sábado, 18 de noviembre de 2017

Nos Guste o Disguste



Un porcentaje no pequeño de nuestras decisiones y conductas se anima por el “juicio del gusto”. No pocas veces involucran sentimientos muy profundos. Compras, ventas, matrimonios, partos o sepulturas… suelen asumirse por un desplante patente o latente del “gusto” que nos impone e inspira un objeto o un sujeto. ¿De qué depende que algo nos guste, nos disguste o deje de gustarnos?  ¿Somos, acaso, una especie hedonista y frágil a la que se ha victimado fácilmente por la vía de seducirla con sus “gustos”. Nos guste o no aceptarlo?

También el capitalismo aprendió a dominarnos por nuestros “gustos” y nos enseñó a gustar de la dominación misma. Luego de chantajearnos por los alimentos, por nuestros miedos, por la vivienda… por lo básico, el capitalismo entendió que podía vendernos lo que nos place y hacer con la dominación de los “gustos” un negocio inmenso. Rápido nos educaron para que nos gustaran los “gustos” del patrón, su forma de vida, sus valores, sus comodidades y su poder. Rápido nos educaron para que dejaran de gustarnos nuestros pares y comenzaran a ser de nuestro “gusto” todas las personas y las cosas que nacen, crecen y se reproducen en el seno de la clase que nos explota. Y nos educaron para comprar y comprar todo lo que ellos inventan pero, eso sí, con “gusto”, como el “buen gusto”.

Parece ser factor decisivo ante los “gustos” el -nada infrecuente- componente irracional de sus causas y sus efectos. ¿Por qué se gasta lo que se gasta en el mundo en juguetes bélicos para niños? ¿Por qué se invierte lo que se invierte en bebidas alcohólicas, gaseosas y todo género de cotillón para “animar” fiestas o celebraciones variopintas? ¿Por qué se consume “con gusto” la masa ingente de películas, series televisivas, programas, música, noticieros y en general mercancías ideológicas burguesas? ¿Por qué la adquisición de ropa, maquillajes y parafernalia de moda a cualquier costo y con calidades dudosas?¿Por qué nos gusta endeudarnos, por qué nos gusta embrutecernos, por qué nos gusta pelearnos?

Y a pesar de todos los enigmas que rodean al “juicio del gusto” (es decir a nuestra capacidad de afirmar o negar algo sobre lo que nos gusta) nada de lo que se diga sobre los “gustos” está exento de la lucha de clases ni de la influencia histórica que imprime, en toda conducta, la ideología de la clase dominante. Simplismos al margen. En el objeto o sujeto de nuestros “gustos” o disgustos se objetiva la escala completa de lo que sabemos y de lo que ignoramos. Todos nuestros parámetros se cimbran. ¿Lo que nos gusta o disgusta proviene de lo que nos enseñaron en casa, en la escuela, en el trabajo, en la iglesia o en la tele? ¿Nos “gusta” sólo aquello que conocemos o lo que desconocemos también, nos gusta lo que les gusta a todos o lo que nos hace distintos? ¿Nos gustan las combinaciones, las mezclas o las ambigüedades? ¿De dónde sacamos que nos gusta lo que nos gusta?

Y más complejo es saber por qué nos “gusta” lo que nos daña. Por qué aceptamos con gusto hacer, decir, pensar e imponer como modelos de vida “gustos” cuya consecuencia -de corto o largo plazo- será algún daño a la salud, a las relaciones sociales, a la política o al planeta entero. ¿Nos gustan las películas de Hollywood, las telenovelas, las tele-series, fumar, alcoholizarnos, drogarnos… financiar dependencias de todo tipo y contribuir a enriquecer mafias a granel?

Por colmo, transferimos “gustos” a nuestros hijos o amigos porque esa transferencia es un ejercicio de poder con el que hacemos reinar la parte más individualista de nuestra “estética” que, por cierto, suele no ser tan individual como creemos. Por una y muchas razones la crítica a los “gustos” suele tomarse como una agresión que ofende fibras muy sensibles y suele irritarnos hasta lo irreconciliable. Incluso quedan aún zonas de pudor que se lastiman cuando alguien descubre algo que nos gusta y que nos es difícil de aceptar. De ese alguien se espera la complicidad y silencio con que se forjan asociaciones estéticas que incluyen, no sin frecuencia, alianzas patológicas en sentidos varios. Adictos se les llama. ¿Por puro “gusto”?

En el almacén demencial de mercancías -que el capitalismo nos impuso como si fuese la vida misma- abarrotado con no pocos objetos inalcanzables e inútiles, se impuso un criterio resbaloso para impulsar el consumismo a destajo y ese criterio se funda en el “gusto”. Se compra el televisor que “gusta” para ver los programas que “gustan” y toda la publicidad que “gusta” a un pueblo anestesiado con “gustos” de mercado y estética de clase. Se compra la licuadora que “gusta”, el abrigo, las cucharas, los muebles… y principalmente el “status”, lo distintivo, la plataforma ideológica que facilita la ilusión de pertenencia al mundo del patrón y al universo de sus “gustos”. Cueste lo que cueste.


“Avivados”



La foto muestra junto a un árbol del ornato callejero, un baldecito, con arena y una supuesta pala porque en realidad es tan sólo lo que se ve: el mango hundido en arena. El resto, la parte metálica de la pala, no existe… Todo es obra de un chico, que se cree “vivo” al que una bondadosa vecina quiso ayudar. Según la vecina, el chico un día llegó a la puerta de su casa solicitando una moneda.
Pedido que atendiera y que ampliara, preguntándole si no se animaba a realizar una “changa”. La señora, quería tener prolijo el frente de su casa y colocar en torno al árbol unas baldosas que faltaban a la vereda. Para ello, acordó que ella le pagaría cierta suma de dinero, le aportaría el portland necesario para la mezcla. Él se encargaría de traer la arena. 

El pasado martes 1º de agosto apareció pero con otro chico, que le ayudaría. Como en realidad no lo esperaba, me había olvidado de comprar el Portland. Lo que siguió era obvio y hasta lo intuyo. El chico planteó que le diera el dinero para ir a comprar media bolsa de portland a la barraca y así comenzar a realizar el trabajo.

Pese a la desconfianza generada por otras experiencias frustrantes, la buena vecina, decidió probarlo. Le entregó el dinero… El chico y su “ayudante” se retiraron de inmediato, rápidamente. Y como lo intuyó, no apareció más. Ahí, como lo muestra la foto, quedó el baldecito lleno de arena, la falsa pala, recostado al árbol, esperando inútilmente. Me imagino que todo será , robado quien sabe de dónde, quizás de un basural porque el balde está rajado y la “cuchara” es solamente ese cabo que se asoma de la arena.

No es la primera y seguramente no será la última vez que pasan cosas así. Porque la gente sana y honrada, siempre tiene la creencia y esperanza que los demás se conduzcan como ellos lo hacen. Lamentablemente los “vivos” no lo entienden y se van cerrando puertas, que pueden afectar a alguien necesitado y que tiene real buena voluntad de trabajar y ganarse dignamente el dinero de una changa. Así se corre el riesgo de que justos paguen por pecadores.

Lástima que no entiendan esa realidad. Hay quienes así van generando rechazos y actitudes que no son las correctas, pero que las inconductas como estas, alientan permanentemente para desgracia de las buenas personas. Esto lo denunció C.E. y no es la primera que enfrenta este desaire de alguien que necesita que le ayuden.


El Laberinto De La Vida


La vida es como un laberinto, con infinitos caminos y una única salida.

Un día te levantas y tienes un sueño…. Y te imaginas en la salida, todo fluye, es fácil, eres muy muy feliz.

Es como una visión, una intuición, un impulso, una sensación….y de repente sabes que quieres dirigirte hacia ese lugar. Dejas todo lo que estás haciendo en ese momento y te dispones a ponerte en marcha.

