sábado, 10 de noviembre de 2018

Verdades Mentirosas

Nuestra mente está llena de ellas.

De hecho las han utilizado para programarnos con ellas desde pequeños, a base de repetírnoslas constantemente con tono sentencioso.

Se trata de pequeñas frases y aseveraciones aparentemente bienintencionadas, pero que si las analizamos bien, veremos que ocultan en su interior retorcidos mecanismos de programación para limitar nuestro poder individual.

Podríamos considerar estas afirmaciones de tono casi moralista como la versión moderna y sustitutiva del "esto es pecado", pues tienen la intención de condicionar nuestros actos y generar un cierto sentimiento de culpa al que no las obedezca ciegamente.

Hay muchas de estas supuestas "verdades" instaladas en nuestro cerebro, pero en este artículo nos centraremos en una en concreto:
"TU LIBERTAD TERMINA DONDE EMPIEZA LA DE LOS DEMÁS".
Aparentemente, se trata de una de las afirmaciones con más carga educativa que podemos encontrar.

Una forma gráfica de inculcarle a un niño dónde se encuentran los límites de sus actos y cuándo empiezan a afectar negativamente a las demás personas.

Quien más quien menos la habrá escuchado en alguna ocasión y algunos aún recordamos la primera vez que nos la soltó algún viejo docente en nuestra infancia, con el fin de corregir nuestra actitud.
Sin embargo, esta afirmación contiene en su interior una trampa sutil, pues arroja una serie de preguntas difíciles de responder:
si mi libertad termina donde empieza la de los demás,
¿Dónde empieza y termina la libertad de los demás?
¿Y la mía?
¿Cuáles son los límites de todas nuestras libertades?
¿Quién los establece?
¿Los establezco yo?
¿Los establecen las demás personas?
Y es que aquí es donde reside la clave del asunto: para reglamentar dónde empiezan y terminan las libertades de cada uno, hacen falta reglas que garanticen la convivencia social.
Es decir, imponerle LÍMITES a tu libertad individual.
Límites que no estableces tú mismo, sino que te son impuestos desde el exterior, por más que la frase pretenda insinuar falsamente que la gestión de tu libertad dependerá de tu criterio personal.
Y aunque la mayoría de personas que hacen uso de la frase no sean conscientes de ello, este es el auténtico objetivo que oculta esta aseveración:
No trata de garantizar la convivencia social, sino que busca que aceptes que alguien externo a ti ponga límites a tu libertad y acates esa imposición como algo bueno y positivo, basándose en supuestas normas morales o sociales.
Puede parecer razonable que todos renunciemos a parte de nuestra libertad para convivir pacíficamente los unos con los otros. Y esta frase sobre los límites de la libertad resume muy bien esa necesidad.
Pero en realidad se basa en un truco conceptual.

La trampa consiste en crear una imagen de la libertad parecida a una pompa de jabón que nos rodea y que al rozar con la pompa de jabón de otra persona acaba estallando, dejando así de ser "libertad"
Y esta visión de la libertad, aunque resulte muy gráfica y facilona para los niños, es absolutamente errónea.
De hecho, no tiene ningún sentido.
Porque el problema fundamental reside en que, en este concepto de libertad tipo "pompa de jabón", se tratan de insertar por la fuerza los conceptos de "bondad y maldad", con el fin de delimitarla y orientarla socialmente.
Y esos códigos morales nada tienen que ver con la libertad en sí.

La libertad no es ni buena ni mala. Es libertad y punto. Y debemos aceptarla tal y como es, sin crearnos imágenes falsas en nuestra psique.

Tu libertad incluye la posibilidad de oprimir o destruir la de los demás. Tu libertad incluye la posibilidad de causar daño y dolor a las demás personas. Aunque la utilices de la peor manera posible, sigue siendo tu libertad; libertad en estado puro.
En todo caso debes ser tú mismo quien imponga los límites para no hacerle daño a las demás personas, no porqué existan normas sociales que te digan "que está mal hacerlo", sino porqué tú lo sientas realmente así en tu interior.
Las buenas normas y reglas de convivencia no sirven de nada si no se sienten como una necesidad y en cambio se perciben como una imposición vacía de contenido.

Desde pequeños nos educan para obedecer reglas, normas y leyes, nos cuentan para qué sirven, pero no nos ayudan a descubrir el sentimiento asociado que debería acompañarlas.
a mucho más sano si todos los individuos fuéramos plenamente conscientes de que nuestra libertad nos otorga la capacidad de hacer daño a los demás, aceptáramos este hecho como algo natural y entonces, voluntariamente, renunciáramos a ello.

Entonces llevaríamos a cabo un acto de plena soberanía individual, basado en el auténtico amor y respeto hacia todo lo que nos rodea.

En cambio no hay amor ni respeto alguno en la obligación de obedecer normas y reglas bajo la amenaza de castigo o sanción por parte de la sociedad.

En este caso, el único sentimiento que acompaña a tus actos es el del miedo a ser sancionado.
Y todo esto nos lleva a una curiosa paradoja cuando queremos inculcarles a nuestros descendientes un concepto de libertad que garantice la perfecta convivencia entre individuos.

La paradoja radica en que los sentimientos de empatía más fuertes se consolidan cuando una persona experimenta "el mal" de forma natural, haciendo daño a los demás y sufriéndolo en propia carne.

Entonces es cuando se da cuenta de las consecuencias que tienen sus actos y puede llegar a decidir, consciente y libremente, renunciar a determinadas actitudes, si su nivel de conciencia se lo permite.

Aprende de forma natural que lo mejor es dar a los demás lo mismo que él desea recibir de ellos.

Sin embargo, con la sanción preventiva de las "malas acciones" mediante la aplicación de reglas, jamás se consigue erradicar el mal uso de la libertad.

De hecho, los impulsos capaces de dañar a los demás siguen "ahí dentro", reprimidos, ocultos en la psique, sin ser enfrentados ni derrotados por la conciencia, esperando una ocasión oportuna para manifestarse en toda su magnitud.
Así jamás puede erradicarse lo que alguna gente llama "la maldad", simplemente porque no llegamos a enfrentarnos directamente a ella, ni tan solo como concepto intrínseco a nosotros o como opción natural en nuestra toma de decisiones.

