La palabra intrépido es un término que en nuestro idioma se puede usar para
referir a aquel individuo que no presenta temor ante los peligros que se le
puedan presentar de pronto en la vida; y por otra parte, también es posible
usar la palabra cuando se quiere expresar que alguien es osado a la hora de
actuar, de comportarse, o en lo que atañe a la realización de alguna actividad
especial, deporte, entre otros.
La persona intrépida dispone de un notable coraje, valor y fuerza de voluntad que es lo que le facilitará someterse a los más difíciles entornos y situaciones sin temor a fracasar en ese intento. Como generalmente los obstáculos provocan en las personas miedo, la disposición de coraje es lo que le permite a una persona neutralizar el temor y seguir adelante en la acción propuesta.
Ahora bien, cabe destacarse que intrépido no es una palabra que esté muy extendida en nuestro idioma para justamente expresar las cuestiones indicadas. La realidad es que para expresar tal situación solemos usar un término mucho más popular y extendido, como ser el de valiente y que es el sinónimo más reconocido de la palabra que nos ocupa.
El concepto de valiente es el que habitualmente usamos cuando queremos expresar que un individuo sobresale por su arrojo y que por tanto no demuestra miedo a la hora de actuar o ante aquello que está por venir y tendrá que enfrentar. Para el valiente es algo natural invertir esfuerzos para conseguir cosas para sí mismo o para el entorno que lo rodea.
Entonces, intrépido, así como su sinónimo más popular, valiente, pueden ser usados para dar cuenta de aquellas acciones que implican un importante valor y osadía. Arrojarse al mar para salvarle la vida a una persona que se está ahogando es de intrépido, de valiente. Entrar a una casa que se está incendiando para salvar a un anciano, asimismo, es ser intrépido.
El concepto opuesto al de intrépido es prudente, ya que refiere a aquella persona que se caracteriza por actuar con cautela y moderadamente.
Intrépido es quien no necesita aferrarse a puntos de vista ni a
opiniones, quien mantiene su mente abierta y su conducta tolerante ejerce el
respeto hacia toda criatura sensible. Esta persona vive consciente y en
armonía, obra apropiadamente, no se recrea contemplando los errores o
desgracias propias o ajenas y sabe compartir con generosidad sus bienes.
Trabaja para superar la ofuscación y comprender y transformar los estados
perniciosos de su mente, habla con cordura y, en la mayoría de los casos, con
amabilidad. Es firme, pero no arrogante; es manso, pero no pusilánime. Confía
en la moral, pero no en la ética convencional. Se hace responsable de sus actos
y asume las consecuencias de los mismos. Valora el sosiego y la paz interior.
Hay que ser muy intrépido para vivir, en un mundo como este, atento y lúcido;
para, en una sociedad orientada hacia la codicia, mantenerse desapegado.
No es intrépido el hostil, el agresivo, el que intenta imponerse por la
fuerza, el que con su odio crea toda suerte de enemigos, el que manipula,
explota y somete. No es intrépido el que acepta riesgos inútiles o,
menospreciando su vida, se la juega o necesita de sensaciones tan “fuertes” que
se pone en peligro o pone en peligro a los demás. No, éste únicamente es
mezquino, cobarde y brutal.
Dejarse conducir por inclinaciones de hostilidad o destrucción es fácil,
no requiere ninguna intrepidez. Ser consciente y obrar adecuadamente,
reorientar las energías vitales hacia lo constructivo, eso es verdadera
intrepidez.
No es intrepidez no tener miedo, sino saber afrontarlo y tratarlo si
llega el caso. Normalmente, el que nunca tiene miedo no es un intrépido, sino
un inconsciente. El miedo surge ante una amenaza y es una respuesta defensiva
que ayuda a sobrevivir.
La intrepidez se alimenta con determinación y motivación, pero la
persona espiritual no tiene la falsa expectativa de que puede llegar a no tener
miedo de nada, sino la visión clara de que en el miedo cabe la intrepidez y que
incluso el miedo, bien tratado, nos hace más intrépidos, sagaces y diestros. La
intrepidez surge cuando se vive espiritualmente, pues innumerables temores y
condicionamientos del ego se deben ir superando.