Ventilando
la historia, una brisa de aire fresco.
Les hablaré ahora de Moisés:
Esta historia que voy a relatarles, tiene muchas aristas, es para
mí, como si tuviese que describirles las distintas facetas de una piedra
preciosa en bruto, que ha sido golpeada y desgarrada en mil formas diferentes,
de manera que iré recogiendo uno a uno los pedazos , intentando recomponer la
figura original.
Mi relato comienza cuando Moisés huye de Egipto luego de dar
muerte a un egipcio que estaba golpeando a uno de los hebreos, sus hermanos.
Este Moisés, fugitivo de Faraón, el cual procuraba matarle, buscó
refugio en la tierra de Madían, mis descendientes.
Luego de proteger a las siete hijas de Jetro, el sumo sacerdote,
las cuales habían sido echadas por los pastores, del pozo donde pretendían abrevar las ovejas de su
padre y llenar las odres con agua, al contarles éstas mujeres a Reuel, su
padre, lo que les había sucedido, el les mandó que fuesen a buscarlo y que le
invitaran a comer junto a ellos.
“Y estando sentado junto al pozo, siete hijas que tenía el
sacerdote de Madián vinieron a sacar agua para llenar las pilas y dar de beber
a las ovejas de su padre.
Mas los pastores vinieron y las echaron de allí; entonces Moisés
se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas.
Y volviendo ellas a Reuel su padre, él les dijo: ¿ Por qué habéis
venido hoy tan pronto?
Ellas le respondieron: Un varón egipcio nos defendió de mano de
los pastores, y también nos sacó el agua, y dio de beber a las ovejas.
Y dijo a sus hijas: ¿Dónde está ? ¿Por qué habéis dejado a ese hombre?
Llamadle para que coma.”
Éxodo 2: 16 – 20
Este fue el primer encuentro, entre Moisés y Jetro, luego de
largas horas de conversación entre estos dos hombres, donde Moisés desnudó su
alma ante el sacerdote que atentamente le escuchaba, el relato de su origen
hebreo, la confesión del crimen que había cometido, su huida, y su actual
condición de fugitivo errante.
Jetro conocía muy bien la historia de los hebreos, sus parientes
lejanos, de los cuales tenía profusa información, el sabía, por revelación, que
estaba muy próximo el ansiado tiempo de su liberación del cautiverio en Egipto.
Su mayor preocupación, eran los antecedentes de este pueblo, de
dura cerviz, que había adulterado mediante el engaño los deseos de Isaac, el
hijo de Sara, mujer de Abraham, que habían vendido al menor de los hijos de
Jacob a los mercaderes, impulsados por los celos y la envidia, todos estos
episodios ensombrecían el corazón de Jetro, y muchas veces había preguntado a Jehová,
¿ cómo estarán nuestros hermanos cautivos, luego de cuatrocientos años de
cautiverio ?
Con el correr de los días, Jetro comenzó a sentir simpatía y
confianza por Moisés, hacía tiempo de que Jetro necesitaba a alguien que le
ayudase en las tareas y consultando con sus siete hijas, ellas le contaron de
que habían pensado en sugerirle de que le diese abrigo definitivo a Moisés y
que le ofreciese a Séfora por mujer.
“ Y Moisés convino en morar con aquél varón; y él dio a su hija
Séfora por mujer a Moisés.”
Éxodo
2: 21
Mientras Moisés vivió en la tierra de Madián, fue instruido por
Jetro en todo lo relacionado con el sacerdocio de Melquisedec, participó
activamente en los servicios religiosos y compartió con los parientes y amigos
de su suegro, entre los cuales se encontraba el profeta Balaam, hijo de Beor,
hermano de Reuel.
El tiempo transcurrido en la tierra de Madián, fue un tiempo de
preparación para un Moisés, rudo, de rígida instrucción militar en la corte de
Faraón, adorador de los dioses egipcios, que necesitaba la orientación y guía
que le permitiesen superar sus limitaciones, padecía de una ligera parálisis en
el labio superior, que le dificultaba el habla, aunque apenas se percibía
debajo de su profusa barba.
“ Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre
de fácil palabra, ni antes, ni desde que tu hablas a tu siervo; porque soy
tardo en el habla y torpe en la lengua.”