Podemos verlo a nuestro alrededor:
El mundo está repleto de personas bien educadas y programadas con las "aseveraciones más sabias y bondadosas"; sin embargo, la falta de empatía y "la maldad" no parecen haberse reducido demasiado, por muy alfabetizados y moralizados que estemos todos.

Ese es el efecto oculto tras afirmaciones limitantes del tipo: "tu libertad termina donde empieza la de los demás"

Parecía una afirmación sabia, intachable y bienintencionada. Casi una verdad indiscutible.

Pero quizás deberíamos reflexionar más a fondo sobre los conceptos que les inculcamos a las generaciones venideras. A veces los elementos más sutiles acaban levantando muros en nuestra psique que nos acompañarán toda la vida.

Como podemos ver, éste no es un tema nada fácil…

Valores Para La Vida


Identificar nuestros propios valores, esos que están profundamente arraigados en nosotros, y aplicarlos en nuestra vida nos facilitará la obtención no solo  del éxito en la vida y en el trabajo, sino también de la felicidad.

Los valores son aquellos rasgos o cualidades que cada uno de nosotros considera que vale la pena y que representan las prioridades personales. Son, en definitiva, aquello que nos mueve desde lo más profundo de nuestro ser. Estos valores nos acompañan allá donde estemos, tanto a nivel personal como laboral.

Hacer una declaración de valores, reconocerlos como propios y aplicarlos en nuestra vida nos define como personas y nos ayuda a lograr nuestros objetivos personales y a vivir feliz y plenamente.

Cada uno debemos ser fiel a nosotros mismos. Es fácil que en ocasiones nuestros valores choquen con los valores (o falta de valores) de los demás. Pero vivir en función de los valores o no-valores de los demás no sólo nos alejará de la felicidad, sino que nos dificultará lograr el éxito en la vida.

A veces puede resultar algo difícil identificar estos valores, sobre todo si vivimos en entornos fuertemente represivos, no respetuosos o impositivos.

No es necesario que todos estos valores formen parte de nuestras aspiraciones personales. De hecho, muchos te criticarán por tener exceso o falta de alguno de ellos. Lo importante es que identifiques los que realmente te mueve a ti, sin autocensura, y que los vivas.

Algunos de estos valores son la ambición, la competencia, la individualidad la responsabilidad, la exactitud, el respeto, la dedicación, la diversidad, la mejora, la diversión, el disfrutar de la vida, la  lealtad, la credibilidad,  la excelencia,  la honestidad, la responsabilidad, la autonomía, la calidad, la eficiencia, la dignidad, la colaboración, la innovación, el trabajo en equipo, la administración, la empatía, el logro, el coraje, la sabiduría, la independencia, la seguridad, el desafío, la influencia, el aprendizaje, la compasión, la amabilidad, la disciplina, el orden, la generosidad, la persistencia, el optimismo, , la igualdad, la integridad , el servicio, la fiabilidad, y la flexibilidad, entre otros.


Percibir Las Emociones

Nuestro organismo posee las así llamadas funciones interoceptivas, que son las sensaciones o estímulos que proceden de los órganos internos y que proporcionan información sobre ellos, por ejemplo cuando sentimos dolor de estómago. 


Algunas investigaciones señalan que estas funciones están relacionadas con los estados emocionales propios, pero la nueva investigación plantea que la función interoceptiva puede estar relacionada también con la capacidad de comprender las emociones de otras personas.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores desarrollaron un experimento con 72 voluntarios que tenían que estar pendientes de su ritmo cardiaco, sin tomarse el pulso. De esta forma, se pudo medir el nivel de interoceptividad de cada uno de ellos, es decir, su capacidad de percibir las sensaciones o estímulos de órganos internos, en este caso el corazón.

Luego, se proyectaron unos videos de interacciones sociales que ponían a prueba su capacidad para leer la mente de los personajes. Durante el visionado, se les hicieron tres tipos de preguntas sobre lo que estaba pasando en la pantalla. El primer tipo de preguntas era sobre lo que supuestamente estaba pensando un personaje en ese momento. Por ejemplo: ¿Qué está pensando Michel?

El segundo tipo de preguntas era sobre las emociones de los protagonistas. Por ejemplo: ¿cuál es el sentimiento de Sandra? Por último, había un tercer tipo de preguntas, neutras, no relacionadas con lo que pasaba en los vídeos, por ejemplo ¿cuál era el clima esa tarde?, a modo de control.

Emociones, no pensamientos

Lo que descubrió el experimento es que las personas que medían con precisión su ritmo cardiaco podían leer el estado mental de los protagonistas de los videos. Y también algo no menos sorprendente: la función interoceptiva permite comprender mejor a los demás únicamente si las emociones están implicadas en el proceso.

Es decir, si está claro que la capacidad de percibir señales corporales propias está relacionada con la capacidad de percibir las emociones de otras personas, esa relación no se produce en el caso de los pensamientos. Se puede estar atento al ritmo cardiaco propio y percibir las emociones de los demás, pero no sus pensamientos.

Un ejemplo de estos procesos podemos apreciarlo si vemos que una persona es agresiva con otra en el transporte público. En ese momento, la persona agredida  aumenta su ritmo cardiaco y un observador puede apreciar que se siente avergonzada. Pero si el observador no es capaz de percibir estas emociones, tendrá mayor dificultad de comprender lo que pasa y de reaccionar adecuadamente.

Shah, Profesor de Psicología de la Universidad Anglia Ruskin, señala al respecto: "parece sencillo, sin embargo, casi no hay evidencia científica del vínculo entre las sensaciones internas y la lectura de la mente. Nuestro estudio muestra los procesos psicológicos involucrados en la lectura de la mente, al tiempo que destaca que las sensaciones internas pueden estar relacionadas con una gama de habilidades y dificultades psicológicas”.


viernes, 9 de noviembre de 2018

Importancia Del Lenguaje


La importancia del lenguaje radica que en las palabras y la comunicación entre personas son esenciales para todos los aspectos y todo tipo de interacciones en la vida cotidiana. Siempre usamos el lenguaje como herramienta de información y de comunicación entre las personas que nos rodean y mediante el lenguaje es cómo podemos expresar lo que sentimos, lo que deseamos y comprender, un poco mejor si cabe, el mundo que nos rodea.

aje materno. Aparte de las palabras, usamos gestos no verbales con nuestro movimiento del cuerpo y también utilizamos diferentes tonalidades en la voz. No usamos el mismo lenguaje al tratar con nuestro jefe que al comunicarnos con nuestro sobrino de 3 años.

