miércoles, 18 de julio de 2018

Compartir Lo Que Sabemos


Siempre es bueno aprender en la vida, pero no solo se trata de aprender sino que también aplicar todo ese conocimiento en la vida ya sea una preparación académica como toda la experiencia que se vaya aprendiendo en el camino, todo ese aprendizaje te ayudaran en la vida ya sea para hacer bien tu labor como profesional como para la vida cotidiana. 

Ahora bien, a veces somos mezquinos con ese conocimiento pues solemos decir que “me costó mucho como para que venga otro y lo aprenda así tan fácil” y que también por temor a que aquella persona que le enseñes algo lo aprenda e inclusive lo haga mejor que tú, eso se entiende pero no debemos pensar de forma egoísta para muchas cosas porque de seguro en algún momento de la vida querremos que alguien nos enseñe o explique algo que no dominemos bien.


Yo estoy consciente que siempre habrán personas que se aprovechan de eso para sacar ventaja pero no todos son así, sin embargo existen su par por allí; pero más allá de eso ponte a pensar por unos instantes ¿Por qué guardarte todo ese conocimiento solo para ti? ¿Qué ganas? Eso solo lo sabrán aquellas personas que tengan su argumento.  

En lo personal me gusta siempre compartir lo que aprendo y bueno si las personas quieren tomarlo para aprender está bien y si no bueno ellos sabrán porque, pero en lo personal eso no me molesta ya que así como aprendo de los demás también me gusta que aquellos que no conocen aprendan algo que yo sabía y que también lo aprendí, nada pierdo sino más bien gano porque contribuyo de alguna forma a que otros alimenten de conocimiento su vida, porque nunca está de más aprender no importa a que edad.

Motivación

La palabra motivación viene de "motif", que significa motor o algo que genera movimiento. Por lo tanto, estar motivados es tener una razón o deseo que nos lleva a actuar.

Ese deseo es tu punto de partida.

Pero es importante que lo desees con intensidad, con la mente y el corazón.
Por lo tanto, tiene que ser importante para ti.
No para otras personas.

Sólo así, vas a estar dispuesto a hacer el esfuerzo necesario.

Tenemos dos fuentes básicas de motivación:

1) La que nace de nuestro interior, de nuestras metas, sentido de vida, propósitos y esperanzas.

2) La que surge del medio ambiente. De los posibles "premios" que nos da la sociedad: dinero, fama, atención, reconocimiento y aprobación de los demás, etc.

Esta motivación externa es la más común y mucha gente cree que es la mejor o la única que existe.

La motivación externa es importante, pero la interna es determinante.
En ocasiones empezamos un proyecto o nos planteamos una meta y de repente perdemos el interés.

Entre las principales causas de este desinterés, encontramos que:
a) Tomamos como propias las metas de gente que es importante para nosotros, sin darnos cuenta que no es lo que nosotros deseamos.

b) Vamos en pos de un objetivo, sólo porque es lo que la sociedad o la familia espera de nosotros.

c) La situación que estamos viviendo nos genera una angustia que no queremos o que creemos que no podemos enfrentar y tolerar.

d) Nos ponemos metas inalcanzables.

e) No sabemos cómo lograrlas.

¿Qué puedes hacer?

Pregúntate que tipo de motivación es más importante para ti y por qué.

Cuando sólo dependemos de la motivación externa, perdemos parte del control de nuestras vidas y del contacto con nosotros mismos.

Les damos el poder a los demás.
Cuando te sientas desmotivado, enfócate en ti.
En lo que tiene significado para ti.
Porqué sólo así, puedes hacer las elecciones que necesitas.

Si te enfocas en los demás, en lo que ellos quieren o consideran importante, estás buscando en el lugar equivocado. 

Recuerda que el deseo o motivación es sólo el primer paso.
El segundo, es tomar la decisión para actuar y estar dispuesto a pagar un precio por ello.

Si no estás decidido a hacer el esfuerzo, examina la razón.
¿Qué piensas o sientes al respecto?
La clave del éxito es el compromiso y la fe.

Estar dispuesto a continuar a pesar de las dificultades y estar convencido de que  se pueden alcanzar las metas propuestas.

Tú tienes ambas cosas, aunque quizás necesitas fortalecerlas o redescubrirlas.


