miércoles, 27 de noviembre de 2019

Las Buenas Personas


“Sembrar para recoger pero disfrutando de la siembra”

La tierra nos dice: “No me traigas tus necesidades, tráeme tu semilla”, J. Rohn

Las personas somos impacientes por naturaleza. Normalmente cuando siembras una semilla lleva un tiempo poder recoger el fruto; pero hay gente que lo quiere recoger al día siguiente. A esa gente le digo que tenga paciencia, que podrá recogerlo, pero que no se olvide de regarlo.

En esta entrada no quiero hablar de eso, quiero hablar de lo bonita que es la siembra, de que si realmente puedes llegar a disfrutar sembrando llegará el día en que te olvides de cuál era el fruto que querías recoger, y ese fruto vendrá igualmente cuando sea el momento. Cuando olvides que tienes algo que recoger inconscientemente sabrás que estás disfrutando de lo que haces.

Si te rodeas de gente como tú, con tus mismas inquietudes, te ayudará a regar tu cosecha cada día del mismo modo que tu riegas la suya. Puede que sus frutos estén más maduros que los tuyos y ya esté recogiendo algunos. No sientas envidia o impaciencia, no te frustres, al contrario, siéntete contento y dale la enhorabuena. Porque si sigues ese camino, y cuidas bien tu cosecha, tal vez algún día esa persona o personas que eran tus referentes te den la enhorabuena y algo más importante que eso: su amistad. E incluso siguiendo ese camino tú puedas llegar a convertirte en referente de otras cosechas que acaban de plantar sus primeras semillas.

No fuerces las cosas, se feliz sembrando, tu eres tu propia tierra. Si eres feliz y disfrutas, tus tierras serán fértiles. Y aunque algunos días las cosechas no den buenos frutos, tranquilízate, nada dura eternamente y tarde o temprano estarás donde mereces. Tú eres tu propio límite. Paciencia, valor, fuerza y mucha constancia.

Disfruta sembrando. Recoger es lo de menos.

Todos hemos oído infinidad de veces que lo que siembras lo recogerás. Así que siembras y siembras con mucho entusiasmo, riegas con mucho amor un día tras otro, cuidas y mimas tus cultivos con gran esmero y, como el resto de agricultores… unas veces recoges tu cosecha y otras veces te cae una helada, recoges la mitad o simplemente no recoges nada. Lo que sí es seguro es que para recoger hay que sembrar, si no siembras seguro que no recoges nada y si siembras, algo algún día recogerás. Hace unos días recibí un email, era un día de esos grises de lluvia, que a mí no me disgustan, es más, me gusta

Sentarme frente a la ventana y ver llover mientras escribo o leo, me relaja mucho. Al principio me sorprendió, no me lo esperaba para nada, lo leí, abrí el archivo adjunto sin más y de repente… ¡Salió el sol! Salió el sol para mí claro, porque afuera seguía lloviendo. Era mi cosecha, una cosecha que había sembrado, regado con amor, cuidado con mucho mimo y esmero durante varios meses. Una cosecha que pensaba que le había caído una de esas heladas de invierno y que ya no esperaba recoger.

Y es que, amigos/as, hay veces que lo que sembramos tarda mucho más en crecer y madurar. A veces impacientes, pensamos que nuestra semilla no va a desarrollarse y la damos por perdida, cuando lo que necesita, simplemente, es más tiempo. “La paciencia infinita produce resultados inmediatos.” – Confucio. 

Por eso si crees en algo de verdad, si es lo que deseas hacer en esta vida, si en realidad ese es tu sueño… ¡¡Sigue adelante!!



Lo Que Sembramos


“Sembrar para recoger pero disfrutando de la siembra”
La tierra nos dice: “No me traigas tus necesidades, tráeme tu semilla”, J. Rohn

Las personas somos impacientes por naturaleza. Normalmente cuando siembras una semilla lleva un tiempo poder recoger el fruto; pero hay gente que lo quiere recoger al día siguiente. A esa gente le digo que tenga paciencia, que podrá recogerlo, pero que no se olvide de regarlo.

En esta entrada no quiero hablar de eso, quiero hablar de lo bonita que es la siembra, de que si realmente puedes llegar a disfrutar sembrando llegará el día en que te olvides de cuál era el fruto que querías recoger, y ese fruto vendrá igualmente cuando sea el momento. Cuando olvides que tienes algo que recoger inconscientemente sabrás que estás disfrutando de lo que haces.

Si te rodeas de gente como tú, con tus mismas inquietudes, te ayudará a regar tu cosecha cada día del mismo modo que tu riegas la suya. Puede que sus frutos estén más maduros que los tuyos y ya esté recogiendo algunos. No sientas envidia o impaciencia, no te frustres, al contrario, siéntete contento y dale la enhorabuena. Porque si sigues ese camino, y cuidas bien tu cosecha, tal vez algún día esa persona o personas que eran tus referentes te den la enhorabuena y algo más importante que eso: su amistad. E incluso siguiendo ese camino tú puedas llegar a convertirte en referente de otras cosechas que acaban de plantar sus primeras semillas.

No fuerces las cosas, se feliz sembrando, tu eres tu propia tierra. Si eres feliz y disfrutas, tus tierras serán fértiles. Y aunque algunos días las cosechas no den buenos frutos, tranquilízate, nada dura eternamente y tarde o temprano estarás donde mereces. Tú eres tu propio límite. Paciencia, valor, fuerza y mucha constancia.