La capacidad de comunicación entre miembros de un mismo equipo es lo que nos separa primordialmente a los humanos del resto de animales. El lenguaje nos impulsa y apalanca nuestro conocimiento permitiendo mejorarnos a nosotros mismos.

Ahora bien, aunque el lenguaje sea una expresión de unión entre pueblos, es  a la vez una diferenciación entre países y razas, ya que desde el origen de los tiempos, existen tantos lenguajes diferentes que incluso para los propios investigadores y lingüistas sigue siendo un misterio como se ha desarrollado semejante rompecabezas.

En la mayoría de culturas y de religiones, se habla de mitos y leyendas en los que la humanidad utilizaba un único lenguaje y que tras enfadar a los dioses o  a las deidades correspondientes, las personas eran separadas y fragmentadas en distintos lenguajes, condenadas a no entenderse unas con otras. Un ejemplo muy claro lo encontramos en la biblia con la historia de la “torre de Babel”, o en la religión hindú, con la historia del “árbol del conocimiento” o la tradición de los nativos americanos que describen la separación de los lenguajes tras un enorme diluvio universal.

La importancia del lenguaje puede ser a veces pasada por alto. Muchas personas, ya sea por arrogancia o por ignorancia, suelen ir por la vida usando su propio lenguaje sin darse cuenta, o no querer admitir, que las otras personas no le entienden. Es el caso de turistas, por lo general de habla inglesa, que al viajar a países extranjeros, presuponen que van a ser entendidos, y se enojan con las personas por no ser capaces de entenderle.

Otro caso de atropello lingüístico lo encontramos en regiones con idioma propio, con carácter independentista, que desean abandonar el estado al que pertenecen, y cuyo rasgo de distinción es el idioma. En muchos casos, los lugareños, a pesar de conocer el idioma oficial de su país, se niegan a hablarlo, y se comunican en su idioma local, en lo que consideran un gesto de lucha independiente y nacionalista.

Cuando decide aprender otros idiomas, se da cuenta de que en realidad, tampoco son muy distintos unos de otros, e incluso el hecho de aprender un lenguaje, ayuda en el aprendizaje de sucesivos lenguajes similares, ya que el cerebro crea unas conexiones neuronales que agilizan el aprendizaje de nuevos idiomas. Las diferencias principales están en el alfabeto, la pronunciación y la gramática.

Nuestro lenguaje es la parte más importante de nuestro ser. Es importante aprender otros idiomas además del propio, ya que nos ayuda a entendernos con otros pueblos y culturas, pero aún más importante es poder conocer, cultivar y proteger nuestra propia lengua materna, ya que es una de las partes más fundamentales de nuestra identidad. 

Si perdemos nuestra lengua, por ejemplo, por vivir en un país extranjero, estaremos, sin duda, perdiendo una parte de nosotros mismos.

Estaremos perdiendo, nuestra identidad.

La Persona Ilustrada


La puedes reconocer en cómo y de qué habla. Utiliza apropiadamente el lenguaje, tiene un vocabulario amplio, es preciso en lo que dice. Eso incluye la forma en que expresa sus comentarios y críticas.

Una persona ilustrada está bien informada, y aunque es imposible saberlo todo, tiene una cultura general amplia, y seguramente tiene áreas del saber y experiencias más específicas en unos campos que en otros. Puede seguir una conversación con personas preparadas en diferentes campos.

Algunas personas limitan el concepto “ilustrado” a aquello que tiene que ver con la cultura de origen europeo (música, vinos, comida, historia y literatura, etc), y aunque esto desde luego es importante en la cultura, es un error limitarlo sólo a Europa, es una visión “Eurocentrista” y algo atrasada. 

A mi modo de ver, la persona “ilustrada” del siglo 21 tiene una visión más global, sabe y está consciente de lo que han creado y aportado otras culturas no occidentales.


Cuida y aprecia el patrimonio cultural y ambiental de cualquier parte del mundo y sabe como puede contribuir para preservarlo. Valora y conoce el pasado, y a la vez, sabe y tiene consciencia de los principales retos y movimientos sociales, económicos, tecnológicos y medioambientales de la actualidad.

La Función Social De La Cultura


Generalmente, cuando hablamos de cultura pensamos que gente culta es aquella muy educada, que sabe mucho, que va a conciertos o que concurre frecuentemente a las exposiciones de pintura. Sin duda, estas personas son cultas. Pero si sólo ellas lo fueran, la cultura afectaría a una pequeña parte de la población; y esto no es así. Todos tenemos cultura, porque esta idea abarca mucho más que esas muestras de refinamiento. “La cultura es todo lo que el hombre hace, dice o piensa.”

En conclusión, la cultura es el conjunto de formas de comportamiento y maneras de pensar característicos de un grupo de personas. Cuando un niño nace, el grupo le enseña cómo comportarse según lo que se considera correcto y –aunque a lo largo de su vida– haya costumbres que cambien, lo principal de esta manera de comprender el mundo se mantiene inalterable. Así, la cultura es una herencia que el hombre recibe y mantiene a lo largo de su vida aunque se introduzcan cambios parciales.

Cuando un chico nace en nuestro país, aprenderá a hablar español; estará obligado a ir a la escuela a partir de los cinco años; no podrá casarse sin consentimiento de sus padres antes de los dieciocho y muchas cosas más que nos parecen naturales pero que no lo son. En otras culturas, las costumbres son diferentes.

Los elementos que integran cada cultura son las formas de vida, es decir, la manera en que una sociedad asegura su subsistencia y se adapta al medio físico; la estructura social, o sea, cómo se ordena la sociedad teniendo en cuenta las relaciones que mantienen sus integrantes entre sí (parentesco, vecindad, clases sociales, sexo, edad); las creencias, los valores, las normas y los principios aceptados mayoritariamente (lo que la sociedad considera que está bien y que está mal); la organización política (formas de gobierno, autoridades, leyes), y la religión, la lengua, el arte.

