El fenómeno se repite en diferentes continentes. Podemos y
los ayuntamientos del cambio en España, France Insoumise, DiEM25 en Europa y el
Frente Amplio Chileno ilustran algunas diferentes variaciones del fenómeno.
Sin embargo, y a pesar de los avances, hay muchos desafíos:
¿Cómo pueden coexistir movimientos y partidos sin renunciar a su propia
identidad? ¿Cómo evitar ser tachados de ingenuos fenómenos izquierdistas? ¿Cómo
conseguir que sean verdaderamente transversales? ¿Cómo pueden dar participación
a los individuos? ¿Cómo pueden evitar la dependencia de ciertos personajes
mediáticos para conseguir espacio en los medios de comunicación? ¿Y cómo pueden
equilibrar la necesidad de una participación abierta y “horizontal” a la vez
que mantener mecanismos eficientes para la toma de decisiones y confiar en
quienes fueron elegidos para representar a todos los miembros? ¿Cómo progresar
en los objetivos sociales de estas plataformas y partidos frente al avance del
neoliberalismo?
Movimientos sociales que han influido en la vida política en
diferentes países.
Formaciones políticas que se han conformado a partir de
partidos que han perdido su identidad y otras en las que los distintos actores
no la han perdido.
Partidos que buscan liderar movimientos sociales.
Movimientos sociales que se han transformado en formaciones políticas. De toda
esta variedad de situaciones, quizás lo más importante sea aclarar una de las
mayores dificultades que se presentan en la práctica:
¿Qué claves habría que potenciar para que los partidos
políticos no se desconecten de los movimientos sociales que les han llevado a
espacios de poder, a los cuales dicen representar, sin dejar de ser eficaces en
sus funciones?
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