Disfruta sembrando. Recoger es lo de menos.

Todos hemos oído infinidad de veces que lo que siembras lo recogerás. Así que siembras y siembras con mucho entusiasmo, riegas con mucho amor un día tras otro, cuidas y mimas tus cultivos con gran esmero y, como el resto de agricultores… unas veces recoges tu cosecha y otras veces te cae una helada, recoges la mitad o simplemente no recoges nada. Lo que sí es seguro es que para recoger hay que sembrar, si no siembras seguro que no recoges nada y si siembras, algo algún día recogerás. Hace unos días recibí un email, era un día de esos grises de lluvia, que a mí no me disgustan, es más, me gusta

Sentarme frente a la ventana y ver llover mientras escribo o leo, me relaja mucho. Al principio me sorprendió, no me lo esperaba para nada, lo leí, abrí el archivo adjunto sin más y de repente… ¡Salió el sol! Salió el sol para mí claro, porque afuera seguía lloviendo. Era mi cosecha, una cosecha que había sembrado, regado con amor, cuidado con mucho mimo y esmero durante varios meses. Una cosecha que pensaba que le había caído una de esas heladas de invierno y que ya no esperaba recoger.

Y es que, amigos/as, hay veces que lo que sembramos tarda mucho más en crecer y madurar. A veces impacientes, pensamos que nuestra semilla no va a desarrollarse y la damos por perdida, cuando lo que necesita, simplemente, es más tiempo. “La paciencia infinita produce resultados inmediatos.” – Confucio. 

Por eso si crees en algo de verdad, si es lo que deseas hacer en esta vida, si en realidad ese es tu sueño… ¡¡Sigue adelante!!

La Transformación

Seguro que existen un gran número de situaciones a tu alrededor que te gustaría cambiar, tanto de los demás como de ti mismo o de tu alrededor. Y en ocasiones, para conseguirlo intentas luchar contra las circunstancias imaginando que puede ser la mejor opción, negándote a aceptarlo. Tu resistencia para evitar la realidad se ha convertido en un obstáculo.


En muchas ocasiones, cambiar no significa modificar las cosas por fuera o desde el exterior, sino generar ese cambio desde adentro y esta nueva situación tan solo se inicia con la aceptación. Aceptar no significa permanecer pasivos e indiferentes, aceptar es el motor que promoverá el cambio cuando comencemos a ser conscientes.

“Lo que niegas, te somete. Lo que aceptas, te transforma.”
-Carl Gustav Jung-

En nuestra vida hay muchas experiencias dolorosas que no podemos eludir como las enfermedades, pérdidas, desilusiones, separaciones etc., que nos causan malestar. Si añadimos al sufrimiento de estas experiencias una actitud de resistencia, generaremos un sufrimiento que puede ser prescindible e innecesario.

La resistencia constituye un mecanismo de oposición a la realidad, acompañado de sentimientos como la rabia, el asco, el rechazo o la indignación, es decir, todo un movimiento emocional que nos priva de la calma y la lucidez, enturbiándonos el entendimiento la mayoría de las veces.

La resistencia ocasiona una tormenta emocional que nos hará difícil vislumbrar la solución adecuada. Es como si fuera una emoción que va creciendo conforme se va tomando conciencia de lo que sucede o lo que acabamos de saber. Y que si no sabemos controlar puede llevarnos al estancamiento personal.

Además del sufrimiento añadido por la adopción de la postura resistente, lo que ésta acaba produciendo es la imposibilidad de encontrar una solución o respuesta adecuada a la situación desagradable que la provocó por varias razones: una es el impedimento de ver con claridad la situación en la que nos encontramos inmersos en su conjunto y otra, que las emociones resultantes nos impedirán en mayor medida llevar a cabo el remedio en práctica.

“La resistencia no solo nos incrementa el sufrimiento, sino que nos hace más difícil el encuentro y la puesta en marcha de la solución al problema que nos sucede”

Y aunque el origen del rechazo y la resistencia sea completamente natural, ya que todos los seres vivos tratamos de evitar aquello que nos perjudica o hace daño y nos aproximamos a lo que nos favorece, el problema se origina o surge cuando aquello que no nos gusta presenta la característica de inevitable, por lo que no nos queda más remedio que afrontarlo.

Así, malgastamos nuestra energía en el conflicto interno que albergamos, en lugar de buscar o encauzarnos por el camino o solución correcta.


