martes, 26 de julio de 2016

Códigos


“la palabra moral viene del latín mos-moris, que significa costumbre, modo de vivir, el carácter o la forma de ser tanto de un individuo como de una sociedad, aunque también alude a norma, precepto. Siguiendo así, a los antiguos romanos, vamos a definir la moral humana como el conjunto de:

las normas que rigen la conducta de un individuo en una sociedad y
las valoraciones que hacemos sobre actos humanos que consideramos desde la perspectiva de lo bueno o lo malo, lo justo o lo injusto, etc.

Decíamos en artículos anteriores que la vida en sociedad implica la aceptación de las normas de conducta que regulan los niveles de convivencia dentro del grupo y que estas condiciones rigen para todos sus integrantes sin excepción.

En una palabra, cuando alguien manifiesta que “es libre e independiente” y “que no debe ser sometido a ninguna norma” lo que en realidad está demostrando, quizás un tanto ingenuamente, de que desconoce toda imposición de disciplina y que carece de la madurez necesaria para comportarse en armonía con los códigos de convivencia previamente aceptados.

En realidad en todas las convivencias grupales se dan como algo preestablecido el acatamiento a las normas que regulan a ese grupo y podemos afirmar que el desconocimiento de determinados códigos autoimpuestos por todos sus integrantes suelen ser reprimidos con gran severidad por el resto de quienes lo componen.

Observamos la vigencia de estos códigos en grupos tales como: privados de libertad, es decir presos condenados, delincuentes en actividad, meretrices, marginales que pernotan en las calles, etc. etc.

La obediencia a ciertas normas de convivencia trae consigo las consecuentes garantías de protección y solidaridad, la vigencia absoluta de “derechos y obligaciones” para todos los integrantes del grupo al cual se le manifiesta su fidelidad e incondicional adherencia.

Tal la importancia de la observancia de las normas y los códigos que las regulan

Hugo W Arostegui


lunes, 25 de julio de 2016

Relaciones Humanas: Simbiosis


Existen tres tipos de relaciones simbióticas: mutualismo, en donde las dos partes reciben un beneficio, comensalismo, en donde uno de los individuos se beneficia y el otro no recibe ningún beneficio pero no es perjudicado, y finalmente el parasitismo, en este tipo de relación uno de los individuos se beneficia, y el otro individuo resulta perjudicado”

Encontramos un término muy controvertido en las relaciones humanas que bien merece ser analizado en detalle, nos referimos a la simbiosis que suele manifestarse tanto en lo individual en la relación de dos o más personas como también en lo colectivo, como pueden ser grupos humanos tales como: cooperativas, asociaciones laborales, gremiales, políticas, etc.

Notamos de que existe una clara tendencia a que la simbiosis incida en nuestras reacciones en una forma tal que crezcamos y  nos consolidemos actuando en función de una forma de pensar o reconocerse, como si se fuese solo una parte de un todo, donde pareciera de que falta algo que nos complemente para entonces sí, sentirnos parte de todo lo que hacemos.

Esta simbiosis tiende a despersonalizarnos, a desplazar el pensamiento individual subyugándolo al accionar del grupo, a las decisiones grupales o a los intereses de terceras personas que se han apropiado por simbiosis de nuestra personalidad.

Las características de la simbiosis no se agotan en este abordaje del tema, cuando hablamos de personas debemos tener muy en cuenta el derecho natural que posee para decidir por sí misma el grado e intensidad de las relaciones que cultive.

La simbiosis tiende a manifestarse en nuestras relaciones humanas, es por esta circunstancia que mencionamos este tema el cual es innegable que mantiene su vigencia en este intrincado mundo en el cual nos movemos y expresamos.

