prioridades.
P. Sin embargo, el TBL ha recibido la atención de muchos centros en nuestro país, hasta el punto de convertir su oficina española en la primera fuera de EEUU.
R. En España está emergiendo un movimiento de base protagonizado por los propios colegios y, en concreto, por algunos profesores muy comprometidos con la renovación pedagógica. Por desgracia, estas iniciativas particulares no se corresponden con la actitud de las administraciones, que no reconocen la necesidad de ayudar a los alumnos a convertirse en mejores pensadores.
 P. ¿No ha observado movimientos similares en otros países europeos?
R. No con el alcance de lo que está ocurriendo aquí, al menos en nuestra experiencia. Por el contrario, Irlanda del Norte es un buen ejemplo a la hora de promover el aprendizaje del pensamiento desde arriba, desde el nivel institucional hacia las escuelas. Allí han conseguido articular un plan con el fin de convertir en realidad el que el alumno sea capaz de guiar su propio pensamiento. Sí quiero, por otra parte, dejar claro que el 95% de los profesores con los que hablo, en Nueva Zelanda o en Israel, en Chile o en Arabia Saudí, tiene claro que el viejo sistema de enseñar centrado en la memoria no funciona, a menos que queramos que la escuela persiga que el alumno apruebe el examen y olvide lo aprendido a los pocos días.
P. ¿Hay lugar para la memoria en la enseñanza del siglo XXI?
R. ¡Claro! El debate no es memoria sí o memoria no: por supuesto que hay que recordar cosas. La cuestión que yo y otros muchos planteamos es hasta qué punto tiene sentido que la enseñanza en el siglo XXI continúe siendo esencialmente memorística. Hay que recordar los grandes acontecimientos de la historia, sus grandes nombres, pero sobre todo hay que comprender su importancia en el devenir de los acontecimientos, su significación. El alumno ha de ser capaz de extraer conclusiones, y esto solo se consigue mediante formas de pensamiento más elevadas. 
P. Imaginemos un escenario en el que el aprendizaje de las habilidades de pensamiento se ha convertido en la norma. ¿Cuáles serían los principales beneficios desde una óptica amplia, como sociedad?
R. Hemos observado que los alumnos que aprenden de manera explícita a pensar en la escuela suelen reflexionar antes de actuar: se paran antes de pasar a la acción y tienen en cuenta diferentes opciones. Cuando estos chavales se hagan mayores y hayan interiorizado esta manera de funcionar, contribuirán a un mundo mejor gracias a que estarán en condiciones, en el caso de que lleguen a posiciones de responsabilidad, de trascender la estrechez mental que predomina entre los líderes actuales. Hablo, claro está, de una esperanza sin base empírica.
P. ¿Hay gente que no ve con buenos ojos que los alumnos ejerciten demasiado el pensamiento crítico y reflexivo? ¿Se ha topado con mucha resistencia?
R. Recuerdo que en los años 80 una organización religiosa muy conservadora de EEUU, la Convención Baptista Sureña, se opuso a mi enfoque porque temía que los jóvenes empezaran a desafiar la autoridad de sus líderes. También he encontrado a muchos padres que me han preguntado si no se corre el riesgo de convertir a sus hijos en disidentes crónicos. Normalmente, estos temores se disipan cuando se entiende que mi enfoque y otros similares no pretenden que el individuo critique todo por sistema, sino que básicamente aprenda a tomar mejores decisiones.
P. ¿Piensa que nuestra sociedad anima a pensar rápido en aras de una supuesta eficiencia, y que esto entorpece nuestra capacidad para el pensamiento reflexivo?
R. Sí, se nos empuja a tomar decisiones lo más rápido posible, lo que dificulta que nos paremos y le demos a una vuelta a la situación antes de actuar. Se trata de una tensión, de una lucha de valores que se hace más patente desde que parte de la sociedad reclama la necesidad de un pensamiento más cuidadoso. Pienso que, si conseguimos que las nuevas generaciones ejerciten en la escuela su capacidad de pensar con profundidad, serán ellas mismas las que hagan frente a esa presión para acelerar su mente que encontrarán en la vida adulta. Luego están, por supuesto, las nuevas tecnologías, que en teoría aumentan la velocidad en todos los ámbitos. Y es cierto que ahorran tiempo, como también lo es que ayudan a tomar decisiones más pausadas mediante a un acceso a información ilimitado. Como en tantos otros dilemas que plantean las TIC, todo depende del uso que les demos y de lo que fomentemos en la escuela.
P. Usted propone que enseñemos a pensar desde las edades más tempranas. ¿Es posible el pensamiento crítico sin una cierta base de conocimiento?
R. Antes pensaba que no, que un niño de Infantil puede hacer muñecos de plastilina y poco más. Con el tiempo, y tras ver algunas experiencias con niños de dos o tres años, tengo la certeza de que también ellos pueden ser críticos y analíticos, aunque en un nivel de sofisticación mucho menor. Cuanto antes enseñemos a pensar, mejor. Una vez que el alumno ha asimilado e interiorizado determinados procesos mentales, estos surgen de forma natural durante el aprendizaje. Es como sumar y restar: no hay que aprender de nuevo.



El Derecho A La Intimidad


El desarrollo tecnológico y el avance de las telecomunicaciones han obligado a los Estados a desarrollar una legislación con el fin de proteger, garantizar y respetar la intimidad de los seres humanos. Benjamín Constant afirmaba que: "...hay una parte de la existencia humana que, necesariamente, tiene que mantenerse individual e independiente y que queda, por derecho, fuera de toda competencia social".

El derecho a la intimidad consiste en una especie de barrera o cerca que defiende la autonomía del individuo humano frente a los demás y, sobre todo, frente a las posibles injerencias indebidas de los poderes públicos, sus órganos y sus agentes.

DEFINICIÓN DE INTIMIDAD
La intimidad es una necesidad humana y un derecho natural del hombre por lo que es independiente y anterior a su regulación positiva.