Sin embargo, las culturas cambian. Estos cambios pueden producirse por la lenta aparición y aceptación de nuevas pautas o costumbres. Pero, normalmente, la mayor parte de los cambios son el resultado del contacto con pueblos que tienen rasgos diferentes. Estos contactos tradicionalmente se producían como consecuencia de las guerras o las conquistas, pero también por vías pacíficas como el comercio. A esta forma de introducir cambios -cuando las innovaciones se transfieren de un grupo cultural a otro- se la llama difusión. No todo se transfiere de un grupo a otro sin problemas. Es fácil que se transmitan nuevas técnicas para producir alimentos. Pero no será tan simple que se adopte una nueva religión.

Cultura es una palabra proveniente del latín que significa cultivo, y en este sentido podría entenderse como el acto de cultivar y mejorar las facultades físicas, morales e intelectuales del hombre. De hecho, la cultura es lo realizado por el hombre, ya sean transformaciones o innovaciones materiales o creaciones sociales, científicas, artísticas, religiosas, éticas, etcétera, que le ayuden directa o indirectamente a satisfacer sus necesidades.

Para algunos estudiosos del tema, las palabras cultura y civilización son sinónimos. Aunque en estricto sentido no debiera ser así, ya que el concepto civilización se toma como los avances logrados por las sociedades más dinámicas y, por tanto, está más bien ligada a los centros urbanos que al campo; en cambio, la cultura es un término más amplio que incluye la civilización, pero además, las manifestaciones de todo tipo que el hombre ha dejado en el planeta.

Son significativos en el proceso histórico de los pueblos, los préstamos culturales (aculturación), que en forma amistosa u hostil han practicado entre sí; en otras palabras, intercambio cíe conocimientos, costumbres, ideología, etcétera. Ejemplos de esta situación se tienen a lo largo cíe la Historia, así están España y América, el primero es el pueblo dominante y el segundo, el dominado. Roma conquistada por los bárbaros se les impone culturalmente.

Se parte del hecho de que el hombre para vivir con sus semejantes, debe adaptarse a la forma de vida del grupo en el cual se encuentra, tal situación (endoculturación), que puede ser consciente o inconsciente, se inicia en la niñez y culmina con la muerte. Ahora bien, al paso de los siglos, en las diversas áreas geográficas se han ido desarrollando diferentes culturas, dependiendo éstas de los hábitos, actitudes y conductas de los pueblos.


La Capacidad De Innovar


Ser único, destacar, sobresalir, ser mejor, ser un referente, innovar.

Son lemas, banderas o estandartes que muchos definen como propios. Algo así como un eslogan de su naturaleza. Es perfecto, pero… ¿Hasta qué punto es real?

Claro que somos únicos y diferentes del resto. Todos somos singulares ¡Vaya novedad! Pero eso, sin acciones propias que reflejen algo más, solo nos sitúa en el estándar, en lo de siempre, en el grupo del pelotón, no en el liderazgo.

Destacar, no pasa por hacer lo mismo que otros pero a tu manera.

Sobresalir, no es solo publicar más fotos, más post o gritar más alto.

Ser mejor, no se sustenta únicamente en ofrecer lo mismo y más barato, habitualmente de peor calidad no, solo tangible, también emocional.

Ser un referente, no se consigue con grandilocuentes anuncios de lo que vendrá pero no llega ni pretendiendo sentar cátedras o mostrando títulos.

Ser Innovador, no es convertir la”sopa de ajo”, en”ajos en sopa”.

Somos únicos, sí, pero también globales.

Vivimos en un mundo donde todo se sabe, todo se juzga y todo se puede copiar.

Un mundo de interdependencias, colaboraciones -ahora se llama sinergia y alianza- o si se prefiere, ”inteligencia, economía o actitud del bien común”

Perfecto pero ¿común para quién? ¿Para los que se unen con el objetivo de nutrirse mutuamente y crecer juntos, cada uno en su singularidad o, tal vez, para los que haciendo lo mismo, persiguen un objetivo de rapiña y succión?

En el primer caso, la colaboración te ayuda. ”Yo soy mejor, porque tú lo eres”. En resumen: “si a ti te va bien, a mí, también”.

En el segundo caso, la colaboración te perjudica. ”Yo soy mejor que tú y tú serás peor que yo”. En resumen “si a ti te va mal, a mí me irá bien”.

Simplemente, pensamiento primario, reptiliano.

Hay quien traza el camino y quien se limita a seguir las huellas que otros van dejando.

Hay quien se esfuerza en buscar nuevos horizontes y nuevas herramientas que le lleven a su objetivo, manteniendo su integridad, honestidad, claridad y humanismo. Eso que acabará por convertirle en un referente, en un líder de prestigio.

En cambio hay quien no sabiendo ir más allá de su incompetencia, ego y vanidad, pensando que es, no solo diferente, sino mejor y exclusivo, actuará desde la soberbia, el desprestigio y la burda copia.
En el primer caso, el know-how, es del siglo XXI: digital y global. Desde fuera hacia dentro: ”Aprendo, comprendo, adapto, integro, evoluciono y ofrezco”

Por tanto, analizo mis paradigmas, pero también los del entorno, genero nuevos resultados y trazo nuevos caminos. Innovo y creo valor.

En el segundo caso, el know-how, todavía es el de la era industrial. Obsoleto. Es de dentro a fuera, se sustenta en el: ”Yo sé, (o creo saber) yo tengo, yo ofrezco”. No hay innovación. Es decir: me limito a recorrer tu camino, sin ser capaz de trazar el mío.

Dicen los gurús de la nueva empresa, que hoy ya no es suficiente con cambiar el envase, modernizarlo con colores más llamativos y expandirlo por las redes. Eso es el viejo producto, con traje nuevo. 

La empresa, el creativo, el líder, el emprendedor del siglo XXI, lo es y se le reconocerá como referente, por tener un nuevo producto, con nuevo envase.

Y claro, pensar, cansa.
Crear, en vez de remodelar, cansa.
Innovar, para trazar nuevos caminos o mejorar los ya construidos, agota.

Y tú, ¿qué prefieres?
¿Ser un referente o estar a su sombra?
¿Ser un líder, aunque implique cansancio, o ser solo un jefe que recorre con rabia y frustración el sendero que trazó el líder?

¿Qué prefieres, seguir con tus viejas creencias vistiéndolas de innovación o innovar para descubrir nuevas creencias?


Tú eliges, si copiar el modelo o fabricar el modelo.

Cualidades Que Nos Humanizan

Cualquiera de nosotros a lo largo de su vida ha podido comprobar como todos tenemos actitudes y cualidades que nos elevan en nuestra condición humana, y por el contrario otras que nos rebajan hacia lo peor de nosotros mismos.