martes, 26 de noviembre de 2019

Nada Es Imposible


Frases para conseguir algo imposible

1. Todo parece imposible hasta que se consigue. Nelson Mandela
2. Creer que algo es imposible es hacerlo imposible. Proverbio Francés
3. La mayor parte de nuestros sueños al principio parecen imposibles. Después parecen improbables. Y por último, cuando reunimos todas nuestras fuerzas, se convierten en inevitables. Christopher Reeve
4. Suelo creer en 6 cosas imposibles antes del desayuno. Lewis Carroll
5. Una de dos: o es fácil o es imposible. Salvador Dali
6. Para el tímido o el dubitativo todo es imposible porque así se lo parece. Sir Walter Scott
7. La palabra imposible no está en mi diccionario. Napoleón Bonaparte
8. Imposible sólo significa que aún no has encontrado la solución. Anónimo
9. Nadie llega muy lejos a menos que consiga lo imposible una vez al día. Elbert Hubbard
10. Que algo te parezca imposible no significa que le parezca imposible a los demás. Marco Aurelio
11. Lo que creemos que es posible o imposible depende más de lo que pensamos de nosotros mismos que de la auténtica naturaleza del problema. Anthony Robbins
12. El único lugar en el que tus sueños son imposibles es en tu pensamiento. Robert Schuller
13. Aquel que piensa de manera positiva logra ver lo invisible, tocar lo intangible y conseguir lo imposible. Anónimo
14. Para alcanzar lo imposible primero tienes que apuntar a lo absurdo. Miguel de Cervantes
15. Tan sólo existe una cosa capaz de hacer un sueño imposible de alcanzar: el miedo al fracaso. Paulo Coelho
16. Piensa y actúa como si fuera imposible fracasar. Charles F. Kettering
17. Es bastante divertido hacer lo imposible. Walt Disney
18. Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo. Thomas Alva Edison
19. Como no sabían que era imposible lo hicieron. Anónimo

20. Si crees que algo es imposible, tú lo harás imposible. Bruce Lee


Oportunidades Perdidas



Nuestros viejos repetían la frase “Tiempo perdido, los santos lo lloran”. Algo lleno de filosofía de vida. Y es que el tiempo que pasa, es dramáticamente tiempo pasado, ni un segundo será posible retroceder, menos aún cambiarlo o hacerle correcciones. Existen casos que muestran lecciones tristes, totalmente posibles de evitar en el presente, y que dibujan a cuerpo entero consecuencias negativas obtenidas cuando se siguen caminos desaconsejados, que nuestros padres nos persuaden para evitarlos.

Sus objetivos sanos es la búsqueda de cambios positivos en nosotros mismos, a través del estudio, abonado del camino de verdaderos sacrificios, para permitirnos lograrlo. Hace unos años contaba un profesor de Medicina en una de sus clases en nuestras universidades públicas; su historia de cómo había logrado estudiar en el extranjero con el sacrificio de sus padres, para culminar sus estudios de Medicina.

En ese viaje se logró conformar un grupo de unos 6 a 8 estudiantes con el mismo objetivo.
Sus padres poseían, en ese momento, algunas posibilidades económicas como para realizar ese esfuerzo. Pasado los años y terminada la carrera. Los progenitores alistaron maletas para ir a las graduaciones. Uno de ellos, al llegar, se encontró con la catastrófica sorpresa que su hijo se había retirado de la carrera, cursando solamente los dos primeros años. De manera que el resto de dinero que le habían enviado cada mes en los años subsiguientes, llegó a saco roto, dedicándose a cualquier otra cosa menos al estudio.

Pasados los años, hace poco, al bajarse de su vehículo en el estacionamieto en uno de los modernos centros comerciales, fue sorprendido cuando alguien le llamó por su nombre y título de Dr. Al tratar de identificar, le costó reconocer a la persona hasta que este se identificó que era aquel compañero de viaje de estudio al extranjero; ahora  desempeñando el oficio de cuidar vehículos (CPF). Sus padres ya no estaban; el dinero se terminó.

En otro caso, hace un par de años, se presentó al personal de la oficina de la Dirección Superior de un ministerio, la nueva Secretaria General. Esta dio los saludos, las palabras iniciales y definió de inmediato las pautas en el cargo de acuerdo a su especialidad, requerimiento del ministerio por su naturaleza y mecanismo de trabajo. Concluidas las formalidades, regresaron a sus escritorios y oficinas. Menos una persona, que fue llamada por la nueva Secretaria General a despacho para una pequeña reunión. Cerrada la puerta, las cosas marcharon de otra manera; la Secretaria General, estaba frente a la trabajadora de la limpieza de las oficinas. Roto el protocolo, que distancia por cargos, se dio el saludo y abrazo de la que había sido su compañera y amiga de estudio de primaria. Nadie supo cómo y desde cuándo se conocían, prefirieron de común acuerdo mantenerlo así.

En otra institución, no hace mucho, al llegar el nuevo jefe, presentó a su equipo de asesores con los que pretendía asumir las diversas tareas; no todos se conocían por dominar cada uno diferentes áreas de conocimiento. Terminada la reunión, dos personas al reconocerse se quedaron aparte para saludarse y platicar de manera amena. El último encuentro se había calendarizado en la época de colegio, en secundaria. Ambos estudiaron en colegio privado de varones en Managua, en la época que estos existían. Habían ingresado con extrema dificultad económica de sus padres, que con esfuerzo les habían logrado mantener sus estudios. El problema se dio cuando llegó el momento en que cada uno preguntó al otro por su cargo. El primero respondió que llegaba en calidad de asesor; el segundo bajando la cabeza respondió que había sido contratado como chofer de uno de los asesores. Luego del colegió no había querido seguir estudiando

Ninguno de los casos aquí descritos es inventado, pero sí se ausentan datos que puedan llevar a las personas reales y quienes aún viven esta historia, su propia historia. En cada caso hubo padres y madres que hicieron lo que estuvo en sus manos para lograrles otro destino, a través de la preparación, para lograr un mejor futuro. Pero la misma muestra que las decisiones de aprovechar, sacrificar y estudiar, no fue igual. En cada caso la ruleta de la vida los volvió a reencontrar con la comparación de los resultados de dos actitudes distintas ante la vida. 

