miércoles, 7 de octubre de 2015

Principios de Sustentabilidad: La Ley de Analogía


Desde mucho antes de que la palabra escrita se trasmitiese entre los hijos de los hombres los grandes maestros de la teología universal, recibieron, de mano en mano, las enseñanzas impartidas desde el “principio de los tiempos”  referentes a la relación estrecha y filial que unía a las criaturas humanas con los Dioses creadores del Universo.

Este conocimiento emana desde la fuente originaria a través de los canales abiertos por su primer receptor, el Patriarca de los patriarcas, nos referimos a Melquisedec, Rey de Salem, el Gran Sumo Sacerdote a quién rindieron tributo todos los discípulos iniciados según esta Orden Sacerdotal que rige los principios que dan sentido a todas las cosas.

Esta, un tanto extraña introducción para quienes no se sienten consustanciados con temas esotéricos, la realizamos con la sana intención de compartir con nuestros lectores conocimientos que nos han sido revelados desde mucho antes de que este mundo que habitamos nos cobijara y que se nos han transmitido de la misma manera, lo que equivale a decir “de mano en mano”  significando estas manos la capacidad de pensar, comparar, evaluar, transmitir y compartir, intercambio esencial entre las inteligencias, sean éstas humanas, angélicas, o provenientes del olimpo donde habitan los Dioses.
Si alguna duda pudiésemos albergar sobre la relevancia de nuestra condición de seres conscientes, los autodenominados “homo sapiens” bastarían con que evaluásemos el tenor de las enseñanzas que nos han sido impartidas para darnos cuenta del valor inestimable de nuestra especie en el macro marco del universo infinito.

Se nos ha instruido a lo largo de los siglos para ejercer el gerenciamiento responsable del planeta que habitamos, para que le administremos conforme a los principios que han sido aplicados en otros mundos para asegurar el bienestar y sustentabilidad de todos sus recursos, los cuales se nos han provisto en gran variedad y abundancia.

Estas instrucciones de valor inestimable, se nos han transmitido en el lenguaje propio de los seres inteligentes, el lenguaje de los símbolos, los cuales son recibidos mediante la comunicación creativa implícita en lo que identificamos como “La Ley De Analogía”

Veamos:
“Como la Alquimia y todas las disciplinas ocultas, La Cábala dice que el hombre contiene en su humana dimensión todo el universo.
Es por eso que se lo define como un microcosmo.

Notemos, de paso, que cuando el esoterismo dice que el hombre es como el universo, que lo que está encima es como lo que está debajo, no se está aludiendo a la igualdad sino que esa expresión es una analogía.
El hombre y el mundo no son semejantes y menos aún iguales:
El hombre y el mundo son análogos.”
La Kabbalah, Segunda Parte    Hugo W Arostegui

“Analogía significa semejanza. La analogía es la base del conocimiento.
Gracias a la analogía o semejanza que existe entre las cosas podemos aplicar el conocimiento y la experiencia de unas cosas a otras.

Gracias a la analogía, la Taxonomía puede clasificar a los animales, la Química puede clasificar los elementos químicos, los astrólogos pueden clasificar las estrellas, etc., etc.

Los seres humanos aprendemos por analogía y sólo podemos aprender aquello que se relaciona de alguna forma con lo que ya sabemos. Esta es la razón por la cual todo aprendizaje nuevo resulta lento y difícil

Cuando queremos aprende algo o resolver algo, utilizamos ideas y experiencias que hemos aplicado en circunstancias análogas.

Visto el mundo de forma superficial da la impresión de estar formado por infinidad de elementos y seres muy distintos, pero, cuando se profundiza en el conocimiento de su naturaleza, características y funcionamiento, se descubren muchas semejanzas o analogías.

En todos los aspectos de la vida, rigen las mismas leyes naturales. Así, los sistemas planetarios son de análoga constitución. La misma ley de ramificación rige el curso de los ríos en la tierra, la corriente sanguínea y nerviosa y las raíces de los árboles, etc.

La Ley de Analogía es de gran trascendencia. Gracias
a ella descubrió la ciencia matemática de Adams y Leverrier la existencia del planeta Neptuno, antes de haber sido visto por el telescopio.

Gracias a ella ha descubierto la ciencia química multitud de alcoholes, hidrocarburos y otros cuerpos orgánicos, antes de haber conocido su existencia real.

Gracias a la Ley de Analogía han descubierto los astrónomos la existencia de los agujeros negros e Einstein descubrió la existencia de la relatividad.

Nada ha inventado el hombre cuyo mecanismo no preexista en algún ser de la Naturaleza.
El hombre piensa, aprende y crea sólo por analogía.