Desde esas actitudes y valores es desde donde se constituyen nuestras fortalezas para afrontar la adversidad, y gracias a ellos también vivimos los más bellos y enriquecedores momentos.

Entusiasmo, empatía, serenidad, discernimiento, amor, orden, sentido de la justicia, voluntad, concordia,...

Más allá de la extraordinaria diversidad de caracteres que configuran la humanidad, parece que están estas cualidades válidas para todos los
individuos sin distinción de época, raza o condición social.

Es cierto que cada cultura (y por qué no cada persona), va a desarrollar una aplicación particular, una digamos “moral de costumbres” con la que se identifica. Pero hemos visto a lo largo de la historia cuantas veces esas costumbres llamadas “culturales” se enquistan y pierden de vista los valores
universales que la inspiraron fanatizando y ahogando la vida. (Como siempre las normas no pueden sustituir la necesaria conciencia del bien).

Tendremos entonces que esforzarnos en distinguir lo que son una moral temporal de costumbres, de los aspectos que verdaderamente podríamos

llamar universales y cuyo reconocimiento y desarrollo nos permitan convertir nuestra experiencia personal en una vida plena de realización.

Me gusta pensar que el sistema personal de valores se alza sobre cada uno como un cielo de estrellas, una referencia que orienta nuestra vida. Habrá estrellas fugaces pero siempre estarán aquellas estrellas luminosas y estables que nos permitan trazar rumbos, y bajo cuyo amparo desarrollar aquellas cualidades que nos humanizan y fortalecen.


Es así que a lo largo de esta sección me propongo establecer un diálogo con esos valores y aprender de ellos, de su experiencia de vida. Y que juntos, tal vez, fortalezcamos lo mejor que apunta en cada uno. Creo que es una buena manera de cambiar el mundo juntos.

Superar Límites

A veces los límites nos los ponemos nosotros mismos: “No voy a poder con todos los exámenes”, “no me sacaré el carnet”, “aún no estoy preparado para esto o lo otro”… Son muchas las barreras que nos colocamos delante. Los límites que nos auto-imponemos realmente no existen, se trata de creencias que hemos ido adquiriendo desde que éramos pequeños. Fronteras que hemos puesto en base a las enseñanzas de nuestros padres y profesores.

Decía Henry Ford: “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”. Cada vez que nos encontramos limitados o incapaces de hacer algo, tenemos que examinar nuestros pensamientos. Ellos son los que nos incapacitan. Por eso, cuanto más abiertos de mente seamos, y cuanto más a lo grande pensemos, tendremos mayores oportunidades y posibilidades de lograr lo que queremos y ¿qué queremos? Superar límites.

Para lograr cualquier cosa que desees en la vida primero debes fortalecer tu mente (aceptación, confianza y valor hacia ti mismo). Tú eres la única persona capaz de luchar por todo aquello que desees en la vida y cuando aprendas a aceptarte y confiar en ti, será cuando lograrás cumplir todas esas cosas grandes que quisieras ver realizadas en tu vida (o al menos intentarlo con la certeza de que es posible, tampoco hay que frustrarse por no llegar a la Luna).

El primer paso es hacerse una de las preguntas clave…

¿Cuáles son los pensamientos que me limitan?
Es una pregunta fundamental que has de hacerte a ti mismo. El primer paso es reconocer tus pensamientos limitadores y el siguiente cuestionarlos, para liberarte de ellos y así batir tus propios objetivos.

Pensar de forma negativa puede traducirse en tener pensamientos negativos, influirá en tu estado de ánimo y en tu baja energía. Tus pensamientos y creencias tienen un impacto en tu salud física y mental. Los pensamientos negativos causan emociones y sentimientos negativos, tales como la depresión y ansiedad.

¿Cómo superar los pensamientos negativos?
1. Siendo consciente de que te haces daño a ti mismo con ellos.
2. Lee frases positivas.
3. Si piensas negativamente acerca de ti mismo, trata de buscar las cosas positivas.. Simplemente haz una lista de las buenas cualidades que tienes, incluso dile a un amigo íntimo que la escriba para ti. Descubrirás muchas cosas bonitas.
4. Que te dé el aire. Camina en un parque o por la playa. Respira aire fresco. Mira a su alrededor, observa y siente todos los olores. E incluso corre hasta quedarte sin aliento.
5. Acéptate. Deja de lado creer que necesitas ser alguien que no eres.
6. Lee libros de autoayuda. Hay gente a la que le da pereza pero una lectura positiva te hará cambiar el “chip”.
7. ¡Haz las cosas con ganas! Hacer lo que nos apasiona y ponerle ilusión a las cosas que hacemos, mejorará mucho los resultados que obtengamos. Quizás si el trabajo o lo que estudiamos no nos apasiona sea hora de cambiarlo, de disfrutar realmente de lo que de verdad nos gusta y trabajar en ello. O al menos de intentarlo.
8. Empieza a perder el miedo a equivocarte. Los niños no tienen miedo al error, lo van aprendiendo poco a poco porque se nos va inculcando que es algo malo. Pero también es necesario volver aprender que el error nos puede proporcionar una experiencia muy valiosa, que un error puede ser un éxito en sí mismo.

Decía Anthony Robbins: “No importa cuántas veces te equivocas o con qué lentitud progresas, sigues estando muy por delante de los que ni lo intentan”.

Según Gemma Naranjo (Terapeuta Emocional) hay que empezar por preguntarse ¿qué actitud es la deseable para superar tus límites? Hay que saber diferenciar entre la superación y la exigencia. Son actitudes muy diferentes y para una buena gestión del cambio es mejor enfocarse en la superación.
¿Cómo distingo desde dónde hago las cosas? Según la terapeuta esto es sencillo: cuando estás en la superación,te sientes bien, te acompaña la sensación de logro, te permites el error porque lo vives como un aprendizaje, eres amable contigo y lo más importante: quieres ir paso a paso.

Según Gemma Naranjo (Terapeuta Emocional) hay que empezar por preguntarse ¿qué actitud es la deseable para superar tus límites? Hay que saber diferenciar entre la superación y la exigencia. Son actitudes muy diferentes y para una buena gestión del cambio es mejor enfocarse en la superación.