El término intimo viene de intimus, superlativo latino que significa "lo más interior". La intimidad corresponde al ámbito psicológico e inconmensurable del individuo, comprende su personalidad, sus valores morales y religiosos, sus tendencias sexuales y amorosas, sus orientaciones ideológicas. Lo íntimo está más fuera del alcance del interés público que lo privado.

Existen algunas definiciones de intimidad. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es la "zona espiritual y reservada de una persona o un grupo, especialmente una familia".

Miguel A. Ekmekdjian, lo definió como: "la facultad que tiene cada persona de disponer de una esfera, ámbito: privativo o reducto infranqueable de libertad individual, el cual no puede ser invadido por terceros, ya sean particulares o el propio Estado, mediante cualquier tipo de intromisiones, las cuales pueden asumir diversos signos"

Con otros fundamentos, Humberto Quiroga Lavié reflexiona que en el concepto de intimidad y lo define como: "el respeto a la personalidad humana, del aislamiento del hombre, de lo íntimo de cada uno, de la vida privada, de la persona física, innata, inherente y necesaria para desarrollar su vida sin entorpecimientos, perturbaciones y publicidades indeseadas". 

Y continúa: "Es un derecho personalísimo que permite sustraer a las personas de la publicidad o de otras turbaciones a su vida privada, el cual está limitado por las necesidades sociales y los intereses públicos"


martes, 22 de mayo de 2018

Los Monstruos De Las Murallas


En su reciente visita a México, el inefable Trump volvió a la carga con su obsesiva cuestión sobre el muro.




El tema del cerco fronterizo refleja una tendencia general en la nueva oleada de políticos iluminados que persisten en las ideas y soluciones simplistas a la hora de confrontar problemas complejos. La política del amurallamiento es una de esas escenificaciones simbólicas de poder y control pretendidamente soberano desplegado tanto al interior como al exterior de los Estados. La solución política ante determinados retos del mundo globalizado pasa hoy por ese levantamiento de fronteras internas y externas.

El muro de Trump es un ejemplo de “frontera externa”. Ya no se trata de afirmar esa lucha de índole moral que enfrentaba “el mal contra el bien” exportando la democracia al mundo, como hizo Bush con su “globalismo democrático”. 

Ahora se impone el aislacionismo: la ideología del miedo al otro. Los estudios sobre migraciones lo confirman: estos muros fronterizos tienen una capacidad muy limitada para cumplir con el fin al que supuestamente responden, disuadir a los flujos migratorios. Más bien agravan el problema porque potencian la violencia que pretenden repeler al pie de esas fronteras. En realidad, son muros políticos que organizan el miedo y que tratan de generar identidades culturales recurriendo a ese imaginario espacial.

La prohibición del burkini en Francia es un ejemplo de “frontera interna”. El burkini es un muro político impuesto en el interior del Estado, que se justifica como medio para proteger a la ciudadanía. 

Lo que favorece, sin embargo, es la exaltación de un nacionalismo xenófobo desestabilizador del mismo orden público que pretende preservar. 

Prohibir el burkini es estigmatizar a quien lo lleva: construirlo como un otro dentro de la comunidad política impidiendo así que pueda acceder a ella. 

Prohibir el burkini es elevar una frontera interior que se apropia de las mujeres como portadoras de la identidad nacional y defensoras de su pureza.

Fronteras exteriores e interiores irradian el pánico ante una decadencia inevitable, el viejo sueño de la nación como comunidad identitaria homogénea.

Nacionalismo y xenofobia son los monstruos que acaba produciendo ese sueño.







Dignidad De La Persona


El término dignidad significa algo que es valioso, lo que es estimado o considerado por si mismo, y no en función de otra cosa. La dignidad humana radica en el valor interno e insustituible que le corresponde al hombre en razón de su ser, no por ciertos rendimientos que prestara ni por otros fines distintos de sí mismo.
El hombre vale por lo que el mismo es, por su ser. Ya hemos visto que lo que caracteriza al hombre es su ser persona. Persona de naturaleza racional y libre, por tanto con voluntad.
La dignidad de la persona  se funda en ella misma, en su ser persona. De aquí nacen todos los derechos humanos y la igualdad en cuanto ser de hombre y mujer.
No se trata de una igualdad biológica porque claramente varón y mujer son distintos, con rasgos fisiológicos y psíquicos distintos. Su igualdad se basa en que ambos son persona, esto es, tienen naturaleza racional que los diferencia del resto de seres.
El ser persona es lo común a ambos: el denominador común, y sus peculiares características que son el numerador variado y riquísimo que constituyen su diferencia y complementariedad.
Las diferencias físicas, raciales y culturales no pueden ser motivo para excluir a nadie ni tener un trato diferente, ya que a  pesar de esas diferencias, que en realidad son enriquecedoras, somos iguales en dignidad.
La dignidad de la persona es la razón por la que no podemos tratar a las personas de cualquier manera como cosas o animales.
Sin embargo hay determinadas períodos de la vida en la que la defensa de la propia dignidad resulta más difícil, es el caso de los no nacidos, los recién nacidos,  personas con discapacidad, demencia senil, etcétera, que son vulnerables al trato que reciben de los demás y de la sociedad.
Es igualmente persona un anciano que un niño, un enfermo que alguien sano, todos merecen ser tratados con respeto.
La persona es un ser relacional que siempre proviene de otros y está en camino hacia otros. En las relaciones interpersonales hay que tener en cuenta la dignidad de la otra persona. Por eso no es ninguna tontería la cortesía en el trato, la delicadeza, la amabilidad, el modo de vestir… todo esto estará acorde con la dignidad de la persona: de uno mismo y del otro; es consecuencia de la dignidad y a su vez manifestación de la misma.
Una educación bien orientada será aquella en la que se respete la dignidad de la persona y se enseñe a tomar conciencia dela misma. Lleva a tomarse en serio a sí mismo y a los demás. Una persona que no se respeta, es muy difícil que respete luego a los otros.
La dignidad de la persona es la base de cualquier sociedad, de cualquier tipo de relación. Si no se reconoce su valor íntimo, entonces se le acaba tratando como a una cosa.
El voluntariado es una acción que nace de la toma de conciencia de lo que es la persona, de su dignidad, de su valor. Toda persona está necesitada de asistencia básica, de cariño, de compañía, de alguien que les escuche, cuando descubrimos sectores o personas que carecen de todo esto, nos vemos movidos a dárselo. El voluntariado es expresión de humanidad, de que importan las personas por lo que son: ellas mismas.
 El propio conocimiento y la apertura natural a los demás nos permite reconocer en ellos y en nosotros el poder de la inteligencia y la grandeza de la libertad. Con su inteligencia, el hombre es capaz de trascenderse y de trascender el mundo en que vive y del que forma parte, es capaz de contemplarse a sí mismo y de contemplar el mundo como objetos.
Por otro lado, el corazón humano posee deseos insaciables de amor y de felicidad que le llevan a volcarse – con mayor o menor acierto- en personas y empresas. Todo ello es algo innato que forma parte de su mismo ser y siempre le acompaña, aunque a veces se halle escondido por la enfermedad o la inconsciencia.
A la vez que forma parte del mundo, el hombre lo trasciende y muestra una singular capacidad – por su inteligencia y por su libertad – de dominarlo. Y se siente impulsado a la acción con esta finalidad. Podemos aceptar por tanto que el valor del ser humano es de un orden superior con respecto al de los demás seres del cosmos. Y a ese valor lo denominamos “dignidad humana”