Se suele decir que “Nadie escarmienta en cabeza ajena”. Qué bueno sería poder afirmar lo contrario. Y que las vidas de otros nos sirviera como lecciones ilustrativas de escarmientos para no imitarles, para retomar en nuestras manos las oportunidades que nos dan, en su momento, con tanto amor nuestros padres.


lunes, 25 de noviembre de 2019

Volver A Empezar


“La vida está compuesta de ciclos, etapas y momentos, unos más suaves o agradables que otros… y cada uno de ellos representa la oportunidad de aprender, crecer y madurar esencialmente. A través de estas experiencias podemos reflexionar y reconectarnos con nosotros mismos y con las herramientas que se encuentran guardadas en nuestro interior.

Al mismo tiempo, la mayoría de las veces, la dificultad que enfrentamos nos lleva a recordar la presencia de Dios, a reafirmar nuestras creencias, a rescatar el valor de los afectos en nuestra vida, a movernos suavemente hacia el punto medio o, simplemente, a ubicarnos de nuevo en el presente, para reconocer que estamos vivos.”

Son muchas las situaciones que le causan dolor al ser humano. Algunas de ellas nos hacen perder la dirección y las ganas de vivir, haciendo que nos enfrentemos al dolor, a la apatía, a la indolencia, al desánimo y hasta a la depresión. Lo más importante, en esos momentos, es recordar que podemos caer y experimentar la pérdida temporal del sentido y la dirección que llevaba nuestra vida… pero luego, tenemos que reunir la fortaleza, el valor y la determinación que nos haga falta para levantarnos y comenzar de nuevo.

La mayoría de las veces el dolor y la afectación que sentimos nos impide tener la claridad mental necesaria para analizar la situación con objetividad y ver un poco más allá para descubrir la solución. Por esta razón, es importante abrirnos a la sugerencia o al comentario positivo que nos haga un buen amigo, esa persona que nos quiere incondicionalmente y que tiene la serenidad y la claridad mental, por encontrarse afuera de la situación, para percibir la posible salida o respuesta que tanto necesitamos.

Ábrete al proceso de aprender y sanar, date el tiempo suficiente para reconocer cuál es la lección pendiente por aprender. Cuando no lo hacemos, el dolor se convierte en rabia, resentimiento, tristeza profunda, desánimo, rebeldía o depresión.
Construye una vida nueva y mejor, con dignidad, valor, responsabilidad, alegría, fuerza y fe. No olvides que son los momentos difíciles los que más nos enseñan. ¡Superarlos y usarlos como un trampolín para impulsarnos hará la diferencia!

Claves para volver a comenzar
Vive tu duelo y trabaja la aceptación. Tómate el tiempo necesario para liberar tu dolor. No trates de invalidarlo o de bloquearlo; lo más sano es dejarlo salir. Acepta lo sucedido sin hacerte muchas preguntas, hazlo con el valor y la determinación de hacer cuanto sea necesario para superarlo, transformarlo o sanar.

Suelta el pasado y perdona. Mientras más le des vuelta en tu mente al recuerdo de lo que te sucedió, más se profundizará el dolor. Soltar significa dejar ir el recuerdo triste y doloroso para volver a sentirnos bien. Utiliza el perdón si fuese necesario para sanar el dolor y suavizar tu situación.

Valórate y cuenta contigo. ¡Eres alguien especial, hecho a imagen y semejanza de Dios! Haz contacto con tus talentos, dones y capacidades, evita pensar en tus limitaciones, errores y fracasos del pasado... Estás en el umbral de una nueva vida que traerá consigo lo mejor para ti. Sal a caminar, aliméntate bien, descansa y distrae la mente. Suavízate el momento y acompáñate a vivir.

"Siempre podemos volver a comenzar, y hacerlo con más fuerza, entusiasmo y determinación".


Tu Puedes Hacerlo


No existe ninguna varita mágica que vaya a traer suerte y éxito a tu vida, porque este no suele llamar a las puertas sin invitación previa. Si lo quieres, vas tener que construirlo y darle forma con tus propias manos. Pero, para ello, tienes que delimitar aquello que quieres conseguir, o dicho de otra manera, hacia qué dirección el viento te sería favorable. Una vez identificado, una buena formación y una ilusión desbordante, en forma de energía, que te den la fuerza suficiente como para enfrentarte a las primeras dificultades, serán unos buenos señuelos para el éxito
.
Pero no todo será un camino de rosas. El fracaso -o él o su sombra- estará esperándote en cada esquina para atemorizarte y hacerte dudar sobre si seguir adelante o dar marcha atrás. Sin embargo, esto será parte de tu escalada hacia el éxito, parte del aprendizaje. 

No te lo tomes como una llamada de atención para que abandones lo que con tanta ilusión empezaste. Tu esfuerzo siempre tendrá su recompensa si lo administras con paciencia e inteligencia.