Hugo W. Arostegui



domingo, 24 de julio de 2016

Sembrando Al Voleo


Mateo 13Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Parábola del sembrador (Mr. 4.1-9; Lc. 8.4-8)
“Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa.
Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 
Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;
pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
El que tiene oídos para oír, oiga.”
Esta enseñanza que Jesús habló utilizando la modalidad de parábola se refería a la conocida siembra del voleo con la salvedad de que esta siembra la realizó el sembrador esparciendo las semillas en un terreno sin una preparación previa, como suele suceder con aquellas personas a las cuales poco o nada les interesa las condiciones en las cuales se encuentran.
En lo personal he tenido la experiencia de sembrar al voleo y lo que hacíamos era colgarnos un morral lleno de semillas y en una tierra a la cual habíamos preparado previamente, utilizando nuestras manos las hundíamos en el contenido del morral y las esparcíamos al voleo entre los surcos a las semillas, confiando que a su debido tiempo, la generosidad de sus entrañas las harían germinar abundantemente.
Está claro que el sentido de la parábola de Jesús estaba dirigido a quienes descuidan su preparación previa permitiendo que en su interior crezcan sin control los pedregales y las malezas tornando estériles todo intento de las semillas sembradas por germinar dentro de ellas.
Salvando las distancias, (y ésta es un poco la intención de este artículo) los que regularmente exponemos por escrito nuestras impresiones utilizamos la modalidad del sembrador, nuestros morrales están rebosantes de palabras ordenadas en diversos temas los cuales “esparcimos al voleo” confiando que han de caer, como seguramente sucede, en aquellas mentes que han de ser receptoras y árbitros a la vez de su contenido.
Hugo W Arostegui


Simplemente Retribuir


Los seres humanos somos los herederos de un reino del cual nos ocupamos por el simple hecho de haber nacido dentro de una sociedad que ha asumido el dominio y la conducción de todo lo que le rodea.

Lo que recogemos desde la prehistoria es el saber de que “este mundo” ha sido construido partiendo de la desorganización de los elementos circundantes a los cuales se les organizo y ordenó para ser el albergue ideal para la instalación de los reinos vegetal, animal, etc. para posteriormente instalar la presencia de la raza humana y su descendencia, cabe agregar que a todas las especies creadas se les ordenó que “se multiplicaran según su especie”.

No vamos a detenernos a analizar en detalle todos los pormenores de esta narrativa, lo esencial, que rescatamos muy someramente, es que nuestra especie es en los hechos “extraterrestre” pues se nos dice que “venimos directamente de la presencia de Dios” y que nuestra razón de ser es la de “tomar posesión” de todo el planeta en condición de administradores del mismo, llegando esta atribución a la autoridad de hecho de clasificar y dar el nombre definitivo a cada uno de los seres vivos que conforman  su entorno.

Nuestra condición de meros administradores de este “nuevo mundo” queda en evidencia cuando el propio creador del universo nos expulsa del jardín donde habitábamos y nos condena a vivir en el mundo “solitario y triste” en el cual tendríamos que padecer las consecuencias de nuestra desobediencia.

Este acontecimiento ha sido registrado por “la historia humana” como un castigo tan importante y severo que hasta nuestros días nacemos los humanos con una “marca indeleble” que nos condena a ser “portadores de un pecado original”

No obstante lo expuesto, la realidad incontrastable es que lejos de sentirnos condenados por la desobediencia nos hemos revestido del orgullo y la soberbia propio de quienes pueden hacer lo que quieran “sin tener que rendirle cuentas a nadie” de nuestros actos.

Volvamos a nuestro título de portada, “retribuir” de ser conscientes de nuestros orígenes y de los “derechos adquiridos” de disfrutar de las bondades de este mundo, del cual justo es decirlo “estamos de paso” y de que cuando nos llegue el momento de partir “no nos llevaremos nada de él”  el simple hecho de “ser y estar” debería ser un disparador de gratitud por todas las oportunidades que se nos ofrecen en un nuevo día de vida del que disponemos, quizás sin darnos cuenta, de que constituye “un verdadero presente” de los dioses.

Hugo W Arostegui


Dar De Sí Mismo


Nuestra capacidad para dar de nosotros mismos es la mejor forma de involucrarnos en todas las ocasiones en las cuales tenemos la oportunidad de compartir nuestros afectos y depositar en las manos de las personas la calidez que inspira nuestro reconocimiento.

Las múltiples opciones que tenemos al alcance de la mano para dar cumplimiento a estos llamados “compromisos sociales” hacen que ya no sea necesario que ocupemos nuestro cada vez más escaso tiempo en realizar atenciones de nuestra propia hechura, ahora, encontramos mucho más practico, y probablemente, más económico, realizar alguna compra de artículos pre elaborados que nos permitan “quedar bien” y salvar satisfactoriamente nuestra responsabilidad en el asunto.

