Pues bien… parece que ser congruente está ligado a una cierta
transparencia tanto interna (de una persona consigo misma) como
externa (en la que lo que uno refleja es lo que uno ES). Uno no muestra
nada más que su verdad, sin camuflajes ni máscaras.
En cambio, las personas que actúan de manera incongruente son aquellas
que generan ciertos quebraderos de cabeza tanto para ellos mismos como para los
demás. Se alejan de lo que SON, se comportan de una manera diferente a como se
sienten o a cómo piensan.
La congruencia es la correspondencia entre lo que uno siente
y expresa
Por tanto, podemos definir la congruencia como ese equilibrio
que existe entre el estado más visceral de uno (lo que uno siente en sus
“tripas”) y la exteriorización que uno hace de ello en su comportamiento,
tanto verbal como no verbal. Es decir, cuando uno es congruente no
existe una falta de sintonía entre lo que uno siente y lo que uno
exterioriza.
“Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se
reconoce libre de ser lo que es”
-Jean Paul Sartre-
Por ejemplo, si me siento traicionada por mi amiga, no lo camuflaré ni
haré como si no hubiera pasado nada. Reflejaré como me siento, ya que es mucho
el dolor que he recibido y me gustaría que ella pudiera ver cómo me ha hecho
sentir. Seré congruente con mi dolor y con mis sentimientos.
Las personas congruentes generan confianza hacia los demás
Las personas congruentes suelen generar confianza en los demás, ya que no muestran otra cara
diferente a la que sienten, ni se esfuerzan por fingir o disimular su
estado interno. Saben escuchar lo que sienten por dentro y son capaces de
aceptarlo, sin engañarse a sí mismos ni a los demás.
La congruencia habla de la correspondencia entre pensamientos y acciones
También hablamos de congruencia cuando nos referimos a esa sintonía
que existe entre nuestras acciones o comportamientos y nuestra forma de pensar. Muchas
veces, probablemente, nos habremos descubierto a nosotros mismos actuando de
una manera que se contrapone a nuestros pensamientos y valores. Ello nos
produce una mezcla de extrañeza y vergüenza.
Si yo presumo de lo tolerante y paciente que soy con los
demás, pero luego, a la primera de cambio, soy incapaz de asumir otros puntos
de vista diferentes al mío; si me enfado y me crispo… probablemente tenga que
replantearme esta idea de mí mismo. Ya que creer que uno es de una manera, pero
luego en verdad ser de una forma contraria a la que se cree produce una
sensación nada agradable. Por lo tanto, esta incongruencia se tiende a
eliminar: a favor de un lado o de otro.
Por ello iniciarse en el camino de la congruencia no es ninguna
“tontería”: implica un pacto de honestidad con uno mismo muy importante.