Cuando hablamos de “Los Derechos Humanos”
ya no alcanza con mencionar que nos estamos refiriendo a una frase que
simboliza y define toda una gama de adjetivos que intentan identificar
el alto grado de conciencia que la raza humana ha alcanzado en su
constante evolución.
Conceptos amparados por el Derecho Universal,
que intentan expresar y preservar, el valor de la criatura humana, su
dignidad individual, y el derecho natural que ésta tiene, de poder
desarrollar todo el potencial inherente a su condición, sin importar su
origen, raza, posición social, etc.etc.
Decimos que no alcanza con
la simple mención de estos derechos, porque la humanidad desde que ha
podido registrar los acontecimientos que han marcado su peregrinar a
través de los siglos, no ha logrado desprenderse del preconcepto, de
pretender clasificar en castas, de separar a los fuertes de los débiles,
de subyugar mediante el poder, de explotar al vencido, de esclavizar y
masacrar a naciones enteras, en una lucha irracional, que ha contado, en
la mayoría de las veces, con la complicidad de sus propios dioses.
Aunque
no nos guste mencionarlo, aunque nos avergüence reconocerlo, aunque
transitemos orgullosos por el siglo XXI de la era cristiana, aunque
hayamos alcanzado niveles que superan nuestra capacidad de asombro en
cuánto a ciencia y tecnología, subsiste entre nosotros la ignominiosa
clasificación de “tipos de humanos” los humanos de aquí, los humanos de
allá, los que viven en el primer mundo, los que habitan el tercer mundo,
los desarrollados y los subdesarrollados, los que saben todo lo que
pasa y los que viven y mueren ignorados en medio de la miseria.
Es
por eso, que cuando nos enteramos de acciones bélicas, como la ocurrida
en las aguas internacionales cercanas a la Franja de Gaza, donde las
tropas de elite de Israel, abordaron y masacraron a los activistas que
viajaban a bordo de la llamada Flotilla de la Libertad, aduciendo de que
estaban ejerciendo “su derecho de defensa” frente a la potencial
agresión, por la sospecha de que podrían transportar, un supuesto
cargamento de armamento para los “terroristas” palestinos.
Quienes
tuvimos la posibilidad de ver las imágenes difundidas por las agencias
informativas, sabíamos, que una vez más, la arrogancia israelí,
ignoraría las indignadas protestas, de la opinión pública internacional,
en una clara demostración de indiferencia, la impunidad de sus actos
está garantizada por sus aliados incondicionales, esta vez, El Consejo
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas condenó el ataque, pero no
prosperó ninguna sanción, Estados Unidos, Holanda e Italia, lo
impidieron.
Entiendo que no debería existir
Xenofobia grande como tampoco Xenofobia chica, todo hecho que se
practica a seres indefensos, por causa de su raza o su religión, o por
cualquier tipo de razón que podamos esgrimir, es condenable e indigno,
ha sido tan tremendo el holocausto del pueblo judío durante la segunda
guerra mundial, como el que se practica diariamente a los sufridos
habitantes de la Franja de Gaza, por parte del ejército israelí.
Cuando
la xenofobia y la exclusión, cuando los actos de violencia genocida,
forman parte de las Sagradas Escrituras, cuando los profetas reveladores
de la palabra de dios, alientan el odio y el desprecio a otras
naciones, entonces, los derechos humanos se parcializan a favor de unos y
desmedro de otros.
Antes, la excusa esgrimida consistía en que
habían caído en condenación por adorar a otros dioses y, en
consecuencia, haber caído en las garras del pecado.
Hoy, en pleno
siglo XXI, la justificación para arrasar a las naciones, es que pueden
tener armas de destrucción masiva, que son parte de algún eje del mal, o
que son terroristas, si los modernos inquisidores juzgan y condenan,
serán invadidas, ocupadas, y puestas en un largo proceso de purgatorio
bajo la tutela de las naciones dominantes.
Alguien me ha preguntado
una vez, si yo sabía cuáles eran las oraciones, que los devotos de la
religión judía decían delante del Muro de los lamentos, las sagradas
ruinas del antiguo templo de Jerusalén, pues bien, una de las plegarias
recitadas se encuentra en el Talmud, la Ley de Moisés, los primeros
cinco libros de la Biblia, parte del texto dice lo siguiente:
“Cuando
Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás
para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al
heteo, al gergeseo, al amorreo,al cananeo, al ferezeo, al heveo y al
jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y Jehová tu Dios
las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás
del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia.
Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo.
Porque
desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el
furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto.
Más
así debéis hacer con ellos; sus altares destruiréis, y quebraréis sus
estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus
esculturas en el fuego.
Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu
Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más
que todos los pueblos que están sobre la tierra.”
Deuteronomio 7: versículos del 1 al 6
Una
nación, con semejante aval, difícilmente pueda ejercer la tolerancia y
la compasión, con aquellas naciones que considere sus enemigas, hace
falta dar vuelta unas cuantas páginas del texto sagrado, para aprender
el mensaje del verdadero Rey de los Judíos, el llamado Príncipe de Paz,
seguramente que si hoy estuviese nuevamente entre nosotros, no faltarían
maderos ni clavos, para volverle a inmolar en la cruz.
Hugo W. Arostegui