No sé qué voy a hacer para salir de este bache en el que me veo
atrapado. La vida a veces llena de niebla los cruces de caminos e incluso me
hace pensar y sentir que el mundo se puede acabar mañana. Sin embargo, sé que
esta sensación es fruto de una ceguera que me provocan todas esas emociones y
pensamientos negativos que me abordan. En mi interior, sé a ciencia cierta que
conseguiré salir de todo esto. Porque me he sentido así otras veces, porque ya
lo he conseguido otras veces.
Hay muchas situaciones que ahora, con perspectiva, me dan la
sensación de haberme superado demasiado teniendo en cuenta el peligro que
suponían realmente. En esos momentos, el mayor drama que
existía era el que yo recreaba en mi mente. No obstante, aún existen muchas
creencias y puntos de vista que tengo que revisar y en los que de alguna manera
tengo que encontrar la calma.
“Lo conseguiré, siempre y cuando me arriesgue,
siempre y cuando afronte mis miedos y lo haga apartando la idea de que son un
motivo para desistir”
Los finales siempre son nuevos comienzos
Los finales aterran. Esa tristeza que nos aborda cuando
termina nuestra serie o libro favorito, ese miedo que nos invade ante la
posibilidad de romper con una relación y destrozar la idea del amor para toda
la vida provocan en nosotros una sensación que buscamos evitar a toda costa.
Sin embargo, esto también impide que tomemos decisiones que
nos beneficiarían. Por ejemplo, no es negativo romper una relación a la que en
realidad ya nada nos une más allá de los recuerdos; una relación que en el
presente incluso nos puede estar haciendo mucho daño. No obstante, creemos
todo lo contrario y mantenemos nuestra posición, abrigados por una falsa
sensación de fidelidad al otro, mientras nos traicionamos a nosotros mismos.
En ocasiones, romper o dejar atrás algo no es una decisión que podamos
tomar. A veces, son las circunstancias las que nos obligan a cerrar un
ciclo y además lo hacen sin darnos opción a retrasar ese momento. Esto
supone un duro golpe para nosotros. Pues no estamos preparados para esto y,
tampoco, es algo que en realidad deseemos.
A todo lo duradero, eterno y seguro lo consideramos algo bueno, a todo
lo contrario como negativo. Así nos lo han enseñado desde pequeños, lo que ha
provocado en nosotros esa tendencia a apegarnos a diferentes objetos,
situaciones y personas. Por eso nos cuesta tanto soltar, dejar ir y tomar
decisiones que impliquen un punto y final.
“Conseguiré cerrar esa puerta que me abrirá nuevas y mejores
posibilidades, conseguiré observar los fracasos como éxitos personales”
Desechemos esas creencias en las que se afirma que todo final es la
materialización de un fracaso. Esto no nos aporta nada más que frustración y
una gran angustia que nos paraliza y evita que tiremos hacia
adelante.
Daña nuestra autoestima, pensando que en nosotros existe una especie de
magia negra con la fuerza suficiente como para terminar con cualquier proyecto
que merezca la pena.
Tenemos una resistencia mayor de la que pensamos, una capacidad para
tomar impulso en el fondo de la que a veces nuestro olvido da buena cuenta. Hay
muchos momentos vividos en el pasado en los que consideramos que todo se había
terminado para nosotros, pero cuando menos lo esperamos surgieron nuevas
oportunidades.
Estoy seguro de que conseguiré ver las circunstancias más desagradables
como una oportunidad y no como un infortunio. Porque tras esquivar varias
situaciones en las que tenía que tomar decisiones, tarde o temprano me
terminaré encontrando en un callejón sin salida en el que, sí o sí, pondré a
prueba mi determinación.
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