domingo, 16 de julio de 2017

Cualidades De Obtusos


Date cuenta de que la “gente imposible” participa en proyección. Comprende que vas a ser acusado de muchos (o de todos) aspectos. Si tu “persona imposible” diera un vistazo a este texto, le parecería una página dedicada expresamente para ti. ¡Prepárate para el hecho de que todos los defectos y fallos de esa “persona imposible” siempre se te atribuirán a ti! Recuerda que, en sus mentes, ¡tú eres el culpable de todo! Tendrán un suministro inagotable de argumentos para apoyar eso, y si cometes el error de encolerizarlos, serán más que felices de poder decirte el por qué eres tú en realidad la “persona imposible”, y, ¡qué ironía es que estés bajo la impresión equivocada de lo que en realidad son ellos.

Sé lo contrario que ellos: una persona accesible. Actúa como un ejemplo de tolerancia, paciencia, humildad, y siempre con algo de amabilidad (a pesar de lo difícil que pueda llegar a ser)–porque estas son todas las cosas que esas personas imposibles no son, o no son tan buenas. Todos nosotros estamos influenciados por la gente de nuestro entorno– ellos no tienen que ser perfectos todo el tiempo y tú tampoco. 

Da respeto porque tú eres humano. Si tú no recibes respeto, ese es, tristemente, el problema de ellos. Da comprensión y tú serás comprendido. 

Últimamente esta clase de conducta, es probablemente la única cosa que podrías posiblemente aportarles. 

Ellos no pueden cambiar en nada, pero tú puedes ciertamente esperar una diferencia.

Hugo W Arostegui


Filosofía: Mentalidades


Podríamos definir la historia de las mentalidades simplemente como la historia del acto de pensar, siempre que entendamos por pensar la manera que el ego tiene de percibir, crear y reaccionar frente al mundo circundante. No es pues la historia del pensamiento, ni de la cultura, por lo menos como se han entendido hasta hoy. Aunque nos disguste pretenderlo las palabras anteriores resultan una definición, como tal —y de común ocurrencia en estos casos— no encierra toda la profundidad ni las dimensiones del objeto definido.

Las palabras “mente” y “mentalidad” provienen del latín, pero han vivido una larga y apasionante aventura hasta llegar a ser aceptadas, usadas y comprendidas por la generalidad de los parlantes del mundo occidental. Actualmente, en efecto, cualquier persona la usa en una conversación corriente para referirse a algo parecido a la preocupación de la historia de las mentalidades y más o menos lo mismo que expresa en su definición el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia, que al respecto dice: “Capacidad, actividad mental. Cultura y modo de pensar que caracteriza a una persona, a un pueblo, a una generación, etc.”.

En el ámbito humanístico y científico, en cambio, su uso es más cuidadoso y tímido en un principio.

La palabra “mentalidad” es primeramente empleada por los filósofos ingleses —especialmente del siglo XVII— para designar la cualidad de la psiquis. Más tarde el iluminismo ilustrado encuentra en ella, a través de Voltaire en su Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones de 1745, un uso más cercano a las reacciones pensantes de la sociedad. Pero recién la expresión completa su riqueza relativizante por el año 1900, con Marcel Proust, cuando escribe: “Mentalidad me gusta. Es como esas palabras nuevas que se lanzan”. (Citado por Le Goff, 1974, Pág. 76). El autor de En busca del tiempo perdido, la utiliza para designar un cierto estado sicológico, entre morboso y expectante, detenido en la penumbra de lo normal y de lo excéntrico, inmovilizado por la fuerza del acontecer, fatalmente histórico, simple y lógico.

La tonalidad compleja y especial que le dio Proust a la expresión “mentalidad” siguió rondando largo tiempo entre investigadores y escritores de principios del presente siglo. No tuvo mucha suerte en sicología. En las ciencias humanas, fue Lucien Lévy-Bruhl quien la empleó primeramente para definir algo concreto, en su obra La mentalité primitive (1922). 

Su objeto, es importante hacerlo notar, no fue la realidad actual, ni el comportamiento sicológico mayoritario de la sociedad. Por algún tiempo esta tendencia parece haber marcado la tónica de los estudios sobre mentalidades. 