¿Cómo distingo desde dónde hago las cosas? Según la terapeuta esto es sencillo: cuando estás en la superación, te sientes bien, te acompaña la sensación de logro, te permites el error porque lo vives como un aprendizaje, eres amable contigo y lo más importante: quieres ir paso a paso.


Según Naranjo, debes observar en tus acciones lo que dé calma y satisfacción. Tu guía has de ser tú y lo que tú desees más allá de lo que tu entorno quiera. No pienses en lo que agradará a los demás.

Esto te hará sentir mejor y tener más “éxito personal”.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Lo Mejor Somos Todos


Vivimos en un mundo en donde se nos exige ser los mejores, los más rápidos, los más listos, los más eficientes y sin embargo, todavía no parece ser suficiente. ¿Es necesario ser siempre el mejor en todo?, ¿qué pasa si la clave está en esforzarnos por ser diferentes o simplemente por ser nosotros mismos?

Si hacés una búsqueda en Google sobre ‘cómo ser el mejor‘, podes perderte en las opciones infinitas que te ofrece el buscador, entre artículos, videos, tutoriales… La idea siempre es la misma, tenés que ser el mejor en todo. ¿Qué tan cierto es todo eso? Si bien es importante superarse y crecer como personas, también es cierto que no siempre tenemos la obligación de ser el mejor, sobre todo en todo. Podemos no serlo, porque no todos somos iguales, y es en la diferencia que encontramos nuestra mayor riqueza.

“Se ríen de mí porque soy diferente. Yo me río de ellos porque son todos iguales” – Kurt Cobain.
Cuando se busca sobrepasar a otros por el afán de ser el mejor, por lógica deben existir perdedores y una sociedad dividida entre ganadores y perdedores (especialmente cuando a estos últimos se les quita todo el mérito), es una sociedad competitiva y con escasas oportunidades de aceptar la diferencia.

Muchos terminamos pensando que ser mejor en lo que queremos no es suficiente y terminamos incluso esforzándonos por ser los mejores en aquello que no nos interesa, viviendo para otros y no para nosotros mismos. Leyendo varios artículos en la red sobre qué pasa cuando nos exigimos más de lo que debemos y buscamos desesperadamente ser mejor que el otro, encontramos que…

- Terminamos haciendo más de lo mismo, porque siempre tenemos como referencia al que se dice es el ‘líder‘, el mejor, el más eficiente… Si alguna vez se te ha impuesto un prototipo en particular sabes de lo que estoy hablando.

-Cuando intentamos estar aquí y allá y hacerlo todo a la perfección terminamos ocupándonos de muchas cosas al tiempo que por lo general terminan a medias.
- Empezamos a ver a los demás como competencia y no como un apoyo.
- Los errores y los fracasos tendemos a verlos negativamente y no como oportunidades de crecimiento.
- Le tenemos miedo al cambio porque significa salir de nuestra zona de confort, lo desconocido, y es cuando empezamos a ser más reacios a las opiniones de otros.
- Nuestro ego aumenta y con ello disminuye nuestra confianza en otras personas y en sus capacidades, prefiriendo así hacer las cosas nosotros mismos y no delegárselas a otros.
- Se nos dificulta pasar a la acción, terminamos pensando mucho y haciendo poco, todo por esperar que todo salga perfecto y que nuestra imagen no se vea perjudicada… al final lo único que conseguimos es que el tiempo siga corriendo…
- Tendemos a perder nuestra personalidad, se es de todo un poco pero no quienes en realidad somos, lo que nos apasiona y nos hace felices.

El concepto ‘ser mejor en todo‘, esta sesgado si vemos que simplemente por el hecho de ser seres humanos ni somos ni podemos ser perfectos. De hecho, Howard Gardner sugirió que no existe solo un tipo de inteligencia, sino 8 y no todos poseemos todas ellas (lingüística, musical, lógica matemática, espacial, corporal, interpersonal y naturalista). Entonces, no se trata de ser mejor en todo sino en aquello en lo que te apasiona y ser la mejor versión posible, pero de ti mismo.

Vivir en un mundo con constantes exigencias no es una tarea fácil, pero somos nosotros los que al final, decidimos qué vida queremos vivir; una vida para encajar en un grupo o una vida que encaje con nuestros ideales y sueños.

“Abre tus ojos, mira dentro. ¿Estás satisfecho con la vida que estás viviendo?” – Bob Marley

La Fuerza Interior


Tener fuerza interior puede ayudarnos a salir airosos de cualquier situación desfavorable o puede, sencillamente, ayudarnos a evolucionar y seguir creciendo. También nos puede servir para saber cómo actuar ante los obstáculos que van surgiendo en nuestro andar por la vida. Entonces, es necesario reforzar ese poder interior que todos tenemos y que en algunos casos se halla “dormido”.
Si ante el fracaso te levantas una y otra vez, si tienes la capacidad de trabajar duro para conseguir tus metas, si nada ni nadie te detiene hasta obtener lo que deseas. Entonces, ¡enhorabuena! Tu fuerza interior es realmente poderosa.

“El verdadero buscador crece y aprende, y descubre que siempre es el principal responsable de lo que sucede.”
-Jorge Bucay-

La clave está en no desistir, en nunca “plantar bandera blanca” ni darnos por vencidos, aun cuando la tormenta haya creado tantas olas y estemos muy lejos del puerto más cercano. No se trata de una simple metáfora, sino de la vida misma, que a veces pareciera alejarnos de nuestras metas aunque sostengamos fuertemente el timón o icemos las velas.

En primer lugar, ellas tienen el control de lo que les ocurre, o al menos, actúan como si lo tuvieran. Algunos pueden decir que han sido bendecidos, otros que tienen buena suerte y otros que son empujados por una estrella, pero todos miran al futuro con esperanza.

Además, tienen esperanza porque saben que se van a equivocar pero también que van a aprender. Saben que no todo va a ser fácil, pero no encuentran una razón lo suficientemente poderosa que les diga que no van a poder.

En segundo lugar, las personas con una gran fuerza interior saben que hay cosas en las que no pueden influir ni cambiar, por lo tanto, no gastan sus energías en ellas. Por el contrario, se enfocan en aquello que está en sus manos y trabajan incansablemente para poder llevar a cabo lo que desean.
Esto se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida diaria. Por ejemplo, si estamos en un embotellamiento de tránsito, ¿De qué nos sirve gritar, enojarnos o perder el control? Mejor es enfocar las energías en algo más productivo, como ser leer un libro, escuchar música, aprovechar para pensar temas para la siguiente reunión, etc (y siempre salir más temprano de casa para evitar estos eventos frecuentes en las grandes ciudades).