Aprender A Sentir


Vivimos en una sociedad donde todo lo racionalizamos. Pensamos, pensamos, pensamos y por último pensamos… Pero ¿estamos acaso seguros que cuanto más racionalicemos una decisión vamos a acertar mejor?

Un amigo me dice en muchas ocasiones: Cuidado, tu coco es tu enemigo. 

Y tiene toda la razón. Tenemos que aprender a domesticar los pensamientos que tenemos. Sobre todo ese tipo de pensamientos en que rumiamos la misma idea una y otra vez. Como un disco rayado. ¿En serio crees que pensando de manera obsesiva sobre un mismo tema puedes mejorar la situación o decidir mejor?

Si te pregunto qué piensas, seguramente me puedas describir con claridad en qué estás pensando. Sin embargo si te pregunto acerca de lo que sientes, es mucho más difícil que me puedas describir tus sentimientos. La culpa es de la poca importancia que se ha prestado hasta ahora al aprendizaje emocional.

Aprendemos a estructurar pensamientos a través de la palabra, pero no nos enseñan a mirar, analizar y entender nuestras emociones.

Personalmente me llama mucho la atención la diferencia entre ver un programa de televisión estadounidense o alemán, y uno español. Me he dado cuenta que la claridad a la hora de expresar una emoción es mucho mayor en los programas de esos países.

A menudo, cuando te preguntan qué tal te encuentras, contestas algo así como bien, mal o regular. En mi entorno al menos no suelo escuchar “hoy me siento frustrado” o “me siento especialmente feliz”, “siento ira”, “siento rabia”, “me siento…” ¿Qué sentimos?

Quizás necesitemos para empezar reforzar nuestro lenguaje emocional. Con las palabras adecuadas podemos atender mejor las emociones.

Según el psicólogo José María García García, las emociones negativas si te concentras en ellas, acaban por disiparse. Sin embargo las emociones positivas, si nos concentramos en ellas, tienden a aumentarse. Concentrarse en una emoción no significa racionalizar esa emoción. Más bien todo lo contrario. Sentir la emoción. No pensarla ni racionalizarla, ahí es mejor.

Otra de las cosas que también aprendí de José María es a averiguar en qué parte de mi cuerpo sentía esa emoción. Las emociones tienen reflejo en nuestro cuerpo. Yo sentía la rabia en el estómago, el amor en la frente y la tristeza en el corazón. Las emociones se van reflejando en nuestro cuerpo. Es más fácil sentirlas no solo de manera mental sino en esa zona que es reflejo físico de la misma.


Leyendo sobre el tema encontré un proyecto muy bonito, llamado “emocionario“. Profundizando sobre él me topé con una frase maravillosa. Es una frase que recomiendan decir a los niños cuando están enfadados o cuando algo les ha dolido, en lugar de preguntar cómo se sienten u obligarlos a disculparse con otros niños, dando por hecho que no son capaces de entender el concepto. Por tanto optó por decir: “¿Puedo hacer algo para que te encuentres mejor?” 

Me pareció una frase brillante. Desde que la conocí la aplico todo lo que puedo.

El Temperamento

Uno de los grandes ámbitos de la psicología es el estudio de la personalidad.

Sin embargo, a la hora de buscar maneras de clasificar y describir el estilo de comportamiento y pensamiento de los seres humanos, no solo se ha hablado sobre la personalidad, sino que hay otro concepto que a lo largo de la historia, también se ha utilizado para intentar captar las particularidades de cada persona. Este concepto se llama temperamento, e intenta dar cuenta de esas inclinaciones y tendencias de cada uno que son más fijas, invariables y difíciles de cambiar.

El tipo de temperamento de cada persona acostumbra a ser entendida como la estructura básica encima de la cual se construye la personalidad de cada uno, con todos sus detalles y particularidades.

En las últimas décadas esto significa que el término temperamento se ha usado para hacer referencia a la genética de cada uno, la parte heredable de la personalidad, lo cual significa que el temperamento de cada cual permanecería más o menos inalterado independientemente de las cosas que nos sucedan, el modo en el que aprendamos a gestionar nuestras emociones, etc.

Pero... ¿cómo nace la idea de que los seres humanos disponemos de diferentes tipos de temperamentos que nos diferencian los unos de los otros? La respuesta está en la teoría de los 4 temperamentos básicos, que parte de la idea de que nuestra manera de ser depende de varios tipos de sustancias, o "humores", que circulan por nuestro cuerpo.

Una de las primeras personalidades históricas en desarrollar la teoría de los 4 humores que más tarde daría paso a la de los temperamentos fue el médico griego Hipócrates. 

Alrededor de los siglos V y IV a. C., en la antigua Grecia que habitó Hipócrates, tenía mucha importancia la creencia de que todo lo que existe en el mundo estaba compuesto por unos pocos elementos combinados entre sí. 

