El sentido común y la mayoría de la
gente, siempre nos ha dicho que ser optimistas nos ayuda a ser más exitosos en
nuestra vida. Sin embargo, es posible que no tengamos muchas respuestas lógicas
al por qué debe ser así, o no tengamos claro exactamente cómo podemos ser
optimistas para experimentar sus ventajas.
En los últimos años, la investigación
en psicología, se ha esforzado por conocer mejor cuáles fortalezas y
competencias pueden favorecer a una mayor satisfacción personal que nos ayude a
tener una vida plena. Según estos hallazgos ¡definitivamente el
optimismo es un complemento que no podemos olvidar!
Se ha encontrado que las personas
optimistas suelen sufrir menos problemas depresivos. Aparentemente,
esta cualidad ayuda a protegernos de la visión desesperanzada que caracteriza a
este problema y “amortigua” el impacto de las dificultades. A su vez, ayuda a
vernos con más capacidad para enfrentar los conflictos y sobrellevar mejor el
sufrimiento.
Además, se ha demostrado que el
optimismo, también parece ayudar a presentar menos enfermedades físicas.
Aparentemente, éste es un ingrediente fabuloso a la hora de enfrentar situaciones
estresantes, lo que nos ayuda a compensar sus efectos nocivos sobre la salud.
Asimismo, el optimismo puede favorecer
un mejor rendimiento académico, deportivo y una mejor adaptación
profesional. Su presencia, nos ayuda a superar las dificultades, a la vez
que nos permite construir metas y sueños ambiciosos, que nos mantienen
motivados y orientados hacia su logro.
¿Cómo actúa el Optimismo?
El secreto parece estar en que las
personas pesimistas y optimistas utilizan estrategias diferentes a la
hora de afrontar situaciones estresantes. En el caso del optimismo,
favorece que se empleen mecanismos mucho más eficientes y constructivos al
enfrentarnos a los conflictos.
Esta potente herramienta promueve
que se activen respuestas orientadas directamente a resolver el problema,
lo que impide, por ejemplo, caer en el típico error de tratar de “olvidar” o de
“huir” de ese elemento doloroso o angustiante, lo cual definitivamente no nos
ayuda a buscarle una solución al conflicto.
Los optimistas, parecen moverse más
fácilmente a resolver lo que les preocupa, se sienten más capaces, con más
control y probabilidad de éxito. Por lo cual, hacen más para mejorar y
piensan menos en su malestar, buscan más y mejores soluciones, y lo intentan
muchas más veces. Por el contrario, los pesimistas tienden a enfocarse
en las emociones negativas que les suscita el problema, quedan “encerrados”
en un bucle del que es difícil salir y no les conduce a la solución.
Pero… ¿Cómo ser realmente optimista?
Parece tener mucho que ver con las
expectativas. Los optimistas, tienen una predisposición a esperar resultados
positivos en sus vidas, con una creencia general de que “las cosas van
a salir bien” aunque pasen por momentos difíciles. Esta virtud parece
desarrollarse en función de la explicación que hemos dado a los eventos en el
pasado, es decir, cómo interpretamos nuestras experiencias.
Según se ha encontrado, las personas
con un estilo optimista, suelen atribuir los acontecimientos positivos,
a causas permanentes, globales y que tienden a deberse a sí mismos. Por
ejemplo, cuando son ascendidos en el trabajo, lo atribuyen a que la vida es
justa y que ellos son realmente competentes. Esto ayuda a tener creencias
positivas que invitan a aproximarnos al mundo, a la gente, a experimentar sin
miedo, y a confiar en nuestras
capacidades, sobre las que tenemos control y son estables en el tiempo.
A su vez, los eventos negativos
suelen atribuirlos a factores externos, temporales y específicos. Por
ejemplo, una actitud hostil de su pareja o un amigo, la atribuyen a que
posiblemente ha tenido un mal día y lo ha hecho sin pensar. Este tipo de
explicación nos invita a darle una segunda oportunidad, protege la relación con
el otro y a nosotros mismos. Esto es mucho menos doloroso y más fácil de
manejar, que pensar que todas las personas son crueles y que hay algo malo en nosotros
que no nos permite tener buenas relaciones. Por lo tanto, el optimista, pone la
causa de este evento negativo en algo pasajero y puntual, ¡mañana será otro
día!
Aunque el éxito de las cosas que
hacemos depende de muchos factores, parece que puede resultarnos mucho más útil
aprender a cambiar las explicaciones que damos a nuestras experiencias. Mantener
la esperanza de que las cosas van a mejorar definitivamente nos puede hacer la
vida un poco más fácil y ¡más exitosa!
Pero… ¿Cómo ser realmente optimista?
Parece tener mucho que ver con las
expectativas. Los optimistas, tienen una predisposición a esperar resultados
positivos en sus vidas, con una creencia general de que “las cosas van
a salir bien” aunque pasen por momentos difíciles. Esta virtud parece
desarrollarse en función de la explicación que hemos dado a los eventos en el
pasado, es decir, cómo interpretamos nuestras experiencias.
Según se ha encontrado, las personas
con un estilo optimista, suelen atribuir los acontecimientos positivos,
a causas permanentes, globales y que tienden a deberse a sí mismos. Por
ejemplo, cuando son ascendidos en el trabajo, lo atribuyen a que la vida es
justa y que ellos son realmente competentes. Esto ayuda a tener creencias
positivas que invitan a aproximarnos al mundo, a la gente, a experimentar sin
miedo, y a confiar en nuestras
capacidades, sobre las que tenemos control y son estables en el tiempo.
A su vez, los eventos negativos
suelen atribuirlos a factores externos, temporales y específicos. Por
ejemplo, una actitud hostil de su pareja o un amigo, la atribuyen a que
posiblemente ha tenido un mal día y lo ha hecho sin pensar. Este tipo de
explicación nos invita a darle una segunda oportunidad, protege la relación con
el otro y a nosotros mismos. Esto es mucho menos doloroso y más fácil de
manejar, que pensar que todas las personas son crueles y que hay algo malo en
nosotros que no nos permite tener buenas relaciones. Por lo tanto, el
optimista, pone la causa de este evento negativo en algo pasajero y puntual,
¡mañana será otro día!
Aunque el éxito de las cosas que
hacemos depende de muchos factores, parece que puede resultarnos mucho más útil
aprender a cambiar las explicaciones que damos a nuestras experiencias.
Mantener la esperanza de que las cosas
van a mejorar definitivamente nos puede hacer la vida un poco más fácil y ¡más
exitosa!
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