Cuando de repente, te miras, chequeas todo el material que tienes en ese momento para comenzar a andar, y te das cuenta…ayyyyy, que te faltan un montón de cosas, y piensas: “cómo las voy a conseguir?”.

Vaya! Y comienzan los miedos, las creencias, los obstáculos que te hacen muy difícil el camino: “qué difícil, no lo conseguiré, hay gente muchísimo mejor que yo, con más años, más experiencia, más guapos, más de todoooooo…aarrgg”.

Y el camino, de repente cambia de color, de forma, de olor, de imagen……no sabes exactamente por qué, incluso llegas a pensar que es culpa de otros, del momento, de la situación……además en algún momento, pasa por tu cabeza, la ínfima posibilidad de pensar que ese sueño, tu sueño, no es para ti.

Y te dicen que puedes, que eres especial, que tu sueño es único, que has nacido para ello, que te motiva, que disfrutas, que se te da de muerte………pufff, pero no lo escuchas.

Y te sientes mal, te empiezan a pasar cosas horrorosas, sientes mucho dolor, físico y emocional, y lloras sol@.

Sientes que has fracasado, y quieres tirar la toalla, pero duele, duele demasiado.

Y un día… de repente,  no lo aguantas más!  Dejas de escuchar tus pensamientos  y  tu solit@, dices ¡Basta YA! ¡Creo en mí,  puedo y quiero  hacerlo, y lo VOY A HACER!

Y lo haces…..vuelves a coger tu material para el viaje, y lo retomas ahora de otra manera diferente.

Te sientes más fuerte, más seguro, con ganas, no esperas nada, sólo lo haces, sientes plena confianza en que va a ocurrir, dejas que fluya y entonces……comienzas a disfrutar del camino, del viaje, del paisaje, y observas a tu alrededor…
…nuevos colores, olores, sonidos, sensaciones que te hacen sentir fenomenal! Las frases que te decía la gente, ahora te resuenan bonito en tu cabeza, en tu corazón, en lo más profundo de tu alma.

Y te sientes libre, tranquil@, presente…….muy muy muy feliz.  Viviendo la experiencia, disfrutando del momento, siendo totalmente consciente que aparecerán nuevas situaciones que te harán sentir mal, y las recogerás, vivirás y aceptarás como parte del viaje, como parte importante de tu aprendizaje.

Y por fin entiendes que sólo fracasas…..si nunca lo intentas.

Y lloras sol@, de emoción, de felicidad.

Un gran momento para dar las GRACIAS  a tod@s los que te han acompañado, acompañan y acompañarán a lo largo de este maravilloso viaje.


viernes, 17 de noviembre de 2017

Nuestras Decisiones


Muchas veces las personas que parecen tomar buenas decisiones, y parecen buenas razonadoras, no tienen éxito en sus tareas. A muchos de nosotros nos habrá ocurrido que tomar buenas decisiones no es suficiente para poder llevar a cabo procesos en nuestras vidas. El hecho de no saber cómo evitar algunos tropiezos que impiden que avancemos y actuemos de la mejor forma, nos juega en desventaja ya que evidencia que no existe equilibrio entre nuestro raciocinio  y el manejo de nuestras emociones. El psicólogo Robert Sternberg propone una serie de tropiezos que impiden nuestro éxito. Conocerlos nos facilita poder hacer algo para detenerlos y actuar con más equilibrio en el futuro. La clave, como él dice, es que no todo radica en el buen razonamiento, sino en el equilibrio entre mente y corazón.
A continuación los escollos que propone el psicólogo Sternberg:
 Tropiezos que impiden el éxito
 La Falta de motivación: De nada sirve el tipo  de actitudes que tenga la gente si no se siente motivada a utilizarlas.
La falta del control de impulsos: Hay veces en la vida en que las personas necesitan actuar de forma impulsiva, pero el comportamiento impulsivo suele contribuir a deslucir más que a mejorar el trabajo intelectual.
La falta de perseverancia y la perseverancia: Algunas personas, a pesar de su inteligencia, sedan por vencidas con demasiada facilidad. Si las cosas no marchan de forma inmediata, o si los primeros intentos no tienen éxito, abandonan cualquier cosa.
Utilizar las capacidades erróneas: Mucha gente se da cuenta alguna vez a lo largo de su vida de que o bien se encuentran en el trabajo equivocado que van a dejar el trabajo que tienen de forma precipitada.
La incapacidad de convertir el pensamiento en acción: Algunas personas son expertas a la hora de proporcionar soluciones a sus problemas y de hecho puede parecer que tienen una solución para cada
cosa en su vida y en las vidas de los demás, pero son incapaces de trasladar el pensamiento a la acción.
La falta de adecuación hacia el producto: Algunas personas parecen estar muy preocupadas por el proceso mediante el que se hacen las cosas, pero no tanto por el producto resultante. Sin embargo, nuestros actos van a juzgarse fundamentalmente por los resultados, ya sea en el colegio o en la vida.
Incapacidad para terminar y llevar a cabo los trabajos: La única predicción cierta a cerca de los denominados incompletos es que cualquier cosa que empiezan no la terminan.
Fracasar desde el principio: Otras personas no están dispuestas y son incapaces de empezar un trabajo, ya que están intentando siempre decidir lo que tienen que hacer.
El miedo al fracaso: El miedo al fracaso parece manifestarse muy pronto en la vida. Es un problema muy común, sobre todo entre aquellos individuos situados en los extremos de la escala de logros.
La indeterminación: La indeterminación parece ser un hecho universal en la vida. Todos, en
alguna época o en otra, hemos aplazado para después cosas que sabíamos que había que hacer.
La imposibilidad de asumir la responsabilidad: Algunas personas creen que no pueden equivocarse y se pasan el tiempo echándole la culpa a otras personas incluso del más leve contratiempo.
La autocompasión excesiva: Todos nos hemos compadecido de nosotros mismos en alguna ocasión y es difícil no hacerlo cuando las cosas no nos salen bien. Pero la autocompasión continua resulta muy poco adaptativa.
La dependencia excesiva: En la mayoría de los trabajos que afrontan las personas, se espera que adquiera, un determinado grado de independencia.
Recrearse en las dificultades personales: Todos tenemos dificultades personales, pero el alcance de las mismas difiere mucho de una persona a otra. Algunas personas han sufrido varias tragedias en su vida, mientras que otras parecen haber tenido una existencia regalada sin haber encontrado casi nunca dificultades.
La distracción y la falta de concentración: 
Existe un gran número de personas muy inteligentes que, a pesar de dicha inteligencia, nunca son capaces de concentrarse en algo durante mucho tiempo.
Abarcar demasiado o demasiado poco: Las personas con tendencia a abarcar muy poco necesitan reconocer ellas mismas esa tendencia y actuar en consecuencia contra ella. Este tipo de personas se dan cuenta de que no pueden terminar nada, no porque no trabajen lo suficientemente para conseguirlo, sino porque solo están realizando pequeños progresos en cada uno del gran número de trabajos que están acometiendo al mismo tiempo.
Incapacidad para aplazar la gratificación: Aquellas personas que parecen estar haciendo siempre las cosas pequeñas a expensas de las grandes, algunas de ellas son personas que se dedican sencillamente a aplazar los grandes proyectos, pero otras son incapaces de aplazar la gratificación.
Incapacidad o falta de voluntad de ver el bosque a causa de los árboles:  Hemos tenido la oportunidad de trabajar con varios alumnos que eran muy capaces desde el punto de vista intelectual, pero que han tenido una suerte relativamente escasa en sus carreras académicas debido a su incapacidad de ver el bosque a causa de los árboles.
La falta de equilibrio entre el razonamiento critico-analítico, el razonamiento creativo-sintético y el razonamiento práctico contextualizado: Existen determinadas ocasiones de la vida en las que es necesario ser crítico y analítico, otras en las que uno debería ser creativo y sintético y todavía otras diferentes en las que es necesario aplicar el razonamiento en la práctica. Es importante saber distinguir cual es la ocasión adecuada para cada una de estas actitudes, ya que parece que algunos alumnos hacen con frecuencia juicios erróneos sobre este tema.
Muy poca o demasiada confianza en uno mismo: Todos necesitamos tener una sólida confianza en nosotros mismos para poder desenvolvernos en la vida. Podemos recibir tantos golpes en nuestra autoestima y en nuestra percepción personal que si no la tuviéramos, estaríamos a merced de todos los reveses pequeños y grandes que, pudieran surgir continuamente ante nosotros.
 Tropiezos que impiden el éxito
A continuación, se expresan algunas características emocionales, sociales y cognitivas que dificultan el desempeño académico de algunos estudiantes:
Impulsividad: que los llevan a la solución rápida y deducciones ilógicas que no emanan de los datos aportados.
Falta de precisión y exactitud en el levantamiento de los datos: que los llevan
a ignorar datos importantes y aceptar evidencias vagas o abstractas.
Definición imprecisa del problema: hasta a veces no reconocer la existencia del mismo.
Modalidades de comunicación egocéntricas: no se escuchan otros puntos de vista, llevándose por impulsos sentimentales.
Falta de precisión al comunicar las respuestas: las comunicaciones suelen ser muy generales y las instrucciones vagas, como la programación de objetivos.
Respuestas de ensayo y error: solamente para probar si dan resultado, sin planificación y adoptando soluciones sin considerar las posibles consecuencias.