En efecto, examinando incluso a los autores considerados como los primeros teóricos de la historia de las mentalidades, Lucien Febvre (1938), Georges Duby (1961) y Robert Mandrou (1968), descubrimos que se preocupan por situaciones que podríamos considerar excéntricas del acontecer humano, por lo menos como lo expresa la historia tradicional. Sus grandes temas fueron las crisis de todo orden, las epidemias, la muerte, el milenarismo, las visiones pervertidas del mundo, fobias sociales, etc. Es claro, como suele suceder en la dinámica del desarrollo científico, a poco andar, nos dimos cuenta, por una parte, que aquellas cuestiones excéntricas constituían gran parte de las vías e indicadores para descubrir los ejes centrales del andamiaje de la historia, por otra, que la riqueza de sus posibilidades iba invadiendo los modos de comprensión del pasado.

Actualmente la historia de las mentalidades tiende un puente entre la historia como ciencia y las demás expresiones de las ciencias humanas, además es un nuevo camino —ya que los que existían parecen borrados desde hace tiempo— que la unen de otro modo con la filosofía. Sea como fuere, ante una historia tradicional de corte clásico o positivista, ante la opaca historia montada sobre ideologías políticas que vino posteriormente, en fin, ante un cierto cansancio de la rutina cuantitavista, la historia de las mentalidades aparece ahora como un refrescante remanso.


Como fácilmente puede deducirse los fuertes lazos establecidos entre la historia, la sicología y el sicoanálisis, a través de la historia de las mentalidades, tiene un efecto irradiante para la historia, que afecta desde el estudio del acontecer político, pasa por lo económico y social y llega a encontrarse plenamente con la realidad cultural y con aquella del “tiempo de vivir”. Lo que se puede lograr con todo ello es impredecible, los investigadores que reclamábamos, por ejemplo, que la actividad mental del hombre que sueña es parte del acontecer histórico —repetitiva y simbólica si se quiere— tenemos ahora una rica gama de posibilidades de interpretación del sueño y de configurar su contenido y tendencia histórica. 

Es que, finalmente, la vieja madre de la ciencia que es la historia nos acaba de presentar su último engendro, una criatura genial, que crece y se agranda enormemente y que es la historia de mentalidades.

Filosofía: La Acción Social


Teoría sociológica fundamentada en la noción de acción social, desarrollada sobre todo por Weber, Durkheim, Pareto y Parsons y otros, así como también por los sostenedores del llamado interaccionismo simbólico. La idea fundamental es que la realidad social se comprende a través de la comprensión del sentido que los agentes o actores sociales dan a sus acciones. Para Weber, la acción social tiene el sentido que le da el agente en su intención de interaccionar con el otro. Este sentido, además de ser expresión de la voluntariedad del individuo, se entremezcla con creencias, valoraciones, perspectivas y sentimientos. Para llegar a comprender la acción social, Weber la divide según cuatro tipos:

a) de finalidad racional o acción instrumental (Zweckrationalität), cuyo modelo es la acción económica y en la que el actor social busca la eficacia de los medios respecto de los fines;

b) de valoración racional (Wertrationalität), en la que la decisión sobre los fines se somete a una valoración moral;

c) de acción afectiva, en la que la acción queda dominada por las emociones y 

d) de acción tradicional, en la que la acción se orienta por las costumbres tradicionales.

Estos cuatro tipos de acción social se mezclan en la realidad social y pueden no darse puros. Por otro lado, esta clasificación permite entender el conjunto de acciones sociales como dividido en dos grupos mayores: las acciones racionales y las irracionales. De la misma manera, Vilfredo Pareto distingue dos clases de acciones: las acciones sociales lógicas y las acciones sociales alógicas; las primeras se objetivan en intereses y las segundas en sentimientos.

Para Pareto, la gran mayoría de las acciones sociales tiene origen irracional; la sociedad equilibrada busca la compensación entre intereses y sentimientos. Parsons, que también considera, como Weber, que la unidad mínima y fundamental de la realidad social es la acción humana, atribuye a ésta un «marco de referencia» dentro del cual debe interpretarse. Este marco está constituido por cuatro contextos, o subsistemas: el contexto biológico, propio de la fisiología del organismo humano; el contexto psicológico, relativo a la personalidad del individuo; el contexto social, o de interacción entre individuos o grupos, y el contexto cultural, o la aceptación de normas y valores compartidos. 