Hipócrates adoptó este punto de vista al defender la idea de que el cuerpo humano está formado por 4 sustancias básicas, también llamadas humores.
Para Hipócrates, estos humores son los siguientes:
Sangre, cuyo elemento asociado es el aire.
Flema, el elemento del cual es el agua.
Bilis amarilla, que corresponde al elemento fuego.
Bilis negra, asociada a la tierra.

Pero Hipócrates no dejaba de ser un médico, y por eso hizo que esta teoría humoral entrase más en el campo de la medicina que en el de la psicología y la personalidad. Según él, el hecho de que en nuestro cuerpo se encuentren todas estas sustancias en equilibrio hace que estemos sanos, mientras que una descompensación en los niveles de los humores produciría enfermedades.

Fue Galeno de Pérgamo quien, en el siglo II a. C. realizó mayores esfuerzos para transformar la teoría de los humores en una teoría de los temperamentos básicos.

La teoría de los temperamentos básicos
Galeno partió de la idea de que todo está constituido por la mezcla de 4 elementos y que cada uno de ellos corresponde a uno de los humores del cuerpo humano para terminar aplicando esta visión a la primitiva psicología de aquella época.


Para este médico griego, los niveles en los que están presentes cada uno de los humores en un cuerpo humano explican los estilos de personalidad y temperamento de este, lo cual significa que observando las cantidades de estas sustancias se podría saber el estilo de comportamiento de una persona, cómo expresa sus emociones, etc.

lunes, 21 de mayo de 2018

Energía Interior


La energía interior es uno de los grandes misterios de la vida, al igual que lo es la conciencia. En el mundo occidental se le presta muy poca atención a esta energía. Estudiamos la energía fuera de nosotros y valoramos las fuentes de energía. Sin embargo, vamos por la vida pensando, sintiendo y actuando sin saber cuál es la fuerza que impulsa cada una de estas acciones.
Lo cierto es que crear un pensamiento, controlar una emoción y disciplinar nuestros impulsos más fuertes, requiere de un tremendo gasto energético.
Te has preguntado alguna vez: ¿De dónde proviene esa energía? ¿Por qué algunas veces tenemos mucha energía y otras veces nos sentimos agotados?
¿Te has dado cuenta de que cuando estás agotado, mental y emocionalmente, comer no ayuda a incrementar tus niveles de energía?
Te invito a recordar momentos en los que has estado enamorado, emocionado o inspirado por algo o por alguien… permítete sentir la energía que has tenido en esos momentos …estoy seguro que ha sido tanta que hasta el hambre habrás perdido…Esa es la energía que proviene del interior

La verdadera energía interior no es la que se libera con las calorías de las comidas; no es esa que proviene de una fuente externa; viene de adentro y está disponible para todos en cualquier lugar, y en cualquier momento.
Esta energía de la que hablo tampoco envejece, no se cansa y no necesita alimentos; solo requiere de una mente abierta y receptiva.
La única razón por la que, en momentos, dejamos de sentir el flujo de esta energía interna es porque nosotros mismos la bloqueamos, cerrando nuestra mente y nuestro corazón para aislarnos dentro de nosotros mismos.
Te doy un ejemplo de algo que hacemos comúnmente: Digamos que amas a alguien y cuando estás en presencia de esa persona te sientes abiertamente cómodo, confías en él o en ella, tu corazón está abierto y sientes mucha energía estando a su lado. En un momento “x” esa persona dice o hace algo que no te gusta, e inmediatamente tu corazón comienza a cerrarse. Así, la próxima vez que te encuentras con ella,  ya no sientes tanto amor, ni tanta energía.
Más adelante, te das cuenta que en realidad esa persona no ha hecho  o dicho nada malo, o tal vez, se ha disculpado contigo de una forma que te ha dejado satisfecho. Es entonces, cuando tu corazón empieza a abrirse nuevamente…llenándote de energía, permitiendo que el amor vuelva a fluir. Todos sabemos intuitivamente que el corazón es un centro de energía, por lo tanto, un corazón cerrado impedirá el flujo armonioso de nuestra energía interior.
Esto es lo que normalmente hace la mayoría de las personas fluctúan entre estos dos estados… corazón abierto/corazón cerrado…con flujo de energía o con la energía estancada.
Es en esta idea donde quiero detenerme y proponerte que si amas la vida: no dejes que nada de lo que te suceda sea lo suficientemente importante como para que estés dispuesto a cerrar tu corazón.
Cuando sientas que tu corazón comienza a cerrarse… ¡Solo di NO!… No voy a permitir que se cierre, me voy a relajar, voy a observar lo que sucede y me voy a mantener atento, honorando y respetando la situación. Siempre ten en mente que vas a manejarla lo mejor posible, mantén la intención de que harás lo mejor que puedas con buen ánimo y entusiasmo.
Mantener el corazón abierto requiere entrenamiento, pero por experiencia sé que se puede lograr. Aprendí que cerrar el corazón es solo un hábito y como todos los hábitos se puede romper.
Te puedo recomendar que, apenas notes que tu corazón se está cerrando, hagas algo que te guste verdaderamente: escucha música, sal a caminar, medita, haz una oración, escribe, dibuja, cocina… Haz cualquier cosa que te haga olvidar el momento o la situación desagradable. Si, por ejemplo, has tenido un inconveniente con alguien intenta aclararlo, perdona y olvida… aun cuando pensemos que no hemos sido la razón del problema, perdonar siempre alcanza a todas las partes involucradas en el conflicto.
Hay una cita del Dalai Lama que dice que si no perdonamos por amor, perdonemos al menos por egoísmo, por nuestro propio bienestar. En este caso, perdonamos para mantener nuestro corazón siempre abierto y para que nuestra energía fluya… sinónimo de que todo en nuestra vida fluirá también.