Fuente Sternberg, Robert J.; Detterman, Douglas K., eds. (1986). What is intelligence? Contemporary viewpoints on its nature and definition. Norwood (NJ): Ablex. 


Conciencia Colectiva


La noción de consciencia colectiva se refiera a las creencias compartidas y a las actitudes morales que funcionan como una fuerza unificadora dentro de la sociedad.[1] Esta fuerza se encuentra separada y es, generalmente, dominante en comparación con la consciencia individual. Según esta teoría, una sociedad, una nación o un grupo constituyen una entidad que se comporta como un individuo global.

Aproximaciones al término
Aporte de Durkheim
La expresión fue acuñada por el sociólogo Émile Durkheim (1858–1917) en varias de sus obras:[2] Así, Durkheim sostiene que: El conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad, forma un sistema determinado que tiene vida propia: podemos llamarlo conciencia colectiva o común. Es, pues, algo completamente distinto a las conciencias particulares aunque sólo se realice en los individuos.

En su libro De la división du travail social, Durkheim sostiene que en sociedades “tradicionales” o “más simples” (aquellas basadas en las relaciones familiares, tribales o entre clanes), la religión desempeña un rol importante al unir a sus miembros por medio de la creación de una consciencia común (conscience collective en francés original). En las sociedades de este tipo, los contenidos de la consciencia de un individuo son ampliamente compartidos en común con todos los otros miembros de su sociedad, creando una solidaridad mecánica a través la semejanza mutua. 

Entonces, la conciencia colectiva es mucho menos importante en una sociedad con solidaridad orgánica que en otra con solidaridad mecánica. Es más probable que los miembros de una sociedad moderna se mantengan unidos por la división del trabajo y la necesidad de que otros realicen ciertas funciones que mediante una conciencia colectiva poderosa.

Aporte de Giddens
Anthony Giddens señala que la conciencia colectiva difiere en los dos tipos de sociedades en cuatro dimensiones:
Volumen: se refiere a la cantidad de gente que comparte una misma conciencia colectiva. Intensidad: se refiere al grado en que la sienten. Rigidez: se refiere a su nivel de definición. Contenido: se refiere a la forma que adopta la conciencia colectiva en los dos tipos polares de sociedad.

En una sociedad caracterizada por la solidaridad mecánica, prácticamente la totalidad de sus miembros comparten la misma conciencia colectiva; esta se percibe con gran intensidad; es extremadamente rígida y su contenido suele ser de índole religiosa. En una sociedad de solidaridad orgánica, la conciencia colectiva es más reducida y la comparte una cantidad menor de individuos; se percibe con menor intensidad; no es muy rígida y su contenido queda definido por el concepto de “individualismo moral”.

Aportes de otros sociólogos y psicólogos
La noción fue retomada por otros sociólogos y psicólogos como Maurice Halbwachs en 1939.[3] En su libro La psychologie des foules (1895),[4] Gustave Le Bon define a la muchedumbre con estos términos: « Una reunión de individuos de cualquier nacionalidad, profesión o sexo, cualquiera sea también el azar que los haya reunido. Le Bon sostiene que cuando estos individuos se reúnen, « se forma un alma colectiva, sin duda transitoria, pero que presenta características muy evidentes. La colectividad se convierte entonces de aquello que, a falta de una expresión mejor, llamaría una muchedumbre organizada o, si se prefiere, una muchedumbre psicológica. Ella forma un solo ser y se encuentra sometida a la ley de la unidad mental de la muchedumbre. »

Consciencia colectiva. (2008, 14) de agosto. Wikipedia, La enciclopedia libre


Cuando Nos hierve La Sangre


Las emociones son universales y también lo son las sensaciones que nos producen en el cuerpo, sea cual sea nuestra cultura. A un occidental consumista le hierve la sangre cuando presencia algo que le molesta profundamente de igual manera que a un asiático espiritual zen. A todos se nos enciende o apaga el cuerpo de la misma manera cuando nos emocionamos:

Hoy en día, emociones como la alegría, la tristeza o el miedo se aceptan sin inconveniente, mientras que el enfado tiende a disimularse porque molesta. Si demostramos la ira, los que nos rodean muy probablemente nos tacharán de histéricos. Así que la reprimimos. Y sin embargo, la vida está llena de situaciones que nos cabrean. 

Agarrarse una rabieta es una emoción excelente, afirman los psicoterapeutas. Es, a la vez, una señal de alarma y un límite que debe ser respetado. Indica, en definitiva, un deseo de cambio. Según la psicóloga americana Harrite Goldhor Lerner, “la ira es una reacción fuerte de descontento, consecuencia de una frustración, de una situación que se juzga injusta”. Es decir, aparece cuando las necesidades o los deseos no se ven satisfechos. 

Escuchar el enfado propio es un impulso de vitalidad, sobre todo porque ocultarlo puede salirnos caro. 

Enfadarse en silencio es malo para la salud. Cuando almacenamos ira corremos el riesgo de vernos desbordados por el estrés y, en última instancia, deprimirnos. Expresándola liberamos montones de hormonas, entre ellas adrenalina, que favorece la acción.

Correr, meditar, morderse la lengua o contar hasta diez… Cualquier acción sirve para controlar la ira. La dificultad consiste en encontrar el justo medio entre contenerse y resultar agresivo. Hemos de saber que expresar la cólera requiere aprendizaje. 

Cuando nos enfadamos, lo mejor –antes de proferir una sarta de improperios– es reflexionar bien acerca de la nueva situación que queremos establecer. Por su naturaleza impulsiva, la ira nos empuja a actuar rápidamente, lo que no siempre es aconsejable. De manera que antes de montar una escena, jerarquicemos las quejas y preguntémonos: ¿qué es lo que de verdad nos enfada?, ¿qué deseamos? 

En lugar de sonreír y lanzar indirectas, pronuncia tus quejas y hazlo siempre en primera persona. 

Utiliza el “yo” y, sobre todo, no metas a un tercero. En vez de decirle a tu colega de oficina que el ruido que hace en las reuniones “es desquiciante”, dile que “no soportas su comportamiento”. Las críticas anónimas no hacen más que aumentar el sentimiento de frustración. 