Cualquier acción debe entenderse dentro de estos cuatro contextos, que constituyen su marco de referencia, y que juntos forman el sistema más general de la acción, lo cual quiere decir que la acción social es resultado de la interacción de estos cuatro subsistemas. En ellos se distingue una jerarquía de sistemas, o una cibernética de sistemas, de modo que el superior gobierna o controla al inferior: el sistema cultural, compuesto exclusivamente por elementos simbólicos (valores, normas, ideologías) ocupa el nivel superior, mientras que el sistema biológico, compuesto de elementos fisiológicos materiales, ocupa el nivel inferior. El sistema social, dominado por el cultural, domina y controla, a su vez, al sistema de la personalidad. 

La acción social se inscribe propiamente en el subsistema social y el subsistema cultural, que, compenetrados y no pudiendo existir el uno sin el otro, constituyen la realidad social en conjunto, o sistema social propiamente dicho. Éste se estructura según un proceso de institucionalización de los elementos propios de la cultura, el subsistema dominante (valores, normas, ideas, símbolos) en formas permanentes y estables que configuran la organización social. Estos componentes estructurales son: los roles (modos como una persona participa en la interacción: una persona es madre, esposa, profesora, militante de un partido, etc.); las colectividades constituidas en torno a valores sociales (la familia, la escuela, el partido, etc.); las normas o modelos de comportamiento, y los valores, que son los objetivos deseables por todos. La acción social, por tanto, queda inscrita dentro de un «sistema de la acción». La manera adecuada de estudiar la acción social es, no obstante, considerándola dentro de su sistema propio, que es el social, y así se refiere Parsons al «sistema de la acción social». Hay sistema social cuando las interacciones entre los actores sociales, los individuos, se realizan a través de las instituciones sociales, esto es, a través de los «roles» y las «colectividades» institucionalizados, o pautas de conducta social estables y sometidas a normas. A todo sistema social le corresponden sus fines adecuados, en vista de los cuales precisamente existe: las funciones sociales. Parsons considera estos fines como los objetivos a que tiende libremente la decisión de los actores sociales y, al mismo tiempo, como los prerrequisitos funcionales que exige un sistema social:

a) El de adaptarse al medio: o función de adaptación; la economía.
b) El del logro de los objetivos del sistema: o función de obtención de objetivos; la política.
c) El de la integración del sistema: o función de integración; comunidades y organización de las partes dentro del todo.
d) El de mantener los valores del sistema: o función de estabilidad normativa; la familia, la escuela (ver cita).

Se achaca a la teoría de la acción social cierto individualismo metodológico. Sus planteamientos sociológicos en general son opuestos a los propios del estructuralismo en sociología.


sábado, 15 de julio de 2017

Ecos De Nuestra Historia: Sobre La Intolerancia


“No es la diversidad de opiniones (lo que no puede evitarse), sino la negativa a tolerar a aquellos que son de opinión diferente (que podría ser permitida) lo que ha producido todos los conflictos y guerras que ha habido en el Cristianismo a causa de la religión. 

"La cabeza y los jefes de la Iglesia, movidos por la avaricia y el deseo insaciable de dominar a todos, utilizando la ambición sin límites de las autoridades políticas y la crédula superstición de multitudes atolondradas, han levantado, en contra de lo que dice el Evangelio y la caridad, a las autoridades y a las masas en contra de los que tienen ideas diferentes en religión, predicando que los cismáticos y los herejes deben ser expoliados de sus posesiones y destruidos. Y así han mezclado y confundido dos cosas que son en sí mismas completamente diferentes"
la Iglesia y el Estado.” J. LOCKE, Carta sobre la tolerancia

El momento histórico del texto es 1689, pues entre ese año y el siguiente John Locke escribió una serie de cartas en las que expone sus ideas políticas. En esos años ocurrieron en Inglaterra dos hechos decisivos: la Revolución Gloriosa de 1688, que supone el triunfo del parlamentarismo y de la limitación del poder del monarca, y la Declaración de Derechos Británica, de 1689, que recoge en buena medida las ideas del liberalismo político, movimiento del que Locke es fundador y del que este texto es exponente. En cuanto al tema del texto, es la tolerancia entre diferentes opiniones religiosas, que debería ser garantizada por un Estado separado de la Iglesia para conseguir refrenar la causa más frecuente de las guerras, que es la voluntad de dominio de una opinión sobre las demás. 

