martes, 12 de noviembre de 2019

El Pan Diario


Cada día de vida encierra momentos maravillosos de los que no siempre somos conscientes. Un día de los que llamamos “normales” está lleno de situaciones llenas de significado y que a veces convertimos en rutinas sin sentido cuando no pasamos por ellas con los sentidos cerrados.

Felicidad es una palabra tan grande que parece evocar solo a los grandes acontecimientos o logros. Así, como esos instantes no son frecuentes, pensamos entonces que tal felicidad se sirve de manera espaciada en dosis muy grandes, solo así. Sin embargo, puede que estemos equivocando el enfoque. Quizás la felicidad no está en lo extraordinario, sino en muchos momentos cotidianos que a veces dejamos pasar sin más.

Muchas personas piensan que la felicidad reside justo al lado de las metas que nos proponemos, quedando así aplazada hasta que las alcancemos. Otras personas se creen que para encontrarla, deben tener un número con muchos dígitos en su cuenta o disponer de lujosas pertenencias materiales.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad, la felicidad no está relacionada con la consecución de sueños o los bienes materiales que tengamos, es mucho más simple de encontrar.
La felicidad es la senda que recorremos cada día, es el proceso de conseguir las cosas, es el hecho de poder saborear cada minuto, de disfrutar lo que estamos haciendo, de saber que llegaremos a nuestra meta pero sin importar el camino porque nos gusta recorrerlo.

La felicidad es saber que de los errores se aprende, que la frustración es un maestro y que las personas que están a nuestro alrededor son las que realmente merecen estarlo.La fórmula mágica para encontrar este maravilloso camino no es más que disfrutar de la sencillez de las pequeñas cosas, los pequeños momentos se convertirán en grandes recuerdos en nuestro corazón.

Cuando puedes dormir y sueñas, tus emociones se equilibran, tu cuerpo se renueva y, de hecho, te vuelves más inteligente: asimilas con mayor facilidad los nuevos contenidos y fijas lo que aprendiste en la jornada anterior. Poder dormir también es uno de esos pequeños milagros cotidianos a los que no siempre les damos el valor que tienen.

Como ves, cada día está lleno de momentos maravillosos. Que muchas personas los desprecien y los ignoren no significa que no tengan en sí mismos un gran valor. Quizás, si aprendes a descubrir la maravilla escondida en esos momentos cotidianos también aprendas a hacer de tu vida algo más que una rutina. Esa que lejos de grabarse en tu memoria deja la misma huella que el viento en calma en el rostro.

El maravilloso cerebro emocional de las personas resilientes

Las personas resilientes saben que nadie es inmune al sufrimiento, a la adversidad. Comprenden que cuando aparecen esos instantes de oscuridad y desesperanza, tenemos dos opciones: dejarse vencer o sobreponernos, luchar con todas las estrategias que nos sea posible, porque la vida es maravillosa si no se le tiene miedo.

Te gustará saber que el término “resiliencia” proviene en realidad del campo de la física. Hace referencia a la cualidad de algunos materiales para resistir la presión y doblarse con flexibilidad para volver a forma original. Ahora bien, la resiliencia, aplicada a la psicología presenta otra dinámica existencial más interesante: la de hacernos crecer.

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.”
-Benjamin Franklin-


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