Dar el primer paso es siempre una difícil decisión: es crear una inercia partiendo de una posición estática. Es como el escritor que se encuentra ante ese papel en blanco que despierta todos sus miedos. Sin embargo, una vez hemos pasado esta barrera será más fácil avanzar, llevando de la mano a nuestra gran aliada: la determinación.

Tenemos miedo a dar el primer paso porque en muchas ocasiones nuestra mente anticipa sufrimiento o fracaso. Un fracaso que quizás no llegue, pero al que nos adelantamos. Tal vez porque deseamos la inmediatez de los resultados, que el camino hacia el éxito sea lo más corto posible. Esto sí nos trasmitirá una gran frustración, pues todo llega a su tiempo.

Cuanto más lejos esté nuestro objetivo, cuanto más sepamos que tardaremos en conseguir lo que queremos, más difícil nos resultará tomar la decisión de dar ese primer paso. Pues las dudas y las preocupaciones nos abordarán. ¿Y si nos quedamos por el camino? ¿Lograremos superar todos los fracasos a los que nos tendremos que enfrentar?

Nuestra vida está llena de “no puedo”. Dos palabras que forman parte de nuestro vocabulario y que las utilizamos más de lo que deberíamos. Como bien decíamos al principio la magia no existe. El éxito no vendrá a buscarnos, a menos que nosotros salgamos en su búsqueda. Sin embargo, esto no será posible si nosotros mismos nos limitamos.

Nuestras palabras tiene un gran poder. Si yo digo “puedo”, así será. Si yo digo “no puedo”, así será. 

En ocasiones, todo lo negativo que nos decimos proviene de nuestro entorno. De personas que tenemos a nuestro alrededor y no confían en nosotros, de gente que constantemente insiste en lo descabelladas que son nuestras metas. Todo esto nos hace replantearnos si vamos a conseguir lo que queremos, si seremos capaces.

Ante todo esto solo hay una solución. Hacer oídos sordos a todas esas palabras que los demás nos dirigen y que no hacen más que frenarnos en el camino hacia nuestro éxito y responderles a todas esas personas con una amplia sonrisa. Sabemos mejor que nadie lo que somos capaces de conseguir y hacer. Nadie tiene por qué hacernos dudar de nosotros mismos.


domingo, 24 de noviembre de 2019

Igualdad En Lo Diverso


“La creencia es involuntaria; nada involuntario es meritorio o condenable. Un hombre no puede ser considerado mejor o peor por su creencia”
-Percy Bysshe Shelley-

En esta sociedad en la que parece que, si no estas conmigo estás contra mí, es importante valorar a las personas por su trato más que por sus creencias. Al fin y al cabo, una creencia es un estado de la mente en el que suponemos verdadero el conocimiento o la experiencia que tenemos acerca de un suceso u objeto.

Las creencias describen el contenido educativo y cultural de las personas, en cambio la forma de tratar a los demás muestra algo más personal, la capacidad de empatía. Como tratamos a los demás, dice mucho de nosotros mismos.

Toda la información que recibimos y la forma en la que organizamos el mundo pasa por nuestro filtro perceptivo. La interpretación que hacemos de la realidad que nos rodea es fruto de nuestro bagaje personal en forma de expectativas, emociones, necesidades, valores.

La percepción de los demás es el proceso a través del cual pretendemos conocer y comprender a otras personas. Se refiere a cómo percibimos a los otros y sigue los mismos principios que la percepción que hacemos de nosotros mismos. El autoconcepto está ligado íntimamente a la percepción de los demás, porque en parte aprendemos cómo somos por la percepción que tenemos de la reacción de los demás.

“El regalo más preciado que podemos dar a otros es nuestra presencia. Cuando nuestra atención plena abraza a los que amamos, florecen como flores”
-Thich Nhat Hanh-

Necesitamos categorizar a los demás en esquemas o grupos, en forma de guía para poder orientarnosEsta evaluación tiene que ver con la evolución de nuestra especie y es un recurso adaptativo. Necesitamos hacernos una impresión sobre los demás para adaptar así nuestra reacción. Necesitamos información para valorar si nos tenemos que mostrar cercanos, alejarnos lo máximo posible o mostrar indiferencia.

Rodéate de gente que te haga más fácil la vida. Las personas de trato agradable y que nos hacen sentir apreciados comparten una serie de características. Son afables, nobles, cariñosas, respetuosas y les gusta escuchar a los demás. Todo lo contrario hacen las personas que no respetaran nuestra forma de vida, nuestras decisiones y nuestra manera de ver el mundo.
Pensemos, ¿es preferible estar rodeados de bordes, soberbios y prepotentes que piensan igual que nosotros o de personas amables, cariñosas y que nos cuidan, aunque no compartan varias de nuestras creencias?

Cada quien tendrá su opinión, pero está demostrado que rodearte de personas empáticas nos ayuda a afrontar de manera más optimista nuestro día a día ya que contar con ellas ya es en sí un gran motivo para este optimismo. No olvidemos que una creencia es una manera de interpretar la realidad, no la única. Son múltiples los beneficios de rodearte de personas por su manera de relacionarse y apreciar a los demás y no exclusivamente por sus creencias, aparte de enriquecernos con otras culturas y opiniones.


"Cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir lo bueno que se ha ido atesorando en su vida"


Relaciones Tóxicas


Las relaciones tóxicas son grandes “vampiros” para nuestras energías. Sin embargo, muchas veces no nos resulta fácil identificar este tipo de relaciones, bien por falta de habilidad, porque el daño es muy paulatino y está muy bien disfrazado o porque la relación que nos perjudica tanto también nos aporta otras cosas a las que no estamos dispuestos a renunciar. Las relaciones tóxicas nos atrapan, como si fuera un pantano con arenas movedizas y cuánto más queramos librarnos, más difícil se nos hace desengancharnos de sus garras.

No se enseña mucho acerca de este tipo de relaciones y puede que esta sea la razón principal de nuestro problema de soltar lo que nos hace mal. Y si realmente recibimos enseñanza al respecto, es cuando ya hemos salido heridos. Pero como siempre decimos, los errores son los mejores maestros de nuestra vida.

Por más que consultemos, no hallaremos a nadie que haya podido despegarse de alguien tóxico de la noche a la mañana, como si fuera un poco de tierra que ha quedado en nuestros zapatos. Las relaciones tóxicas nos atrapan en una red negativa, lo mismo que ocurre con un insecto que ha caído en una tela de araña. No solo hablamos de las parejas, sino también existen personas tóxicas en otros ámbitos: familiares, amigos, colegas, conocidos, etc.

Como primera medida, una relación tóxica nos hace mal, nos impide avanzar, manipula todo aquello que nos reconforta de nuestra existencia, destruye aquello que somos, no nos da “permiso” para pensar ni actuar como queremos… en definitiva, nos hace seres infelices. Y como dijimos antes, se hace cuesta arriba poder salir airosos al intentar desengancharnos de esa red que ahoga, reprime, lastima…

La relación tóxica se desarrolla entre dos personas, una dominante y otra sumisa, aunque puede que ninguno de los dos se de cuenta de ello. Existen muchos problemas de comunicación, a los que se suman las mentiras, los chantajes emocionales y sobre todo, la manipulación. Si bien ambas partes pueden sufrir, el que se lleva la peor parte es aquél que acata las órdenes.
Las relaciones tóxicas que deberíamos evitar son:

En primer lugar, aquellas donde una sola persona está a cargo o decide. Quiere siempre tener el control, no escucha las opiniones ajenas, no está de acuerdo en la justicia ni en la equidad. Esa persona es la única que crece, mientras que la otra cada vez se hunde más.

En segundo término, las relaciones que cumplen la función de “llenar” o “completar” un vacío existente. Debemos conseguir sentirnos plenos por nosotros mismos, sin que otro sea el encargado de suplir las carencias.

El tercer tipo son las relaciones co-dependientes, es decir, cuando ambos integrantes son pasivos y dependen del otro para ser felices, no saben lo que es la individualidad y precisan de la aprobación externa para actuar, siempre priorizan las necesidades ajenas por sobre las propias.

La idealización o las expectativas subrreales son también un tipo de relación tóxica.Estas ocurren cuando se exige una perfección imposible de alcanzar, cuando se espera todo el tiempo cambiar al otro hasta que se amolde a nuestros gustos, etc.

En quinto lugar, tenemos aquellas personas que utilizan sus problemas del pasado para justificar lo que hacen en el presente. Pueden ser unos padres muy autoritarios, una pareja celosa o un abandono en la niñez. Todo vale como excusa de los actos diarios.

Otro tipo de relación tóxica a evitar es la que está basada en mentiras continuas, donde nunca se sabe qué es cierto y qué es una falacia. También podemos incluir aquí ocultar información o todo aquello que derrumbe la confianza (que es muy difícil de recuperar).

De la mano de ella, podemos señalar las relaciones donde el perdón no es un sentimiento genuino o frecuente y además no hay intensiones de reparar lo que se ha dañado.

Por último, las relaciones que se basan en la agresión-pasividad durante la comunicación. Cuando en vez de hablar abiertamente se lo hace con indirectas o prejuicios, cuando las palabras o la actitud siempre es hostil y cuando no hay atención al tratar entablar un diálogo.
Tal vez con esta explicación podamos estar más alertas y determinar en qué momento una relación se ha vuelto tóxica.


Cuando Las Cosas Suceden



Hay ocasiones en las que parece que todo me supera. Hoy es uno de esos días en los que los problemas se agolpan tras la puerta y te quedas sentado sin querer abrirla porque sabes que te van a caer encima… Intentas mantener la calma y recordar, como ya sabes, que todo esto es un aprendizaje y que lleva un mensaje para que te puedas superar.

Lo que pasa es que llevas tiempo intentándolo y no llegas, no lo consigues y ya no se te ocurre qué más podrías hacer para seguir adelante porque se te acaban las ideas y el empuje afloja. La rabia se te acumula en el estómago y te apetece lanzarlo todo por la ventana, sin piedad… Llorar tanto que el mundo se ahogue con tus lágrimas y reaccione ante tu dolor… 

Y te armas de valor y abres la puerta. Y ves que te caen las consecuencias de no sabes qué… ¿de no creer en ti? ¿de no confiar? ¿de no valorarte lo suficiente? ¿de no haber sido capaz de decir que no? ¿de postergar las decisiones? Y algunas cosas más a las que todavía no les puedes poner nombre y fecha y que seguro que son las que más pesan puesto que son las que más te cuesta detectar…  El problema de alguien que no es tu problema, pero que te acaba pesando como una losa y que si te cae es porque lo asumes y así lo decides tú, no busques culpas… No sirve más que para delegar en otro las soluciones. Hay que afrontar… 

Y piensas ¿no debería tener yo herramientas para salir de esta? Se supone que tengo claros los conceptos y que llevo en mis espaldas suficientes conocimientos como para hacerlo… Llevo años conociéndome y diciéndome verdades feísimas a la cara para aprender y vivir en paz… Me he releído y asumido mi infancia entera para encontrar todos mis miedos más rotundos agolpados en mis mazmorras… He intentado dejar mi necesidad de control y me he sumido en un caos delicioso para fluir y sentir, para poder dejar de pensar y encontrar las respuestas que siempre me faltan.

