La necesidad de trabajar quizás tuvo su origen, hace milenios, en el
instinto básico del hombre de sobrevivir y perpetuarse como especie. En
aquel mundo solo y hostil, el hombre debió utilizar todas sus potencialidades
para proveerse de alimentos, elaborar su ropa y vivienda, fabricar sus
utensilios, herramientas y armas, para proteger a sus hijos.
Desde el punto de vista individual, el trabajo es todo lo que el
hombre hace para su satisfacción, alegría y bienestar; toda la gama de
actividades que satisfacen sus necesidades primarias, así como alcanzar la
riqueza material y espiritual para el mismo, los suyos y su país.
Cuando una actividad que es común a todos, que no cesa y de la cual
depende nuestro bienestar y seguridad; ella es “el mantenimiento y
conservación” o “trabajo cotidiano”. Es imposible concebir la vida sin
este trabajo; desde arreglar la cama cuando nos levantamos hasta cambiar un
caucho del carro o acondicionar la mesa de trabajo.
El “trabajo social” es la ayuda que le prestamos a
otro semejante sin otra intención que la ayuda misma; lo que significa
otra forma de efectuar acciones en la sociedad que debe cada vez tomar
importancia y ser parte del trabajo diario de cada miembro de la sociedad.
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