Cómo mejorar la fuerza interior
Si quieres mejorar tu fuerza interior deberás ver el pasado como una fuente de información a la cual puedes acceder cuando lo necesites. ¡Pero atención! Existen otras bases de datos para nutrirnos. Muchas personas viven atadas a su pasado y no es bueno. Todo lo que les ha ocurrido se convierte en un fardo o en una mochila pesada que no permite avanzar un solo paso. Los que realmente tienen una fuerza interior considerable saben que las vivencias del ayer son valiosas, pero que no hay que encadenarse a ellas.

Por otra parte, para ser una persona con una fortaleza interior, no hay que quejarse. En realidad, el problema no está en quejarse, sino en mantener esa actitud “de por vida”. Esto quiere decir, que es muy simple volverse un quejoso crónico, pero no hacer nada para cambiar aquello de lo que nos quejamos o criticamos.

No te centres en los aspectos negativos, no pierdas energías en nimiedades. Si hay algo que te molesta, actúa de tal manera que puedas cambiarlo. No te sientes a llorar sobre la leche derramada, como dice el refrán popular, ponte a limpiar el desastre.

“Es duro fracasar, pero es todavía peor no haber intentado nunca triunfar.”
-Theodore Roosevelt-

Y por último, los que pueden sentirse orgullosos de su fuerza interior no quieren impresionar a nadie más que a ellos mismos. No actúan para demostrar a los demás lo que son capaces de hacer, sino que son felices por su propios logros.


La motivación es algo que no pierden ni por un instante y estas personas la alimentan celebrando sus logros; no para presumir sino para disfrutar de lo que han conseguido. Esto no quiere decir que no puedan comunicar lo que consiguen, sino que saben cuándo, cómo y a quiénes contar sus buenas noticias.

El Valor De Lo Humano



Nada debe valorarse más que la vida humana, de la misma manera que no hay justificación para que un ser humano se considere superior a otro. Sin embargo, nos encontramos inmersos en un sistema deshumanizante que otorga valor a las personas por el dinero, posesiones o logros. Esto nos crea la necesidad de redescubrir el valor del ser humano.

Tenemos un valor incalculable; no somos el resultado de la evolución, de un accidente cósmico o una forma de vida biológica elevada que por casualidad adquirió conciencia. Fuimos creados como seres racionales, con moralidad, voluntad y discernimiento, únicos sobre la tierra con cuerpo, alma y espíritu, capaces de obrar para bien. Somos obra de un creador que con sabiduría e inteligencia nos hizo con un propósito, que no consiste en acumular posesiones o riqueza, sino en que tengamos como prioridad el cuidado y desarrollo integral de todo ser humano desde el momento de su concepción, utilizando para ello todos los recursos disponibles.

La racionalidad y moralidad nos da la capacidad de obrar para el bien, no solo para sí mismo, sino también para los demás. ¿Qué ha ocurrido entonces que hemos desvalorizado la vida, perdiendo la sensibilidad ante la necesidad y el dolor ajeno? Los grandes desafíos que tenemos en nuestro país, como la desnutrición infantil, carencia de atención en salud primaria y preventiva, el hambre y la miseria, el analfabetismo, la violencia que produce muerte y dolor a millares de familias o la desintegración familiar, exigen de cada uno de nosotros una respuesta concreta, comenzando con los gobernantes, puesto que han sido puestos en autoridad para servir, para buscar el bien común, no el beneficio propio.

Con frecuencia argumentamos que somos un país pobre, dependiente y limitado para enfrentar estos desafíos. Sin embargo, somos un país rico en recursos y potencial humano, con capacidad de generar oportunidades para el desarrollo integral de todos sus habitantes. El verdadero problema radica en que no estamos valorando la vida en la dimensión correcta, nos hemos vuelto indiferentes ante el drama de nuestros semejantes. Esto se evidencia, por un lado, en la forma como se administran y distribuyen los recursos públicos (actos de corrupción o en la priorización de cosas que no buscan satisfacer las necesidades primarias de la población) y por el otro, en la negativa o evasiva de cumplir a cabalidad la responsabilidad de pagar impuestos. Tanto lo uno como lo otro es inmoral y condenable.

La valoración del ser humano es un desafío ético para todos los que formamos parte de la sociedad. La riqueza y las posesiones son instrumentos que deben servir para el beneficio de los demás, no para fines egoístas.

Evaluemos nuestro actuar, cumpliendo de manera justa y honesta con el rol que nos corresponda y en cuanto tengamos la oportunidad y la posibilidad ayudemos al necesitado, recordando que aquel que sabe hacer el bien y no lo hace, le cuenta como pecado, porque pudiendo hacer algo por sus semejantes y no lo hizo, se hace parte del problema, no de la solución. Solo con Dios es posible construir una sociedad distinta.


Dignidad Humana


La reflexión filosófica ha acompañado al hombre a lo largo de su existencia, puesto que es el único ser que se cuestiona sobre sí mismo y sobre el mundo que lo rodea. La historia de la filosofía, nos dice Nicol, se desarrolló en tres temas centrales: primero, la metafísica, después la epistemología y, finalmente, la antropología. Esto se debe a que primero se preguntó el hombre sobre el ser, luego sobre la forma en que se obtenía el conocimiento sobre ese ser y posteriormente sobre el ser que conoce al ser, es decir el hombre mismo.

De la comprensión que se tenga de la naturaleza humana deriva el trato que debe dársele a todo ser que posea dicha naturaleza, a lo que denominamos “dignidad”. Vocablo que deriva del latín dignitas, que a su vez deriva de dignus, cuyo sentido implica una posición de prestigio o decoro, “que merece” y que corresponde en su sentido griego a axios o digno, valioso, apreciado, precioso, merecedor.

La dignidad es ser tratado como lo que se es. La pregunta entonces, ya no solamente para poder comprender lo que somos en un sentido metafísico, sino para poder dar un trato digno al ser humano, en un sentido ético, es ¿cuál es la naturaleza o physis ontológica del hombre? ¿Qué es el hombre? 

