Cuando nos referimos a una actitud humanista, nos referimos
a los siguientes puntos:
La ubicación del ser humano como valor y preocupación
central.
La afirmación de la igualdad de todos los seres humanos.
El reconocimiento de la diversidad personal y cultural.
La tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de lo
aceptado o impuesto como verdad absoluta.
La afirmación de la libertad de ideas y creencias.
El repudio a la violencia.
Es posible rescatar en la historia, en el pensamiento y en
la espiritualidad de cada cultura estos elementos. Ellos, más que anhelar un
nostálgico retorno a un pasado dorado, están inspirando las mejores
aspiraciones futuras y representan el punto de convergencia posible entre las
culturas más diversas.
Hay que reconocer que existen valores universales propios
de todos los seres humanos y esos valores poseen las características propias de
una generación y de un lugar específico del mundo. Por eso el estado de los
valores humanos se determinan por la relación que existe entre rasgos comunes a
todo ser humano y rasgos específicos propios de una época y de una situación
social dada.
La actitud
humanista, fuera de todo planteamiento teórico, puede ser
comprendida como una “sensibilidad”, como un emplazamiento frente al mundo
humano en el que se reconoce la intención y la libertad en otros, y en el que
se asumen compromisos de lucha no violenta contra la discriminación y la
violencia.
La actitud humanista ya estaba presente antes del
acuñamiento de palabras como “humanismo”, “humanista” y otras del género. En lo
referente a la actitud mencionada, es posición común de los humanistas de las
distintas culturas:
El humanismo es una corriente filosófica que ha tenido una
gran influencia tanto en la psicología como en la política y las ciencias
sociales en general. Sin embargo, no existe como algo homogéneo, sino que
existen diferentes tipos de humanismo.
Cada una de estas clases de humanismo expresa, a su manera,
la idea fundamental de esta forma de pensar: que importan la vida de todos los
seres humanos y que, por defecto, hay que respetar las vidas de los demás sin
pretender alterarlas injustificadamente o sin tener en cuenta su opinión.
Se trata de una forma de pensamiento muy influida por la filosofía posmoderna.
Señala la necesidad de crear sociedades inclusivas para todas las personas,
respetar las diferentes culturas que están presentes en la sociedad y no
guiarse únicamente por códigos de conducta rígidos, sino todo lo contrario:
apreciar la espontaneidad y la creatividad en todos los aspectos de la vida.