Éxodo
4: 10
Luego que Moisés recibe la revelación de Jehová, en la cual le
asigna la tarea de volver a Egipto para liberar a sus hermanos cautivos,
comenta este hecho con su suegro y éste le dice que obedezca a Jehová y que
fuese en paz.
“ Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré
ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún viven.
Y Jetro dijo a Moisés: Vé en paz.”
Exodo
4: 18
Los sucesos ocurridos en Egipto, no serán motivo de comentario en
esta exposición porque es muy poco lo que yo pueda agregar a lo que ha sido
comentado por los escribas de Moisés en el Libro de Éxodo, por lo que me
limitaré a retomar mi relato comentándoles
algunos sucesos posteriores al
cruce del mar Rojo.
Cuando el pueblo de Israel estaba en Horeb, se vio enfrentado a
Amalec, en Refidim, el combate fue tan intenso, que se dice que Josué,
literalmente deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.
Estando Jetro ofreciendo holocaustos a Jehová una mañana, se le
apareció un ángel y le dijo: Jetro, he venido a ti enviado por Jehová, para
decirte que es necesario que visites a tu yerno Moisés, y que le instruyas en
cuánto a la forma correcta de conducir a su pueblo, vé, y lleva contigo a
Séfora, su mujer, y a sus dos hijos, Gersón y Eliécer.
“ Oyó Jetro sacerdote de Madián, suegro de Moisés, todas las cosas
que Dios había hecho con Moisés, y con Israel su pueblo, y cómo Jehová había
sacado a Israel de Egipto.
Y tomó Jetro suegro de Moisés a Séfora la mujer de Moisés, después
que el la envió, y a sus dos hijos...
Y Jetro el suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de éste,
vino a Moisés en el desierto, donde estaba acampado junto al monte de Dios.
Y dijo a Moisés: Yo tu suegro Jetro vengo a ti, con tu mujer, y
sus dos hijos con ella.
Y Moisés salió a recibir a su suegro, y se inclinó, y lo besó; y
se preguntaron el uno al otro cómo estaban, y vinieron a la tienda.”
Éxodo
18: 1 – 7
Escuchó Jetro a su yerno Moisés, y luego de dijo que había sido
comisionado por Jehová, para darle algunas instrucciones relacionadas con la
buena administración que debería aplicar en la conducción de tan numeroso
pueblo, le explicó además de que estaría algunos días junto a él, para darle
algunas sugerencias que creyese oportuno realizar.
Convocó Moisés a todos los ancianos para ser instruidos por su
Jetro, y luego de ofrecer holocaustos y sacrificios a Jehová, se dispusieron a
comer con el suegro de Moisés delante de Dios.
“ Y tomó Jetro, suegro de Moisés, holocaustos y sacrificios para
Dios; y vino Aarón y todos los
ancianos de Israel para comer con el suegro de Moisés delante de Dios.”
Éxodo 18: 12
Como hemos apreciado, la visita de Jetro a Moisés, fue mucho más,
que la simple visita de un suegro a su yerno, como sutilmente nos la transmiten
los escribas de Moisés.
Jetro, estaba allí, comisionado por Jehová, su presencia obedecía
a un mandato divino que sólo él podría realizar, Jetro, era sin duda el suegro
de Moisés, pero además de este detalle puramente filial, Jetro era el Sumo
Sacerdote presidente del sacerdocio de Melquisedec, el mismo quórum al que
había sido ordenado Moisés, en su estadía en la tierra de Madián.
Les hago esta observación, porque la considero fundamental para
una correcta comprensión de la importante misión cumplida por Jetro en el
campamento de Israel en el desierto.
Dejemos ahora, que sean los propios escribas de Moisés, los que
nos realicen el relato de las enseñanzas de Jetro a su yerno Moisés, y a los
ancianos de Israel; Leamos:
“ Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al
pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde.
Viendo el suegro de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo,
dijo:
¿Qué es esto que haces tú con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú
solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde?
Y Moisés respondió a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para
consultar a Dios.
Cuando tienen asuntos, vienen a mí; y yo juzgo entre el uno y el
otro, y declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes.
Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces.
Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está
contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú
solo.
Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo; Está tú
por el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios.
Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el
camino por donde deben andar, y lo que han de hacer.
Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud,
temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos
sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.
Continua
Hugo W Arostegui