La analogía es una noción básica sin la cual no podríamos tener el menor conocimiento del mundo. Según esto, el principio de analogía es, probablemente, el pilar básico de nuestra percepción visual y de nuestras construcciones mentales.

La Ley de Analogía nos enseña que el ser humano aprende a partir de las ideas y de las experiencias que tiene, por lo cual, es fundamental tener criterios claros acerca de las cosas importantes, pues es a partir de ellos que percibimos las cosas y las resolvemos...”

Estos principios que mencionamos mantienen su vigencia y en nuestros días se han tornado imprescindibles en cuánto a su aplicación, la criatura humana debe reflexionar sobre el grado de responsabilidad individual que le compete en todo lo que sucede a su alrededor, es un compromiso irrenunciable e indelegable, en cada uno y en todos están las soluciones a todos los trastornos que hoy nos aquejan.

Lo que pasa en nuestro mundo es consecuencia de nuestro desorden, somos análogos al medio ambiente, al clima, a la violencia, si constatamos ausencia de valores es por dejarlos de practicar en nuestras acciones diarias, existe una relación muy estrecha entre el éxito y el fracaso, entre un mundo desarrollado y sustentable y las previsiones del Apocalipsis, todo dependerá siempre de ti, eres análogo al universo, si aplicas en tu vida este principio, por analogía, absolutamente todo cambiará para el bien de todos.

Hugo W. Arostegui

Conociéndonos



Hugo W Arostegui

Nacido el 20 de abril de 1943, en Cerro Largo - Uruguay 
Formado en:

                                                Administración de Empresas, Dirección de Hospitales,
Consultor en Recursos de Empleo, Economía, Autoridad Religiosa, Teólogo. 
Autor de artículos sobre:
Economía, Religión, Literatura, Empleos, humanidades.
Sexo: Masculino

Signo: astrológico: Aries
Actividad: Analista en Gestión Empresarial
Profesión: Asesor de Empresas
Local: Ciudad: Rivera: Uruguay
Una hoja en blanco, una forma de vivir y sentir, y ese impulso que brota de lo profundo del corazón, conmueven el alma humana y hacen surgir incontenibles las emociones, como aflora la tierna sonrisa o se desliza furtiva una lágrima. 
Es por esa sensación, propia del artista que anida en el interior de cada uno, que no resisto el impulso de contar, que más que un deseo de simplemente decir cosas, es como una huella, que en medio de la nada indica que allí , si se sabe buscar, hay una senda, y a través de ella, un escenario de hechos que se exponen para ser observados y evaluados según el propio sentir de quien es invitado a transitarlos


¿Quien Soy?




Una hoja en blanco, una forma de vivir y sentir, y ese impulso que brota de lo profundo del corazón, conmueven el alma humana y hacen surgir incontenibles las emociones, como aflora la tierna sonrisa o se desliza furtiva una lágrima. 
Es por esa sensación, propia del artista que anida en el interior de cada uno, que no resisto el impulso de contar, que más que un deseo de simplemente decir cosas, es como una huella, que en medio de la nada indica que allí , si se sabe buscar, hay una senda, y a través de ella, un escenario de hechos que se exponen para ser observados y evaluados según el propio sentir de quien es invitado a transitarlos

La Naturaleza Humana



Cuando hablamos de la naturaleza humana, se suelen mencionar una serie de sentencias, que han sido instaladas en nuestro subconsciente, a través de innúmeras citas cargadas de retórica advertencia, sobre los peligros que nos acechan, cuando nuestra búsqueda de respuestas aún insatisfechas, nos pone en la disyuntiva de:
Acomodar las inquietudes al “status quo” imperante y aceptar la verdad revelada tal cual nos la han transmitido.
O salir al descampado de extramuros, lejos de la ciudadela amurallada de preconceptos que intenta preservarnos de los mortales efectos del mundo “diabólico, solitario y triste”  de afuera.
Parecería ser, que de acuerdo al “autorizado” criterio de los predicadores, todo lo que había que saber, ya fue dicho, lo que nos resta, lo que es arbitrio de la voluntad humana, es el sometimiento y la obediencia irrestricta.
Esto que mencionamos no es para nada algo nuevo, consecuencia de los convulsionados tiempos modernos en los cuales nos ha tocado vivir, todo lo contrario, esta estrategia de dominación, existe desde siempre, desde que los hijos de Dios hemos sido convocados para que hagamos oír nuestra opinión, han aparecido los “pretendidos representantes de la autoridad divina” cuyo insaciable apetito de poder, y su consecuente capacidad de dominación, les impulsa a  ejercer un injusto dominio sobre sus semejantes, ya sea, mediante la persuasión engañosa, o recurriendo directamente al ejercicio totalitario de la violencia.
Para ayudarnos a entender mejor el alto precio que debe pagarse para alcanzar ciertos grados de iluminación, les sugiero incursionar en el pensamiento de los grandes filósofos, poseedores del conocimiento esotérico de los cabalistas, los que utilizando los medios disponibles de comunicación de su época, utilizaron la magia de la palabra escrita y su lenguaje exotérico, para transmitir a los entendidos su enseñanza intelectual y compartir con sus amados discípulos el mensaje esotérico de las señas y los símbolos, lo que sólo podía ser entendido por los iniciados al recibirlo “de mano en mano” .
Quien pretenda conocer el sabor de la sal, deberá, forzosamente, introducirla en su boca y degustarla por sí mismo,  de nada le valdría ningún otro medio, sólo obtendría la imagen exotérica de la sal, de ningún modo el conocimiento, lo esotérico, es decir su verdadero sabor.
Incursionaremos entonces en el pensamiento de Platón y sus enseñanzas.
Brece reseña:
 “Platón, nació en Atenas probablemente en el año 427 a.C. pertenecía a una familia noble y eran ilustres tanto los ascendientes de sus padres como los de su madre.
Recibió la educación física intelectual de los jóvenes de su época; es posible que haya seguido las lecciones del horaciano Cratilo.