Ver La Vida Tal Como Es


En el nuevo milenio mucha gente se preocupa por el mundo y nuestro  lugar en él. Nos hacemos muchas preguntas acerca de cómo conseguir la felicidad. Tan a menudo en nuestros días tenemos todo tipo de cosas que se supone son para hacernos más felices: Títulos, buen trabajo, casa, familia… pero  dentro de nosotros hay una voz apagada que nos continúa preguntando: ¿Es eso  todo? ¿Eso es todo lo que hay? …¡No puede ser! ¡Tiene que haber algo más! Algo  falta… pero ¿qué es? 


La respuesta de lo que nos falta es ‘claridad de propósito’. El poder saber responder a las siguientes preguntas: ¿Tiene sentido la vida?, ¿quién  soy?, ¿qué deseo?, ¿qué siento?, ¿cómo me satisfago?, ¿qué he venido a hacer aquí?, ¿qué pasa tras la muerte?... Para  la mayoría de nosotros, lo que la sociedad nos ha enseñado para poder responder  a estas preguntas nos lleva a callejones sin salida. Nos deja todas  esas preguntas sin respuesta. 

Podemos saber cómo encontrar sentido a nuestra vida a corto plazo con metas y logros, pero a largo plazo continuamos luchando con la misma profunda pregunta: ¿Cuál es el sentido de mi vida? La respuesta a esta pregunta es una de las más importantes en nuestra vida. Conocer  la respuesta nos pone los fundamentos para la real y plena satisfacción. 

Podría ser que tú fueras una de esas personas que podría llenar fácilmente una página hablando sobre lo que tiene sentido para ti en la vida. Pero si lo comparas con la vida que realmente estás viviendo, ves que hay algo más que una pequeña diferencia. Pues aunque la gente pueda llegar a definir lo que es una vida con sentido, la vida que vive nada tiene que ver con su ideal. 

Ésta  falta de propósito se manifiesta en nosotros como una perpetua angustia. Pues  aunque tengamos una vida con comodidades, podemos detectar una tristeza interior  que ha estado allí desde hace tiempo, una pena que no es fácil de identificar,  un vacío en lo profundo de nuestro ser… 

Continuamente pensamos que si solo tuviera  algo más, entonces sí que sería feliz. Solemos decir: cuando termine mis  estudios…, cuando encuentre un trabajo…, cuando tenga un salario más elevado…, cuando tenga pareja…, cuando tenga hijos…, cuando mis hijos sean mayores…, cuando tenga una casa más grande…, cuando tenga un coche…, cuando tenga un coche  mejor…, cuando tenga una pareja mejor…, cuando me jubile… Y sin  darnos cuenta se nos ha escapado la vida. Pues aunque vayamos consiguiendo cada una de  esas cosas continúa  persistiendo el sentimiento de que algo nos falta, de que no sabemos exactamente  qué es lo que queremos hacer con nuestras vidas.

Podemos esperar pacientemente hasta que nos jubilemos… o hasta que llegue nuestra muerte, si es que ya nos hemos conformado con ‘lo que nos ha tocado vivir’. Pero también podemos elegir encontrar el sentido de nuestra vida ahora, en este momento de nuestras vidas. Podemos elegir dejar atrás nuestras enfermedades y sentimientos limitativos y empezar a disfrutar de la vida en su máxima expresión.

Para  ello habrá que dejar atrás años de condicionamiento, décadas de falsedad, y  enfrentarse a la verdad. La verdad que nos permitirá vivir en completa libertad.  La verdad que nos permitirá ‘ver la  vida tal como es’ y no  ‘tal como nosotros la vemos’, la  verdad que nos permitirá crear una gran diferencia en nuestras vidas y en la de  los demás. 


El Timón De Nuestra Vida


Admiro a la gente que es dueña de sí misma y que hace gala de su carácter. 

Alguien así sabe sobrellevar tanto sus fracasos como sus éxitos, sus debilidades y fortalezas y, por supuesto, tiene claro cuáles son sus capacidades y también sus limitaciones. Mejor dicho: tiene el control de su vida y sabe darle la debida dirección.
Todos deberíamos ser así.

Sin embargo, algunos todavía vivimos con el ‘piloto automático’ encendido y, por ende, vamos a la deriva sin saber en dónde aterrizar. No tenemos ni idea de cómo tomar el volante, y como no sabemos dirigirlo dejamos que otros sean quienes nos conduzcan.

No debemos perder el control de nuestros actos. Esto no implica llevar una vida aburrida. ¡Todo lo contrario! Es tener una mente abierta, estar dispuesto a asumir retos, realizar los cambios que sean necesarios y emprender los caminos que nos corresponda atravesar.