Es una defensa de la libertad religiosa y la separación entre Estado e Iglesia, por tanto, aunque Locke limitara esa libertad a los diferentes grupos protestantes. Las ideas del texto son las básicas del liberalismo político, movimiento que debe mucho a la Inglaterra de finales del XVII y a John Locke, cuyas ideas supusieron, en el terreno de la política, la expresión del individualismo moderno que venía siendo desde Descartes el punto de vista central de la Filosofía moderna. 

Como vemos en el texto, para Locke es fundamental en religión, así como en la política,
preservar la libertad de opinión, pues más daño hace a la Iglesia la intolerancia hacia opiniones diferentes de la ortodoxia que la tolerancia de estas opiniones. Según el autor, es la ambición de poderes terrenales y la distorsión del mensaje evangélico lo que ha llevado a los jefes de la Iglesia a desencadenar guerras y conflictos dentro del Cristianismo, que para Locke debería parecerse más a una comunidad de creyentes con diversas opiniones que se respetan entre sí que a un bloque unido en torno a una ficticia unanimidad en la ortodoxia. 

El Cristianismo, del que Locke siempre se consideró parte integrante, debería desprenderse de su desconfianza ante la discrepancia, porque precisamente en la diversidad puede asentar su fuerza, si la trata desde la tolerancia. Por eso la Iglesia debería separarse siempre de los diferentes Estados, meras instituciones políticas que buscan otros fines.

En la línea del empirismo nominalista de Ockham, el padre del liberalismo político basa su defensa de la separación del Estado y la Iglesia en la pretensión de recuperar la pureza espiritual de la institución cristiana, y en la idea de que Fe y Razón se basan en campos que nada tienen en común, y que por tanto deben respetarse entre sí. El empirismo de los nominalistas del siglo XIV encuentra su continuidad en los empiristas británicos del XVII y XVIII, que profundizan en su rechazo de las entidades universales, y en la aconfesionalidad del Estado moderno. 

Pero el matiz de Locke está en defender los derechos individuales, en particular el derecho de todo individuo a creer en el Dios cristiano de una manera diferente al resto de la comunidad, según vemos en el texto, sin peligro de que se le expolie de sus propiedades, o de que se le persiga. 

Para el pensamiento liberal, del que este fragmento es buen ejemplo, el individuo debe tener alrededor de sí una zona sagrada de derechos en la que ninguna institución supraindividual (Estado o Iglesia, y mucho menos ambos unidos) pueda interferir sin causa justificada. Aquí vemos que la libertad de pensamiento cae dentro de esos derechos intocables.

La reivindicación del sujeto que inició la Modernidad con Descartes adopta ahora la forma de un sujeto receloso de lo estatal o comunitario, y de esa manera va naciendo en Europa el liberalismo y la defensa de unos derechos humanos individuales, que se plasmarán en la Declaración de Derechos británica de 1689, y un siglo más tarde de manera más violenta durante la Revolución Francesa




Insistencia, Venciendo La Timidez


La palabra insistencia hace referencia a repetir, esto quiere decir que una actividad culminada se intente nuevamente, una y otra vez. Es decir, continuar en la misma y no parar hasta obtener el resultado deseado. Se trata de una actividad continuada, pero sin pausas. Hoy, en este artículo, quiero que hagas tuya la palabra “insistir”. Quiero que la insistencia se vea reflejada en ti
.
Te puedo asegurar que esta palabra es sinónimo de resultados. Los resultados en tu timidez de los que podrías disfrutar, si te tomases en serio tu principal meta, tu meta más importante, que es la de aprender a cómo vencer la timidez.

La insistencia es ya de por si, una palabra importante. Ésta, nos ayuda a esforzarnos por lo que queremos sin desistir en el intento. Insistir es querer seguir intentándolo, dándolo todo.
Así es cómo tienes que actuar en tu timidez, dándolo todo para obtener resultados. Tu resultado primordial de aprender a cómo vencer la timidez.