En el año 407 sobrevino el acontecimiento capital de la vida de Platón: su encuentro con Sócrates.
El maestro tenía entonces 63 y el alumno 20.
Platón debió seguir las lecciones de Sócrates durante ocho años.
Poco después de la caída de los Treinta, tres delatores acusan a Sócrates de corromper a la juventud y de no creer en los dioses de la ciudad; condenado a muerte, rehúsa evadirse y bebe la cicuta en el 399.
Platón no estuvo presente en los últimos momentos de su maestro, relatados en el Fedón; pero esta escandalosa injusticia debió ser para él el prototipo del acto inicuo contra cuya repetición debía luchar todo filósofo.”
El tema que hemos escogido para ilustrar nuestro artículo es el siguiente:
El libro VII de la República comienza con la exposición del conocido mito de la caverna, que utiliza Platón como explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría explicada al final del libro VI.
Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.

Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
- Ya lo veo-dijo.
- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!
- Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
- ¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
- ¿Qué otra cosa van a ver?
- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
- Forzosamente.
- ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
- No, ¡por Zeus!- dijo.
- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
- Es enteramente forzoso-dijo.
- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
- Mucho más-dijo.
II. -Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?
- Así es -dijo.
- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
- ¿Cómo no?
- Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que. él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
- Necesariamente -dijo.
- Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
- Efectivamente.
- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
- Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.
- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?
- Ciertamente -dijo.
- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?.
- Claro que sí -dijo.
III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del. sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la. región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.
- También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo
Según la versión de J.M. Pabón y M. Fernández Galiano, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1981 (3ª edición)
 
Tal el relato de Platón, no abundaremos agregando más detalles, si alguna vez te decides a romper las ligaduras que mantienen tieso tu cuello y salir de la butaca donde has estado aprisionado, es posible que lo que descubras no puedas contárselo a nadie, so pena de que te enchalequen y te encierren en un hospicio, también corres el riesgo, de que una vez aprisionado, te alcancen para beber una copa de cicuta, de ocurrir algo así, alza tu copa, bebe y responde “Por quien me venza con honor en vosotros”   .
Hugo W. Arostegui 

El Mito De La Caverna


El libro VII de la República comienza con la exposición del conocido mito de la caverna, que utiliza Platón como explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría explicada al final del libro VI.
Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.

Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
- Ya lo veo-dijo.
- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!
- Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
- ¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
- ¿Qué otra cosa van a ver?
- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
- Forzosamente.
- ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
- No, ¡por Zeus!- dijo.
- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
- Es enteramente forzoso-dijo.
- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
- Mucho más-dijo.
II. -Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?
- Así es -dijo.
- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
- ¿Cómo no?
- Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que. él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
- Necesariamente -dijo.
- Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
- Efectivamente.
- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
- Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.
- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?
- Ciertamente -dijo.
- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?.
- Claro que sí -dijo.
III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del. sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la. región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.
- También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo

sábado, 26 de septiembre de 2015

Simplemente, Escribo


Me preguntan si tengo alguna fobia o alguna cábala en particular, si tengo algún día preferido en la semana, e incluso, si tengo algún amuleto con el cual protegerme cada vez que me siento ante mi pc para intentar escribir algún artículo en cuestión.

Lo que resulta evidente es que se hace un tanto complicado hilvanar una respuesta ante tales preguntas, pienso que solamente alguien que en algún momento de su vida ha sentido en su ser interior el impulso de transitar por el relato de sus vivencias, es quien podría estar acreditado como para que, de alguna manera, realizar, o mejor dicho, intentar, satisfacer  con sus respuestas, la curiosidad de todo aquel que manifieste su inclinación por dilucidar el “instante preciso”  en el cual “el genio de la inspiración creativa” se apodera de dedos, manos y teclado para plasmar en contenido visible y entendible el fruto de su creación intelectual.