Menciono este tema porque a nuestro corazón le hacen falta nuevos estímulos para sentirse realmente satisfecho. Esa es la razón del por qué tantas inquietudes y arrebatos de insatisfacción que asaltan a nuestra cotidianidad.

¡Echémosle cabeza y pensemos qué anhelamos ser!

Quisiera que tomáramos el tiempo que sea necesario para analizar las emociones que nos embargan y descubrir qué es lo que realmente necesitamos para sentirnos a gusto con lo que somos o con lo que nos rodea.

Mientras más fuerte sea nuestra voluntad, más unificadas y dirigidas serán las emociones y los pensamientos de nuestra vida interior y viceversa.

¿Cómo lograr esto?
Para que la voluntad se desarrolle y mantenga su papel apropiado como directora de nuestra personalidad, debemos actuar vigorosamente tanto en la vida interior de los pensamientos, emociones y decisiones, como en la vida exterior.

La función de la voluntad es deliberar, decidir y actuar. Cuando fallamos en llevar a cabo estas tres funciones durante algún tiempo, nuestra voluntad se debilita y se paraliza.

No tomar decisiones o no actuar es destructivo para la ‘salud de la personalidad’ y es un arma letal para nuestros proyectos.

También es importante cristalizar nuestras ideas. Si hemos estudiado con cuidado todas las alternativas es importante no demorar, de manera indefinida, los pasos que debemos dar.

Pese a los obstáculos que se nos presenten, la voluntad siempre triunfa sobre las circunstancias externas.

Las cosas del amor, los asuntos laborales, la vida en familia, los problemas que nos agobian o nuestras relaciones con quienes nos rodean no se deben dejar al vaivén de las apetencias y las motivaciones del momento.

¡Es indispensable tomar el timón de nuestra vida!



Expectativas Insatisfechas


Siempre que en algo que realizamos o en una persona que conocemos ponemos grandes expectativas y no se producen las mismas, el desengaño es muy grande, mucho más que la satisfacción que se produce si las expectativas se cumpliesen.

Esto es debido a que siempre ponderamos en mayor medida el fracaso o desengaño que el éxito o acierto. Principalmente porque cometemos un grave error: el considerar que las expectativas positivas es algo normal y lo lógico es que se cumplan.

Lógicamente siempre debemos de tener expectativas positivas sobre algo o alguien porque si no es tontería el depositarlas. Pero lo que no nos damos cuenta en muchas ocasiones es de la dificultad de conseguir que estas expectativas se cumplan. Si no se alcanzan en su totalidad consideramos que es un fracaso, cuando puede que entre la consecución y el fracaso total haya una gran variedad de situaciones.

Pero siempre solemos adoptar la postura de que o bien se consiguen todas nuestras expectativas o el fracaso es completo. No solemos tener un término medio.

Me gusta mucho un proverbio que dice que ‘quien nada espera, nada pierde’, porque si ponemos la situación inversa, ‘quién todo espera, todo gana’, es cuando menos irreal porque todos sabemos que cumplir todas las expectativas es algo bastante difícil en ocasiones.

Nuestra forma de actuar debe ser la de saber ponderar las expectativas y el grado de consecución de las mismas ya que la consecución del total de las mismas no implica que se haya fracasado ya que, muy probablemente, lo que ocurrió es que no supimos marcarnos las expectativas de forma adecuada.

Vivimos en un mundo altamente cuantificable y en el cual es la ‘foto de la cifra’ conseguida lo que marca el éxito, con lo cual la no consecución de todo lo planificado se confunde con la mediocridad y eso es un gran error que se ha extendido por muchas de nuestras organizaciones. Nunca pensamos que hayamos cometido un error a la hora de determinar nuestras expectativas, siempre pensamos que estas son las correctas y que por culpa de imponderables no se han conseguido, y esto no tiene por qué ser siempre de esa manera.

Cambiar nuestras expectativas iniciales ante los cambios que nos rodean por otras más ajustadas a lo que ocurre en realidad, es una de las cualidades que marcan a los líderes en todo momento. 

Adaptarse al cambio, aceptar el mismo y conseguir verlo como una oportunidad de mejora, es lo fundamental a la hora de trabajar con nuestras expectativas y evitar el que se produzcan grandes desengaños que probablemente no sean.


Toma De Conciencia


Uno de los atributos de los grandes pensadores y filósofos que lograron describir la realidad conforme ella es, fue la toma de conciencia (que es el darse cuenta) de la realidad interna y externa. Y lo contrario, la incapacidad de darse cuenta (de dictadores, dogmáticos, intelectualoides, etc.) provocó que se viviera dentro la irrealidad y por esto la humanidad estuvo sumida en la oscuridad de la ignorancia.