Asumir Las Consecuencias


Aceptar la responsabilidad de los errores, fracasos y principalmente las consecuencias, prepara a la persona a entender el para qué de lo que ocurre en su vida

Los seres humanos, algunos en ciertas etapas, otros en todas las etapas de desarrollo de la personalidad, presentamos un patrón de comportamiento mediante el cual tendemos a evadir y no asumir responsabilidad sobre las consecuencias de nuestros actos, adjudicando dicha responsabilidad a otras personas.

Cuántas veces hemos sido testigos de situaciones en las cuales un(a) estudiante, independiente del nivel que curse, cuando las calificaciones son bajas o reprueba, se justifica argumentando que el o la docente le tenía inquina o no explicaba bien. En vez de reconocer que no había estudiado o no dedicó la atención debida a la clase, recurre a la justificación y responsabilizar al o la docente.

Cuando una persona no tiene empleo, quizá busca y no encuentra, o cuando es despedida de su trabajo, en ambos casos muy difícilmente acepta que ello se debe a que no cumple los requerimientos del cargo que busca, o no llenaba las expectativas de los empleadores. En estas circunstancias recurre a señalar a otras personas, argumentando que gestionan para que no les den empleo o para que los despidan.

Los ejemplos son innumerables, porque este patrón de comportamiento se manifiesta independiente de raza, credo religioso, sexo, edad, capacidad económica, preparación académica, etc., es decir, no tiene fronteras. Pareciera que tiene raíces genéticas y es afinado en la vida cotidiana.
           
En la vida las decisiones que se toman y las acciones que se ejecutan son innumerables, y en muchas de ellas se rehúye asumir responsabilidad sobre las consecuencias y se opta por achacar culpabilidades a terceras personas, muchas veces por temor a señalamientos, represalias o castigos.

Culpabilizar no permite enmendar errores, en el tanto, es un mecanismo mediante el cual las personas se tapan los ojos para no ver y negarse a aceptar la autoría de los desaciertos cometidos.

Cada quien es responsable por su presente y su futuro. Hay que tener presente que las actuaciones, correctas o incorrectas, no son más que una siembra, la cual, a la corta o a la larga, dará fruto bueno o malo.

Aceptar la responsabilidad de los errores, fracasos y principalmente las consecuencias, prepara a la persona a entender el para qué de lo que ocurre en su vida, así mismo, fortalece el carácter con humildad y  crea condiciones para nuevos retos y ser asertivo(a) en lo que se emprende.


Si se pidiera que levanten la mano quienes han presentado ese patrón de comportamiento, 
posiblemente la gran mayoría las levantaríamos. Por lo tanto, dispongámonos al cambio y erradicarlo de nuestro comportamiento. sustituyéndolo por uno nuevo que nos edifique para asumir las consecuencias de nuestros actos y entonces ser mejor persona.

El Desafío Exclusivamente Nuestro


Nuestra mente trabaja continuamente (esperemos que así sea). El problema es que la mente, como ya hemos dicho en otras ocasiones, puede ser nuestra mayor aliada o nuestro peor enemigo. En ocasiones no tenemos éxito en nuestra carrera e incluso no sabemos qué hacer, y el problema no tiene nada que ver con el ámbito profesional, sino porque nuestra mente está en otro lugar, dedicada a ciertos pensamientos improductivos que únicamente nos restan potencia para seguir avanzando.

Somos lo que pensamos, y actuamos en función de cómo pensamos. Por tanto, ¿está nuestro pensamiento realmente enfocado, o por el contrario, debemos ajustar el enfoque?

Existen gran cantidad de pensamientos que únicamente sirven para agotarte y auto-sabotearte en todos los aspectos de tu vida. Y la buena noticia es que todos y cada uno de esos pensamientos se pueden cambiar si somos conscientes y trabajamos en ello.

Es ahora cuando algunos pueden preguntarse... ¿y qué tiene que ver la temática de la mente con el éxito profesional, negocios o finanzas?

Y la respuesta es sencilla. La mente es tan jodidamente perversa que un único pensamiento podrido puede pudrir cualquier decisión que tomemos. Es más, grandes empresarios y grandes inversores, probablemente hayan tomado las peores decisiones de sus carreras, porque en un momento dado tuvieron un problema externo que acabó contagiando negativamente su capacidad de tomar buenas decisiones en su trabajo.

Pero... ¿cuáles serían esos pensamientos tóxicos a los que dedicamos más tiempo del que realmente deberíamos dedicarles?

Si tuviera que elegir los más importantes, aquellos en los que las personas más tiempo se estacan y que incluso te pueden hacer caer en una especie de estado depresivo impidiendo avanzar y viéndolo todo negro, sin duda una sería la siguiente:

Las viejas heridas del pasado.

El pasado, con sus alegrías y quebraderos de cabeza, te ha hecho la persona que hoy día eres. Para eso sirve el pasado; hay que dejarlo ir. El pasado es un recuerdo, no un sitio donde vivir. Y supongo que todos tenemos recuerdos dolorosos, pero como decía Marc Chernoff en uno de sus post, algunos recuerdos del pasado siempre los llevaremos como cicatrices, y las cicatrices son una señal de sanación. Deja cicatrizar las heridas, y a otra cosa.

Pero no sólo hablamos del pasado de largo plazo, sino que personalmente, añadiría incluso el pasado más reciente.

Supongo que la mayoría de las personas habrán experimentado algo así; no tener ganas de nada, ir a trabajar como un zombie vegetariano, no divertirte en las reuniones sociales, no ser capaz de quitarte a esa persona de la cabeza, y después de 20 días, aprovechar el fin de semana para quedarte en casa, porque tu amargura es tal que es lo único que te pide el cuerpo.

Todo el mundo te dice que salgas, que te diviertas, que eso se pasa, y que cuanto antes comiences a asumirlo, antes se te pasará... pero es tan difícil...
¿Sabías que muchos emprendedores inician su propio negocio únicamente porque les gustaría impresionar a los demás con su posible éxito? Otras personas se dedican a una profesión concreta, no porque les guste, sino porque está mejor vista por los demás, y piensan que así podrán impresionar a otras personas.

Pero lo cierto es que esta competición mental por impresionar a los demás, suele terminar mal, porque en última instancia, nosotros sólo competimos contra nosotros mismos.

 El hecho de que otras personas estén haciendo algo, no significa realmente que esa opción sea la adecuada para nosotros.

Era Steve Jobs quien decía que "no vivas la vida de otros". Vive esa vida con la que te sientas bien, y haz lo que realmente quieres hacer. Algunas personas sin una vida propia a la que prestar atención, te adorarán o criticarán.


Pero al final, eres tú el que decide si te sientes feliz con la vida que estás llevando y haciendo aquello que estás haciendo.

Motivación


La motivación personal te permite mantener el espíritu sin importar qué tan desalentadora pueda llegar a ser la situación.

Realmente la automotivación es el antídoto más fuerte ante los problemas y las dificultades de la vida. Cuando tenemos problemas, usualmente perdemos la motivación y nos dejamos llevar por el conformismo, la pereza y la procrastinación.

Quienes permiten que las situaciones los desmotiven en la mitad del camino, pierden la batalla antes de siquiera vivirla.

La pregunta entonces es ¿Cómo Puede Uno Lograr Motivarse A Sí Mismo?

Hoy quisiera compartir algunos tips que me han sido de ayuda durante mucho tiempo.

Empecemos por decir que nuestra motivación va completamente ligada a ciertas actividades que debemos realizar. Cuando nos desmotivamos, perdemos el deseo  de realizar dichas actividades.

Tales actividades están originalmente pensadas para tener un impacto positivo en nuestras vidas, y generalmente producir resultados destacables de alguna u otra manera.

Contar Con Una Causa
Por tanto, lo primero que debemos considerar cuando nos enfrentamos al problema de la automotivación es contar con una causa por la cual debamos actuar.