Así, sabiendo lo que el hombre es podremos tratarle como tal, como merece, es decir tratarlo dignamente. La respuesta a esta interrogante puede ser muy variada, dependiendo de la concepción desde la que se formule, del ámbito cultural e incluso de las creencias personales de cada individuo.

El hombre tiene una naturaleza distinta de la de los demás seres: capaz de autogobernarse y además posee la cualidad de poder comprenderse a sí mismo como un ser individual y, a la vez, como parte de una sociedad en la que interactúa con sus semejantes. Aunque se identifica con sus iguales no se comporta de manera idéntica a ellos, puesto que no solamente tiene un ser sino que puede tener modos de ser, como les llama Nicol.

La noción de dignidad humana es uno de los conceptos que en el ámbito del derecho y la filosofía presentan mayores problemas para su esclarecimiento y definición, en gran medida porque depende de la concepción filosófica en la cual se fundamente la argumentación; por ello tal vez la conceptualización de la dignidad más utilizada en la actualidad tiene un carácter meramente instrumental, en la que se hace referencia a la dignidad como el trato o respeto debido a las personas por su sola condición de seres humanos, pero sin entrar a señalar las razones o por qué se le debe ese trato, con lo que se deja a otros ámbitos de reflexión el indagar sobre la naturaleza humana o las características de lo humano que sustentan la dignidad.

Incluso, una práctica actual en las reflexiones tanto en el campo de los derechos humanos como en la bioética, con la finalidad de obviar o evadir el problema de las distintas perspectivas, consiste no en definir ni conceptualizar la dignidad, sino que dándola por supuesta se tratan de identificar las conductas que la lesionan o dañan, lo que algunos identifican como conceptualización de la dignidad por su contrario.


Desde nuestro punto de vista, una perspectiva de la dignidad así, sin una determinación clara, sin vocación de valor absoluto o al menos definido es sumamente peligrosa, pues deja al concepto vacío de contenido y difícilmente defendible o sostenible ante los posibles ataques, e incluso hace sumamente difícil la construcción de un marco institucional para tutelarla; además de que permite el uso del concepto dignidad de manera ambigua, para argumentar en defensa, por ejemplo, tanto de la legalización como de la prohibición de determinadas situaciones que son objeto de profundo debate social, como la eutanasia o el aborto, por lo que consideramos que sólo con un concepto claro y preciso de dignidad es posible construir los medios para su defensa y desarrollo en la convivencia social, pues en un aspecto tan relevante no basta confiar en el sentido común o la intuición.

Lucidez Mental


Un sueño premonitorio con el perro de una amiga y, sobre todo, la última conversación con su madre fallecida de cáncer de ovario en el año 2000, le han llevado a Jesse Bering, profesor de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, y que se declara escéptico-racionalista, a investigar el extraño fenómeno de la lucidez terminal. “Estaba en coma irreversible y yo no había tenido tiempo de agradecerle lo que había hecho por mí”, recuerda en Scientific American. “Pero mientras la acompañaba en el hospital, en torno a las tres de la madrugada, me desperté con su mano junto a la mía; parecía muy consciente. Estaba demasiado débil para hablar, pero sus ojos lo decían todo.

Pasamos unos cinco minutos cogidos de la mano: le dije todo lo que había querido decirle antes. Después cerró los ojos de nuevo, esta vez para siempre”. La lucidez terminal fue analizada por el biólogo alemán Michael Nahm en un artículo de 2009 en The Journal of Near-Death Studies donde describía a personas con deterioro cognitivo que despiertan poco antes de morir.

Casos de este tipo se han registrado desde Hipócrates, pero nadie los había formalizado. Nahm define la lucidez terminal como “el (re) surgimiento de capacidades mentales normales o inusualmente mejoradas en pacientes inconscientes o con enfermedad mental poco antes de la muerte”. Algunos la incluyen dentro de las experiencias cercanas a la muerte. En un artículo del mismo año en Journal of Nervous and Mental Disease, Nahm precisaba que de los 49 casos de lucidez terminal que había estudiado, la gran mayoría (84 por ciento) ocurrieron una semana antes de la muerte y el 43 por ciento, el último día. Así, un paciente esquizofrénico ruso que había estado totalmente catatónico durante casi dos décadas “se convirtió en casi normal” antes de fallecer.

En otro estudio, el 70 por ciento de cuidadores de un hogar de ancianos británico dijeron que habían observado a personas con demencia resucitar mentalmente poco antes de morir. Una mujer de 92 años con Alzheimer avanzado no había reconocido a su familia durante años, pero el día antes de su muerte conversó con ellos con normalidad, recordando el nombre de todos.


Nahm no descarta una explicación fisiológica-cerebral, pero en pacientes casi vegetativos es un auténtico misterio médico, algo más que una colección de anécdotas. “Sigo siendo escéptico”, dice Bering. “Aun así, no sé cómo mi madre se las arregló en esos cinco minutos de perfecta comunión conmigo. ¿Era su alma inmortal? ¿Una última tormenta química de su cerebro moribundo? 

Sea lo que fuere, me alegro de que ocurriera”.

Abrirnos De Par En Par


Para superar a la competencia tenemos que mejorarnos, aprender más habilidades y desarrollarnos de manera que mejoren nuestros conjuntos de habilidades.

Cuantas más habilidades tengamos más valorados estaremos por la sociedad. Nos pagarán más y disfrutaremos de una mejor calidad de vida. Más vacaciones, mejor comida, mejor cuidado personal físico y mejor salud. Para adquirir nuevas habilidades y mejorar, la mente necesita estar receptiva y abierta. Una mente despejada ayuda a revelar el camino correcto, tomar decisiones acertadas y establecer metas definidas.

El ejercicio es una forma de mantenerse sano, física y mentalmente para que la mente y el cuerpo estén conectados. Practicar un deporte nos mantiene en forma y nos ayuda a ser más felices. Algunos meditan, practican yoga y algunos prefieren pasar tiempo tranquilos, en soledad, de manera introspectiva para armonizar el cuerpo y el alma.

Cuando se está libre de estrés, ruido e interrupciones, uno puede deshacerse del equipaje, el desorden, la contaminación y recuperar su estado óptimo de relajación. Los resultados pueden ser asombrosos.

Una mente sana abre nuevas puertas, invita a nuevas perspectivas y mejora la capacidad de mediar con las tormentas y retos, de este carrusel que es la vida.