Convicciones


Básicamente, creer significa “dar por cierto algo, sin poseer evidencia de ello” 

¿Es una creencia una verdad? Claramente no. Entonces, ¿por qué tantas personas se sienten amenazadas y reaccionan violentamente cuando se cuestiona lo que creen? ¿Por qué pasamos tanto tiempo tratando de demostrar que la ideología del otro está mal, si no es más que una opinión arraigada en ESA persona? 

En vez de cuestionar nuestras propias nociones sobre cómo “son las cosas”, desperdiciamos nuestra energía poniendo a pelear lo que YO pienso con lo que piensa el OTRO, como si se tratase de una competencia en la que, obviamente, nunca nadie gana.

Cuestionar al otro, demostrar lo “equivocado” que está, no sirve si sólo intensifica nuestro sentido de “realidad” frente a situaciones que no son otra cosa que puntos de vista. En cambio, preguntarnos de dónde viene esa idea que defendemos con tanta pasión, sólo puede ayudarnos a evolucionar. Si tu creencia es lo suficientemente fuerte como para ser aceptada como verdad absoluta, cuestionarla no debiera significar una amenaza de ningún tipo, sino todo lo contrario. Como en la ciencia, una creencia no es más que una hipótesis, y es su cuestionamiento lo que puede convertirla en un dato comprobable.
Los adultos debiéramos obligarnos a poner en duda lo que creemos constantemente, y debiésemos considerar que así como en algún momento se trató de loco (o de hereje) a quien insinuó que nuestro sistema solar giraba alrededor del Sol y no de la Tierra, es probable que hoy aceptemos como ciertos, hechos que mañana se demostrará son erróneos. Por ejemplo, cuando yo estaba en el colegio, Plutón era un planeta, y hoy sabemos que no.
Lo que me parece más absurdo del esfuerzo que hacemos por perpetuar ciegamente una creencia, es que esa energía se desperdicia y nos convierte en seres capaces hasta de matar por defender una idea. Y esa ceguera beneficia solamente a los poderosos, a la vez que nos convierte en masa obediente y dócil, ¿qué conveniente no?
Si crees que la religión que profesas es la única verdad, y todas las otras millones de personas que creen otra cosa están mal, reflexiona sobre qué habría pasado si en vez de una reina católica hubiera sido un príncipe musulmán quien financió la expedición de Colón. O si defendiste que prohibir el condón y fomentar la abstinencia sexual era la mejor manera de prevenir el contagio de VIH, mira las cifras de nuestro país y, por favor, piensa de nuevo. Si asumías que las mujeres son el sexo débil, mira cómo están cambiando el mundo y demostrando que su vulnerabilidad no es fragilidad, sino consciencia y autoconocimiento. O si pensaste que el genocidio era una lección aprendida en la Segunda Guerra Mundial, observa por un segundo este mundo y date cuenta que esa “certeza” te mantiene dormido y alienado.
 Creo que lo más peligroso de las creencias es que, al mantenerse en el tiempo, logran transformar la realidad y se van arraigando en el inconsciente colectivo. Porque siempre es más fácil seguir pensando igual.
Intenta revelarle a un niño la verdad sobre Papá Noel sin causarle sufrimiento o desilusión…, es casi imposible. Mejor sigamos defendiendo nuestra idea y permanezcamos en la ignorancia feliz, porque dejar de creer duele, y el dolor es malo… ¿O no?
Es nuestra responsabilidad investigar antes de emitir un juicio, y no tiene nada de malo darnos cuenta que, tal vez, estuvimos equivocados; dudo que exista aprendizaje más liberador. Además vivimos en la era de la información, y ya ni siquiera es necesario salir de la casa para observar las infinitas realidades del mundo… Basta con tener ganas y dedicar tiempo a entender cómo funciona nuestra mente y aprender que casi siempre responde a una enseñanza, un recuerdo, una idea impuesta o incluso un trauma.

Llegó el momento de pensar por nosotros mismos; el estado de nuestro planeta y nuestra especie lo requiere de forma urgente. Somos creadores de nuestra realidad, y en la búsqueda de nuestra verdad no existen las preguntas tontas, sólo las respuestas ignorantes y las reacciones originadas en el miedo. Y hasta el miedo puede ser bueno cuando te impulsa a cambiar, aunque toda tu vida hayas creído lo contrario.

Encontrar Tu Identidad


Encontrarte con quien eres significa encontrarte con la verdad, encontrarte con el amor, significa encontrarte con un campo interno absolutamente invulnerable, no manipulable, no confundible, que no contiene creencias, contiene sabiduría, contiene verdades reconocidas y verificadas.

Tu verdadera identidad no es tu ego, que es con lo que estamos identificados, creemos que somos nuestro comportamiento, lo que nos gusta y disgusta, lo que buscamos creyendo que cuando lo alcancemos vamos a ser felices.

Encontrar esa verdadera identidad significa empezar a gobernar sobre ti mismo, a mandar sobre tu conducta y estados de ánimo y para eso tienes en tu vida una gran cantidad de situaciones confrontadoras y personas difíciles (o más bien que tu ego te hace ver como difíciles o confrontadoras), para que tu aprendas a controlar tu ego.

Para eso debes someterte constantemente a la más aguda auto observación, no puedes descuidarte ni un instante, sino que debes permanecer siempre consciente, siempre despierto analizando cada sentimiento, cada pensamiento, cada reacción de tu ego.


 Cuando aprendas a manejarlo y que seas tú y no tu ego el que gobierna en tu vida, te habrás encontrado con quien realmente eres.

Generar Nuestra Propia Luz


Tener luz propia es disfrutar de una buena autoestima y  enorgullecernos de lo que somos. Aspirar con fuerza la realidad que nos envuelve y, además, saber dar felicidad a los demás.

Al fin y al cabo, la vida no es tan complicada, si dejamos de “apegarnos” a los materialismos, a los egoísmos y evitamos a su vez depender en exceso de otras personas, seremos más libres y auténticos para vivir en plenitud.

Ahora bien… ¿Qué entendemos por estar en “la oscuridad”? Hay quien se pasa media vida encerrado en esa dimensión donde las envidias, los rencores y resentimientos hacia los demás nos demuestran que no saben ser felices.