Un objetivo claro en la vida, una meta, una razón que te brinde el “Por Qué” necesario para moverte. Si no cuentas  con una causa en tu vida, difícilmente podrás enfocarte y motivarte cuando sea necesario.

Empieza entonces (si no lo has hecho ya) por definir lo que quieres lograr y por contar con una buena razón por la cual sientas que debes actuar a pesar de las adversidades.

Creo que es pertinente citar una gran frase desconocida para muchos:
“Tan alto como llegue, puedo llegar a crecer. Tanto como busque, puedo llegar a encontrar. Tan lejos como mire, puedo llegar a ver. Y tan grande como sueñe, puedo llegar a ser”
Karen Ravn

Siempre y cuando apuntes alto en la vida, lograrás buenas cosas. Si caes en la trampa del conformismo y aceptas que con poco eres feliz, eventualmente dejarás de ser feliz y con ello, te será casi imposible motivarte.


jueves, 16 de noviembre de 2017

Ciencia E Historia



Sin duda este es la pregunta central de la ciencia histórica, en este apartado, advertimos, no será nuestro objeto de reflexión la historia en cuanto devenir, sino en cuanto a ciencia que estudia la vida de las sociedades, y junto a ello el compromiso social , político y generador de conciencia que tiene la historia. Lo primero que me gustaría despejar es que la historia, no es la historia del hombre, es de la mujer y el hombre, o si se quiere del ser humano, ya no es posible el uso de un lenguaje sexista que deje fuera como sujeto histórico a las mujeres, como tampoco es admisible los que siguen parapetados en que el uso del concepto hombre es genérico, nos parece a esta altura una imbecilidad tal argumento.

La ciencia de la Historia es transversal en el tiempo, es decir ya no es solo el estudio del pasado, sino que es la comprensión del presente y la generación de información para la toma de decisiones de cara al futuro, ella, se encarga de estudia la vida de las sociedades y como estas han ido modificándose a través del tiempo, para lograr estados distintos y en lo posible mejores en cuanto a calidad y condiciones de vida. 

Marc Bloch, el historiador más visionario y talentoso del siglo XX, entrego la semilla para esta nueva concepción historia cuando planteo: Se ha dicho alguna vez. la Historia es la ciencia del pasado. Me parece una forma impropia de hablar. Ciencias de los hombres, hemos dicho. La frase es demasiado vaga todavía. Hemos de agregar de los hombres en el tiempo. . A partir de este momento la ciencia histórica entraba en conversaciones con otras ciencias, con el fin de buscar la esencia de la historia y su rol en la vida del ser humano y la comunidad. 

Algunos historiadores respecto al tópico analizado han sido mucho más incisivos, tal es el caso de Tuñón de Lara, que ha planteado que: Es evidente que si un pueblo no ha comprendido su pasado y no sabe cómo y por qué ha llegado a ser lo que es, ese pueblo no podrá prever ni afrontar el futuro . Todo ello nos parece le entrega a la ciencia histórica un mayor campo temporal y social para su actuación. 

Ahora analicemos otras aristas que le dan a la historia su carácter científico y de alguna manera nos acercan al porqué de la historia. 

Dada la multiplicidad de factores que impulsan los hechos y procesos humanos, y que la cultura, por definición engloba todo el producto del quehacer humano. , concluimos que la historia y sus fenómenos también son multivariables, a esto se debe agregar la lejanía temporal, escasez de noticias, archivos , la yuxtaposición y deterioro de las fuentes y la oscuridad de muchos antecedentes de la historia, , y lo más importante de todo, la multiplicidad de interpretaciones sobre un mismo hecho, nos encontramos con una ciencia mal llamada blanda . 

La historia en cuanto a Ciencia Social no genera leyes ni explicaciones únicas e inmutables, pero si debe necesariamente intentar realizar generalizaciones o lo que es lo mismo extender sus observaciones, y conclusiones a la mayor cantidad de casos posibles.

¿ Cómo llegar a este momento seria entonces la pregunta? Esta generalización surge del buscar similitudes en los procesos políticos, sociales y económicos, nace del verificar las relaciones o influencias en el trato económico y de comercio, los intercambios y aportes mutuos entre individuos y sociedades, en suma de una serie de elementos comunes que permiten esbozar análisis extensibles al estudio de la historia. Allí está la historia como ciencia en cuanto esencia, trabajar desde lo individual hasta llegar a la conclusión de universalidad. 

Desde la perspectiva de pensar en los análisis y estudios de los hitos y procesos que se dan a lo largo de la historia, aceptamos la afirmación de Topolsky, en cuanto a que: El historiador debería saber cómo hacer llegar a los diversos destinatarios los resultados de su investigación: no puede limitarse al círculo de los iniciados, sino que debe popularizar el conocimiento de la historia.


Creatividad



La especie humana presenta multitud de facetas en las que destaca sobremanera cada vez que la comparamos con cualquier otra especie de este planeta, y casi todas ellas se encuentran en un único órgano, el órgano que "nos hace humanos”, el cerebro. Entre las tan traídas y llevadas diferencias respecto a otras especies, casi siempre se habla del lenguaje, pero también de la capacidad de razonamiento, del pensamiento abstracto o de la planificación, de la inteligencia al fin y al cabo.

Sin embargo, normalmente no parecemos darle importancia a algo que podría ser la base de todo, el origen de todas esas capacidades tan especiales del ser humano. Porque hasta el lenguaje podría ser fruto de la creatividad. A pesar de su potencial importancia para entender de verdad al ser humano, la atención recibida por esta faceta de nuestro comportamiento ha sido siempre escasa desde el ámbito académico. Quizá sea consecuencia de su naturaleza esquiva, tanto a la hora de ser definida como a la hora de ser susceptible de ser estudiada en un laboratorio. Esta situación está cambiando, principalmente gracias a la mejora constante en las técnicas para visualizar la actividad cerebral y al ingenio de unos cuantos científicos.

La consecuencia de esta nueva situación no se ha hecho esperar, y estamos asistiendo a un creciente interés desde diversos foros, tanto científicos como de la sociedad en general, por la creatividad. Fruto de este interés ha sido el reciente curso sobre Creatividad y Neurociencia Cognitiva, auspiciado por la Fundación Tomás Pascual, en el que se encontraron científicos de las más diversas disciplinas. Psiquiatras, psicólogos, biólogos, paleontólogos y arqueólogos, entre otros, expusieron sus trabajos y e intercambiaron reflexiones. La poetisa y escritora Menchu Gutiérrez también representó directamente a las mentes creadoras. Conectando ideas. Si algo quedó claro de dicho encuentro es que este campo científico está en plena ebullición, lleno de curiosidades y enconados debates. Por un lado, la definición más actual de creatividad coincide curiosamente con la que ya antes habían propuesto filósofos como Teilhard de Chardind o Fernando Savater. Para éstos, la creatividad consiste en conectar, en tender puentes entre dos ideas antes nunca conectadas. Por otro, y a día de hoy, no queda claro si la creatividad es sinónimo de inteligencia o son dos cosas distintas.