No dejo de repetir… “Esto tendrá un sentido que ahora no veo”. Tengo que comprenderlo para sacarle la lección y aceptar, para seguir adelante… Y no lo veo. No aparecen las instrucciones por ningún sitio. No hay manual de crisis especial para que el formador en inteligencia emocional que está en crisis… Llamas a un amigo que se ha formado como tú. Y recuerdas, que muchas veces,  como cualquier otro ser humano, nunca ve la viga en su ojo y sólo la paja en el ojo ajeno… Pero, eso sí, siempre tiene claro que hay una viga, aunque no la vea.

Y me dice que el también tiene un día horrible y me pregunta qué veo yo sobre su viga porque también sabe que está ahí y no la ve… ¡Qué barbaridad! estamos en las mismas… 

Esto de saber que hay una viga y no verla hace que a veces sueñes con un poco de bendita ignorancia para poder descansar… Pero esto no tiene vuelta atrás, cuando uno aprende a decirse lo que se ocultaba hasta ahora a la cara, ya no puede esconderse nada más o no puede hacerlo de forma consciente…

A veces, cuando necesitas encontrarle un sentido a todo, todo pierde sentido. 
Te pierdes en una espiral de sensaciones y afinas tanto que llega tu subconsciente y te aplaude y te dice «vas para nota, genial» pero eso no te calma, no te ayuda, no te libra de los problemas tras la puerta. Todos somos ignorantes cuando se trata de conocernos y aceptar, no sabemos nada… 

Y piensas… Me pasa porque en realidad debo entender que no tengo que librarme de los problemas, en realidad son una bendición, un regalo, un síntoma del algo más gordo que subyace en mí y que puedo curar… Tengo que comprender qué hacen ahí y por qué los he traído hasta mí… Tengo que entender cuál de mis creencias les ha abierto la puerta, si yo misma creo mi propia realidad… ¿qué he hecho yo para creer que merezco esto? ¿qué he pensado y temido que ha traído hasta mí esta situación? porque somos responsables (no culpables) de todo lo que aparece en nuestra vida… Antes de que los engendros malignos que llaman a mi puerta pudieran encontrarla, mi inseguridad los puso ahí, les llamó para que vinieran y les susurró que eran necesarios para superarme… Y la vida, sabia como nada, los trajo sin demora… Y ahora están ahí, esperando a que responda, a que tome unas cuantas decisiones…

Y el colmo de los colmos es saber que mis decisiones no pueden ser parches… Porque podría tapar lo que pasa, pero si no quiero que vuelva a pasar, tendré que resolver la causa y no tapar el síntoma
… 
Bendita frase esa de que todo lo que pasa en tu mundo exterior es un reflejo de lo que pasa en tu mundo interior… Yo que me he hecho mil veces una autopsia emocional y me he desgajado ante mi psicólogo… ¿Qué más tengo que hacer?¿Qué me falta? ¡Con la cantidad de personas que van por la vida sin darse cuenta de nada y no las veo tan agobiadas como yo!! ¿quién me mandaba a mí meterme en esto? ¿Por qué tuve que descubrir que cada uno de mis pensamientos y actos escriben mi destino? ¿por qué tuve que asumir el compromiso de ser coherente y ahora no puedo buscar una solución «apenas normal» y tapar la herida sin más pretensiones? 

Y luego pienso “esto no es nada, en el fondo, da gracias y asume que es necesario, que te pertenece, que te hará mucho bien…”


El Trabajo Inteligente


“No hay nada más agotador que tener
 un trabajo eternamente por terminar”.
William James.

Hay veces que por más que nos esforzamos en conseguir resultados en nuestro trabajo parece que nos estrellamos contra un muro, no avanzamos. Aquí es donde podemos comprobar que no es lo mismo trabajar duro que trabajar con inteligencia. Cuando trabajamos inteligentemente significa que estamos siendo eficaces, productivos y efectivos. 

Muchas veces menos es más. Según la regla de Pareto 80/20, el 80% de nuestros resultados surgen del 20 % de nuestros esfuerzos. La conclusión está clara. Si fuésemos capaces de eliminar el 80% del esfuerzo restante seríamos más eficaces. Eso es trabajar con inteligencia.

Obtener mejores resultados con menor esfuerzo. Vamos a ver algunas ideas que nos van a ayudar a conseguirlo.
En primer lugar si nos preguntamos por qué nos sucede esto, podemos ver fácilmente que tenemos demasiadas ocupaciones y estrés.Trabajamos duro, pero perdemos la perspectiva de lo que es importante, no vemos nuevas oportunidades por nuestra dispersión y se cometen errores. Esto lleva al cansancio, al aburrimiento y al agotamiento. Realmente, así nos alejamos de lo que queremos conseguir.

