La mala disposición de ánimo es hermana de la tristeza y
hermano del pesimismo. De hecho, cuando una persona padece ya de una crónica
mala disposición de ánimo, al saludarla con la mano o con un abrazo, sentimos
que nuestra energía se vacía. Y en cambio, cuando saludamos a una persona con
una buena disposición de ánimo, conservamos nuestra energía, o bien, la
incrementamos.
Es
absolutamente cierto que un ánimo triste y abatido entorpece las funciones
fisiológicas del cuerpo, y es cierto también que la actividad física ligera
modifica increíblemente, para bien, el ánimo abatido de una persona.
La
persona triste y pesimista tiene estropeada la visión de sí misma y del mundo.
Por lo general, se mete en su concha y no quiere salir de ella. El mundo le
parece difícil y siente que no embona en él. Todo lo ve negro, complicado, y no
se siente capaz de hacer lo que quiere. Se esconde en la resignación y renuncia
a los placeres de la vida, los que le parecen inalcanzables. Uno de los rasgos
dominantes de estas personas consiste en que se sienten depositarias del dolor,
como si fueran las únicas que sufrieran en el mundo; por ello, no son
solidarias con nadie, pues nada tiene que compartir, y sí en cambio sienten que
son los demás quienes deben acudir en su ayuda.
La
persona jovial se siente con ganas para hacer las cosas, y goza de la íntima
seguridad de que puede lograr muchos objetivos que se proponga. En cambio,
quien padece de un ánimo triste y pesimista siente en su interior que no puede
hacer lo que quiere. Por esto, no le dan ganas de actuar ni de vivir
plenamente.
La gana
es el deseo, la propensión y la inclinación hacia una cosa. Hacemos algo con
ganas cuando actuamos con diligencia y esfuerzo. Y la desgana es todo lo
contrario. La persona jovial tiene ganas para muchas cosas, y la persona con
desgana carece de apetito por la vida, y por ello, no quiere salir de su
coraza.
No es
fácil que una persona con mala disposición de su ánimo pueda dejar la tristeza
y el pesimismo como forma de vida. Pero no es cierto, tampoco, que estas
personas en muy corto tiempo no puedan lograr extinguir ésta perniciosa
disposición de su ánimo. Por lo general, la persona triste y pesimista no se ha
dado cuenta de que sus males radican, fundamentalmente, en tres equivocadas
distorsiones: a) creen que son incompetentes por naturaleza y que no pueden
hacer lo que quiere; b) que el mundo que los rodea no le puede proporcionar lo
que necesita, pues su mundo lo ve raquítico y pobre; y c) que su futuro nada
tiene que ofrecerle.
Estas tres suposiciones son falsas, por supuesto.
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