 Hoy en día la necesidad de tomar conciencia de la realidad y tener un sentido crítico de ella se hace imprescindible, puesto que, a cada día que pasa, la desinformación emerge como un fantasma que va devorando las mentes de muchos hombres y mujeres que viven todavía dentro de la irrealidad. Y si viven en la irrealidad serán más susceptibles de ser engañados.

 La toma de conciencia no es una capacidad que se adquiere desde el nacimiento, sino que es una habilidad que se va desarrollando en la medida que se interactúa en los ámbitos interno y externo. 

 En un primer momento, esta toma de conciencia conduce al sujeto a tener un sentido común depurado, o sea, un buen “olfato”.  La persona con sentido común desarrollado, podrá darse cuenta de la realidad externa con una mayor facilidad. En la vida cotidiana emergen individuos con una alta capacidad de sentido común quienes interpretan la realidad de forma rápida y reaccionan ante ella con los comportamientos adecuados a la situación.

 En un segundo instante, la toma de conciencia conlleva elementos afectivo-mentales, donde a partir de una vivencia o vivencias, el individuo se da cuenta de su realidad interna o de la realidad externa. En la medida que el individuo a traviesa por el camino de la vida, el proceso experiencial le permite darse cuenta de lo que sucede en el entorno (intra o extra ambiental).

En un tercer momento, la toma de conciencia involucra elementos intuitivos, tomando la intuición, desde la fenomenología, como la capacidad de captar la realidad tal cual ella es. 

El individuo a partir de un proceso de crecimiento personal y espiritual tiene la habilidad de darse cuenta de lo que realmente sucede en su entorno. Sin embargo, en la sociedad abigarrada en la cual vivimos, no todos tienen la capacidad de darse cuenta de la realidad y viven inmersos en la irrealidad, y refuerzan este hecho como parte de su vida y creen que los otros deben estar también inmersos en esa ficción. 

Entonces, en este contexto, si no hay toma de conciencia, la transformación de la sociedad es más difícil.



martes, 17 de julio de 2018

Talentos Y Virtudes


¿Crees que no tienes ningún talento? Estás muy equivocado. Sin conocernos, puedo asegurarte, insisto, que si piensas que no tienes ningún talento estás muy equivocado. No hay nadie, escúchame bien, nadie en el mundo que no tenga ninguna virtud. ¿Conoces a alguien que no la tenga?

Cualquier persona que podamos imaginar, por muy desagradable que nos parezca, desde el indigente más holgazán hasta el dirigente más engreído, desde el asesino más perverso hasta el ermitaño más huraño, todos tienen alguna virtud. 
Quizás tenga paciencia, quizás tenga don de palabra, quizás tenga inteligencia, quizás sea un superviviente nato. Todos tienen su virtud. ¿Por qué ibas a ser tú diferente? ¿Crees que lo eres?

No, no eres diferente. Tú también tienes tus virtudes. Igual que yo. Igual que todos. Todo el mundo tiene virtudes, todas las personas tienen talentos. Si tú crees que no los tienes, entonces es que no has buscado lo suficiente. ¿Has mirado dentro de tí? ¿Has mirado a tu alrededor? ¿Has preguntado a los que te rodean?

Debes analizar todas las cosas que haces a lo largo del día. ¿Qué haces bien? ¿En qué eres bueno? ¿Qué se te da bien? No lo dudes, puedes encontrar tus virtudes en tu interior. Aprende a sacar lo mejor de ti mismo, encuentra tus virtudes, se consciente de tus talentos.

Cada persona somos una fuente inagotable de ideas. Sólo tenemos que aprender a sacar esas ideas. No digas que tú no las tienes. No digas qué no tienes ninguna virtud, te estarías engañando. No digas que no tienes ninguna virtud, te estarías ocultando la realidad. No dejes que el pesimismo te lleve.

Repítete a ti mismo: "Yo soy bueno esto", "Se me da bien aquello", "Soy el mejor en lo otro". Repasa a menudo tus virtudes. Encuéntralas y repásalas.

Una vez que tengas claro en que eres bueno, escríbelo, repásalo, métetelo en la cabeza. Deja notas por todas partes recordándotelo. No tengas miedo de repetírtelo. "Soy bueno en tal cosa o en este aspecto".

Y por supuesto creértelo, cree en ti.

Recuerda: todos tenemos virtudes, todos tenemos cosas que mostrar al mundo, todos somos buenos en algo.

Descubre haciendo que cosas eres bueno.