Una buena idea es descubrir cuáles son nuestros puntos fuertes y centrarnos en ellos, delegando el resto. No digo que no haya que trabajar en nuestros puntos débiles, pero el hecho de hacer muchas cosas aceptablemente bien nunca tiene tanto valor como centrarse en lo que se nos da realmente bien. Concentra tu energía en ello, si hay algo que se te da bien de forma 
natural, trabaja en fortalecerlo aún más, de forma que llegues a ser excelente en ello. Intentar hacerlo todo bien consume mucha energía, sobre todo si lo que pretendemos hacer bien no nos gusta. 

Piensa en lo que realmente es importante que hagas bien para tu trabajo. El resto delégalo. Si no puedes delegarlo, encuentra formas de que te consuma la menor energía posible, por ejemplo, siendo un poco menos perfeccionista o buscando atajos.

Otra idea para trabajar inteligentemente es prometer poco pero dar mucho. Es decir, superar las expectativas. Si prometemos poco nos estamos dando más tiempo para realizar la tarea y podremos hacerla mejor y dar más calidad de la esperada. Todos tenemos la tendencia natural a prometer todo para ya mismo, sin tener en cuenta otras prioridades. Al final esto es contraproducente porque  si no conseguimos cumplir lo prometido quedaremos mucho peor que si damos más de lo esperado. Hay personas que están prometiendo continuamente cosas para ya. Esto no sólo genera estrés en esta persona sino a la persona a la que se lo prometes, dando una mala imagen de informalidad.

Muchas veces nos pasamos el día diciendo que vamos a intentar hacer esto y lo otro, ideamos planes, nos imaginamos el resultado, pero no pasamos a la acción. Esto produce gran frustración. Deja de decir que vas a intentar hacer algo y ¡hazlo! O no lo hagas. Pero no lo intentes.

En la vida tiene que existir un equilibrio, el trabajo no puede ni debe ser el centro de todo. Y paradójicamente conseguiremos trabajar con más inteligencia y dar lo mejor de nosotros mismos.


sábado, 23 de noviembre de 2019

Las Amistades


Tienes un problema y parece que el mundo se desmorona a tu alrededor. Sientes la necesidad imperiosa de hablar con alguien, pero no con cualquiera. Descuelgas el teléfono, marcas un número y después de unos minutos te sientes mucho mejor. La voz del otro lado, está a cientos de kilómetros de distancia, pero ha escuchado lo que te pasa, te ha dicho lo que opina y te sientes reconfortado.

La amistad. Bonita palabra y mejor sentimiento. Es ese lazo invisible que nos une a otros. Un vínculo de afecto que nace con personas que se cruzan en nuestro camino y, de manera casi mágica, se convierten en seres imprescindibles en nuestra vida. Es una relación entre iguales, que nos otorga la satisfacción de compartir experiencias, sentirnos seguros y confiar en alguien sin fisuras.

Existen varios tipos de “amigos” y, por tanto, de amistad. Centrémonos en la amistad verdadera. En esa que ni se impone, ni se programa. Se construye poco a poco, a base esfuerzo y dedicación muta. Con el paso del tiempo, esta relación crea un vínculo tan fuerte capaz de mantenerse y prolongarse en el tiempo.

Valores que cimentan la amistad

Nos refugiamos en nuestros amigos para que nos ayuden en nuestros problemas, escuchamos sus consejos, porque no nos juzgan, no nos dicen lo que queremos oír, sino lo que es mejor para nosotros. Les confiamos nuestros secretos, nuestras inquietudes y nuestros proyectos. También son a quienes recurrimos para hacerles partícipes de nuestras alegrías.

Una verdadera amistad no entiende de distancia, de horarios, ni tiene fecha de caducidad. Es una relación donde buscamos y ofrecemos apoyo mutuo. Un buen amigo nunca anula al otro, sino que lo ayuda a superarse. La amistad se basa en la empatía, es decir, la capacidad de comprender y ponerse en la piel de la otra persona, de sufrir y alegrarse con ella. Es un vínculo que nos capacita para “dividir las penas y multiplicar las alegrías”.

Una relación sana y constructiva se cimenta en valores tales como la sinceridad, la compresión, el afecto mutuo, el respeto, la comunicación, la entrega, la preocupación por el otro, la confianza sin límites, la paciencia, la capacidad de escuchar y el saber perdonar. La coherencia, la flexibilidad, la generosidad, el agradecimiento y la lealtad son otros valores a tener en cuenta para consolidar una relación de amistad.

Nuestra condición de seres sociales es lo que nos crea la necesidad, casi imperiosa, de establecer relaciones y vínculos con otras personas. La amistad, por tanto, es importante en la vida de una persona por lo que aporta a nivel emocional. Dice el refrán que “quien tiene un amigo, tiene un tesoro” y no le falta razón. 

Sentirse querido por alguien con quien no tenemos lazos de sangre, nos da satisfacción y apoyo emocional. Este vínculo fortalece nuestra autoestima y el placer de sentirnos acompañados. Además, nos otorga la confianza y seguridad de contar con el respaldo de alguien en los momentos difíciles.