Para algunos, la creatividad sería un rasgo más de las personas con cocientes intelectuales excepcionales. Para otros, sin embargo, la creatividad se puede encontrar independientemente del cociente intelectual, y hasta en el mundo animal podríamos encontrar comportamientos creativos. Si aceptamos este segundo punto de vista, estudiar la creatividad en el laboratorio no sería tan difícil, pues no habría que buscar sujetos de estudio entre las muy escasas mentes creativas. Cualquier persona nos podría valer, y bastaría sólo con pedirle que sea creativa para estudiar qué pasa en su cerebro en esos momentos. Una de las pruebas más frecuentes a las que son sometidos los participantes de los estudios sobre creatividad es la de encontrar funciones nuevas para objetos o utensilios ya conocidos. Sirva de ejemplo el de una lata de refresco, ¿qué podemos hacer con ella que sea creativo? Respuestas como la de convertirla en un florero o hacer de ella un pequeño invernadero, se consideran creativas. Lo que demuestran los diversos estudios es que durante estos momentos "creativos” se activan áreas del cerebro que muchas veces tienen que ver con la tarea manual o perceptiva concreta que se esté llevando a cabo. Dicho de otra forma, cuando creamos una idea que implica la manipulación manual, nuestras áreas motoras y de orientación espacial se ponen en marcha. Si de lo que se trata es de generar nuevas imágenes o sonidos, nuestras zonas cerebrales encargadas de procesar la visión y el oído son de las más importantes. De ahí que se pueda concluir que la creatividad, en realidad, estaría repartida por todo el cerebro, que no hay una zona especialmente relevante para su desarrollo, al menos no una zona que sólo se encargue de generar ideas creativas. Todo el cerebro, por definición, podría considerarse creativo.

Campo para la Neuroestética. Y es que la creatividad es en realidad un campo muy extenso. La mayoría de las veces creemos que sólo se da en el arte, que sólo los artistas son "creadores”. De ahí que en numerosas ocasiones se confundan y entremezclen estos estudios con los de la valoración de una obra artística, presuntamente creativa. En realidad, en este tipo de situaciones cabría más hablar de estética, quizá mejor de Neuroestética, término acuñado por el neurólogo Semir Zeki para describir los estudios neurocientíficos sobre la apreciación de la belleza; o de la fealdad.

La artística es sólo una entre las muchas facetas de la creatividad que, como ha expuesto el arqueólogo Hipólito Collado, parece haber dejado su huella desde hace al menos 290 mil años, tiempos anteriores a nuestra propia especie. Pero como decimos, la creatividad puede darse en prácticamente todos los ámbitos del comportamiento humano. Ahí tenemos a Einstein o a Newton como ejemplos de mentes altamente creativas en el ámbito científico. Otro paradigma sería también aquel Homo erectus/ergaster que tuvo la genial idea, hace más de un millón de años, de tallar una herramienta con simétrica tridimensional, el bifaz, auténtica "navaja suiza” a mitad de camino entre la tecnología y la obra artística.

Y creativo sería también Ferran Adrià, como en el mismo ámbito lo sería aquel ancestro nuestro que descubrió que la comida cocinada podía digerirse mejor y más fácilmente. Fue aquél no sólo un magnífico invento que ha perdurado en el tiempo, sino que modificó la evolución de nuestro propio aparato digestivo y, como consecuencia, de nuestro propio cerebro. Y con éste, también mejoró a su vez nuestra propia capacidad creativa.


Desechar El Rencor


Tener sentimientos de rencor es algo natural en el ser humano. Todo hemos sentido alguna vez rencor, pero lo que realmente no debemos permitir es que se nos quede enquistado en nuestro corazón, como una flecha envenenada: lo único que hace es herirnos, causándonos aún más daño que el que nos produjo la propia acción que hizo que generásemos rencor.

Somos responsables de nuestra felicidad, tenemos derecho a ser felices. Sin embargo, la felicidad es una decisión personal, tú decides si quieres seguir viviendo con sentimientos negativos, como el rencor, o si quieres ser feliz despojándote de ellos, como una cebolla de todas esas capas que estaban insanas y que no nos dejaban ver que había en el interior.

El rencor es un sentimiento que nos aporta beneficios cuando lo generamos en sus dosis justas (Ej: impide que volvamos a confiar en una persona que nos ha traicionado a menos que se vuelva a ganar nuestra confianza). Pero, cuando hacemos del rencor nuestro aliado, concediéndole que domine nuestra personalidad, nos generamos un problema que no teníamos y que a menudo no tiene una solución fácil. Por otro lado, si ya lo hemos generado debemos enfrentarnos a él con sabiduría: como si de nuestro contrincante se tratara. No es nuestro amigo y no queremos que lo sea.

Una persona rencorosa es reconocible porque manifiesta algunos de los siguientes rasgos:

*Su principal sentimiento es la rabia por el daño que siente, que piensa y que no expresa.
*No desea hablar de o con la persona que les causa rencor.
*Suele hablar con la persona de manera seca y/o tosca.
*No miran a los ojos a la/s personas que les causan el sentimiento de rencor.
*Desprecian por sistema cualquier idea o sugerencia que realicen las personas hacia las que guarda rencor, incluso aunque en su interior sepan que es buena. Así, prefieren pagar le precio de no seguirla a darles la razón. Por otro lado, se dirigen a estas personas para lo imprescindible, con pocas palabras y directas.
*Manifiestan su rencor en su comunicación no verbal, activando el sistema nervioso de la misma forma que si nos enfrentásemos a un peligro y tuviéramos que luchar o huir.
*Van anotando en su libreta mental todas las afrentas que ellos interpretan, desde el momento que se produjo la primera. Son sus armas por si alguna vez el silencio tenso pasa a convertirse en una batalla declarada.

Rencor viene del latín y significa “rancio”, es decir nada que está rancio puede estar o puede traer nada bueno, por lo tanto una persona con rencor en primer lugar se genera más daño a sí misma que a los demás, por otro lado el rencor dispara la presión arterial y el ritmo cardíaco produciendo estrés, ansiedad…y el estrés y la ansiedad llevan aparejados mareos, tensión muscular, sensación de ahogo etc.

Una auténtica espiral parecida a la rueda de la que nunca sale el ratoncillo de la jaula y que no nos conduce a nada. Por lo tanto, tenemos que aprender a manejar nuestras emociones, a utilizar “la inteligencia emocional” y a quitarnos sentimientos dañinos para nuestro cuerpo y nuestra mente. 

Tenemos que conseguir quitarnos esas pesadas armaduras que no consiguen otra cosa que perjudicarnos, haciéndonos infelices innecesariamente.

¿CÓMO PUEDE APRENDER UNA PERSONA QUE TIENDE A SER RENCOROSA A SUPERAR SU RENCOR?
1. En primer lugar, siendo consciente de que tiene rencor. Si no admitimos que tenemos un problema nunca podremos superarlo.
2. Aprendiendo a expresar nuestras emociones, hablar de lo que nos molesta con las personas a las que se dirige nuestro rencor.
3. Aprendiendo a perdonar. Todos cometemos errores, ¡ojo! nosotros también, tenemos que aprender a ser más indulgentes con los demás y con nosotros mismos.
4. Aprendiendo a pensar de forma positiva. Sí, no es fácil, cuesta trabajo pero es un trabajo enriquecedor; si empezamos a cambiar nuestra forma de pensamiento y empezamos a ver las cosas de otra manera, lo notaremos en nuestra mente, en  nuestro descanso y en nuestra salud. Si nos tomamos las cosas con más calma, si empezamos a relativizar todo un poco y a dejar las cosas correr por nuestro beneficio personal, todo será mejor.
Nada es fácil, pero con esfuerzo podemos ayudarnos y liberarnos de sentimientos negativos como el rencor. Utiliza la inteligencia emocional, ríete, escucha a profesionales y empieza a cambiar poquito a poco. La mayoría de las veces, querer es poder.


Sentires Humanos


“Quien es  muy alegre debe ser un hombre bueno, pero quizá no sea el más inteligente, aunque logra aquello a lo que el más inteligente aspira con toda su inteligencia”
Nietzsche

El origen de la sonrisa, según la explicación de los etólogos, proviene del hecho de mostrar los dientes en señal de inconformidad ante la presencia de un  adversario, como  cuando un perro de la calle, por ejemplo, quiere apropiarse del lugar, la  conquista o el alimento de otro que por cuestión del azar llegó primero. La sonrisa no tiene un origen enaltecedor, es la expresión emotiva de quien sabe que va a triunfar incluso antes de haber comenzado la competencia o  se halla en  posición de superioridad  y quiere parecer indulgente. Cuanta más ventaja  o mayor rango más prodigalidad en la concesión de sonrisas, si  se gruñe  o no se  sonríe es porque todavía  no  hay apropiación cabal de posición dominante o simplemente el portador del rostro -la máscara, la personalidad- no ha descubierto los beneficios que aporta el hecho de desplegar una amplia sonrisa.

