La comunicación como modo
específico en las relaciones humanas, puede consistir en relaciones de
participación recíproca o de comprensión, de interacción humana con los otros o
el conjunto de formas que puede adoptar la convivencia.
Los hombres para formar una
comunidad tienen que comunicarse, porque participan unos con otros sus modos de
ser y de esa manera adquieren nuevos significados; pero es preciso tener en
cuenta elementos adversos que atentan contra la comunicación: el rumor y el
ruido, y factores que intervienen en una satisfactoria comunicación: la empatía
y la retroalimentación.
A pesar de las limitaciones
participativas, los medios de difusión masiva han favorecido un innegable
enriquecimiento cultural a nuestros pueblos ampliando la acción formadora de
las escuelas y otras instituciones, y ofreciendo un esparcimiento accesible
para las grandes mayorías.
En las situaciones más
opresivas en que la historia latinoamericana se ha visto comprometida en esta
última década, pueden encontrarse rasgos de una comunicación liberadora: Apoyo
mutuo de los sectores marginados económica y socialmente, defensa ante medidas
arbitrarias de represión, ayuda internacional de emergencia, etc., aunque los
dones creados para el progreso y la comunicación no los eximimos de un
discernimiento crítico de abismales murallas de incomunicación que aún existen
en Latinoamérica.
La formación de un comunicador
está situada en su forma de elevarse digno e interviniendo con rasgos profundos
de convivencia fraterna abierta y sin límites.
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