La aceleración del cambio social constituye uno de los
rasgos definitorios del actual período histórico. Los viejos conceptos devienen
obsoletos con rapidez, y nuevos términos han de ser acuñados con el fin de
describir e interpretar el mundo en que vivimos.
En nuestra opinión, dos
términos destacan de entre este arsenal conceptual, a saber: globalización y multiculturalismo. Dentro del esquema
analítico que proponemos, la inmigración desempeña un papel fundamental, ya que conecta estas dos
realidades. Intentaremos justificar esta afirmación tan abstracta en las líneas
que siguen.
Empezaremos
por aclarar tres malentendidos generalizados acerca de los fenómenos
migratorios: 1) que las migraciones son una característica definitoria y
distintiva del actual período histórico; 2) que el mundo occidental es el único destinatario
de la inmigración proveniente de los países pobres; y 3) que sólo recibe
inmigrantes del Tercer Mundo.
En primer
lugar, los movimientos poblacionales han sido una constante en la
historia humana. La especial relevancia que adquieren en la actualidad no se
debe, por tanto, a su carácter novedoso.
La diferencia con otras épocas que más
nos interesa resaltar aquí, más allá de la intensidad de los flujos, es la
relativa a los lugares de origen y destino. Antes, lo común era que Europa
fuera el continente de salida de la inmigración. En la actualidad, Europa
occidental se configura como lugar de recepción, y no de origen.
En
segundo lugar, conviene dejar claro que es falso pensar que se trata de un
fenómeno que sufren sólo los
países desarrollados. Los movimientos poblacionales también se dan entre los países del
Tercer Mundo, y con una intensidad notable, como demuestra el caso especial de
los refugiados
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