En un libro que se titulara Cómo tratar a sus subordinados con toda seguridad se aconsejará al ejecutivo que sonría cuando llegue a la oficina para que los demás entiendan de una vez por todas quién es el capitán del barco.

Sonreír parece un acto noble,  expresión cabal  de  tolerancia, respeto y aceptación, pero puede ser también desafío,  superioridad manifiesta ante quien recibe las muestras de afecto. Si uno se presenta como un regalo ante los demás y la naturaleza lo ha dotado con cualidades físicas, morales o intelectuales excepcionales, la sensación de suficiencia o  aplomo que sugiere la actitud puede resultar incómoda o irritante para aquellos a quienes  el azar no les brinda ni siquiera la ilusión de llegar a soñar con ser la caricatura de aquello que los deslumbra.

La risa y el llanto son confirmación del vacío de la vida, pero es preferible soportar una risa desenfrenada que una amargura mal justificada:

Produce a la verdad un singular efecto el pasearse tan tranquilamente  por los restos de tantas agitaciones; encontrar a cada paso males previstos que no sobrevinieron, bienes esperados que no se realizaron, y para colmo de miserias las huellas de violentas preocupaciones  a propósito de hechos ignorados, que no están indicados, y cuya memoria misma, si se encuentra, no nos dice nada. 

Semejante paseo debería ser suficiente para enseñarnos a sobrellevar con calma el vaivén de todas las cosas de este mundo (Tocqueville. 1985: 24).
Un acto heroico: ser consciente de las calamidades de la vida, la imposibilidad de saber nada con certeza, la inestabilidad de todo a nuestro alrededor y, sin embargo,  asumir una actitud valerosa, no dejar de perseverar en la búsqueda de curiosidades intelectuales, acoger el siguiente consejo: "No hay cosa mejor para el hombre  que coma y beba y que su alma se alegre en su trabajo (Eclesiastés 2-24), que su trabajo se constituya en el cultivo de la sabiduría:

Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino... No la dejes y ella te guardará; Amala y te conservará. Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.
 “Engrandécela, y ella te engrandecerá. Ella te honrará cuando tú la hayas abrazado. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará” (Proverbios. 3-4).

El régimen de la alegría
El régimen de la alegría es del todo o nada: sólo hay alegría total o no hay ninguna alegría.
Clément Rosset

Si  se acepta que nadie es imprescindible y la única verdad consiste en saber que estamos condenados a repetirnos generación tras generación será fácil convertir la vida en una tragedia  o reírse de ella, vivir el instante como lo único real y digno de atención, tratando de  buscar grandeza en lo banal, en lo cotidiano:

Hay algunos que creen que la estampa deslumbrante de los fuertes y los sabios perdura más que la de los humildes y desgraciados... Basta con que mires el firmamento, para que el horizonte despierte en ti la certeza de la futilidad de aquellos que se creen eternos revelándote su tonta pedantería... Cada hombre sobresaliente es la imagen renovada de otro ya muerto y las acciones sorprendentes de algunos sólo son el recuerdo de las valientes y bellas empresas de nuestros ancestros (Serrano. 2003: 175).

Tampoco hay nada nuevo que se pueda decir para comprender o explicar el mundo o la realidad:
Hay verdades que son eternas; lo que cambia, a mi entender, es el momento en que se plantean y la manera como se plantean. La primera consecuencia de ello es la de volver a lo que quizá sea la primera virtud intelectual, o por lo menos aquello que en sus comienzos era el trasfondo del pensamiento filosófico: la prudencia. La prudencia contra la arrogancia, contra el orgullo, contra la pretensión, contra la paranoia que puede verse como una  de las características intelectuales de hoy. La prudencia siempre ha estado orgánicamente anclada sobre la vida cotidiana, sobre la vida banal. De ahí la necesidad, a veces, de volver a lo banal (Maffessoli.  1993: 21).

Así como es más razonable evitar el dolor que buscar la  felicidad, tiene más sentido desear la alegría que cultivar la tristeza. La alegría resulta de la plenitud y la tristeza de la carencia, se trata de estados de ánimo  motivados uno por exceso de presencia y el otro por ausencia  total de algo que no se sabe explicar. Aunque ninguno  de los dos estados de ánimo transforma la realidad, es más peligrosa, seductora y contagiosa la tristeza que la alegría, y, sin embargo, se  supone que el triste es superior, más inteligente  y capaz que el alegre. La risa se condena por ser considerada como manifestación de estupidez, ignorancia o superficialidad.

A partir de los planteamientos de Aristóteles  en su Problema XXX,1 se ha enaltecido de manera excesiva el valor del silencio, la soledad y la tristeza como rasgos propios de los espíritus refinados, seres destinados a sobresalir  como  artistas, guerreros o filósofos. Si se observa con detenimiento la historia del arte  o de la filosofía se puede  constatar que la melancolía no es un requisito fundamental para desarrollar una obra, el proceso espiritual o intelectual  no se hace más efectivo si el artista es triste, en muchas ocasiones   la tristeza se halla más relacionada con  frustración, timidez o  indignación:

La alegría y la tristeza son estados de ánimo creados, artificiales,  construidos a partir del deseo de quien experimenta la sensación de tenerlo todo o de estar falto de algo:

Así como el alegre es incapaz de decir el motivo de su alegría y expresar la naturaleza de lo que le colma, el melancólico no sabe precisar el motivo de su tristeza ni la naturaleza de lo que le falta -salvo que se repita con Baudelaire que su melancolía carece de contenidos y lo que le falta no figura en el registro de las cosas existentes... De ahí la diferencia fundamental entre el vacío romántico y el vacío alegre: el primero fracasa al describir lo que no existe, el segundo al hacer el recorrido completo de lo que existe. En otras palabras, la alegría siempre anda relacionada con lo real, mientras que la tristeza se debate sin cesar, y ahí reside su propia desdicha, en lo irreal (Rosset. 2000: 14).

Baudelaire soñaba con lo que  logró a través de la escritura y por eso es tan vital. Para el famoso prefacio  a Las flores del mal quiso "una mezcla de misticismo y travesura"; consideraba que "la absoluta franqueza es el procedimiento más original para un artista"; se propuso "relatar pomposamente los asuntos más cómicos" y fantaseaba con  "una amplia sonrisa en un hermoso rostro de gigante". Dos cualidades literarias: "sobrenaturalismo e ironía". Considera que "lo que existe de embriagador en el mal gusto es el placer aristocrático de disgustar" y seguramente uno de sus plegarias más frecuentes fue: "Señor y Dios mío, concédeme la gracia de escribir algunos buenos versos que me prueben a mí mismo que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a aquellos  a quienes desprecio" (Baudelaire. 1995: 20-36).

En una de sus cartas escribió, refiriéndose a Las flores del mal:
Debo deciros, ya que no lo habéis adivinado más que los demás, que en ese libro atroz he puesto todo mi corazón, toda mi ternura,  toda mi religión (enmascarada), todo mi odio, toda mi mala suerte. Verdad es que escribiré lo contrario, que juraré por todos mis dioses que es un libro de arte puro, de monerías, de malabarismos, y mentiré como un sacamuelas (Citado por Bataille. 1971: 58).