Y debemos ir con cuidado porque, en ocasiones, las personas oscuras pueden ir apagando luces. Reflexionemos hoy sobre ello.

Nadie debe darte su luz, las personas tenemos que aprender a cultivar nuestras propias luces, resolviendo esas posibles oscuridades que la vida nos trae de vez en cuando.

Para llegar a tener luz propia es necesario haber asumido e integrado todos estos aspectos:

Aprender que somos personas únicas y auténticas. Todo lo que eres y lo que has conseguido te identifica y debe enorgullecerte.

Los errores o fracasos del ayer no son oscuridades que esconder o de las que avergonzarnos. Son experiencias vividas que dan riqueza a nuestro ciclo vital. Son hechos de los que hemos aprendido y que hemos asumido.

Tener luz significa también saber cultivar la reciprocidad. Nos conocemos a nosotros mismos y somos empáticos con los demás, entendemos sus pesares y nos alegramos de sus alegrías. Y nunca dudamos a la hora de ayudar, de atender a quienes nos necesitan porque ello forma parte de nuestra identidad y nos enriquece.

Pero, lo creamos o no, nadie nace con luz propia. La luz, la suerte y la felicidad se construyen cada día siendo conscientes de que merecemos ilusionarnos de nuevo y que merecemos volver a sonreír y levantarnos fortalecidos de la adversidad.

Hay quien va apagando luces a través de su negativismo, de su habilidad para hacernos creer que no somos capaces o merecedores de ciertas cosas.

Es muy posible que esas personas con oscuridad sean familiares, e incluso algún compañero de trabajo. En lugar de enfadarnos o enfrentarnos a ellos, lo mejor es ignorar
.
Fortalece tus relaciones con amigos, parientes y parejas que tienen tus mismos valores y que te enriquecen. La vida es saber aceptar que no todos somos iguales, así que lo importante es no hacernos daño los unos a los otros
.

Las personas que te importan son las que te hacen feliz, de las que aprendes… Ellas serán tu vitamina frente a los que buscan apagar luces ajenas.

Mirándonos Por Dentro


Por fuera nos miramos casi a diario. Nos aseguramos de que la ropa esté bien puesta y nos luzca. Tratamos de que el pelo esté impecable, en caso de calva, 
debe estar lustrosa. Los dientes refulgentes y el maquillaje exacto. 

Miramos que las prendas combinen adecuadamente y por lo regular, nunca salimos sin antes echar un vistazo para verificar que no haya una mancha o un roto por algún lado de la ropa que nos pueda arruinar el día. Esta es la rutina, cada vez que vamos a salir, todos los días. ¿Y cuántas veces nos miramos por dentro?

Mirarnos por dentro es un ejercicio que no se acostumbra porque de alguna manera nos han adoctrinado de tal forma que pensamos que lo que vamos a ver no nos va a gustar. Si esta aseveración fuese falsa, entonces estaríamos mirándonos todo el tiempo. Frases como esta serían la regla y no la excepción.

Quizás en vez de decir: “qué lindo tengo hoy el pelo”, diríamos, “que lindo y feliz está mi corazón.” Sería común escuchar: “hoy estoy brillando como un sol”. O tal vez, “Estoy en baja, creo que mi cuerpo necesita una pausa”. 

Cuando lo ponemos de esta forma, podemos decir que sí, en ocasiones nos miramos, pero no siempre decodificamos esas señales de nuestro interior y mucho menos las expresamos. 

Aprender cómo funciona nuestro interior mediante el estudio de los Chakras o vórtices de energía, puede ayudarnos a entender nuestra belleza y a fortalecer nuestro ser si descubrimos alguna deficiencia.

Por otro lado, la escritura es una excelente radiografía de nuestras emociones.  Al anotar en un diario, escribir poesía o simplemente pausar para identificar cómo nos sentimos, es de gran ayuda para mantener nuestro bienestar. Observarnos y hacer una nota en nuestra agenda, nos permite identificar patrones, y esa información es valiosa ya que nos alerta hacia nuestro estado anímico y nos permite hacer ajustes. 

Reconocer cuando algo nos está molestando consistentemente permite que lo podamos resolver. Recibir el mensaje de un dolor corporal y analizar su procedencia energética antes de adormecerlo con analgésicos es una buena práctica de poder.


La invitación es a sacar tiempo para observar nuestro cuerpo y más importante aún, nuestros pensamientos.  

El sabotaje más fuerte que nos impide la co creación de una vida feliz, por lo regular, no viene de nuestro entorno.   El peor sabotaje viene de nuestra mente y del diálogo con un cuerpo, tanto físico como anímico, con baja auto-estima.
   
¡Mírate por dentro!  ¡Mira qué lindo o linda eres!! ¡Observa la extraordinaria criatura que eres y las maravillas que puedes hacer y comparte tu belleza y logros con otros!  

En momentos de retos, mirar el bien y celebrarlo, es el camino hacia un nuevo amanecer de luz y felicidad, sin mencionar que la buena vibra alargará por mucho tus días.   

