“la palabra moral viene del latín mos-moris,
que significa costumbre,
modo de vivir, el carácter o la forma de ser tanto de un individuo como de una
sociedad, aunque también alude a norma, precepto. Siguiendo así, a los antiguos
romanos, vamos a definir la moral humana como el conjunto de:
las normas que rigen la conducta de
un individuo en una sociedad y
las valoraciones
que hacemos sobre actos humanos que consideramos desde la perspectiva de lo
bueno o lo malo, lo justo o lo injusto, etc.
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Decíamos en artículos anteriores que la vida en sociedad implica
la aceptación de las normas de conducta que regulan los niveles de convivencia
dentro del grupo y que estas condiciones rigen para todos sus integrantes sin excepción.
En una palabra, cuando alguien manifiesta que “es libre e
independiente” y “que no debe ser sometido a ninguna norma” lo que en realidad
está demostrando, quizás un tanto ingenuamente, de que desconoce toda
imposición de disciplina y que carece de la madurez necesaria para comportarse
en armonía con los códigos de convivencia previamente aceptados.
En realidad en todas las convivencias grupales se dan como algo
preestablecido el acatamiento a las normas que regulan a ese grupo y podemos
afirmar que el desconocimiento de determinados códigos autoimpuestos por todos
sus integrantes suelen ser reprimidos con gran severidad por el resto de quienes
lo componen.
Observamos la vigencia de estos códigos en grupos tales como:
privados de libertad, es decir presos condenados, delincuentes en actividad,
meretrices, marginales que pernotan en las calles, etc. etc.
La obediencia a ciertas normas de convivencia trae consigo las
consecuentes garantías de protección y solidaridad, la vigencia absoluta de “derechos
y obligaciones” para todos los integrantes del grupo al cual se le manifiesta
su fidelidad e incondicional adherencia.
Tal la importancia de la observancia de las normas y los códigos
que las regulan
Hugo W Arostegui
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