Sobre la franqueza como el mejor recurso estético Flaubert también es enfático. "Cualquier hombre que supiera escribir correctamente crearía un libro soberbio al redactar sus Memorias, si las expusiera con sinceridad y de manera completa... Lo que vuelve tan hermosas las figuras de la Antigüedad es que eran originales: ahí está todo, el sacar de uno mismo" (Flaubert. 1989: 95-190). 

También reflexionó, como Baudelaire, Sobre la relación entre estética, estoicismo y misticismo, siempre en función de un mejor ejercicio como artista: 

No presumo de ir hacia un falso ideal de estoicismo, pero evito las ocasiones de sufrimiento y las atracciones peligrosas de las que ya no se vuelve... No he podido llegar al estoicismo, al que nada afecta, y que no se rebela  más ante la estupidez que ante el crimen; pero he conseguido librarme completamente de todo cuanto puede mostrarme la estupidez humana... Me oriento hacia una especie de misticismo estético (si ambas palabras pueden ir juntas), y querría que fuese más fuerte. 

Cuando ningún estímulo nos viene de los demás, cuando el mundo exterior nos asquea, nos vuelve lánguidos, nos corrompe y nos embrutece, las personas honradas y delicadas se ven forzadas a buscar en sí mismas, en algún lugar, un sitio más limpio para vivir (Flaubert. 1989).



La Necesidad De Cambiar



¿Cuántas veces nos hemos dicho esto a nosotros mismos? ¡Quiero cambiar! Ya sea una rutina, un hábito, un aspecto de nuestra personalidad o forma de ser, nuestra forma de afrontar una determinada situación, etc. Vemos el problema, analizamos la situación que siempre se repite y que no queremos continuar, hasta sabemos objetiva y racionalmente qué deberíamos hacer para cambiarlo y no parece tan complicado… ¿no? Sin embargo, cada día que lo intentamos no lo conseguimos, o si lo conseguimos suele ser un cambio temporal, duramos unos días, conseguimos afrontar varias situaciones del modo que nos hemos propuesto pero al final volvemos a caer en lo mismo de siempre y que queríamos dejar atrás.

Y aquí llega lo que también conocemos: ese sentimiento de frustración, culpa e incluso rabia hacia nosotros mismos por no conseguir avanzar del modo que racionalmente sabemos que nos beneficiaría cuando en principio es “fácil”, ¿por qué entonces no lo hago?

Para colmo, la respuesta que nos damos a esa pregunta suele estar relacionada con el cuestionamiento de nuestro valor y capacidad personal: es que soy un vago/a, es que no puedo hacer nada, no soy capaz, soy un desastre, los demás pueden pero yo no, etc. O si el aspecto que queremos cambiar está relacionado con la interacción con otras personas o reacciones que nos dañan a nosotros y a los demás, es fácil confirmar el que somos ese tipo de persona sin opción a cambiar.

¿Entonces? ¿Qué está pasando para que aunque sepamos qué podemos hacer diferente no lo hagamos? Esta no es precisamente una pregunta que se pueda responder generalizando precisamente, cada uno tenemos nuestra historia y nuestros motivos para comportarnos del modo en el que lo hacemos, pero lo que sí puedo decir es que toda conducta tiene una razón de ser, una finalidad y una utilidad primaria, la entendamos en un principio o no, y es muy difícil modificarla sólo a base de fuerza de voluntad como solemos intentar hacerlo. ¿Por qué? Tenemos varias teorías al respecto:

Por un lado, las personas somos un todo y por tanto, nuestras emociones, pensamiento y conducta van a tener un sentido conjunto y congruente. Por ejemplo, una persona que tiende a huir, ya sea de un problema, una obligación o incluso de una oportunidad: la conducta sería la huida, pero esa conducta está justificada de algún modo (“para empeorar más las cosas mejor desaparezco”, “de todos modos no podría haber hecho nada”, “es que en realidad no es lo mío, no habría podido”, etc.), ese pensamiento a su vez está sustentado en otro más profundo y más difícil de ver, como por ejemplo: no valgo, fallar está mal, no merezco que las cosas me salgan bien, si no soy perfecto no soy nada… Todos estos pensamientos y la conducta que les sigue, están a su vez sustentados por emociones que surgen cuando se da la situación de la que huye: miedo, tristeza, rabia… Que a su vez están conectadas con emociones más profundas, y complejas. Así, cuando a esta persona se enfrenta a un problema, se dispara, por ejemplo, un miedo profundo (y no siempre fácil de ver conscientemente) a mostrar que no es válido y que le rechacen, eso genera emociones y sentimientos más fáciles de ver, como miedo a afrontarlo y lanzarse, angustia, tristeza, frustración, etc. Unidos a ese pensamiento más profundo en el que se dice que es que tiene que ser perfecto y si falla ¿qué pasará después?, o que en realidad no vale, no puede, etc.

De modo que esta persona acabará llevando a cabo esa conducta de huida basándose en pensamientos como los que expuse antes: “si en realidad es que otros lo harán mejor”, o “yo es que no tengo esta capacidad, no podría aunque lo intentara”, “Sólo empeoraría las cosas así que mejor me voy”.

¿Cómo funcionaría esto en poder o no cambiar? Si sólo intentamos cambiar la conducta y los pensamientos de “no puedo”, “sólo lo estropearía todo” por los ahora tan famosos “pensamientos positivos”, estamos sólo cambiando las capas más superficiales de nosotros, mientras que todos esos pensamientos, miedos y emociones más profundas se mantienen como base de nuestro ser, por lo que al final es fácil que el supuesto cambio sólo sea temporal y que al final volvamos a caer en la misma conducta o sustituyamos por otra que siga siendo congruente con esa base que tenemos. Es decir, que si no profundizamos y buscamos modificar la base del problema y sólo cambiamos lo externo, los síntomas, al final volveremos a desarrollar una superficie que vaya acorde con esa base que no hemos modificado.

Con todo esto, quiero animar a que no seamos tan duros con nosotros mismos cuando nos pongamos objetivos y cambios que luego nos cuestan alcanzar, puesto que todo lo que hacemos tiene bases más profundas y complejas de las cuales no solemos ser siquiera conscientes y que a veces no podemos afrontar solos…  

Que además de algo nos está sirviendo, ayudando, salvando, todo tiene su función y eso complica el cambio, así que quizás, en lugar de encima fustigarnos y culparnos aún más, estaría bien mirarnos con más amor, paciencia y honestidad que nos permita entendernos sin juzgarnos, ver qué es lo que nos pasa realmente y qué es lo que de verdad necesitamos.


lunes, 13 de noviembre de 2017

Más Allá De La Mente



En la luz, visión y realidad son una misma cosa. Tú estás allí sentado y yo estoy aquí de pie. Digamos que yo soy la visión y tú la realidad. Tengo que mirarte y entrar en ti para conocerte. Pero en la meditación más elevada, la realidad y la visión son una misma cosa. Donde tú estás, estoy yo también; donde yo estoy, estás tú. Somos uno. Por eso en la meditación más elevada no necesitamos pensamientos. En la meditación más elevada el conocedor y lo conocido son uno.

Incluso la reflexión, que es un tipo de pensamiento introspectivo, está lejos de la disciplinada vastedad de la meditación. En cuanto empezamos a pensar, jugamos con la limitación y la atadura. 

Nuestros pensamientos, no importa lo dulces o deleitables que sean de momento, a largo plazo son dolorosos y destructivos, porque nos limitan y nos atan. 

En la mente pensante no hay realidad. En cada momento estamos construyendo un mundo, y al momento siguiente lo estamos destruyendo. La mente tiene su propósito, pero en la vida espiritual tenemos que ir más allá de la mente, hacia donde hay paz eterna, sabiduría eterna y luz eterna. Sólo cuando vamos más allá del pensar con la ayuda de nuestra aspiración y nuestra meditación, podemos ver y disfrutar juntas la Realidad de Dios y la Visión de Dios.

Hugo W Arostegui