Desde Las Entrañas

Imagina que diste a luz el domingo pasado en un hospital público marroquí.
Un niño precioso.
Imagina que te dieron el alta al día siguiente, lunes.
Imagina que volviste a casa, cansada, sangrando del post-parto, con dolores aún en un útero que lucha por volver a su sitio.
Imagina que en casa te está esperando tu niña de dos años y dos meses y tu pareja.
Imagina que esta mañana mientras bañabas al bebé comenzaste a ver que le costaba respirar.
Imagina que corriste al hospital público marroquí.
Imagina que te dijeron que no podían atenderte.
Imagina que fuiste dos veces.
Imagina que la tercera vez tu bebé dejó de respirar casi en la puerta del hospital.
Imagina que pediste auxilio por tu bebé muerto.
Imagina que se lo llevaron a la morgue del hospital.
Imagina que a ti, a tu niña de dos años y dos meses y a tu pareja les llevaron a comisaría.
Ahora imagínate retorciéndote de dolor en las entrañas, el dolor agrio de la muerte de tu hijo, el dolor de un útero que te recuerda recién parida, el dolor de una leche que sube a tus senos duros como piedras. Pero imagínate NEGRA, imagínate AFRICANA, imagínate POBRE, imagínate SIN PAPELES.
Estás sentada, doblada sobre tu vientre en aquel sucio despacho de policías que van y vienen y te hablan en una lengua que no entiendes. Allí te miro e intento traducirte las preguntas que me parecen estúpidas, crueles e inhumanas.
Quieren saber qué haces en su reino, cómo han entrado y cuánto tiempo llevan aquí. Quieren saber cómo se llaman, cómo se llaman vuestros padres y porqué han venido. Tu pareja grita y pide piedad. Sabe que todas las preguntas van dirigidas a justificar una deportación al desierto. Tu pareja grita y te tranquiliza llamándote "honey".
Tu niña sonríe, juega con su gorro y canta "aleluya".
La policía busca un intérprete de árabe a inglés para hacer el parte y llevarlos al Tribunal.
Me dices que si te deportan al desierto y allí te violan no crees que aguantarás el dolor, que aún estás recién parida.
Un policía se me acerca y me pregunta: ¿Por qué hacen esto? ¿Por placer?. Este amable policía llama "esto" a acompañar a unos padres sumidos en el dolor, a comprar algo de comida para una niña que lleva todo el día sin probar bocado y a intentar traer un poco de humanidad o al menos de buen trato a esa puñetera comisaría.
Entonces le miro, me horroriza su frialdad, y le contesto, lo hacemos por amor. Siento lástima.
Detienen a tu pareja en comisaría y me dicen que como caso humanitario te dejan dormir en casa. Mañana tienes que pasar el Tribunal junto a tu marido.
Te hundes. Es la primera vez que te veo enderezar ese vientre que te duele. Gritas y lloras hasta que un policía te manda callar.
No lo soporto, me duele la escena y le pido por favor que entienda que tu hijo ha muerto hoy, que estás recién parida, que te duelen las entrañas.
Me responde con desprecio que en este reino hay unas leyes, que aquí se hace lo que dice el procurador del rey y que tú eres una NEGRA CLANDESTINA.
Mañana iremos al Tribunal, mañana un hombre de este reino decidirá si te tiran a ti y a tu niña al desierto de madrugada. A partir de ahí la suerte decidirá si serás violada, si tu hija será raptada o por qué no violada también.
Imagínate que todo eso te ha pasado hoy.
Imagínate que a todos nos duelen las entrañas.
Imagínate que a todos nos duelen nuestras entrañas.



