Indiscutiblemente, nuestra vida está organizada alrededor
del saber. Nadie te contrata para un trabajo sin revisar tu curriculum y
verificar lo que sabes (qué carrera y en qué universidad estudiaste). Todos los
países han establecido 12 años de enseñanza obligatoria pero el colegio ha
terminado imitando al concurso Quien
quiere ser millonario al
convertirse en una interminable sucesión de saberes (asignaturas) que todos los
niños deben dominar, aunque inmediatamente olvidan casi todos esos conceptos.
Para
el sistema educativo, aprender no es prioritario ya que evalúa el resultado
pero no el proceso. Nadie pregunta a un niño qué aprendió sino cómo le fue, qué
nota sacó. Y la tendencia no hace más que acentuarse. La industria educativa
nos bombardea con todo tipo de productos y nos tiene convencidos de que si no
estudias al menos un Master, no tienes futuro laboral. Incluso socialmente, ser
considerado una persona culta (haber leído libros y autores clásicos y saber
muchas “cosas”) sigue siendo muy valorado.
Sin embargo, la hegemonía del saber comienza a
tambalearse. El responsable de RRHH de Google reconoce que, para su empresa, el
expediente académico no sirve de nada. El Media Lab del MIT (uno de los centros
de investigación más prestigiosos del mundo) contrató como director a un
experto sin título universitario. Steve Jobs en Apple o Amancio Ortega en Zara,
demostraron cómo crear y liderar multinacionales sin estar respaldados por esos
saberes intelectuales aparentemente imprescindibles.
¿Por qué podría ser más importante aprender que saber?
La primera razón es obvia: solo sabes algo si antes lo aprendiste. No hay
conocimiento sin aprendizaje previo. La segunda razón pasa más desapercibida:
El conocimiento tiene fecha de caducidad. Tarde o temprano, lo que sabes va
perdiendo vigencia.
Recuerden los casos de Blackberry o Kodak. Ambas empresas
disfrutaron de un saber (conocimiento) que les permitió liderar sus mercados
ejerciendo un dominio aplastante. Sin embargo, las dos han desaparecido de la
cúspide porque ese saber se estancó, no evolucionó y otros competidores con
nuevos conocimientos más avanzados las sobrepasaron.
No hay duda de que saber es importante, sobre todo cuando
eres el único que sabe y ese saber permanece inalterable. Pero dormirse en los
laureles con lo que sabes puede ser letal. El refrán “Pan para hoy y hambre
para mañana” lo ilustra a la perfección.
Desde el momento en que el mundo
cambia a velocidades vertiginosas, puedes estar seguro de que cada vez falta
menos para que lo que sabes sea sustituido por otro conocimiento más innovador.
En ese caso, la única alternativa posible es aprender.
Aprender está
íntimamente relacionado con el pasado porque es lo que tuviste que hacer para
acumular saber. Pero también condiciona el futuro porque todo lo que hagas de
ahora en adelante depende de tu capacidad para aprender. Aprender, al igual que
comer o dormir, es algo que necesitarás hacer durante toda tu vida.
El
conocimiento, sin embargo, tiene que ver con el presente, es lo que te permite
tomar decisiones y actuar, aquí y ahora. Si te proyectas a medio o largo plazo,
para tus planes de futuro, aprender es más importante que saber.
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