No es posible para quien escribe proveer a sus lectores de un “manual para principiantes”  si bien no deja de ser cierto que existe la técnica del relato y que es factible la transmisión de ciertas habilidades propias de una buena comunicación y que tales habilidades se adquieren y desarrollan en la práctica constante de esta disciplina, llegando, incluso, a dotarle a quien se interese, de la consecuente experiencia en la elaboración de un relato convincente, no menos cierto resulta que quien escribe no solamente utiliza la técnica del aprendizaje, sino que, además, debe tener muy en cuenta “el contenido” del relato en cuestión, y este, el contenido, suele manifestarse a través de la inspiración del autor, algo muy íntimo, imposible de delegar al mero entendimiento del interesado,  es allí , en esa comunión entre autor y lector donde se conjugan los sentimientos , único nexo que hace posible una comunicación creativa.

Es por eso que pienso que quién escribe, no lo haga impulsado por otro motivo que no fuese el deseo de transmitir ciertas vivencias que hacen a su fuero íntimo, algo muy cercano al estado espiritual de su condición humana, esencialmente solidaria con el exterior inteligible que percibe.


Hugo W. Arostegui

viernes, 11 de septiembre de 2015

Las Vidas De Nuestra Vida

Por las noches, al recurrir a la apertura del  correo electrónico, suelo detenerme a pensar en lo que me expresan cada uno de los que a diario se comunican conmigo utilizando este medio tan eficaz de contacto entre personas.

Resulta una muy valiosa experiencia el hecho de poder compartir lo que suelo llamar “retazos de impresiones” relacionadas con sus distintas formas de evaluar los acontecimientos que diariamente surgen en el escenario de sus vivencias personales.

Los casos planteados oscilan de un extremo al otro de un entramado social, que por sus múltiples facetas, hacen que cada uno de estos hechos, revista tal complejidad, que los torne como algo único, algo que no obstante su semejanza con acontecimientos similares, exhiban una particularidad  tal, que les impregna de cierta privacidad, lo que les hace poseedores de rasgos propios que hacen imposible su generalidad.

Las relaciones humanas, o mejor dicho, las relaciones entre humanos, nos remite a considerar algunas facetas  sin las cuales corremos el riesgo de perder toda perspectiva sobre lo que se suele denominar “acontecimientos cotidianos” entre personas.

No es nada nuevo para nadie el hecho de que digamos y repitamos hasta el cansancio de quienes acudan a la lectura de nuestros artículos, que en términos generales digamos que “el hombre y agregamos: el hombre y la mujer, son seres esencialmente sociales” lo que equivale a decir que sin el componente de una vida en sociedad, el ser humano carece de toda posibilidad de sobrevivencia.

Este ser humano integra una sociedad dentro de la cual se entablan una constante lucha por la prevalencia de “derechos fundamentales”  los cuales  se dirimen en un “muy amplio y variado campo de batalla” donde se enfrentan conceptos tales como: el rol de los sexos, la igualdad de género, la concepción y la natalidad, la religión y sus matices, la diversidad sexual, etc. etc.

Con el agregado de situaciones que pueden llegar a un alto grado de dramatismo como aquellas relacionadas con la violencia doméstica, la aún no superada prevalencia machista, la situación de la niñez y la adolescencia, así como otras facetas que hacen lugar a titulares en la prensa referentes a lo que solemos llamar  “nuestra vida en sociedad”

De manera que resulta obvio que desde nuestro nacimiento la inserción en sociedad que hayamos logrado transita por “vidas paralelas”  las cuales comienzan en el seno del hogar, la guardería, ciclo escolar, la enseñanza media, el ámbito laboral, la enseñanza terciaria, la orientación sexual que tengamos, la lucha gremial y nuestra opción política frente a campos tan urticantes como la economía, por ejemplo.

Proponernos abarcar en una sola mirada un panorama tan complejo implica intentar una tarea por demás extenuante y  seguramente estéril sobre todo cuando se carecen de elementos sustanciales que nos puedan indicar el rumbo a tomar en nuestras posibles conclusiones.

Es por tal razón que entendemos necesario una ampliación de nuestra visión incorporando en la misma el concepto de universalidad del pensamiento humano, la diversidad de nuestras emociones y necesidades afectivas y, sobre todo, un alto grado de empatía, es decir, desarrollar al máximo nuestra capacidad de ponernos en el lugar de aquellos a quienes pretendemos ayudar aunque fuese tan solo con nuestra comprensión y estima.


Hugo W. Arostegui