Desde los albores de mi frondosa imaginación confieso que me ha
costado aceptar que fuese una manzana el fruto del árbol de la ciencia del bien
y de mal con el cual la mal intencionada serpiente engañara a la primera madre de todos los mortales.
Pasado el tiempo y a medida que iba conociendo mejor a las
representantes del mal llamado “sexo débil”, mi concepto sobre “el llamado
padre de las mentiras” puso bastante en duda su tan mentada inteligencia, pues
hubiera sido mucho más efectivo que le ofreciera en oferta unos cuántos pares
de zapatos, de ser posible de tacos altos como los actuales.
Ahora, pensándolo mejor, prestando mayor atención a algunas frases
típicamente femeninas que nos dicen, por ejemplo,” todo lo que me gusta engorda
o es pecado” puedo comprender un poco mejor lo del tan mentado “fruto prohibido” pero, (continuamos
con el pero) a esta altura del partido le introduciría una ligera variante y en
vez de pensar en una manzana creo que sería mucho más aceptable de que la
tentación hubiese venido por el lado de los bombones de chocolate y casi
seguramente que fuesen bombones de chocolate rellenos de licor.
Me siento mucho mejor con ese tipo de tentación y el aprecio por
nuestra inolvidable Eva ha crecido sustancialmente al punto de reconocer que esta “tentación” mantiene sus
particularidades de género en sus descendientes, por los siglos de los siglos.
Hugo W Arostegui
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