viernes, 10 de agosto de 2018

Valoración De Resultados

Como todos sabemos, en el principio de nuestra existencia hubo un tiempo en el que disponíamos de comida en abundancia, el clima era favorable, teníamos nuestras necesidades cubiertas. 

Hace decenas de miles de años tan sólo un puñado de humanos poblábamos la Tierra. Desde entonces, presionados por un número creciente de miembros, con cada vez mayor falta de alimentos, espacio y recursos naturales, nos fuimos internando en un sin número de luchas y crisis. Las nuevas tierras y el clima cada vez menos propicios para nosotros. El anhelo de nuestro bienestar perdido. 

Hoy vamos camino de los 10.000 millones de personas, y nuestra casa, la Tierra, es la misma! Es lógico que la palabra trabajo se asocie a estrés y obligación. Queda ya muy lejos, en nuestros orígenes, como un sueño, el esfuerzo que suponía el mero hecho de recoger los frutos que proporcionaba la tierra en un clima óptimo para nuestra especie. Competición, continua lucha y crisis, han dejado una huella en nosotros. Aquellos tiempos del paraíso donde todo era abundancia a nuestro alrededor, ¿pasó para no volver? 

Dejamos que nuestro subconsciente trabaje mientras hablamos un poco de trabajo, esfuerzo y perseverancia. 

Trabajo, esfuerzo y perseverancia, el empeño de llevar el trabajo a buen término con esfuerzo y determinación, todos éstos son valores que he visto desde pequeño a mi alrededor. Creo que para cualquiera de nosotros es muy gratificante la sensación que nos queda tras el trabajo bien hecho. 

A través de las siguientes líneas me gustaría trasladarte, de forma amena, unas simples reflexiones acerca de estos conceptos. Estos párrafos no pretenden nada más que invitarte a reflexionar conmigo sobre tan manidos y a la vez tan complejos, conceptos.

Nos agrada ver la imagen de un patito o de un cisne sobre las aguas de un lago, con qué facilidad se desplazan. Diríamos que casi sin esfuerzo. Nada más lejos de la realidad: por debajo del agua sus patitas despliegan una enorme actividad. 

Ser conscientes de estas paradojas nos ayuda a ser justos en nuestras valoraciones. Que una clínica, empresa, ayuntamiento, un cuartel o hasta una parroquia funcione bien, atienda las peticiones de sus clientes, contribuyentes o feligreses y las resuelva en un tiempo adecuado, que el trato sea humano y que económicamente marchen bien, siempre se debe al buen y gran trabajo de los equipos, de las personas que lo integran (aunque no lo apreciemos, no se vea). 

Tiene mucho mérito. Sabemos que en ningún caso se trata de algo fortuito. Es fruto del buen y acertado trabajo de una larga cadena de personas donde todos son importantes, como los eslabones de una inmensa cadena, cada uno en su puesto, realizando la función y responsabilidad que ostenta en ese momento, sea cual sea. 


Y es que sabemos que el trabajo y el esfuerzo no son mera actividad, no sólo consiste en dedicar horas, esforzarse a secas; trabajar no es consumir nuestro tiempo laboral sin más. Sabemos muy bien que consiste en aplicar nuestro esfuerzo eficientemente, productivamente. 

En el mundo empresarial, en el mundo de las artes y por qué no, en el de la ayuda a los demás, consiste en generar para uno mismo o para la organización para la que trabaja, un resultado, un fruto mayor que las energías y gasto que hemos consumido en ello. 

Dar más que lo que recibimos. 

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