Por supuesto que no estamos en desacuerdo con recurrir a estos recursos que la propia vida en sociedad nos proporciona, es como en el caso de la utilización de los avances de la informática en nuestras comunicaciones, el uso de telefonía celular, internet, redes sociales, etc. prescindir de estos medios equivaldría a una auto marginación totalmente ineficaz como inútil.

Solo que nos permitimos decir que “ni tan tan ni muy muy” precisamos más que nunca de un apretón de manos y de un fuerte abrazo es a ese “calor humano” al que nos referimos cuando mencionamos que todos necesitamos “dar más de nosotros” en el cultivo de los valores filiales que retroalimentan nuestra confianza y autoestima.

Eso, como decirnos cosas como: gracias, querido hermano, te amamos, te necesitamos a nuestro lado, etc. etc., eso es dar de nosotros mismos.

Hugo W Arostegui




sábado, 23 de julio de 2016

Paren El Mundo Que Me Quiero Bajar


 “¿No será acaso que esta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida?”
 Joaquín Salvador Lavado, Quino,

Una forma diferente de aportar y sumarse a la innovación que día a día emerge desde y hacia nosotros revestida de los sueños, sueños  que se niegan a despojarse de la ilusión de que todo es posible cuando damos el primer paso con la esperanza reflejada en el rostro,

Los carriles por los cuales transita nuestra vida no se encuentran prefijados ni mucho menos adheridos a ninguna predestinación ajena a nuestra propia voluntad de conducirnos, de manera que debemos estar atentos al volante y evitar colisionar con quienes, como lo hacemos nosotros mismos, buscamos un espacio en la ruta que nos conduce a donde pretendemos llegar.

La cultura que nos amamanta desde que iniciamos nuestros primeros pasos es aquella que nos pregona “el fin justifica los medios” y su influjo nos hace pensar que para llegar a lo que nos propongamos alcanzar, la propia competitividad nos obliga a desplazar a quienes nos “amenacen con su propia sombra”

Esta forma de encarar los acontecimientos va francamente “a contra pelo” de nuestra razón de ser, esencialmente los humanos constituimos una realidad social donde la coparticipación solidaria entre todos nos permite alcanzar los altos niveles de civilidad que nos caracteriza.

En realidad nuestra propia realización depende de cuales sean las prioridades que nos orienten en la vida, no somos tanto lo que recibimos, sino que nuestro “ser” se consolida en el desarrollo de nuestra “capacidad de brindar servicio” a los demás, podemos afirmar sin ninguna duda que el “ser y el estar” se conjugan en el acto del ejercicio de la solidaridad.

Extendamos nuestras manos para ayudar y dejemos de lado “los puños apretados” nuestro peor enemigo, el que conspira contra el bienestar social, que indudablemente es el de todos, reside en no reprimir la inhumana inclinación al egoísmo.

Hugo W Arostegui  


viernes, 22 de julio de 2016

La Gratuidad Del Aire


Crecimos acostumbrados a que lo más democrático que poseíamos todos los mortales era el aire a tal punto de que cuando una persona era una de esas que vulgarmente la calificábamos “como que no servía para nada”  al referirnos a ella agregábamos” este tipo está vivo porque el aire es gratis."

Pues bien, esa tal gratuidad del aire pasa a ser una quimera, una ilusión, en las “necesidades básicas” del hombre moderno.

Sin importar mucho, la latitud ni la época del año, lo evidente es que para asegurar nuestro confort y estar acorde con “nuestro status” el aire debe estar “acondicionado” tanto en nuestros hogares, lugares de trabajo, centro de estudios, donde nos atiende nuestro “personal trainer” etc. etc. incluyendo al transporte colectivo y por supuesto, nuestro propio automóvil.

Como puede apreciarse la gratuidad del aire se ha incorporado al vastísimo campo de nuestras “ilusiones” haciendo sentir su “cruda realidad” en las cuentas que por concepto de energía debemos pagar todos los meses.

Alicia continúa viviendo en “el país de las maravillas” y según tengo entendido no es nuestra vecina.

Así es.


Hugo W Arostegui