miércoles, 13 de noviembre de 2019

Sentir El Calor Humano



 Es curioso cómo detrás de muchas dolencias con las que me he encontrado, y encuentro, está la idea de “calor humano“. O, mejor dicho, la falta o insuficiente cantidad de calor humano
.
Aunque no lo reconocemos demasiado, mira que nos apetece sentirnos acogidos, acompañados, escuchados y entendidos, si eso es posible, en la mayor parte de las ocasiones. En definitiva, buscamos el calor humano, tanto físico como emocional.

Si algo hay que decir, es que el fuego se inventó (en realidad, más bien nos topamos con él. Lo que aprendimos fue a gestionarlo) para comer calientes los alimentos, evitando digestiones algo pesaditas, y por simple cuestión de supervivencia ante las extremas temperaturas exteriores. Y alguna que otra importancia tuvo este descubrimiento en que aún sigamos dando vueltas por este planeta. Si, de nuevo, algo hay que decir, es que el calor humano se diseñó para alimentarnos como especie y permitirnos seguir vivos siglo tras siglo.

También es cierto que tanto calor, en muchas ocasiones, nos hace saltar la línea y machacarnos entre nosotros a base de bien, guerras mundiales, locales, discusiones territoriales, posesivas, etc., pero se trata de otro calor mucho más relacionado con la combustión generada por la información genética, instintos, pasiones, emociones, necesidades internas, déficits, excesos, expectativas personales y sociales, vivencias, sentido de pertenencia… El otro, el que se transmite y se busca a través de la relación, comunicación, y va enfocado a completar y complementarnos mediante el encuentro, también puede surgir de esas fuentes, pero no es guerrero, ni busca el dominio o la posesión.             A menos que sea el lobo anterior vestido de corderito intentando darnos gato por liebre.

Y es que somos, que yo sepa, un animal, porque, seamos humildes, seguimos siéndolo, con nuestro viejo cerebro reptiliano envuelto por los más modernos límbico y neocortex. Eso sí, un animal muy, muy complejo. En realidad, estamos lejos de comprender ni medianamente bien nuestro comportamiento. De hecho, llevamos milenios preocupándonos de aspectos relacionados con la psicología, pero ésta, como disciplina formal, anda por el siglo y medio.

El calor humano lo sentimos cuando tenemos desde la sensación hasta la certeza, pasando por el estoy casi seguro, de que se nos valora. Y esto no se refiere sólo a la transferencia de calor entre dos o más cuerpos humanos con distinta temperatura, sino, además, al calor de saberse, insisto, valorado, escuchado, preguntado…, respetado. Que contamos, en definitiva. Y, así, a casi todo lo negativo que ocurra después, se le irán encontrando atenuantes y explicaciones favorables al transmisor de ese calor humano. Esa sensación nos predispone en positivo y nos hace vivir la pertenencia a algo. Vaya, pues no está mal el botín.

Sonrisas y lágrimas son consustanciales a nuestra naturaleza. Tenerlo en cuenta es caminar con pie más firme a través de un camino largo y desconocido, pero enormemente sorprendente si levantamos la vista del suelo y de nuestros pensamientos y nos decidimos a mirar lo que nos rodea y, casi más importante, a querer verlo. 

Vámonos a la calle un rato a mirar, ver e interactuar, que todo está ahí para nosotros, a nuestra disposición.


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