Todo indica que es muy fácil comprender que cuando nos
sentamos al frente de nuestro ordenador
y comenzamos a teclearlo nos es imposible despojarnos de quienes somos por lo
que resulta que lo que podamos expresar indefectiblemente saldrá impregnado con
nuestra impronta la cual será el fiel reflejo de todo aquello que, con el paso
enriquecedor de los años, como pasa con las rocas adheridas a las costas de una
playa se va cubriendo de una costra muy espesa de todo lo que constantemente
las aguas del mar le van depositando.
Alguna Vez Dijimos:
“Todos los días, por una razón u otra, o mejor dicho, por
ninguna razón la mayoría de las veces, me extiendo en comentarios sobre
diferentes asuntos que de acuerdo con mi humilde opinión merecen ser
considerados y sobre todo, comentados.
Creo, a esta altura de mi vida, que esta condición debe
estar firmemente arraigada a una realidad que pasa por las diferentes etapas
etarias que he tenido la fortuna de transitar, desde los amores de la juventud
a nuestros hijos y de nuestros hijos a la actual condición de abuelos.
Si a todo esto le
agregamos una innata inclinación a, de alguna forma, “meter la cuchara” en
asuntos relacionados con nuestra condición de humanos, más una actividad
intelectual acorde con esta inclinación que mencionamos, utilizando términos
bien actuales, diríamos que obtenemos “un combo” lo suficientemente explosivo
como para no intentar detenerlo.
En resumen, la cosa es que “soy lo que soy” eso es algo
inevitable e irreversible, hace tiempo que he hecho las paces conmigo mismo y
¿saben qué? Para evitar conflictos mayores y por ende no terminar internado en
un hospicio, he decidido aceptarme tal cual soy y disfrutar de esta condición
contra todo viento y marea.”
Todo esto surge porque últimamente tengo la impresión de que
nuestros lectores, posiblemente urgidos por el vértigo de las comunicaciones,
donde las noticias se suceden unas a otras, con extrema rapidez, ellos o ellas,
me refiero a nuestros amigos/as, que acceden regularmente a la lectura de lo
que expresamos, prefieren que los textos a leer sean más bien breves y por esta
causa aludida es que nos inclinamos a ser un tanto breves y concisos en todo lo
que decimos.
Es posible que como suele pasar en nuestras apreciaciones no
logremos alcanzar plenamente nuestro objetivo, si le sumamos a lo expuesto el
hecho de que no siempre lo que pretendemos comunicar resulte de “fácil lectura”
es comprensible que tengamos algunos problemas de apreciación en cuánto a lo
que decimos y a lo que pretendemos decir, resulta además muy claro que nuestra
intención es no crear un conflicto entre cantidad y calidad.
Elevo mis sentidas excusas por lo que también puede ser un “empuje
de vejentud”
Hugo W Arostegui
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