Percibir El Tiempo

El sentido subjetivo del tiempo hace que tengamos una noción del pasado, del presente y del futuro. Lo utilizamos para entender el curso y la duración de los acontecimientos, situarlos en su momento y generar expectativas sobre ellos. Nos sirve también para cosas como apreciar la velocidad de lo que se mueve, valorar el tamaño de un objeto cuando lo exploramos por el tacto, o ejercer la prosodia, el mensaje emocional que va en la entonación y el curso de las palabras habladas. Nuestra sensibilidad para percibir y responder al tiempo está implicada también en tareas mentales complejas, como atender a lo que pasa, pensar para solucionar problemas o tomar decisiones, planificar el futuro o incluso entender las mentes ajenas.
La percepción subjetiva que tenemos del tiempo es influenciada por muchos factores externos e internos a nuestro organismo. El tiempo vuela cuando lo estamos pasando bien, cuando nos gusta lo que hacemos, cuando estamos motivados, cuando lo que hacemos es novedoso o cuando estamos ocupados. Las experiencias previas también influyen en nuestra percepción del tiempo. Eso es lo que ocurre cuando, por ejemplo, una película nos parece más corta al verla por segunda vez. Contrariamente, el tiempo pasa más lentamente, es decir, se nos hace más largo, cuando lo estamos pasando mal, cuando esperamos con impaciencia, cuando tenemos prisas, cuando estamos enfermos, cuando nos duele algo o cuando estamos cansados o incómodos. Se nos hace asimismo eterno cuando llevamos una carga pesada encima y, sobre todo, cuando estamos en peligro. También apreciamos su curso como más lento cuando nos aburrimos y, especialmente, cuando le prestamos atención, es decir, cuando estamos pendientes de él. Si no le hacemos caso, el tiempo transcurre más rápidamente. Nuestra percepción subjetiva del tiempo depende mucho de la situación emocional en que nos encontremos. Si estamos emocionados nos equivocamos mucho al valorar el tiempo transcurrido. Eso es lo que pasa cuando llega por fin la persona o la noticia ansiosamente esperada y sentimos que la hemos esperado una eternidad, cuando en realidad fue mucho menos tiempo. Del mismo modo, si tenemos prisa sentimos que el autobús tarda mucho más en llegar y que el semáforo está mucho más tiempo en rojo. Cuando estamos disgustados el tiempo pasa también con más lentitud.
Buena parte de las percepciones que tenemos son posibles gracias a receptores especializados de nuestro organismo que captan los estímulos correspondientes y los convierten en señales eléctricas que envían al cerebro. Así, para percibir la luz o el color disponemos de los ojos y la retina y para percibir los sonidos del órgano de Corti en el oído interno. Sin embargo, para percibir el tiempo no disponemos de ningún órgano especializado semejante a esos otros. No tenemos, por así decirlo, un reloj o medidor biológico que informe a nuestro cerebro del tiempo transcurrido, lo que complica nuestra comprensión de cómo lo consigue. Pero es bien cierto que todos tenemos un sentido del paso del tiempo que nos hace distinguir muy bien lo que pasó hace años o días de lo que pasó hace un rato o acaba de suceder. Precisamos más todavía, pues podemos distinguir minutos de segundos y éstos de milisegundos.
Nuestro cerebro tiene relojes biológicos, como el núcleo supraquiasmático del hipotálamo o la glándula pineal, que controlan los ciclos de sueño y vigilia y la producción de hormonas y neurotransmisores que influyen en nuestra fisiología y comportamiento. Pero esas estructuras, aunque colaboran, no son las encargadas de percibir el tiempo subjetivo. Hay también marcadores o circunstancias externas que nos ayudan a hacerlo, como los relojes artificiales, los cambios de la luz del día o incluso el ver crecer a los hijos, en diferentes escalas temporales. Y también los hay internos, como el propio ciclo de sueño y vigilia, la atención que prestamos a la duración de los eventos o incluso la vejiga de la orina, que nos marca tiempos de evacuación que pueden servirnos de referencia. Pero todo eso no es suficiente pues la mayor incógnita sigue siendo cómo el cerebro representa y percibe el paso del tiempo.
Una clave para descubrirlo la tenemos en los diferentes sentidos, pues el tiempo que percibimos tiene mucho que ver con ellos. Por ejemplo, evaluamos con más precisión lo que dura un sonido que lo que dura una imagen visual o un estímulo olfatorio. Lo cual no es extraño, pues, por su naturaleza, el sistema auditivo es el sistema sensorial humano con más especialización y capacidad para percibir el tiempo. De ahí que un sencillo truco para percibir con precisión la duración de un evento corto consista en evocar mentalmente una canción conocida que nos sirva de referencia temporal. Pero la evaluación del tiempo transcurrido es siempre mejor cuando combinamos diferentes modalidades sensoriales. De ese modo, para evaluar la duración de una nota musical nos puede ayudar el ver la nota escrita durante el mismo tiempo que la oímos. Igualmente, el ver al músico que interpreta la melodía puede permitirnos evaluar su duración con más precisión que si sólo la oímos. Nuestra capacidad para formar recuerdos es otro componente esencial de la percepción del tiempo, pues la memoria es siempre necesaria para medirlo. Una de las cosas que pierden los enfermos amnésicos es precisamente capacidad para percibir el tiempo, tanto de periodos cortos como largos del mismo.
Todo ello nos hace pensar que en el cerebro humano no existe un único reloj biológico que marque el tiempo subjetivo, sino quizá diferentes relojes que incluso pueden no estar sincronizados. De hecho, son muchas las partes del mismo que han sido involucradas en la percepción del tiempo. Entre ellas podemos citar, además de las cortezas auditiva y visual, la corteza prefrontal, los ganglios basales e incluso el cerebelo. Una amplia red de neuronas podría estar entonces implicada en la percepción subjetiva del tiempo. Con todo, hay una cierta especialización funcional, pues sabemos, por ejemplo, que la corteza visual es necesaria para que percibamos la duración de una imagen pero no para percibir la de un sonido. Sin embargo, todavía no sabemos cómo puede representarse en esa o en otras partes de la corteza cerebral el tiempo percibido para cada evento. El cómo esa representación ocurre podría explicar mucho de lo que conocemos por experiencia sobre la percepción del tiempo, como el que nos equivocamos más cuando los tiempos a medir son más largos o, como ya dijimos, cuando no le prestamos suficiente atención a la duración de lo que sea. El cerebro, en cualquier caso, debe de funcionar bien para que podamos percibir el tiempo con precisión. Los niños de menos de ocho años tienen una precisión temporal pobre, debido probablemente a falta de madurez de los circuitos neuronales que lo permiten, y al llegar la vejez hay también cambios neuronales que hacen que los marcadores internos se enlentezcan haciendo que el tiempo subjetivo pase más rápido. Es entonces cuando los años se hacen cortos y la vida en general va más deprisa.
Las observaciones y razonamientos anteriores nos ayudan a comprender el valor que tiene la percepción del tiempo en nuestras vidas. Es por ello que controlar los factores que influyen en esa percepción resulta muy importante para nuestra salud. Como muy bien ha explicado el profesor Ramón Bayés (El reloj emocional; Barcelona: Alienta Ed. 2007), gestionar el tiempo interior, es decir, el que apreciamos subjetivamente, es algo muy importante para conseguir bienestar. El tiempo que percibimos no siempre coincide con el deseado. A veces queremos que corra y en muchas ocasiones desearíamos detenerlo. Conocer sus características y razonar sobre los factores que determinan el tiempo subjetivo puede ayudarnos a equiparar el tiempo que sentimos con el esperado, o a modificar nuestro sentimiento para adaptarlo al tiempo objetivo, al que marcan los relojes. Cuando no es así se disparan los sistemas emocionales del cerebro y si ello perdura se genera un estado de estrés que perjudica nuestra salud. El lector debe recordar que en situaciones de estrés las glándulas suprarrenales liberan hormonas como el cortisol que dañan el organismo ya que pueden producir alteraciones cardiovasculares, depresión del sistema inmunológico y muerte de neuronas en el cerebro. En general no es bueno estar muy pendientes del tiempo. El trabajo a destajo o contrarreloj es un buen ejemplo, pues cuando se perpetúa puede acabar castigando al organismo y debilitando la salud somática y mental de quien lo realiza. Controlar nuestros tiempos o, por lo menos, tener la sensación de que los controlamos, es un factor clave del bienestar somático y mental de las personas.


domingo, 20 de mayo de 2018

Aunque Parezca Fácil

Los límites más difíciles de superar son aquellos que te pones tú mismo/a. 

No permitas que tu subconsciente te engañe, inténtalo. Las personas que lo consiguieron fueron aquellas que no contemplaban el fracaso como una posibilidad. Nadie dijo que fuera fácil. Quema las naves…

Puedes decidir, está en tu mano. Si algo podemos elegir los seres humanos es la actitud con la que queremos afrontar cualquier evento en la vida. La actitud no es algo que se cambie de un día para otro, pero puedes empezar hoy mismo…

Nadie dijo que fuera fácil. De hecho si es demasiado fácil quizás no merezca la pena. Aprende a enamorarte de los retos más complicados, de los más desafiantes. Seguramente sean los que más te enseñen.


Los demás te dirán que no puedes, que esto no es para ti. Dudarán de ti, e incluso te pueden hacer dudar de ti mismo/a. Continua, sigue caminando. No tienes que demostrar nada a nadie, al único que tienes que demostrar algo es a ti mismo. 

La vida es un asunto propio, no permitas que otros contaminen tu vida.