La persona tímida, en muchas ocasiones, se rinde. Se rinde sin ni siquiera intentarlo, porque el solo hecho de ver todo lo que tiene que intentar y en consecuencia, todo lo que tiene que conseguir, hace que se paralice, decidiendo de este modo no actuar, convirtiéndose así en una persona pasiva, sin capacidad de decisión ni de intentos.

Al no saber cómo vencer la timidez, prefiere mantenerse tal cual, es decir, viviendo frente a sus limitaciones, las cuales no le permiten actuar cómo le gustaría.

Por ello, hay que insistir. Insistir en algo y luego conseguirlo, te dará la fuerza necesaria para seguir luchando por cosas importantes. La satisfacción que produce ver los resultados obtenidos, después de aportar esfuerzo, dedicación, insistencia, no tiene precio.

Si eres insistente en tu vida, te puedo asegurar que nada se te resistirá. Tampoco te digo, que utilices la insistencia de manera, que pueda resultar agobiante para ti o para otros. Todo en exceso, no es bueno. Pero si actúas de manera consciente y convencido de que con los resultados obtenidos saldrás beneficiado, adelante!, insiste en lo que desees con fuerza. Insiste en tu lucha de cómo vencer la timidez.

La insistencia, te dará el poder necesario que necesitas. Te aportará madurez, decisión… Saber lo quieres en todo momento y saber cómo responder a ello, te ayudará a reaccionar, a activarte cómo persona que “estaba dormida” porque aún no sabía cómo vencer la timidez.

Para vencer la timidez se necesita, decisión. Se necesita, primero, aclarar lo que uno quiere, visualizar la vida que nos gustaría tener y darlo todo en el intento. Trabajar con entusiasmo para conseguir cosas que queremos, es la clave fundamental para luego poder disfrutar de los resultados.

Por ello, aparte de insistir, la actitud que uno tenga, también ayuda mucho. Si dispones de una actitud negativa, ya puedes intentar lo que sea, una y otra vez, que no verás resultados. En cambio, si dispones de una actitud positiva e irradias optimismo por los cuatros costados, te puedo asegurar que conseguirás todo lo que te propongas.

Así que, no te lo pienses, piensa en positivo, insiste en tus intentos y aprende a cómo vencer la timidez.

En la insistencia, se encuentra la clave para el éxito. En el camino para el éxito hay que trabajar, hay que intentar las cosas una y otra vez, hay que tener confianza en uno mismo, hay que creérselo…pero para ello, no hay que desistir en el intento. 

De esta manera saldrás victorioso en tu lucha de cómo vencer la timidez.



¿De Dónde Vengo?


Muchos aceptan la respuesta de la religión que les dice que Dios es el creador; y otros prefieren la versión de la ciencia que sostiene que la creación se produjo por azar, después de una explosión inicial.

La respuesta religiosa pertenece al ámbito de las creencias y la científica no aclara de dónde provino la explosión inicial.

La pregunta ¿de dónde vengo? tiene que tener una respuesta personal, porque el único que puede contestarla es uno mismo, para poder darle a la vida su propio significado y su propósito.

Deepak Chopra ofrece esta tercera respuesta al recuperar la naturaleza sagrada del cuerpo con su extraordinario orden e inteligencia y utilizando los conocimientos de la ciencia.

Aunque para la ciencia la conciencia, la creatividad y el alma no son cosas materiales, no significa que no sean reales para nosotros como seres humanos, ya que es un misterio que deseamos descubrir que es nuestro.

La respuesta a la pregunta ¿de dónde vengo? está en la búsqueda y el final de la búsqueda es el encuentro con el creador.

En la India creen que todo el universo está dentro de uno mismo, por eso, para saber ¿de dónde vengo?, tengo que conocerme a mí mismo

Los que quieren encontrar respuestas objetivas en el exterior terminan encontrándose a sí mismos, porque la realidad es como la contemplamos y cualquiera que haya explorado la creación más allá de todo ha visto a Dios.

Deepak Chopra sostiene que la única respuesta posible es que nos hemos creado nosotros mismos.

Esta respuesta puede parecer blasfema, desde el punto de vista religioso, sin embargo no quiere decir que seamos dioses sino que nos hemos creado a nivel del alma y continuaremos creándonos indefinidamente mientras lo deseemos.

