lunes, 13 de agosto de 2018

Altruismo

Altruismo en Filosofía

Auguste Comte acuñó la palabra "altruisme" en 1851 y ésta fue adoptada luego por el castellano. Muchos consideran su sistema ético algo extremo, en el que los únicos actos moralmente correctos son aquellos que intentan promover la felicidad de otros. Esto llevó al desarrollo de la acepción de las personas.
Es aquella conducta que beneficia a otros, que es voluntaria y cuyo autor no anticipa beneficios externos. Aunque la finalidad propia del altruismo puede presentar varias dificultades, el motivo de esto se debe a que los agentes morales presentan toda una serie de prejuicios cognitivos que hacen las labores altruistas y activistas más dificultosas. Algunos de estos prejuicios se reflejan en una parcialidad que lleva a dar prioridad a algunos individuos sobre otros. Esto provoca que se asigne menos importancia a ciertas causas que en realidad son más significativas que otras consideradas como menos relevantes. Algunos de estos prejuicios pueden ser las actitudes sexistas, racistas, xenofobia, chovinistas entre otras. Además, las tendencias egoístas llevan a que nos desentendamos de causas que podrían conseguir un impacto mayor en el mundo.
Por otra parte, otros prejuicios provocan que adoptemos patrones irracionales en nuestra toma de decisiones. Esto se debe a que muchas de nuestras inclinaciones e intenciones a la hora de actuar han sido seleccionadas a lo largo de la historia natural por razones de carácter evolutivo. Esto se debe a que éstas presentaron ventajas en la transmisión de nuestro material genético. Pero, en realidad, éstas no ofrecen ninguna ventaja a la hora de deliberar sobre la forma en la que debemos actuar. Más bien, todo lo contrario. Pero es necesario recalcar que estas intenciones no determinan necesariamente lo que buscamos y cómo lo debemos buscar. Pero es cierto que sí pueden modifican nuestras inclinaciones y condicionan nuestra forma de actuar en muchos casos. A lo largo de la historia evolutiva, las capacidades y disposiciones que se acabaron estableciendo no son las que estimulan la realización de ciertas funciones de la mejor manera, sino las que hicieron que el material genético se transmitiera de forma eficiente. Esto provoca que cuando intentemos formar parte de una causa de forma activa, no utilicemos nuestros recursos de la forma mejor forma por culpa de los distintos prejuicios o sesgos cognitivos que tenemos por causas evolutivas. Algunos ejemplos de estos sesgos cognitivos:
-Una incompetencia a la hora de comparar correctamente distintas magnitudes cuando estas son muy grandes.
-Confundimos aquello que deseamos que suceda con aquello que es previsible que suceda.
-Creemos que nuestras propias experiencias representan adecuadamente el conjunto de lo que ocurre.
-Nos cuesta cambiar nuestra forma de ver las cosas incluso cuando se nos presentan evidencias nuevas que deberían cambiar nuestras posiciones o inclinaciones.
-Tendemos a no incluir en nuestras consideraciones aquellas opciones en las que hay incertidumbre.
Esta solo es una lista reducida. Los prejuicios cognitivos son muy numerosos. Los sesgos cognitivos inducen resultados nefastos cuando se intenta analizar la importancia relativa que puedan tener las distintas causas. Por esta razón presentan dificultades graves a la hora de llevar a cabo nuestra participación en causas de carácter altruista.

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