miércoles, 15 de agosto de 2018

Arte Y Oficios

Pese a las reticencias y al relativismo de algunos, respecto a las posibilidades de aprender y enseñar artes, tras las cuales suele esconderse el mito de la inspiración y del innatismo, las escuelas son como un acelerador de partículas para quien las sabe aprovechar.

No hay arte sin oficio y no hay oficio sin maestros y maestras, sin unos referentes y unos modelos en los que basarse, para imitarlos, seguirlos, oponerse a ellos, igualarlos y superarlos.

No hay oficio sin cultura, entendiendo cultura como cultivo demorado.

No hay oficio sin unas metodologías de trabajo y sin unas técnicas ligadas a la naturaleza de los materiales compositivos con los que se realiza la obra de arte. Técnicas de modelado, de trazado, de composición, de manejo...

No hay oficio sin capacidad de estudio y análisis crítico. La capacidad para diagnosticar qué aspectos funcionan y cuáles no. Formular hipótesis y soluciones.

Por ejemplo, la consciencia sobre los lugares comunes, para utilizarlos irónicamente o para huir de ellos, en busca de acciones teatrales innovadoras que puedan sorprender a la recepción y añadir o profundizar en el sentido. Esto es algo que requiere una cultura teatral amplia (ir a ver teatro), un conocimiento de la historia del teatro, un estudio y una práctica supervisada.


En una escuela pública todo esto se debería poder ofrecer de manera intensa, concentrada, propiciando el conocimiento experiencial (práctico y teórico), impulsando el pensamiento y la creatividad, como en un acelerador de partículas.

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