El cuerpo sagrado es el alma, la conexión entre lo eterno e infinito y el mundo, porque la conciencia es más que el pensamiento y tiene la libertad de ir más allá de él.

El pensamiento no inventó el amor, el arte, la música, el altruismo, la sabiduría, o sea lo mejor de los seres humanos; la mente pensante es esclava del ego y se sorprende ante la creación pero aún está lejos de despertar.

Para vivir a nivel del alma, en comunión con el espíritu, hay que aprender a soltar, pero todos vivimos aferrados a las cosas y a las personas y esto es lo que nos aleja cada vez más del alma.

Rechazamos lo nuevo, criticamos a los demás y también a nosotros mismos, nos oponemos a las ideas nuevas, nos aferramos a nuestro punto de vista, estamos intranquilos, guardamos resentimiento, permanecemos hundidos en el conflicto y juzgamos y culpamos a los demás; y en la lucha entre el ego y el alma vence siempre el ego.

No se necesita ser un santo sino que hay que saber que al soltar encontraremos el camino para todo.

La sombra que todos tenemos dentro con las heridas que conservamos desde la niñez, son las que no nos permiten vivir desde el alma.


Multiplicación De Palabras


La verborragia puede ser considerada un gran problema a la hora de establecer relaciones interpersonales, ya que es la excesiva emanación de palabras. Esto puede generar situaciones incómodas en reuniones o eventos importantes, y puede tornar un infierno el hogar o la pareja. Sin embargo, ¿en qué consiste la verborragia?

Como todo término, siempre es deber empezar por su origen etimológico para entender su verdadero significado. La palabra verborragia es definida como un “coloquialismo moderno”.
Se encuentra compuesta por dos vocablos de orígenes distintos, tales como “verbum” y “-rrea” o “-rragia”. El primero de ellos procede del latín y significa “palabra”, siendo muy usado en el idioma castellano actual, tal como verbal, adverbio, proverbio, entre muchas otras.

Por otra parte “-rrea” o “-rragia” (ya que puede ser verborrea o verborragia, siendo la verborragia el resultado de una continuo verborrea) deriva del griego y aunque era usada inicialmente para cuestiones médicas, se extendió a otros términos, haciendo referencia a la continua emanación de algo. Ejemplo de esto son las palabras hemorragia (el continuo emanar de sangre)

De lo dicho anteriormente se deduce que la verborrea es la continua emanación de palabras, de una manera excesiva y que puede resultar impactante (generalmente de manera negativa) para otras personas.

Esta verbosidad excesiva conlleva graves problemas para la comunicación entre los individuos, ya que no suelen seguir un hilo argumentativo coherente y no suelen respetar los tiempos de la otra persona para comunicarse.

Las personas verborrágicas suelen hablar en forma de monólogos, volviendo al participante de la conversación un mero espectador.
Otro resultado de la verborragia es el vaciamiento del mensaje que se quiere transmitir. 

La persona verborrágica, al explayarse tanto sobre detalles nimios e intrascendentes, suele generar que el oyente pierda de vista el mensaje principal (si es que hay uno). A su vez, suelen resultar molestos a la hora de escucharlos por lo descrito anteriormente: rara vez escuchan y hablan en demasía.

Las personas que padecen la verborragia suelen querer ser el centro de las reuniones y cualquier tipo de evento, usando ademanes gestuales y cualquier forma de llamar la atención. Si bien esto puede resultar molesto para ocasiones particulares, estas dificultades se potencian para la convivencia en pareja o en el hogar.

Esto se puede potenciar aún más si se encuentra con otra persona que también desee ser el centro de la atención, en estos casos la convivencia es técnicamente imposible.

La verborragia, sin embargo, no es considerada una enfermedad ni tampoco una patología.
Muchos especialistas afirman que este comportamiento es dado por la personalidad del individuo y generalmente se atribuye como una respuesta que refleja el estado emocional de la persona.

Generalmente este estado es de ansiedad, estrés, ira, preocupación, desesperación, etcétera. La verborragia puede ser entendida como un método de defensa que emplea el ser humano según la situación en que se encuentre.

Hugo W Arostegui